Título: Nunca despiertes a un dragón dormido.
Reto: #1
Pairing: Drarry
Rating: PG-13
Género: Slash
Disclaimer: Nada de esto es mío, todo el universo de Harry Potter y sus personajes pertenecen a J.K. Rowling.
Nunca hagas cosquillas a un dragón dormido.
-Draco- su voz resonó en el silencio de la habitación, pero el aludido no dio señales de haberlo escuchado. Harry suspiró pesadamente, mirando la hora y frunciendo el ceño.
Eran las once y media de la mañana, y si no lograba despertar a Draco a tiempo, llegarían tarde al almuerzo con Ron y Hermione. Y Harry había decidido previamente que llegar tarde no era una opción; ya había pasado por una situación similar en el pasado, y definitivamente no quería sufrirla de nuevo.
-Draco, tienes que despertarte. Vamos a llegar tarde. -el rubio se revolvió ligeramente en la cama, y luego siguió durmiendo apaciblemente. Ni siquiera dio señales de despertarse cuando Harry comenzó a zarandearlo un poco, y tampoco cuando subió el tono de voz, mucho más impaciente que unos minutos antes.
Harry no podía creer que alguien como Draco durmiera tanto y que su sueño fuera tan profundo.
Después de quince minutos más de innumerables intentos fallidos, Harry decidió que había una sola manera de despertar a Draco.
Sin hacer ruido, se subió a la cama intentando no rozar al cuerpo del rubio mientras se posicionaba encima suyo. Despacio, fue retirando la sábana que cubría su cuerpo, e introdujo una mano, preparándose para el ataque.
Y unos segundos después, un todavía medio dormido Draco abría los ojos llenos de sorpresa mientras intentaba contener las carcajadas que pugnaban por salir de su boca. El moreno sabía lo sensible que era para las cosquillas, y no era justo que quisiera aprovecharse de eso mientras dormía.
Entre gritos y risas, ambos batallaron un rato más hasta que Harry sintió algo rígido rozar su pierna. Draco había dejado de reírse, y había comenzado a acariciarle el estómago y la espalda en lugar de seguir atacando. Su sonrisa de pronto se había ensanchado, maliciosa y todavía un poquito somnolienta, creciendo a medida que aumentaba la excitación entre ellos.
Draco no era lo único que Harry había conseguido despertar.
-Ya sabes lo que dicen, Potter... nunca hagas cosquillas a un dragón dormido.
Mientras que era besado con desesperación, Harry recordó vagamente el lema de Hogwarts. Draco dormiens nunquam titilandus.
La mano de Draco por fin logró arrancarle los boxers, y Harry gimió bajito ante el contacto, pensando que nunca llegarían a tiempo para el almuerzo y que quien fuera que había inventado el lema de Hogwarts, definitivamente debió de conocer perfectamente a Draco Malfoy.
Título: Las cinco cosas que Ron Weasley odia ama de Draco Malfoy.
Reto: #2
Pairing: Draco Malfoy/Ron Weasley
Rating: PG
Género: Slash
Disclaimer: Nada de esto es mío, todo el universo de Harry Potter y sus personajes pertenecen a J.K. Rowling.
De todas las personas que conoce, Ron puede decir que a la que más odia es a Draco Malfoy (incluso más que a Voldemort, y eso ya es decir mucho).
Lo odia, porque cada maldita vez que se lo cruza en algún pasillo, Ron sabe que algo malo va a pasar. Algo mucho peor que su simple presencia, por supuesto. Lo ve caminar como si el mundo le perteneciese, rodeado de imbéciles retardados (como él) que lo único que hacen es lamer el suelo por donde pasa. Y cuando llega hasta donde se encuentra Ron, Malfoy siempre se detiene unos segundos (o el tiempo como que se detiene, y todo pasa en cámara lenta); su sonrisa, de por sí pedante, se acentúa, y sus ojos lo recorren de arriba a abajo. Lo evalúa, y luego abre la boca para decir algo. A veces es algún insulto, hacia su familia o hacia sus amigos (el cara rajada y la sangresucia), y otras veces solo es alguna provocación, más por costumbre que por otra cosa. Un empujón, un codazo en las costillas, unas palabras, y al segundo siguiente ya no está--ha desaparecido.
Y a pesar de que su cuerpo se tensa y su ceño se frunce, Ron no está seguro de si es porque quiere golpearlo hasta que no se pueda mover, o porque tiene ganas de empujarlo contra la pared más cercana para besarlo hasta que ya no pueda decir nada más.
Sin embargo, no siempre sus encuentros son así. Si tan solo fuera eso, Ron podría sobrellevarlo mucho mejor; podría controlarse. Pero cuando no hay nadie más en el camino a la torre de astronomía y el cabello rubio de Malfoy le hace cosquillas en la mejilla, mientras que le susurra al oído todo lo que van a hacer-todo lo que le va a hacer, Ron simplemente no puede quedarse quieto y callado. Tampoco puede moverse, o empujarlo y salir corriendo; no es capaz de hechizarlo, porque está muy ocupado intentando no sonrojarse demasiado, deseando que sus orejas no se pusieran tan coloradas como su cabello cuando Malfoy deja de hablar y utiliza la boca para cosas más productivas en la zona de su cuello.
Pero el detonante, lo que logra que Ron se despierte y corresponda sus acciones es escuchar a Malfoy llamarlo por su apellido. Esa forma tan extraña (y tan jodidamente sexual) que tiene de pronunciarlo, lentamente, como si lo degustara, haciendo especial énfasis en la doble vé y en la ele, Weasley, Weasley, Weasley, como si de pronto fuera lo único que es capaz de decir. Y logra que Ron se derrita, y gruña como un animal mientras que se aferra al cuerpo del rubio, intentando arrancarle la túnica que no debería tener tantos botones. Porque con solo pronunciar su apellido, Ron siente que le sube la temperatura, e intenta recordarse que odia a Malfoy por eso, y que no tendría que estar besándolo, en lugar de darle una paliza.
Lo peor que le pudo pasar a Ron desde que comenzó el sexto año fue saber que tendrían que enfrentarse a Slytherin en los partidos de Quidditch. Agradecía profundamente que Malfoy fuera buscador, y que Ron no tuviera que verlo acercarse a sus aros muy seguido. Porque el rubio en escoba era como darle alas al pecado, vestido de verde y plateado y con las mejillas medio sonrojadas debido al ejercicio físico.
Había sido bastante complicado no quedarse mirando el trasero de Malfoy cada vez que se lo cruzaba, pero eso no era nada comparado a como se veía con el uniforme de Quidditch y montando su Nimbus 2001 con la misma fluidez y elegancia con las que se movía todo el tiempo.
Desafortunadamente el muy maldito lo sabía, y disfrutaba demasiado dando vueltas cerca de los aros de Gryffindor, paseándose descaradamente en frente de Ron, que hacía lo posible por recordarse que tenía que proteger los aros de los ataques de los cazadores.
Es sabido por todo el mundo que Ron adora las ranas de chocolate. A pesar de eso, solo una persona se atrevería a mandarle por lechuza una rana de chocolate todas las mañanas durante el desayuno, en frente de la mirada suspicaz de Hermione y la evidente curiosidad de Harry. Ron no se gira nunca, pero sabe que la sonrisa de Malfoy es entre burlona y arrogante, perfectamente consciente de que Ron está rojo hasta las orejas y que a pesar de las burlas por parte de los demás (admirador secreto, llega a escuchar desde la mesa de Gryffindor), Ron guarda la rana de chocolate en un bolsillo e intenta olvidar que alguna vez la ha recibido.
Más tarde, cuando le pregunta que qué demonios está haciendo, Malfoy solo sonríe y se y levanta una ceja.
--A ver si de esa manera cambias esa cara de mala leche que tienes todo el tiempo, Weasley.
Pero a pesar de todo, lo que más aborrece Ron Weasley de Draco Malfoy es que, a pesar de saber que es un maldito bastardo (jodidamente sexy, eso sí), Ron no puede dejar de pensar en él, en todo lo que quiere hacerle y lo que siente hacia él. Porque sí, Ron es consciente de que si solo fuera una atracción, no habría tantos problemas, pero es Malfoy, y le gusta, le gusta mucho más de lo que pensaba y mucho más de lo que cualquier Weasley se puede permitir sentir hacia un Malfoy. De todas formas, eso último Malfoy no tiene que saberlo, ¿cierto?