69/69
Número: 69/69
Título: Sentimientos
Fandom: Prince of tennis
Claim: Atobe Keigo. Atobe/Tezuka implícito.
Extensión: 267 palabras
Advertencias: shonen ai implícito
Notas:
Todo había empezado, por supuesto, con el tenis. Atobe quería ser el mejor, y para eso debía vencer a Tezuka. Decidió que la mejor solución era observarlo, encontrar sus debilidades, y destrozarlo en la cancha. Así, nadie dudaría de su superioridad.
Pero Atobe no sabía que sería tan difícil ver más allá de la barrera de hielo que separaba al mundo del verdadero Tezuka Kunimitsu. El joven no solo se mostraba imperturbable, sino que ocultaba sus debilidades sin dejar ningún resquicio del cual Keigo pudiera aprovecharse. Era impasible, y en algunas ocasiones (aquellas en las que el estrés, el malhumor y el pesimismo hacían mella en el millonario), incluso creía que era inalcanzable. Llegaba a dudar de que algún día encontrara algo imperfecto en él, que Ore-sama al final no era el mejor, y que nunca podría serlo.
Y entonces intentaba recordar que Kunimitsu era tan humano como él y el resto de las personas, y que ese simple hecho significaba que algún defecto tendría que tener. Y, desde luego, sería él quien se encargara de mostrárselo.
Sin embargo, cuando lo consiguió (¡por fin!), la victoria no le supo tan bien como debería. Ver a Tezuka luchando contra un hombro que se había dado por vencido no había sido ni remotamente algo que le produjera satisfacción, y aunque sabía que el otro tenía sentimientos (porque todos los tenían), no le había gustado ni un poco esa expresión de dolor que había surcado su rostro cuando la lesión se resintió.
En ese momento Atobe no supo identificar esa sensación extraña que lo invadía cada vez que pensaba en Tezuka. Años después, al recordarlo, sabría que era amor.
Título: Sentimientos
Fandom: Prince of tennis
Claim: Atobe Keigo. Atobe/Tezuka implícito.
Extensión: 267 palabras
Advertencias: shonen ai implícito
Notas:
Todo había empezado, por supuesto, con el tenis. Atobe quería ser el mejor, y para eso debía vencer a Tezuka. Decidió que la mejor solución era observarlo, encontrar sus debilidades, y destrozarlo en la cancha. Así, nadie dudaría de su superioridad.
Pero Atobe no sabía que sería tan difícil ver más allá de la barrera de hielo que separaba al mundo del verdadero Tezuka Kunimitsu. El joven no solo se mostraba imperturbable, sino que ocultaba sus debilidades sin dejar ningún resquicio del cual Keigo pudiera aprovecharse. Era impasible, y en algunas ocasiones (aquellas en las que el estrés, el malhumor y el pesimismo hacían mella en el millonario), incluso creía que era inalcanzable. Llegaba a dudar de que algún día encontrara algo imperfecto en él, que Ore-sama al final no era el mejor, y que nunca podría serlo.
Y entonces intentaba recordar que Kunimitsu era tan humano como él y el resto de las personas, y que ese simple hecho significaba que algún defecto tendría que tener. Y, desde luego, sería él quien se encargara de mostrárselo.
Sin embargo, cuando lo consiguió (¡por fin!), la victoria no le supo tan bien como debería. Ver a Tezuka luchando contra un hombro que se había dado por vencido no había sido ni remotamente algo que le produjera satisfacción, y aunque sabía que el otro tenía sentimientos (porque todos los tenían), no le había gustado ni un poco esa expresión de dolor que había surcado su rostro cuando la lesión se resintió.
En ese momento Atobe no supo identificar esa sensación extraña que lo invadía cada vez que pensaba en Tezuka. Años después, al recordarlo, sabría que era amor.