El proyecto sin título de Jared Padalecki ~ Capítulo 2
Jensen está de mal humor cuando se mete en la pequeña y estrecha habitación en que le han dicho que van a practicar él y Jared - leer el guión, o llegar al punto en que puedan volver a trabajar juntos, lo que sea. Lanza una mirada asesina al único sofá, a la cafetera cutre encima de la diminuta mesa de la esquina, a las dos tazas de regalo de alguna promoción, y se pregunta cuándo diablos se ha vuelto tan glamurosa la industria del cine.
Ha llegado pronto y Jared no está ahí todavía. Jensen no sabe si sentirse agradecido o irritado. Se pasa una mano por el cuello agarrotado y la mandíbula, hace una mueca ante el crujido que prueba lo mal que se siente, y se deja caer en el sofá. Está cansado y puede tenga algo de resaca; la necesidad de estar en la cama es casi física, y habría tenido una o dos horas más de sueño extra esa mañana si esa zorra de no sé qué periódico no hubiera llamado - de dónde habrá sacado el número de su casa, no tiene ni puta idea - para hacer pregunta tras pregunta sobre Jared, la película y su relación entre la retahíla incoherente de maldiciones que él le ha dirigido.
Hace mucho que Jensen no está acostumbrado a tanta atención. Joder, no cree que haya estado acostumbrado nunca, porque llamadas a las siete de la mañana y paparazzi siguiéndole por la calle son algo completamente distinto de cualquier cosa que Supernatural le proporcionaba. Lo más cerca que estuvo de esto fue cuando algún fotógrafo consiguió tomar fotos de su cara amoratada y la de Jared después de la pelea. Los habían puesto juntos en la portada de alguna revista glamurosa con el titular “¿La Pareja de Oro se ha roto?” bajo ellos, y al final Jensen tuvo que desconectar el teléfono para escapar a todas las ofertas de que contara su lado de la historia. Pero hasta ese escándalo había desaparecido en una semana. Tuvo varias llamadas cuando salió la primera película de Jared, pidiéndole comentarios sobre el éxito de Jared, y un reportero siguió llamándole regularmente hasta la cuarta película de Jared. Colgaba el teléfono en cuanto los reconocía. Putos cuervos.
Pero desde que se ha filtrado la noticia de que Jensen Ackles va a protagonizar una nueva película junto a Jared Padalecki - hace, cuánto, ¿cuatro días? - Jensen ha vuelto a llevar gafas de sol y gorra de béisbol a dondequiera que vaya. No puede ir al 7-Eleven más cercano sin que el chico tras el mostrador se lo quede mirando con la boca abierta mientras compra la leche, con los estantes de revistas de detrás cubiertos de brillantes, sonrientes fotos publicitarias de Jared, mientras que Jensen tiene aspecto amargado y abrumado en las fotos por sorpresa de al lado. Jensen quiso recordarle al muchacho que trabajaba en Los Angeles, por Dios, y cualquiera con aspiraciones de encontrarse con alguna celebridad solo tenía que quedarse quieto en una de las calles principales el tiempo suficiente, pero no lo hizo. Se limitó a sonreír como si le doliera algo, comprar la leche y salir. Jensen siempre ha encontrado ese aspecto de la fama una putada muy incómoda.
Se plantea usar las instalaciones y hacerse una taza de café para despertarse, pero parece un trabajo demasiado duro eso de levantarse del sofá blandito. En lugar de eso, se quita los zapatos a patadas, sube los pies y descansa la cabeza en el reposabrazos. No para dormir, porque eso sería muy poco profesional, y la próxima persona que va a entrar en la habitación será con toda probabilidad Jared, y Jensen tiene toda la intención de estar completamente en guardia siempre que Jared esté cerca. Llámalo un asunto de principios.
El techo es de un color blanco gastado.
Abre los ojos de golpe, confundido, desorientado, y le lleva un momento para darse cuenta del todo de la amplia y cálida mano en su hombro y de que el rostro ligeramente preocupado no muy lejos del suyo pertenece a Jared. Le lleva otro momento recordar que no le gusta Jared, que Jared no le ha gustado en mucho tiempo, que no está en un tráiler de Vancouver.
-¿Estás bien, tío? -pregunta Jared, con una sonrisa ladeada-. Pareces un poco muerto.
Jensen se endereza, frunce el ceño, y se sienta con la presión amable de la mano del otro en el hombro, removiéndose para quitárselo de encima. Jared retrocede un paso, la expresión más dura, dice “Vale. Vale” para sí mismo y se queda de pie bastante incómodo, mirando a Jensen un par de segundos, las manos sueltas e inseguras a los lados. Al fin asiente, poniéndose recto como para serenarse, y pregunta “¿Café?” con voz neutral y agradable.
-Sí -dice Jensen, echando un vistazo discreto a su reloj cuando Jared se gira. Frunce el ceño cuando se da cuenta de que lleva dormido al menos media hora; rota los hombros para desentumecerlos, odiando la vida y a Jared y a los reporteros y la existencia en general.
Jared vuelve al sofá con dos tazas humeantes de café en las manos, y le pasa una antes de desplomarse a su lado, sus piernas casi tocándose. El sofá se hunde con el peso y Jensen se aparta tanto como puede, disculpando el gesto infantil mentalmente porque Jared de veras necesita tanto espacio como pueda conseguir. Por un breve momento, Jensen se siente golpeado por el surrealismo de la situación - que Jared Padalecki, la estrella de La Puerta y Yo pregunto, acaba de hacerle un café - antes de reprenderse silenciosamente por no ser mejor que una adolescente fanática. Toma un sorbo del café, negro y dulce y fuerte - justo como a él le gusta - y recuerda cómo Jared y él solían discutir por la cafetera porque Jared es una chica y le gusta la cafeína tal como llega, mientras que Jensen es más de café espeso. Tras un momento de conflicto interno, le echa un vistazo a la taza del otro, y la ve tan negra como la suya. Algo le aprieta en el fondo del pecho y maldito Jared, maldito sea.
-Bueno -dice él, tras un momento de silencio-. ¿Quieres empezar por el principio?
Con los guiones en el regazo, se giran ligeramente en el sofá, los dos inclinándose contra su reposabrazos respectivo porque no sirve para nada limitarse a leer esto. Los dos lo han leído ya suficientes veces, Jensen lo sabe. La idea es leerlo juntos, compartir la experiencia, y para eso necesitan estar frente a frente. No es exactamente cómodo para Jensen - con el reposabrazos clavándosele en la espalda y las ocasionales miradas que le dedica Jared - pero nada de este proyecto tuvo nunca intención de serlo.
La primera escena es más bien de Jared, y es él quien empieza con un monólogo que no llega a ser narrativo, su voz deslizándose competentemente por las palabras, con la entonación suficiente para llamar la atención pero sin llegar a ser antinatural. Jensen le observa, liberado por los ojos de Jared firmemente clavados en el guión. Jared lleva unos vaqueros oscuros y una camisa azul con botones, bonita y casual, aunque tanto los vaqueros como la parte de arriba le quedan algo mejor que cualquier cosa que llevara cuando él y Jensen se hablaban. La ropa tiene líneas más definidas además, de mayor calidad, caras, probablemente de diseñador. Jensen se pregunta si Jared las ha comprado él mismo o si tiene algún tipo de estilista. Se suponía que el pensamiento iba a ser amargo pero, con toda honestidad, la sola idea de que Jared tenga alguien que le elige la ropa es absolutamente hilarante. Jensen intenta no sonreír y fracasa un poco.
Jared deja de hablar de repente.
-Esta frase -dice-. ¿Qué opinas? -la repite y mira a Jensen-. Suena mal. ¿Las palabras o el tono?
Jensen se lo queda mirando un momento con una sorda sensación de incomprensión. Este no es el Jared que recuerda: el tipo que cogía cualquier frase que le lanzaran y trabajaba con ella hasta que sonara más o menos decente, ignorando el consejo de Jensen de cambia las palabras de una puta vez, a nadie le va a importar.
-No sé -dice con cuidado-. Dila otra vez.
Jared obedece y Jensen, escuchando esta vez, oye lo que quiere decir y tampoco cree que suene del todo bien.
-¿Tal vez un poco más enfadado? -sugiere, y Jared lo intenta. Jensen niega con la cabeza-. No -dice por fin-. Tienes razón. La frase está mal.
Observa cómo Jensen anota algo en su guión con un lápiz mordido. No puede evitar pensar Jared, la estrella de cine. No viene a ser un pensamiento especialmente cómodo.
Cuando llegan a la segunda escena y por fin llega su turno, se siente extrañamente consciente de sí mismo. Nervioso incluso, y eso solo consigue enfadarlo. Ha pasado mucho tiempo desde que no actúa en serio, y Jared ha hecho películas en todo ese tiempo - y ganado premios por esas películas además, por Dios. Empieza con voz bastante temblorosa, tratando de recordar el carácter del personaje, tratando de recordar al Dave que encontró cuando estaba sentado al lado de Chris, comiendo Cheerios. Poco a poco llega a él, y recuerda que Dave era un poco cabrón, uno de esos tíos que empiezan a gustarle a la gente cuando ya han empezado a odiarle; un gilipollas engreído, vanidoso y pretencioso, eso es lo que es. Pero leal, muy jodidamente leal, y cree que el público empezará a quererlo para cuando Tom Westbury lo ata y lo deja abandonado ante los lobos sin explicar por qué; porque, sí, puede que sea la única forma de resolver el lío en que se han metido, pero Dave nunca le haría eso a Tom. Nunca.
Lee una frase y Jared lee una frase, y hasta al principio se da cuenta de que esto es bueno, esto es de verdad jodidamente bueno. Lo que pasa con esto - con que sea Jared haciendo de Tom Westbury en vez de Chris - es que Jensen puede creer en el Tom de Jared. Desde su fe infantil en los héroes hasta su necesidad constante de estar haciendo algo; desde su enfado rápido hasta sus algo prejuiciadas concepciones de Lo Que Está Bien. Jensen se ha perdido cómo Jared se convertía en un actor de verdad decente - se negó a ver las películas que evidenciaban sus habilidades cuando salieron una tras otra - y la verdad es que no debería sorprenderle cómo lo hace. No sabe si es un alivio que Jared se haya hecho famoso por las razones correctas o una razón más para estar cabreado con él.
-Entonces, a ver si nos entendemos -dice, con una sonrisa de suficiencia-. ¿Mataste a un tío?
-No, no maté a ningún tío -contesta Jared con la voz de Tom, irritado.
-Tenías diez años. ¿Cómo coño sabes que no lo mataste?
-Me acordaría.
-Tenías diez años. Lo único que yo recuerdo de entonces era que el capitán Planeta llevaba un palo metido en el culo y que mi preferida era la tortuga naranja. Pero eh, si tú dices que no descuartizaste a un tío con un hacha que la policía encontró en tu cuarto entonces claro, yo te creo.
Jensen siente los ojos de Jared sobre él.
-Eres gilipollas -dice suavemente y puede - Jensen se plantea - que con demasiada pasión.
-Eso es lo que me decía siempre mi mamá.
Otra página y media de guión y Jensen sigue notando el escozor de los ojos de Jared sobre él la mayor parte del tiempo. Levanta la vista, pilla a Jared bajando los ojos al guión, vuelve a mirar el suyo e intenta volver a meterse en la acción; antes de que pase mucho, aun así, la sensación de ser observado le pica en la piel, y el proceso vuelve a empezar: levanta la vista, Jared la baja. Se revuelve, sintiéndose vagamente consciente de sí mismo e irritado - qué, ¿está Jared intentando cabrearlo o algo? - antes de subir la mirada por fin y soltarle “Oye, déjalo ya, ¿vale?”
Jared se queda mirándole como si se hubiera vuelto loco.
-Deja de mirarme -aclara Jensen-. Me está jodiendo el chi. Si tienes algo que decir sal a la luz y dilo de una puta vez.
Jared se sobresalta con culpabilidad, con el aspecto de que lo hayan cogido con la mano en el tarro de las galletas. Mira abajo, dibuja formas con el pulgar sobre el encuadernamiento de su guión un momento, luego se encoge de hombros y vuelve a mirar a Jensen, con una sonrisa irónica en la cara.
-Perdona -dice-. Solo estaba pensando que eras bueno, ¿sabes? Bueno para el papel.
Jensen se ve seriamente tentado de estrangularlo.
Tras un breve momento de lucha interna, logra hacer una mueca que debería ser una sonrisa de disculpa y consigue decir “Tú eres mejor” sin sonar como si prefiriera sacarse los ojos con un mondadientes antes que admitirlo.
Jared parece genuinamente sorprendido. Jensen se apresura a pedir un descanso para comer antes de que puedan decir nada para hacer el momento aún más propio de telenovela. Sale patosamente del cuarto, del edificio, se mete en el coche y conduce.
~
Esa noche Jensen se sienta en casa, familiarizándose con sus líneas y más aburrido que otra cosa. Lo suficientemente aburrido como para querer ir a recoger la Festín de Pepperoni que ha pedido en su pizzería habitual, a solo un par de manzanas, en vez de pedir que se la traigan. No parece ser capaz de dejar de pensar en Jared, y se muerde los nudillos, tratando de convertir las páginas que tiene delante en simple texto, sin matices. No puede leer ni una sola de las frases de Tom sin preguntarse cómo pronunciaría Jared las palabras, qué aspecto tendría Jared al representarla, cómo reaccionaría Jared ante los comentarios despectivos de Dave. Lo está volviendo loco y necesita - joder, se merece - un descanso.
El sol hace rato que se ha escondido tras el horizonte y cree que las gafas de sol y la gorra le dan un aspecto más sospechoso que otra cosa, merodeando por las calles después de las nueve de la noche, pero se pone las dos de todas formas y coge las llaves y la cartera, siempre pendiente de los fotógrafos. Baja la calle, gira a la izquierda y pasa delante de un escaparate lleno de películas. Duda delante de él, mirando la tienda brillantemente iluminada, y luego sacude la cabeza, se dice “no” mentalmente, y sigue andando.
En el camino de vuelta, con la cálida caja que huele a orégano y a masa fresca en las manos, vuelve a dudar. Esta vez, no se permite a sí mismo pensar en ello, y sale de la tienda unos minutos más tarde con un DVD de La Puerta bajo el brazo.
No la ve entera. En cuanto el hermano del personaje de Jared entra en escena - un total y completo imbécil - apaga la tele, sintiéndose enfadado y demasiado lleno de pizza. Ha sido una mala idea, exactamente como sabía que iba a ser.
~
Jared - un Jared asquerosamente despierto y muy arreglado, con pantalones no muy cortos y camiseta verde - le pasa una taza de café por la mañana y le dice que se la beba rápido porque Andrew, el director, quiere verlos, y está llevando algunos asuntos de producción al otro lado de la ciudad.
Jensen se quema la lengua con el líquido y no se siente mucho mejor por ello. Lanza una mirada asesina a Jared, que no parece darse cuenta y se limita a recoger la taza cuando ha terminado y ponerla en la mesa, guiándole por la puerta con una enorme mano rozándole la parte estrecha de la espalda. Jensen rechina los dientes y aguanta la incapacidad de Jared de mantenerse fuera de su espacio personal que lo irrita sobre de unos nervios ya de punta, pero se planta en el aparcamiento cuando se ve arrastrado hacia el recién estrenado Porsche rojo cereza de Jared.
-Preferiría ir en mi propio coche -dice, apartándose limpiamente del alcance de Jared. Él alza una ceja.
-¿Sabes el camino?
-Te sigo.
-¿En medio del tráfico de hora punta en el centro de Los Angeles? -Jared se ríe con buena intención, y Jensen ya siente el latido regular de un incipiente dolor de cabeza detrás del ojo izquierdo-. Ni de coña, tío. Yo conduzco.
-No -dice Jensen bruscamente, con expresión peligrosamente fija, no dispuesto a aceptar-, no conduces. Quiero ir en mi propio coche.
Jared se encoge de hombros con facilidad.
-Vale, lo que tú quieras. ¿Cuál es el tuyo?
Por un momento, Jensen no sabe qué decir.
-Tú no vienes conmigo -dice.
-Pues claro que sí. Tráfico en hora punta, ¿te acuerdas? -Jared pone los ojos en blanco, como si Jensen fuera corto de entendimiento-. Tú conduces, yo te señalo el camino. Así que ¿cuál es el tuyo?
El de Jensen es el Ford Mustang destrozado, por supuesto; lo bastante viejo como para resultar embarazoso pero no lo suficiente como para ser algo clásico. La pintura negra está polvorienta del verano y tiene un largo y pálido rasguño en un lado que Jensen se encontró al despertarse una mañana y aún no ha tenido tiempo de reparar. Se suponía que iba a ser una inversión a corto plazo, algo que le ayudara mientras se deshacía del coche viejo y se compraba uno nuevo, pero ya lo ha tenido seis meses y Chris le ha cogido cariño de todas formas. No cree que esa sea recomendación suficiente para Jared, aun así, que siempre había bromeado con que cuando se hiciera de verdad rico y famoso tendría un coche para cada día de la semana. A Jensen le han dicho que el tío tiene en realidad ocho, así que o Jared no sabe contar o simplemente raya en lo extravagante.
Durante un momento, quiere retractarse. Decir “Eh, siempre me han gustado los Porsches, así que ¿por qué no conduces tú?” en lugar de reconocer el Mustang, pero Jared le mira con expectación y que le cuelguen si le importa una mierda de poni lo que piense Jared. Sacando las llaves del bolsillo de los vaqueros, se adelanta y abre la puerta. Un destello de incertidumbre cruza la expresión de Jared, una débil duda en su postura, antes de acercarse para abrir la puerta del copiloto y deslizarse al asiento.
-Esto es un poco como el Impala, ¿verdad? -dice.
Jensen se agarra al volante, sube mucho el volumen de la radio y sale del aparcamiento con un chirrido, ignorándolo por completo. No hay aire acondicionado, claro, y Jared baja la ventana con el molinillo y saca la cabeza al viento, con el aspecto de un perro enorme y feliz y el pelo revuelto metido en los ojos. Se queda así hasta que llegan a las calles más pobladas y la gente empieza a señalar, gritar y saludar, y tiene que meter la cabeza y hundirse en el asiento. Da una breve indicación para que gire a la izquierda y Jensen lo hace, descansando el codo en su propia ventana, disfrutando del viento en la cara y con una sonrisa de engreída satisfacción.
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Andrew, el director, es hosco y habla solo, se está quedando calvo y carece de expresión facial. No es exactamente lo que Jensen había esperado después de lo que Jared le ha dicho en el camino - está muy seguro de que las palabras un tipo estupendo, divertidísimo, sabe de verdad lo que hace se han mencionado -, y el tío no ha parecido en absoluto impresionado al echar un vistazo a Jensen de arriba abajo.
-Vais a enseñarme lo que habéis hecho -ha dicho, y los ha metido en un cuarto frío y oscuro antes de ir a por lo que según él es “el mejor té del puto estado”. Lo más animado que le han visto.
A Jensen todavía le duele la cabeza. Jared está cómodamente repantigado en la silla de al lado, los miembros extendidos y sueltos, y su muñeca se empeña en rozar el brazo de Jensen despreocupadamente. A Jensen empieza a dolerle también la mandíbula de apretar los dientes con demasiada fuerza, y tiene los músculos de los brazos desagradablemente tensos. Hay una luz intermitente, encendiéndose y apagándose, en la esquina del cuarto, y Jared está canturreando algo, suave e irregular y jodidamente irritante, y cada dos por tres se gira con una sonrisa ancha y feliz y dice “Es un tío genial. Ya lo verás. Os vais a llevar de puta madre, lo sé”.
Justo cuando Jensen empieza a plantearse comprar un arma, Andrew regresa con una taza de cristal llena de té helado con cubitos de hielo, y está bien - frío, por lo menos - aunque Jensen piensa para sí que el de Lipton es mejor. El director coloca una silla justo enfrente de ellos, y los mira parpadeando lentamente con sus ojos marrones apagados. Alza su vaso de té helado, toma un largo sorbo y se relame ruidosamente de felicidad, luego asiente y dice “Enseñadme la segunda escena”.
Jensen se encoge de hombros, abre su guión por la página correcta, y luego gira un poco su silla mientras Jared hace lo mismo para poder mirarse el uno al otro.
-¿Te he dado alguna vez la impresión de que me gustabas? -pregunta Jensen, con una sonrisa agradable de “que te follen” pegada en la cara. Se imagina a Jared empujándolo con impaciencia para entrar en su... en la casa de Dave-. Pero no, de ninguna manera, pasa, por favor.
Es una escena bastante larga y dura algo más de diez minutos, en opinión de Jensen, incluso sin el tiempo añadido del paneo de las cámaras y las acciones. Jared como Tom es molesto y exigente, y se da cuenta a mitad de la escena, con sorpresa, de que no le cae bien - siente que a Dave tampoco le cae bien en realidad - y su tono se hace cada vez más burlón, añadiendo un matiz de cruel reflexión antes de cada frase mientras Tom le abre su corazón y espera que él haga algo al respecto. Jared responde a su vez, haciendo a Tom más enfadado y hablando más alto mientras Dave se limita a inclinarse y sonreír, y cuando terminan Jared está encorvado sobre las rodillas, el pecho subiendo y bajando pesadamente del esfuerzo frustrado, parpadeando para deshacerse de la mirada asesina que lanzaba a Jensen.
Jensen le sonríe con satisfacción. Jared frunce el ceño.
-No fue exactamente así la última vez -se disculpa en dirección a Andrew.
-Sí -dice Andrew como si no lo hubiera escuchado realmente, mirando al espacio entre los dos, los labios curvados en una sonrisa-. Sí. Eso es casi exactamente lo que quería. No creía que lo fuerais a entender. Creía... y toda esta producción ha sido muy confusa hasta ahora - un embrollo, si me lo preguntáis - con esos tipos organizando los ensayos incluso antes de que yo te conociera, Jensen -dice, mirándolo y asintiendo, y Jensen nota el brillo que ha aparecido en sus ojos, haciendo su rostro más vivo-. Voy a tener que hablar un poco con los dos acerca de los personajes, claro; hacer lluvias de ideas y ver qué sacamos, lo normal. Pero hay verdadera química entre vosotros dos - una vibración intensa - y si solo pudiéramos capturar un trocito de eso en la pantalla, dios mío. Esto va a vender.
Y tiene una sonrisa honesta en el rostro ahora, y el té helado está olvidado y derritiéndose en su mano. Jensen cree que tal vez tenga que reconsiderar su opinión de este tío como un peso muerto, porque nadie ha parecido nunca tan dispuesto a darle un morreo por sus habilidades como actor antes, y eso tiene que contar para algo. Organizan reuniones individuales para el día siguiente, y sale del cuarto sintiéndose extrañamente desorientado y un poco abrumado sin razón aparente.
Jared le pone un brazo sobre los hombros mientras caminan y lo empuja en el pecho, alardeando ruidosamente. “Somos la leche, tío. La leche”. Huele a detergente y a loción de afeitado, y Jensen se aparta de él en cuanto recupera el equilibrio. Ni siquiera es capaz de recordar a Jared tan ansioso de contacto cuando filmaban Supernatural, y está empezando a ponerlo jodidamente nervioso.
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La gota que colma el vaso llega cuando vuelven al aparcamiento y Jared dice:
-Eh, ¿quieres dejar este montón de chatarra en mi casa y jugar al billar? Tengo un congelador lleno de cerveza -con esa enorme sonrisa de soy-tan-feliz-como-tú.
Y en algún punto del pasado eso habría estado bien. Joder, Jared podría haber insultado a su madre y Jensen habría insultado al padre de Jared al momento siguiente. Pero esto de ninguna manera es aquello, y solo los amigos de Jensen tienen el privilegio de decir una mierda sobre su coche.
-Sal de una puta vez -dice, parando en seco con un brusco chirrido de las ruedas.
Jared se le queda mirando como si no estuviera seguro de si está o no bromeando, la sonrisa todavía medio colgada de la cara.
-Lo digo en serio -gruñe Jensen-. Sal de mi montón de chatarra ahora mismo, Jared, o te saco yo.
-¿Qué he...? -empieza Jared, confuso, y Jensen le corta con una risa maniaca, y todas las frustraciones y la rabia del día anterior vuelven en todo su esplendor.
-No somos amigos, Jared -escupe-. No tienes derecho a invitarme a un puto billar. No tienes derecho a insultar mi coche. Has estado provocándome todo el día, empujándome y sonriendo y joder, canturreando, y preferiría, de hecho, que intentaras no tocarme en absoluto en un futuro. Limítate a mantenerte alejado de mi puto espacio personal o volvemos a llegar a las putas manos otra vez, créeme.
Jared ya no sonríe. Está sentado muy rígido, la mandíbula apretada, mirando fijamente el parabrisas.
-Vale -dice incómodamente, tras una pausa-. Es solo que pensaba...
-Me dejaste solo en lo mejor que me había pasado en la vida, Jared, y ni siquiera te importó una mierda -escupe Jensen-. Pensabas mal. Vete a tu maldito Porsche.
Jared asiente suavemente, abre la puerta con torpeza y la cierra de un fuerte portazo tras él. Camina muy derecho hacia su coche sin mirar atrás ni una vez, y Jensen lo observa durante un momento lleno de amargura y odio, antes de encender el motor y salir del aparcamiento.
El problema de los hermanos es que cuando uno se va, tira la toalla, no renueva el contrato, el otro hermano ya no es un hermano. Ya no es una mitad de un truco de magia. Es solo un tipo normal, y un tipo normal no puede cargar con la audiencia de una serie solo, por bueno que sea.
Jensen maldice, sube el volumen de la radio y trata de olvidar lo mucho que le gustó Jared una vez.
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Capítulo 3 ~
Mí querer quejas! Mí querer que tú me decir qué suena mal y raro. Se me han acabado los tomates en el huerto, ¡tírame más!
Ahora, la mala noticia: necesito que creas en mi capacidad de pasar un par de semanas concentrada exclusivamente en lo bien que se portó el rey en la Transición y en la homosexualidad frustrada de Lorca. Si tú no crees, yo no creeré, y si yo no creo, terminaré viniendo a darte más Jared. Como, obviamente, tú no quieres más Jared porque -obviamente- es humanamente posible hartarse de Jared, pues vas a creer en mí y esperar como un niño bueno al que nunca han cogido con la mano en el tarro de las galletas a que te traiga más MELODRAMA cuando buenamente pueda traerte más MELODRAMA.
Venga, ahora, los tomates.