Autora:
riathaFandom: Harry Potter
Pareja: Ginny/Luna
Rating: G
Notas: Gracias a
joanne_distte por betear y tal.
Cuando Ginny se sonroja no se distingue el pelo de la cara. Se pone tan roja que no se pueden contar sus pecas.
Eso molesta a Luna, le molesta muchísimo.
A Luna le gusta Ginny (de hecho, no conoce a nadie a quien no le guste, excepto quizás a los Slytherin). Le gustan muchas cosas de ella; le gusta como frunce el ceño cuando se concentra, o como aprieta los labios cuando Ronald se pone sobreprotector (el mismo Ronald del que no se puede hablar porque eso lleva inmediatamente a Harry, y no es que Luna no agradezca no tener que hablar de Harry). Le gusta su pelo: rojo, brillante, Gryffindor, y le gusta cuando ella se lo toca con un gesto nervioso. Pero si algo le gusta especialmente de Ginny son sus pecas (que desea contar algún día sólo para volver a empezar y comprobar que no ha olvidado ninguna) y su sonrisa; no la triste y decaída de los últimos días, sino la que hace que le brillen los ojos y el mundo parezca un poco mejor, como si hubiera Fornies luminosos en el ambiente y oro leprechaun formando dibujos en el aire como en el Mundial de Quidditch.
Por eso no le gusta cuando Ginny pasa vergüenza, porque no sonríe, y no puede ver sus pecas. Y por eso no le gusta Harry, porque al principio hacía que Ginny se sonrojase, y al final, la hace sufrir. Y eso le gusta aún menos que verla avergonzarse.
De hecho, ver sufrir a Ginny es lo que mas le disgusta en el mundo entero, y por alguna razón, cuando Luna se lo dice a Ginny una tarde lluviosa de martes se sonrojan las dos, y Ginny se sacude el pelo, y Luna sonríe, y Ginny también, y el mundo parece un lugar un poco mejor.
Autora:
riathaFandom: Harry Potter
Pareja: Ginny/Luna
Rating: G
Harry es una enfermedad.
Esa es a la conclusión a la que llega Ginny tras analizar todos los síntomas que ha sufrido en los últimos 7 años; desde aquel 1 de septiembre en la estación de King Cross en la que conoció a Harry, concretamente.
Los primeros síntomas empezaron allí mismo, en la estación, cuando tenía 10 años y era aún una niña inocente e impresionable a la que ver a Harry Potter le produjo un aumento considerable de temperatura, taquicardia e incapacidad de reacción. Su madre diagnosticó esa enfermedad como ganas de ir a Hogwarts, y su receta fue un: el año que viene será tu turno, cariño, no tengas prisa. Obviamente no hizo ningún efecto, su madre no era una gran medimaga conocida mundialmente por sus diagnósticos, precisamente. Claro que, su enfermedad tampoco empeoró; durante años, Ginny se sonrojó al tenerle cerca, tuvo dificultad para realizar cualquier acto que precisara de un mínimo razonamiento en su presencia, creyó que se le iban a salir las tripas en cualquier momento, se sintió mareada con sólo verlo.
Y de repente, sin pociones curativas ni hechizos, sin pastillas o recetas, la enfermedad remitió.
No desapareció del todo, cambió su forma de manifestación.
El aumento de temperatura se transformó en algo parecido peligrosamente a la excitación sexual si él se acercaba demasiado, cambió la incapacidad de reacción por un cosquilleo algo irritante en su estómago y la taquicardia iba acompañada de un bombeo incesante de sangre hacia su entrepierna cuando pensaba demasiado en Harry.
Aparentemente la enfermedad era contagiosa, y empezó a salir con Harry. Inexplicablemente, el hecho de estar en constante contacto con la fuente de propagación de la enfermedad causó la curación de ésta. Inmunidad adquirida, dijo Hermione. (Y no iba a ser ella la que pusiera en duda algo que había dicho con tanta seguridad su amiga, aunque ella tampoco fuera medimaga).
Cuando él se fue (y prefería no pensar en ello como un adiós, sino como en un hasta luego), ella empeoró. Y Ginny deseó que Ronald estuviera allí, para poder decirle que Hermione se había equivocado, y que no era inmune a la enfermedad, sino altamente resistente (que no era lo mismo aunque lo pareciese, le había preguntado a Madame Pomfrey), aunque quizás, no le alegraría el hecho de que Hermione se hubiese equivocado tras saber que esa equivocación significaba que Ginny se encontraba en un estado crítico. Quizás irreversible.
Sentía que el pecho iba a estallar si oía su nombre una vez más, tenía dolor de cabeza cada vez que recordaba sus besos, cuando pensaba en los peligros que le acechaban le faltaba aire y se ponía pálida, y no parecía haber indicios de que la enfermedad fuera a remitir con el tiempo.
Lo peor de la enfermedad era que no sólo se manifestaba cuando pensaba en Harry o algo relacionado con él (aunque sí que sus síntomas eran peores); sino que en cualquier momento del día podía manifestarse en forma de mal humor, sin un motivo aparente.
Era en esos momentos (cuando parecía que la enfermedad y la melancolía iban a acabar con ella) cuando recurría a Luna, que parecía ser la única capaz en esos días de arrancarle una sonrisa y hacer que sus ojos brillasen; cuando Luna estaba con Ginny el mundo era un lugar mejor, menos inhóspito, más amable. Cuando Ginny estaba con Luna sentía que se parecía algo más a lo que ella recordaba ser. Feliz.
Si Harry es la enfermedad, Luna es la medicina.