Aug 23, 2008 11:03
Cuando tenía 10 años mi compañera de asiento en la escuela se llamaba Carolina. Era una niña rubia, con el pelo lleno de tirabuzones, que lloraba todo el tiempo porque se le había muerto su padre. Sobre todo cuando daban esos papeles que tenías que llevar a casa o cuando salían fotos de padres en los libros de inglés.
Yo nunca sabía qué hacer cuando se ponía a llorar así, ahogadamente. Me quedaba muy quieto e intentaba no respirar para que ella no se diese cuenta de que había alguien sentado a su lado, porque ,a mi, no me gustaría que nadie me viese si me pusiese a llorar de ese modo.
A finales del E.G.B., Carolina, seguía llorando casi siempre, hasta que un día me levanté de mi asiento, la empujé, y la tiré al suelo, porque ,el profesor, me dijo: "Haz algo!" y, a mi, no se me ocurrió otra cosa. Yo preferiría que me viesen llorar por caerme al suelo. El dolor físico puedes compartirlo con los demás, todos nos hemos caido al suelo alguna vez, pero el de dentro es distinto, a mi nunca se me había muerto algo como un padre y no podía saber lo que era. Por eso la tiré al suelo y, una vez en el suelo, le dí una patada con la mejor intención del mundo.
rescatando cosas de desdealaska