Jim duerme durante tres días tras la operación. Cuando despierta, lo primero que ve son los ojos enormes y marrones de Lila desde los pies de su cama. “¿Tengo que llamar a seguridad?” la garganta le arde, está seguro de que las palabras no salen como él espera. En su defensa, Lila no salta en el sitio, no se abalanza contra él, sólo aprieta con suavidad uno de sus pies. Parte de él, una que entierra para una preocupación futura, se da cuenta de que el movimiento está mal, de que no procesa tanto como debería. “¿Está tu abuelo por aquí?”
Su padre llora cuando le ve. No recuerda haber visto llorar a su padre desde el funeral de Jeanette y su primer instinto es levantar la mano para acallarle, decir shhh, nadie ha muerto esta vez. La vía y la lengua de trapo se lo impiden, le cuesta enfocar la mirada.
Cuando abre los ojos de nuevo no se cuela luz por las ventanas y Lila es una mata de pelo negro y una maraña de huesos acurrucada en la silla de la habitación.
-Tu sobrina tiene a los de seguridad encantados, están pensando en ficharla en cuanto abran vacantes.
Tony tiene los brazos cruzados. No se ha molestado en buscar un lugar en el que sentarse, permanece de pie a un metro de la cama. Alguien le ha destrozado la cara y tiene los nudillos pelados, quiere preguntar cómo quedó el otro, pero sinceramente no cree que quiera saber la respuesta.
Jim gruñe y su cabeza golpea la almohada con fuerza.
-Recuerdo un tío gigante.
Tony se balancea de un pie a otro.
-Había un tío gigante.
Traga saliva despacio, tarda unos segundos en decidirse, y por un momento JIm piensa que se dormirá de nuevo antes de que Tony reúna el coraje suficiente para cerrar la distancia hacia su cama.
“Rhodey,” comienza, y cuando Jim le agarra la manga de la camisa arrastra la vía y el suero con él.
-Ni lo intentes, Stark -deja la mano ahí, las puntas de los dedos apoyadas en la muñeca de Tony, la piel áspera bajo un reloj enorme-. Tenemos que hablar de tu gancho.
Tony se humedece los labios con la punta de la lengua. “¿Qué le pasa a mi gancho?” y Jim finge que no nota el temblor en toda la pregunta. Está cansado y dopado y Tony no quiere que lo note. Señala el moratón de su mejilla con la cabeza.
-Que es una mierda, eso le pasa. Recuérdame que hablemos de eso cuando despierte.
Le ve asentir despacio. Nota presión sobre sus dedos antes de que Tony le apoye de nuevo, con cuidado, la mano sobre el colchón de la cama.
iv. hospital metro-general
Jim duerme durante tres días tras la operación. Cuando despierta, lo primero que ve son los ojos enormes y marrones de Lila desde los pies de su cama. “¿Tengo que llamar a seguridad?” la garganta le arde, está seguro de que las palabras no salen como él espera. En su defensa, Lila no salta en el sitio, no se abalanza contra él, sólo aprieta con suavidad uno de sus pies. Parte de él, una que entierra para una preocupación futura, se da cuenta de que el movimiento está mal, de que no procesa tanto como debería. “¿Está tu abuelo por aquí?”
Su padre llora cuando le ve. No recuerda haber visto llorar a su padre desde el funeral de Jeanette y su primer instinto es levantar la mano para acallarle, decir shhh, nadie ha muerto esta vez. La vía y la lengua de trapo se lo impiden, le cuesta enfocar la mirada.
Cuando abre los ojos de nuevo no se cuela luz por las ventanas y Lila es una mata de pelo negro y una maraña de huesos acurrucada en la silla de la habitación.
-Tu sobrina tiene a los de seguridad encantados, están pensando en ficharla en cuanto abran vacantes.
Tony tiene los brazos cruzados. No se ha molestado en buscar un lugar en el que sentarse, permanece de pie a un metro de la cama. Alguien le ha destrozado la cara y tiene los nudillos pelados, quiere preguntar cómo quedó el otro, pero sinceramente no cree que quiera saber la respuesta.
Jim gruñe y su cabeza golpea la almohada con fuerza.
-Recuerdo un tío gigante.
Tony se balancea de un pie a otro.
-Había un tío gigante.
Traga saliva despacio, tarda unos segundos en decidirse, y por un momento JIm piensa que se dormirá de nuevo antes de que Tony reúna el coraje suficiente para cerrar la distancia hacia su cama.
“Rhodey,” comienza, y cuando Jim le agarra la manga de la camisa arrastra la vía y el suero con él.
-Ni lo intentes, Stark -deja la mano ahí, las puntas de los dedos apoyadas en la muñeca de Tony, la piel áspera bajo un reloj enorme-. Tenemos que hablar de tu gancho.
Tony se humedece los labios con la punta de la lengua. “¿Qué le pasa a mi gancho?” y Jim finge que no nota el temblor en toda la pregunta. Está cansado y dopado y Tony no quiere que lo note. Señala el moratón de su mejilla con la cabeza.
-Que es una mierda, eso le pasa. Recuérdame que hablemos de eso cuando despierte.
Le ve asentir despacio. Nota presión sobre sus dedos antes de que Tony le apoye de nuevo, con cuidado, la mano sobre el colchón de la cama.
Reply
Leave a comment