Tus dedos se cierran en torno al martillo y te sientes-
El salón estalla, tu piel arde. Vuelas, hace tanto que no volabas.
Loki te sonríe, pero no le ves. Lo único que sientes es el viento y el trueno llenando el castillo, la ciudad.
Asgard se extiende bajo tus pies, eres una reina.
v. (thor)
Cuando peleáis, el mundo entero tiembla. Te supera en fuerza y tú eres rápida, eres la mejor ratera del Cairo, líder de los X-Men y sabes que los dioses son un cuento.
Cuando Thor te sonríe el cielo sangra.
-Mi señora -dice después. Se inclina ante ti, entre las ruinas.
Dejas que te bese los nudillos, tienes una carcajada grave que apenas sale de tu garganta. Su mano es áspera y cálida, cuando te mira a los ojos no quiere nada, pero saca algo de tu pecho que quiere crear huracanes, medirse contra gigantes. Saca algo de tu pecho que no habías notado desde Yukio.
-Deberíamos repetirlo.
No sabes qué. La pelea. El destrozo. La electricidad.
-Tendremos oportunidad.
Te gustaría haberle conocido en Kenia, cuando aún te mentías a ti misma. Te gustaría haberle conocido cuando aún eras una diosa y la guerra era un concepto abstracto y glorioso. Pero eres una X-Men, eres una mutante.
. (ororo)
Kitty se encoge a tu lado, te apoya la cabeza en el regazo y se sube los calcetines con las manos. “¿Y vas a llamarle?” parece tan joven y al mismo tiempo tan diferente, la recuerdas con trece años y unos calentadores de colores, la recuerdas sangrando entre edificios derruidos y cuerpos en el suelo. Subes los pies encima de la mesa.
-Aún no lo sé, Kitten.
Le acaricias el pelo con una mano, te estiras en el sofá y todos tus huesos crujen. Parece que ha pasado una eternidad desde que tuviste un sitio mullido en el que apoyarte y una ducha caliente.
-Creo que estaría bien. Reina de Asgard. No sería mala publicidad.
Ríes, te llevas tu cerveza a los labios. Una de las muchas malas costumbres que adquiriste de Logan.
Piensas en Thor hace semanas, besándote los nudillos. Fuera el cielo tiembla y tus manos aún recuerdan el tacto seco de su piel y la electricidad. Por primera vez en mucho tiempo no sientes envidia, no sientes rabia, no sientes más que una excitación absurda que te burbujea en el estómago.
-Podrías levantar el martillo -se ríe con la borrachera que da el cansancio.
Levantas el botellín en el aire. “Claro que podría.”
Escuchas la puerta de la entrada, las voces de Kurt y Logan de fondo, la risa contagiosa de Betsy y Allison mientras fuera llovizna. Kitty sonríe, ronronea cuando le colocas el cabello detrás de la oreja y tu paladar retiene el gusto amargo de la cerveza. “Deberías subir a la cama.” “Estoy bien.” Pero las sílabas se pierden en tu bata y no la quieres mover, tu Kitten, que en sueños aparenta por fin la edad que tiene.
Te parece imposible esta imagen estática, la manera en la que no esperas nada, un remanso de paz distinto al que alguna vez experimentaste en Kenia. El olor a tierra mojada se cuela a través de la ventana, el viento te acuna. Kurt os cubre con una manta cuando piensa que duermes, aferrada a Kitty como si quisieras transmitirle parte de esa seguridad, de esta revelación. Estás donde quieres estar; no eres humana, ni diosa. Eres familia y, desde fuera, el trueno te mece.
iv. (loki)
Tus dedos se cierran en torno al martillo y te sientes-
El salón estalla, tu piel arde. Vuelas, hace tanto que no volabas.
Loki te sonríe, pero no le ves. Lo único que sientes es el viento y el trueno llenando el castillo, la ciudad.
Asgard se extiende bajo tus pies, eres una reina.
v. (thor)
Cuando peleáis, el mundo entero tiembla. Te supera en fuerza y tú eres rápida, eres la mejor ratera del Cairo, líder de los X-Men y sabes que los dioses son un cuento.
Cuando Thor te sonríe el cielo sangra.
-Mi señora -dice después. Se inclina ante ti, entre las ruinas.
Dejas que te bese los nudillos, tienes una carcajada grave que apenas sale de tu garganta. Su mano es áspera y cálida, cuando te mira a los ojos no quiere nada, pero saca algo de tu pecho que quiere crear huracanes, medirse contra gigantes. Saca algo de tu pecho que no habías notado desde Yukio.
-Deberíamos repetirlo.
No sabes qué. La pelea. El destrozo. La electricidad.
-Tendremos oportunidad.
Te gustaría haberle conocido en Kenia, cuando aún te mentías a ti misma. Te gustaría haberle conocido cuando aún eras una diosa y la guerra era un concepto abstracto y glorioso. Pero eres una X-Men, eres una mutante.
. (ororo)
Kitty se encoge a tu lado, te apoya la cabeza en el regazo y se sube los calcetines con las manos. “¿Y vas a llamarle?” parece tan joven y al mismo tiempo tan diferente, la recuerdas con trece años y unos calentadores de colores, la recuerdas sangrando entre edificios derruidos y cuerpos en el suelo. Subes los pies encima de la mesa.
-Aún no lo sé, Kitten.
Le acaricias el pelo con una mano, te estiras en el sofá y todos tus huesos crujen. Parece que ha pasado una eternidad desde que tuviste un sitio mullido en el que apoyarte y una ducha caliente.
-Creo que estaría bien. Reina de Asgard. No sería mala publicidad.
Ríes, te llevas tu cerveza a los labios. Una de las muchas malas costumbres que adquiriste de Logan.
Piensas en Thor hace semanas, besándote los nudillos. Fuera el cielo tiembla y tus manos aún recuerdan el tacto seco de su piel y la electricidad. Por primera vez en mucho tiempo no sientes envidia, no sientes rabia, no sientes más que una excitación absurda que te burbujea en el estómago.
-Podrías levantar el martillo -se ríe con la borrachera que da el cansancio.
Levantas el botellín en el aire. “Claro que podría.”
Escuchas la puerta de la entrada, las voces de Kurt y Logan de fondo, la risa contagiosa de Betsy y Allison mientras fuera llovizna. Kitty sonríe, ronronea cuando le colocas el cabello detrás de la oreja y tu paladar retiene el gusto amargo de la cerveza. “Deberías subir a la cama.” “Estoy bien.” Pero las sílabas se pierden en tu bata y no la quieres mover, tu Kitten, que en sueños aparenta por fin la edad que tiene.
Te parece imposible esta imagen estática, la manera en la que no esperas nada, un remanso de paz distinto al que alguna vez experimentaste en Kenia. El olor a tierra mojada se cuela a través de la ventana, el viento te acuna. Kurt os cubre con una manta cuando piensa que duermes, aferrada a Kitty como si quisieras transmitirle parte de esa seguridad, de esta revelación. Estás donde quieres estar; no eres humana, ni diosa. Eres familia y, desde fuera, el trueno te mece.
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