Duerme en el suelo de su habitación los días que no están en The Barns jugando con lo que no deberían. Le ha pasado quedarse dormido en su cama, después de teorizar durante horas sobre su poder, sobre el de Adam, sobre cómo puede mantenerse un sueño vivo. Le ha pasado despertarse con el brazo mal colocado contra la pared, la postura incómoda y el cuello sobre el muslo de Adam, que ronca suavemente y cuya mano le roza el pelo.
Quizá es eso, quizá es tocarse, pero sueña con una caravana y con un miedo visceral lacerándole las entrañas. Sueña que no escucha nada por uno de los oídos. Cuando el hombre aparece, Ronan solo puede levantar los brazos y rezar por que no dure mucho.
*
Los sueños de Adam no se parecen en nada a los de Ronan. Le dejan moratones en las costillas y una sensación de ahogo peor a que le persigan horrores y les vea matar su propio cuerpo.
*
Aunque no termina de saber qué hacen entre ellos para entenderse, lo hacen, de alguna manera. Se guardan todo, pero sus manos huelen a la crema que dejó y hay ocasiones en las que están demasiado cerca y no se acercan pero tampoco se apartan.
La mirada de Adam es demasiado dura para unos ojos tan azules.
Adam era un misterio antes de Cabeswater.
Al principio fue una imposición de Gansey, o del destino, como Blue, y precisamente por eso no intentó nunca desentrañarle, bastante tenía consigo mismo, si tiene que ser sincero. Gansey nunca le dejó de lado, y realmente es lo único que le importaba, aunque no lo dijera.
Después dejó de ser lo impuesto para ser Adam orgulloso y cabello desigual, con callos en las manos y ojeras perennes de trabajar demasiado.
*
Despierta, y sabe que no está solo, y sabe que hoy no ha controlado sus sueños, que no eran suyos. Un bosque (uno, como si no supiera exactamente cuál era) se hacía pequeño alrededor de Adam, y cerraba los caminos por los que podía llegar hacia él; los árboles hablaban en latín y Adam gritaba que no los entendía. Su voz se oía cada vez más apagada mientras las ramas venían de todos los lados a cubrirle, ignorando a Ronan aunque éste intentaba cortarlas. Le pegaban latigazos que prácticamente no notaba, pero eran demasiados.
Gritó “¡Adam!” y él lemiró a los ojos por las rendijas que aún dejaban ver su cara entre las ramas. “Despierta, Ronan”.
Tarda unos segundos en abrir los ojos y cuando lo hace solo ve la pared vieja y grisácea de la habitación de Adam. Aún no ha amanecido pero la claridad empieza a no ser total afuera, y Ronan va cogiendo consciencia de su postura, de que Adam está detrás de él, no pegados (gracias a dios) pero la cama no es tan grande como para que puedan separarse más de diez centímetros.
Está seguro de que Adam lo sabe, o lo sabrá cuando se despierte. Quizá lo ha sabido antes, otras veces, quizá ambos saben que todo está demasiado entrelazado como para empezar a distinguir quién crea las pesadillas y quién las sufre.
Es agudamente consciente de las partes en las que se rozan, de su pie rozando un empeine frío, de las rodillas huesudas contra la parte trasera de sus muslo, del brazo que se apoya en su bíceps, la mano que cae en su visión, del aire caliente que llega hasta su nuca.
Tiene que levantarse y tumbarse en el suelo o meterse al baño y darse una ducha fría. Llena los pulmones profundamente un par de veces antes de moverse para coger la mano de Adam y quitársela de encima, pero se mueve antes de que la toque, rodea su bíceps y le sujeta, sin fuerza pero con determinación, a la cama.
Ronan se percata de repente de que la cadencia de la respiración de Adam es diferente. Quédate resuena en la habitación, a pesar de que ninguno abre la boca.
Duda durante largos segundos, tenso bajo el toque de sus dedos en la piel, justo en el borde de la camiseta.
Se relaja, al final, y se hunde en el colchón que crepita bajo sus cuerpos. El agarre sobre su brazo se vuelve suave, casi una caricia, al igual que la respiración de Adam tras él.
Ronan gira la cabeza hacia abajo, hacia la almohada, para tapar la expresión de su cara a pesar de que nadie la pueda ver.
[parte 2]
*
Duerme en el suelo de su habitación los días que no están en The Barns jugando con lo que no deberían. Le ha pasado quedarse dormido en su cama, después de teorizar durante horas sobre su poder, sobre el de Adam, sobre cómo puede mantenerse un sueño vivo. Le ha pasado despertarse con el brazo mal colocado contra la pared, la postura incómoda y el cuello sobre el muslo de Adam, que ronca suavemente y cuya mano le roza el pelo.
Quizá es eso, quizá es tocarse, pero sueña con una caravana y con un miedo visceral lacerándole las entrañas. Sueña que no escucha nada por uno de los oídos. Cuando el hombre aparece, Ronan solo puede levantar los brazos y rezar por que no dure mucho.
*
Los sueños de Adam no se parecen en nada a los de Ronan. Le dejan moratones en las costillas y una sensación de ahogo peor a que le persigan horrores y les vea matar su propio cuerpo.
*
Aunque no termina de saber qué hacen entre ellos para entenderse, lo hacen, de alguna manera. Se guardan todo, pero sus manos huelen a la crema que dejó y hay ocasiones en las que están demasiado cerca y no se acercan pero tampoco se apartan.
La mirada de Adam es demasiado dura para unos ojos tan azules.
Adam era un misterio antes de Cabeswater.
Al principio fue una imposición de Gansey, o del destino, como Blue, y precisamente por eso no intentó nunca desentrañarle, bastante tenía consigo mismo, si tiene que ser sincero. Gansey nunca le dejó de lado, y realmente es lo único que le importaba, aunque no lo dijera.
Después dejó de ser lo impuesto para ser Adam orgulloso y cabello desigual, con callos en las manos y ojeras perennes de trabajar demasiado.
*
Despierta, y sabe que no está solo, y sabe que hoy no ha controlado sus sueños, que no eran suyos. Un bosque (uno, como si no supiera exactamente cuál era) se hacía pequeño alrededor de Adam, y cerraba los caminos por los que podía llegar hacia él; los árboles hablaban en latín y Adam gritaba que no los entendía. Su voz se oía cada vez más apagada mientras las ramas venían de todos los lados a cubrirle, ignorando a Ronan aunque éste intentaba cortarlas. Le pegaban latigazos que prácticamente no notaba, pero eran demasiados.
Gritó “¡Adam!” y él lemiró a los ojos por las rendijas que aún dejaban ver su cara entre las ramas. “Despierta, Ronan”.
Tarda unos segundos en abrir los ojos y cuando lo hace solo ve la pared vieja y grisácea de la habitación de Adam. Aún no ha amanecido pero la claridad empieza a no ser total afuera, y Ronan va cogiendo consciencia de su postura, de que Adam está detrás de él, no pegados (gracias a dios) pero la cama no es tan grande como para que puedan separarse más de diez centímetros.
Está seguro de que Adam lo sabe, o lo sabrá cuando se despierte. Quizá lo ha sabido antes, otras veces, quizá ambos saben que todo está demasiado entrelazado como para empezar a distinguir quién crea las pesadillas y quién las sufre.
Es agudamente consciente de las partes en las que se rozan, de su pie rozando un empeine frío, de las rodillas huesudas contra la parte trasera de sus muslo, del brazo que se apoya en su bíceps, la mano que cae en su visión, del aire caliente que llega hasta su nuca.
Tiene que levantarse y tumbarse en el suelo o meterse al baño y darse una ducha fría. Llena los pulmones profundamente un par de veces antes de moverse para coger la mano de Adam y quitársela de encima, pero se mueve antes de que la toque, rodea su bíceps y le sujeta, sin fuerza pero con determinación, a la cama.
Ronan se percata de repente de que la cadencia de la respiración de Adam es diferente. Quédate resuena en la habitación, a pesar de que ninguno abre la boca.
Duda durante largos segundos, tenso bajo el toque de sus dedos en la piel, justo en el borde de la camiseta.
Se relaja, al final, y se hunde en el colchón que crepita bajo sus cuerpos. El agarre sobre su brazo se vuelve suave, casi una caricia, al igual que la respiración de Adam tras él.
Ronan gira la cabeza hacia abajo, hacia la almohada, para tapar la expresión de su cara a pesar de que nadie la pueda ver.
#iratxeout
Reply
Leave a comment