Tiene cinco años cuando su madre y otra persona más tienen que sujetarle para cortarse el pelo. Años más tarde Bill Macy lo contará como una anécdota, lo contará mientras escupe blasfemias sobre Kieren “y esa gente”, y cómo Rick lloraba y lloraba y llegó con la cara roja a casa y el pelo al ras. Y Bill Macy dijo “¿quieres dejar eso? ¿Qué eres, una niña?” y se abrió una cerveza y Rick aprendió a berrear hasta quedarse sin aire.
-Necesitábamos un ejército para dejarle un corte de pelo como dios manda -durante la cena, y Rick se ríe y bebe cerveza.
No recuerda eso, no recuerda los gritos de su padre, ni las pataletas y su pelo nunca está más largo de lo que debe estar.
*
A los once años, Rick comienza a tapar los espejos. Su madre se preocupa, su padre dice que son mierdas de críos.
-Quiere llamar la atención. -Una buena tunda es lo que le hace falta.
Usa las mantas para tapar los espejos, así que le quitan las mantas. Usa las sábanas para tapar los espejos, así que le quitan las sábanas. Su habitación se queda desnuda y cuando pasa frente al espejo del baño hay algo que se le retuerce en el estómago.
Su padre le enseña a manejar una escopeta que pesa más que él. “A ver cuándo empiezas a sacar músculo.” Es pequeño para su edad, pero tiene la espalda ancha.
Es eso lo que está mal. Es eso lo que no funciona. Se cepilla los dientes en su habitación, se sienta en el colchón destapado y su padre tiene razón, son mierdas de críos.
Rick deja de tapar los espejos.
*
A los trece años se sienta junto a un chico más alto y esquelético que él, que va siempre despeinado y no deja de murmurar entredientes a cada comentario de los profesores. Sabe más de música, historia o de cualquier cosa que Rick. Un día llega a clase con las uñas pintadas de negro y, cuando acaba la hora, Gary dice:
-¿Te ha dicho algo ese marica?
Rick sacude los hombros. Ha crecido en los últimos dos años y el verano anterior comenzó a hacer deporte cada dos días, tiene su primera competición de judo en tres semanas. A veces se siente tan pesado que se ahoga. A veces no come más que una pieza de fruta al día y pasa rápido frente al espejo. Su padre bromea sobre cuidar su figura (“¿vas a presentarte a algún concurso de belleza?”).
-Déjale en paz, no está tan mal. -Joder, a ver si te lo va a pegar.
Se ríen tan alto que sabe que toda la clase lo escucha, y al fondo del aula Kieren pone los ojos en blanco y recoge sus cosas.
*
A los catorce años, Bill Macy echa a Kieren Walker de su casa.
Rick esconde el CD que le ha regalado en el hueco que hay bajo su cómoda. En su estantería hay dos trofeos de judo y ha comenzado a llenar las paredes de los posters que Gary roba de revistas. Junto a su cama hay una foto de una chica en bikini y su padre comienza a llamar a la puerta antes de entrar.
-No te quiero pillar con las manos en la masa.
Lo intenta más de una vez. Mira el poster y mira una revista con las páginas arrugadas y se mete la mano en los calzoncillos. A Gary le dice que le gustan rubias, se aprende las fotografías y las historias esperpénticas de los pies de página. Aprieta los labios y mira las revistas y se pregunta qué hay mal con él, por qué le falla el pulso y por qué tiene que cerrar los ojos para hacerlo.
Pone el CD de Kieren lo suficiente alto como para que se escuche sólo en su dormitorio y se dobla sobre el colchón, se agarra las rodillas y respira hondo.
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Tiene cinco años cuando su madre y otra persona más tienen que sujetarle para cortarse el pelo. Años más tarde Bill Macy lo contará como una anécdota, lo contará mientras escupe blasfemias sobre Kieren “y esa gente”, y cómo Rick lloraba y lloraba y llegó con la cara roja a casa y el pelo al ras. Y Bill Macy dijo “¿quieres dejar eso? ¿Qué eres, una niña?” y se abrió una cerveza y Rick aprendió a berrear hasta quedarse sin aire.
-Necesitábamos un ejército para dejarle un corte de pelo como dios manda -durante la cena, y Rick se ríe y bebe cerveza.
No recuerda eso, no recuerda los gritos de su padre, ni las pataletas y su pelo nunca está más largo de lo que debe estar.
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A los once años, Rick comienza a tapar los espejos. Su madre se preocupa, su padre dice que son mierdas de críos.
-Quiere llamar la atención.
-Una buena tunda es lo que le hace falta.
Usa las mantas para tapar los espejos, así que le quitan las mantas. Usa las sábanas para tapar los espejos, así que le quitan las sábanas. Su habitación se queda desnuda y cuando pasa frente al espejo del baño hay algo que se le retuerce en el estómago.
Su padre le enseña a manejar una escopeta que pesa más que él. “A ver cuándo empiezas a sacar músculo.” Es pequeño para su edad, pero tiene la espalda ancha.
Es eso lo que está mal. Es eso lo que no funciona. Se cepilla los dientes en su habitación, se sienta en el colchón destapado y su padre tiene razón, son mierdas de críos.
Rick deja de tapar los espejos.
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A los trece años se sienta junto a un chico más alto y esquelético que él, que va siempre despeinado y no deja de murmurar entredientes a cada comentario de los profesores. Sabe más de música, historia o de cualquier cosa que Rick. Un día llega a clase con las uñas pintadas de negro y, cuando acaba la hora, Gary dice:
-¿Te ha dicho algo ese marica?
Rick sacude los hombros. Ha crecido en los últimos dos años y el verano anterior comenzó a hacer deporte cada dos días, tiene su primera competición de judo en tres semanas. A veces se siente tan pesado que se ahoga. A veces no come más que una pieza de fruta al día y pasa rápido frente al espejo. Su padre bromea sobre cuidar su figura (“¿vas a presentarte a algún concurso de belleza?”).
-Déjale en paz, no está tan mal.
-Joder, a ver si te lo va a pegar.
Se ríen tan alto que sabe que toda la clase lo escucha, y al fondo del aula Kieren pone los ojos en blanco y recoge sus cosas.
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A los catorce años, Bill Macy echa a Kieren Walker de su casa.
Rick esconde el CD que le ha regalado en el hueco que hay bajo su cómoda. En su estantería hay dos trofeos de judo y ha comenzado a llenar las paredes de los posters que Gary roba de revistas. Junto a su cama hay una foto de una chica en bikini y su padre comienza a llamar a la puerta antes de entrar.
-No te quiero pillar con las manos en la masa.
Lo intenta más de una vez. Mira el poster y mira una revista con las páginas arrugadas y se mete la mano en los calzoncillos. A Gary le dice que le gustan rubias, se aprende las fotografías y las historias esperpénticas de los pies de página. Aprieta los labios y mira las revistas y se pregunta qué hay mal con él, por qué le falla el pulso y por qué tiene que cerrar los ojos para hacerlo.
Pone el CD de Kieren lo suficiente alto como para que se escuche sólo en su dormitorio y se dobla sobre el colchón, se agarra las rodillas y respira hondo.
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