Obviando la trama de la 3B (ni nogitsune ni leches) y con alguna que otra licencia, perdón por destrozos de canon y tramas y posibles patadas a la lengua y al arte de la escritura pero el haiku era chungillo para sacarle sentido xD
S/I
A veces, en noches como esta, ambos se encuentran en el porche de la antigua casa Hale.
Cuando las pesadillas no dejan dormir a Isaac y Scott teme cerrar los ojos por el miedo a lo que pueda pasar, uno se pone capas y capas de ropa para intentar controlar los temblores y otro salta por la ventana sin pensar en sus pies desnudos y en el frío que le corta la piel.
Scott corre. Corre tan rápido como puede, y luego aún más. Necesita que sus piernas no respondan más, necesita colapsar en el suelo con los pies sangrando y con los pulmones luchando por conseguir aunque sea un poco de ese aire helado que le congela la piel.
Pero nunca lo consigue.
Porque alguien decidió que así sería más fácil, y luego fue él quién decidió que así sería más difícil.
Isaac camina. Abre todos sus sentidos, atento hasta a la más mínima perturbación. Los temblores que recorren su cuerpo por las pesadillas se van calmando, y el frío de la noche hace que poco a poco la niebla del sueño se vaya alejando. Camina con lentitud, saboreando la tranquilidad de la noche, las imágenes que no se pueden ver de día, aquellas tan escasas que parecen ilusiones más que ser verdaderas.
Es en momentos como este, envuelto en un frío invernal, con la oscuridad de la noche a su alrededor y la luna creciente vigilando sus pasos, que perdona las pesadillas, el despertarse con un grito en la garganta y lágrimas recorriendo sus mejillas.
Las pesadillas le despiertan y la noche le acuna en sus brazos, y el bosque, a lo lejos, le llama como lo hacía su madre años atrás.
Isaac llega antes, se apoya en un árbol y pocos segundos más tarde, Scott aparece junto a él desde las entrañas del bosque. Tiene ramitas en el pelo, los ojos le brillan rojos como la sangre, con las sombras oscureciéndole la mirada. Respira agitadamente, más por la rabia de no poder agotarse físicamente que por estarlo.
Y luego todos son gruñidos, arañazos, mordiscos, garras recorriendo piel desnuda y desgarrando capas de ropa, colmillos que se clavan, que perforan la piel. Isaac inclina el cuello y acepta los mordiscos de Scott, esos que le devuelven a la realidad, que alejan del todo las pesadillas y le recuerdan que no está solo, que ha sobrevivido, que el dolor le ha hecho más fuerte, que tiene el control de su vida.
Scott se aferra a Isaac tanto como puede, con las manos (humanas, con las uñas mordidas, la piel áspera por el ejercicio), con las garras (rompe una sudadera, una camiseta, otra, piel, piel blanca, suave, sin marcas, esperándole), con los labios y los dientes (mordiendo, lamiendo, marcandomarcandomarcando).
Scott necesita saber que puede parar, que aún es él mismo, por eso se aleja cuando Isaac se lo pide, cuando le repite entre gemidos que aireairenecesitorespirarah. Scott se aparta, mira sus manos y vuelven a ser eso, manos. Sin garras, sin pelo de más. Isaac deja la caer la cabeza contra el tronco del árbol y sonríe a la luna. Scott se deja caer al suelo a su lado, y Isaac acaba sentándose con él. No se miran, pero no lo necesitan, porque Isaac ha conseguido controlar la situación y Scott ha sabido parar, controlar a la bestia, dormirla.
Ambos se complementan. Scott será un gran Alpha, pero no podría pedir un mejor Beta.
S/I
A veces, en noches como esta, ambos se encuentran en el porche de la antigua casa Hale.
Cuando las pesadillas no dejan dormir a Isaac y Scott teme cerrar los ojos por el miedo a lo que pueda pasar, uno se pone capas y capas de ropa para intentar controlar los temblores y otro salta por la ventana sin pensar en sus pies desnudos y en el frío que le corta la piel.
Scott corre. Corre tan rápido como puede, y luego aún más. Necesita que sus piernas no respondan más, necesita colapsar en el suelo con los pies sangrando y con los pulmones luchando por conseguir aunque sea un poco de ese aire helado que le congela la piel.
Pero nunca lo consigue.
Porque alguien decidió que así sería más fácil, y luego fue él quién decidió que así sería más difícil.
Isaac camina. Abre todos sus sentidos, atento hasta a la más mínima perturbación. Los temblores que recorren su cuerpo por las pesadillas se van calmando, y el frío de la noche hace que poco a poco la niebla del sueño se vaya alejando. Camina con lentitud, saboreando la tranquilidad de la noche, las imágenes que no se pueden ver de día, aquellas tan escasas que parecen ilusiones más que ser verdaderas.
Es en momentos como este, envuelto en un frío invernal, con la oscuridad de la noche a su alrededor y la luna creciente vigilando sus pasos, que perdona las pesadillas, el despertarse con un grito en la garganta y lágrimas recorriendo sus mejillas.
Las pesadillas le despiertan y la noche le acuna en sus brazos, y el bosque, a lo lejos, le llama como lo hacía su madre años atrás.
Isaac llega antes, se apoya en un árbol y pocos segundos más tarde, Scott aparece junto a él desde las entrañas del bosque. Tiene ramitas en el pelo, los ojos le brillan rojos como la sangre, con las sombras oscureciéndole la mirada. Respira agitadamente, más por la rabia de no poder agotarse físicamente que por estarlo.
Y luego todos son gruñidos, arañazos, mordiscos, garras recorriendo piel desnuda y desgarrando capas de ropa, colmillos que se clavan, que perforan la piel. Isaac inclina el cuello y acepta los mordiscos de Scott, esos que le devuelven a la realidad, que alejan del todo las pesadillas y le recuerdan que no está solo, que ha sobrevivido, que el dolor le ha hecho más fuerte, que tiene el control de su vida.
Scott se aferra a Isaac tanto como puede, con las manos (humanas, con las uñas mordidas, la piel áspera por el ejercicio), con las garras (rompe una sudadera, una camiseta, otra, piel, piel blanca, suave, sin marcas, esperándole), con los labios y los dientes (mordiendo, lamiendo, marcandomarcandomarcando).
Scott necesita saber que puede parar, que aún es él mismo, por eso se aleja cuando Isaac se lo pide, cuando le repite entre gemidos que aireairenecesitorespirarah. Scott se aparta, mira sus manos y vuelven a ser eso, manos. Sin garras, sin pelo de más. Isaac deja la caer la cabeza contra el tronco del árbol y sonríe a la luna. Scott se deja caer al suelo a su lado, y Isaac acaba sentándose con él. No se miran, pero no lo necesitan, porque Isaac ha conseguido controlar la situación y Scott ha sabido parar, controlar a la bestia, dormirla.
Ambos se complementan. Scott será un gran Alpha, pero no podría pedir un mejor Beta.
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Ambos se complementan. Scott será un gran Alpha, pero no podría pedir un mejor Beta.
THIIIIIIIIIIIIIIIS. Qué penica que Isaac ya no esté. :( Me encanta que estés escribiendo tanto, btw. <3
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