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rhea_carlysse February 1 2014, 19:07:51 UTC
[para que no se coma todo el post 2]

*

Se lanzan miradas furtivas durante una hora. Su mesa está en la esquina, y si Cora pasa las tardes ahuyentando a los adolescentes que acaparan uno de los pocos enchufes de la cafetería no es asunto de nadie. Si esa mesa está vacía cuando Lydia llega, con sus libros, Mac y resto de artillería pesada, significa que habrá propina, y es en beneficio de todos.

Erica apoya los codos sobre la barra, porque es una tarde lenta y porque le divierte ver cómo Cora se pelea para limpiar la cafetera.

-Sois adorables.

Lydia tamborilea en su taza con el esmalte rosado, y Cora resopla. “Voy a tomarme un descanso,” que hace que Erica se ría en su cara.

*

Se aclara la garganta y le tiende las treinta hojas, más arrugadas de lo que deberían. Cuando Lydia levanta el rostro es con desinterés, se reclina en su sofá y la examina de arriba a abajo. Cora le sostiene la mirada durante unos segundos, hasta que respira hondo y gruñe.

-Si no es tuyo lo puedo tirar a la basura, pero estaba en esta mesa.
-Madre mía, la bestia habla.
-Basura, entonces.

Lydia pone los ojos en blanco y le quita el artículo de las manos antes de Cora se gire por completo. Aprieta los labios para dejar escapar un “gracias” que apenas se escucha, y que hace que Cora se muerda una sonrisa de superioridad.

*

La cafetería se vacía alrededor de las diez, y Cora se sienta en un taburete con un libro y el teclear incansable de Lydia de fondo. Durante el verano, el local sobrevive a base de estudiantes neuróticos y horarios convulsos. A estas alturas, Cora ha olvidado lo que es un turno fijo, y a menudo da gracias por el casi inexistente flujo de turistas que visita Beacon Hills.

-Tienes mi edad, ¿no?

La voz le sorprende desde el fondo de la cafetería. Cora marca la página del libro con el pulgar y frunce el ceño.

-Mi edad, ¿eres de aquí?

Lydia parece impaciente. Se limita a dos cafés al día, pero su consumo de té y bebidas energéticas es ilimitado. Cora teme que la ataque con una cucharilla de no contestar. Que lo intente, al menos.

-Estudié fuera -se limita a decir y se encoge de hombros.
-Eso lo explica -Lydia apoya los codos sobre la mesa-, creo que me habría fijado en ti en el instituto.

Ahoga un risotada y vuelve a abrir su libro, aunque Lydia no parece darse cuenta. En su lugar, se humedece los labios y apoya la barbilla sobre un puño cerrado. “Tienes las llaves del sitio, ¿no?”


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