Sabes que estás a varios metros de tu auto, caminando sobre el desierto, cuando una camioneta se detiene en la carretera y un hombre grita-- no tu nombre, no puede ser tu nombre, nunca lo has visto en tu vida.
Agitas la cabeza y regresas, arrastrando los pies.
El hombre tiene una sonrisa amable y dice vivir a unos cuantos kilómetros, apuntando la carretera. Hace aparecer otra botella de agua como por arte de magia y te arrastra hasta el asiento de su auto. Tiene ese tipo de caras, como un abuelo cariñoso en el cuerpo de un padre de cinco niños.
Que bueno haberle encontrado, dice, sonriéndote mientras cierra la puerta. El seguro es automático y el ruido te sobresalta. Night Vale no es un buen lugar para turistas.
Le dices que te puede dejar en una gasolinera. Sólo necesitas un teléfono. Tienes seguro, dices, un poco avergonzado.
No hay ninguna gasolinera en el camino, sonríe con todos los dientes. Pero en cuanto lleguemos, no tendrá problemas en encontrar lo que busca.
Agitas la cabeza y sabes que no logras reflejar más que una mueca. Das las gracias, esperas no ser una molestia. El hombre se ríe más y acelera.
A lo lejos y borroso, se comienza a divisar una millonada de casas, todas iguales y ordenadas. Es el tipo de sitio que da la impresión de haber sido construido por la mano de Dios para una revista patriótica.
No parece que estuviese tan lejos. ¿Cómo se llama? Se te ocurre preguntar, un poco adormilado por el movimiento serpenteante de la camioneta. El pueblo, corriges, y luego de un momento, agregas: y usted, por supuesto. Usted.
Mi nombre es Kevin, dice el buen samaritano, con la boca llena de risa. Te da la impresión de que se está riendo de ti. Aún peor es el ridículo impulso de que deberías cubrirte la cara, para que no te vea. Y en veinte minutos estaremos en Desert Bluff. Está más lejos de lo que parece (lo más lejos de Night Vale posible, si me entiende), pero le aseguro que en cuanto lo conozca, no querrá irse. No querrá irse jamás.
Te das cuenta de que la camioneta no tiene radio. No sabes exactamente porqué eso te perturba, pero ya te has dado cuenta que la cabeza no te anda muy bien.
Incluso te parece aún oír ese zumbido, familiar y extraño (como un desconocido tratando de advertirte o la textura de tus mantas en la oscuridad), aunque se va quedando atrás.
No sabes cuánto te agradezco esto :') ¡Creí que nadie me iba a contestar! WTNV tiene un universo y una dinámica muy interesantes (y divertidas) como para NO hacer fic <3 Estuvo muy bien, te incito a que escribas más del fandom en algún momento. :)
Agitas la cabeza y regresas, arrastrando los pies.
El hombre tiene una sonrisa amable y dice vivir a unos cuantos kilómetros, apuntando la carretera. Hace aparecer otra botella de agua como por arte de magia y te arrastra hasta el asiento de su auto. Tiene ese tipo de caras, como un abuelo cariñoso en el cuerpo de un padre de cinco niños.
Que bueno haberle encontrado, dice, sonriéndote mientras cierra la puerta. El seguro es automático y el ruido te sobresalta. Night Vale no es un buen lugar para turistas.
Le dices que te puede dejar en una gasolinera. Sólo necesitas un teléfono. Tienes seguro, dices, un poco avergonzado.
No hay ninguna gasolinera en el camino, sonríe con todos los dientes. Pero en cuanto lleguemos, no tendrá problemas en encontrar lo que busca.
Agitas la cabeza y sabes que no logras reflejar más que una mueca. Das las gracias, esperas no ser una molestia. El hombre se ríe más y acelera.
A lo lejos y borroso, se comienza a divisar una millonada de casas, todas iguales y ordenadas. Es el tipo de sitio que da la impresión de haber sido construido por la mano de Dios para una revista patriótica.
No parece que estuviese tan lejos. ¿Cómo se llama? Se te ocurre preguntar, un poco adormilado por el movimiento serpenteante de la camioneta. El pueblo, corriges, y luego de un momento, agregas: y usted, por supuesto. Usted.
Mi nombre es Kevin, dice el buen samaritano, con la boca llena de risa. Te da la impresión de que se está riendo de ti. Aún peor es el ridículo impulso de que deberías cubrirte la cara, para que no te vea. Y en veinte minutos estaremos en Desert Bluff. Está más lejos de lo que parece (lo más lejos de Night Vale posible, si me entiende), pero le aseguro que en cuanto lo conozca, no querrá irse. No querrá irse jamás.
Te das cuenta de que la camioneta no tiene radio. No sabes exactamente porqué eso te perturba, pero ya te has dado cuenta que la cabeza no te anda muy bien.
Incluso te parece aún oír ese zumbido, familiar y extraño (como un desconocido tratando de advertirte o la textura de tus mantas en la oscuridad), aunque se va quedando atrás.
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