Antes de presentarles el capítulo les traigo el poema que me dio la idea del fic. Espero que les guste:
La culpa es de uno
Quizá fue una hecatombe de esperanzas
Un derrumbe de algún modo previsto
Ah pero mi tristeza sólo tuvo un sentido
Todas mis instituciones se asomaron
Para verme sufrir
Y por cierto me vieron
Hasta aquí había hecho y rehecho
Mis trayectos contigo
Hasta aquí había apostado
A intentar la verdad
Pero vos encontraste la manera
Una manera tierna
Y a la vez implacable
De desahuciar mi amor
Con un solo pronóstico lo quitaste
De los suburbios de tu vida posible
Lo envolviste en nostalgias
Lo cargaste por cuadras y cuadras
Y despacito
Sin que el aire nocturno lo advirtiera
Ahí nomás lo dejaste
A solas con su suerte
Que no es mucha
Creo que tenés razón
La culpa es de uno cuando no enamora
Y no de los pretextos
Ni del tiempo
Hace mucho muchísimo
Que yo no me enfrentaba
Como anoche al espejo
Y fue implacable como vos
Mas no fue tierno
Ahora estoy solo
Francamente
Solo
Siempre cuesta un poquito
Empezar a sentirse desgraciado
Antes de regresar
A mis lóbregos cuarteles de invierno
Con los ojos bien secos
Por si acaso
Miro cómo te vas adentrando en la niebla
Y empiezo a recordarte.
Mario Benedetti
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Ichigo se sentía terrible cuando llegó a casa. Sus hermanas y su padre inmediatamente lo notaron. Claro que ellas fueron más consideradas en su comportamiento, ya que lo único que se le ocurría a Isshin Kurosaki para tratar de animar a su hijo era molestarlo.
Se dirigió directamente a su cuarto, al mismo tiempo que evadía los “ataques” de su padre. Una vez dentro cerró la puerta con llave, tiró sus cosas en el suelo y se tiró boca arriba en la cama. Poco a poco la idea de que era imposible soportar aquél silencio le taladraba la cabeza, así que se puso los audífonos y prendió el aparato, subiendo el volumen hasta el tope.
“…lo consideraría un gran amigo”, la frase fue como una bofetada. Le hubiera gustado que al menos le hubiera dicho que era su mejor enemigo, al fin que decían que del odio al amor hay sólo un paso, ¿no? Pero que dijera eso era peor que ser rechazado.
Tendría que buscar una manera de ganarse al Quincy. No todo estaba perdido, y no se iba a dar por vencido tan fácilmente. Le dolía lo que había escuchado pero tenía que superarlo. Debía de cambiar esa idea que Ishida tenía del él. Pensó que, al menos, no le guardaba ningún rencor por lo que había pasado en Hueco mundo.
La música empezaba a tranquilizarlo, sus pensamientos le dieron nuevos ánimos. Agradeció mentalmente a Inoue por tratar de ayudarlo, sobretodo tomando en cuenta que él la había rechazado apenas hace una jornada. Había sido tan comprensiva, como si lo hubiera supuesto desde el principio. Recordó la expresión triste pero, a la vez, calmada de la joven. Después de eso ella le había preguntado si podía ayudarle, y él se había quedado de una solo pieza sin poder decir nada. Al final, no supo cómo, había acabado confesándole su secreto amoroso y haciéndola su fervorosa cómplice. Lo más raro era que a ella la idea parecía darle una peculiar alegría, no parecía que unos minutos antes hubiera sido rechazada por aquél al que ahora intentaba ayudar. Incluso en la tarde ella misma le había hablado por teléfono para comentarle una idea, en la que había estado pensando todo el rato, para acercarse a Ishida y demostrar que éste no le odiaba. Ichigo sintió la necesidad de preguntarle por qué hacía todo eso por él, a lo que ella simplemente contestó: porque somos amigos, y tú harías lo mismo por mí.
Meditó un rato en la idea de declarársele abiertamente al Quincy. Al principio le pareció una terrible idea, pero poco a poco se delineaba más como una idea razonable. No perdía nada con intentarlo, tendría que luchar contra los nervios y soportar en dado caso el rechazo; pero al menos quedaría la satisfacción de haberlo hecho de frente. La ayuda de Inoue había sido algo bueno, ahora le tocaba a él enfrentar sus sentimientos solo. Esta vez tenía que hacerlo solo.
En el campo de batalla había aprendido varias cosas, y una de ellas era que en cualquier momento tu vida podía acabar. La muerte estaba esperando en todos lados y a cada momento, no sólo si peleabas a muerte contra alguien, también en el día a día. No quería permanecer indeciso sabiendo lo que podía pasar.