No os acostumbréis a que publique diariamente, es que el domingo me voy una semana de vacaciones y tengo que aprovechar ahora para escribir todo lo que pueda >_<
Título: Genio febril.
Autor:
lurque Rating: PG
Personajes: Superbi Squalo y Belphegor
Sinopsis: Bel tiene fiebre y Squalo no tiene más remedio que cuidarlo vigilarlo.
Aviso: Bel tiene 8 años y Squalo 14, así que no estoy tan enferma como para hacer yaoi de ellos a esa edad. Además, hay un cambio en los tiempos de narración, normalmente lo cambiaría y lo pondría todo en el mismo tiempo (pasado o presente), pero me gusta el resultado así que así se queda.
Otro rayo rompe el silencio de la noche y crispa aun más los nervios de Squalo. El cielo lleva así casi dos horas y media, lo sabe porque cada dos por tres se ha estado girando a mirar la hora hasta que decidió que lo más sano para él era coger el maldito reloj de la mesita de noche y estamparlo contra la pared, para que se rompiera y dejase de tentarlo a mirarlo.
Hace frío esa noche, como cualquier otra noche tormentosa de invierno claro está, pero las mantas son un estorbo y Squalo las ha apartado a patadas de sí. La tormenta no le deja dormir, o quizás sea su maldita costumbre de no volver a pegar ojo en toda la noche tras despertarse de madrugada. Había maldecido incontables veces ya su rápido despertar y su dificultad para conciliar el sueño.
De nuevo el cielo tronaba y Squalo se escondía bajo la almohada por quinta vez intentando que el ruido se hiciese más lejano, pero no funcionaba porque al cabo de poco tiempo tenía que quitarse la almohada por falta de aire. Unos pocos segundos después de que se cubriese con la almohada, la puerta de su habitación era abierta de par en par y una pequeña sombra entraba cuan huracán y se subía al baúl que Squalo tenía colocado bajo la ventana.
El espadachín se quitó la almohada de la cabeza y se incorporó sobre la cama dispuesto a descuartizar a quien quiera que se haya atrevido a entrar de esa forma en su habitación... en realidad, descuartizaría a cualquiera sólo por entrar en su habitación.
No se sorprendió en absoluto al ver que se trataba del niñato. Se relajó un poco por la sorpresa de verle tan excitado. Squalo tuvo que alzar una ceja al contemplar como el pequeño Bel estaba subido sobre el baúl y apoyaba sus manos y la frente sobre el cristal para ver mejor los truenos de fuera. Reía sin parar y hacía ruiditos extraños de completa motivación. Squalo nunca le había visto así, pero ahora realmente parecía ser el niño de ocho años que era, un niño normal y corriente al que le gustan las tormentas... aunque Bel sea de todo menos normal y corriente.
El adolescente decide salir de su cama al fin tras encender la luz de la lámpara de su mesita de noche. Cierra la puerta del dormitorio porque el pasillo parece estar congelado y el aire frío se está colando a sus anchas. Se acerca ahora al crío y se coloca detrás de él, aprisionándolo contra el cristal.
-¿Qué se supone que estás haciendo, mocoso? -le pregunta, mientras observa el cielo.
-¡Hay tormenta! -exclama realmente feliz el pequeño, con una amplia sonrisa reflejada en el cristal.
Squalo suspira en sus cabellos dorados para armarse de paciencia.
-Eso ya lo he notado. ¿Qué mierda haces en mi habitación, basura?
En otra ocasión, Squalo estaría gritando e incluso ya le habría dado varias patadas, pero siendo la hora que era, lo que menos quería era que Xanxus entrase en su habitación para darle una paliza por haber hecho tanto ruido (si Xanxus estaba como él, crispado de los nervios por no poder dormir gracias a la maldita tormenta, no se lo pensaría dos veces para ir a desahogarse con él).
-Aquí es donde más fuerte se escucha, shishishi~ -contesta el crío radiante y para nada molesto por la peligrosa cercanía del adolescente.
-No me jodas... ¿y cómo mierda sabes tú eso?
-Porque yo soy el príncipe~.
Squalo se le queda mirando un momento y luego le da un golpe en la cabeza. Se aleja de él de vuelta a la cama mientras el niño gime y se frota la zona dolorida. Le sacaba de quicio que cada vez que le hacía una pregunta de ese tipo le contestara con que él era el príncipe; no tenía ni pies ni cabeza.
No obstante, Squalo no llegó a la cama. Retrocedió sobre sus pasos y se sentó en el baúl, en el lado que no era ocupado por Bel, quien había vuelto a centrar toda su atención en el espectáculo de fuera.
-¿Has estado fuera?
Era una pregunta estúpida dado que el suelo de su habitación estaba mojado con pequeñas huellas y Bel estaba empapado.
-Sí, pero el viejo pervertido del rayo me ha obligado a entrar. Mañana le mataré.
Sabía que era una amenaza auténtica, pero Levi era lo suficientemente poderoso como para que eso no ocurriese, aunque mañana tendría que encargarse de que ambos no formasen demasiado alboroto pues Xanxus no estaría de buen humor tras una noche sin dormir.
-Vroooi -susurró Squalo de forma peligrosa mientras le cogía de los cabellos y le obligaba a mirarle-, yo debería matarte a ti por haber mojado mi cuarto.
-Shishishi~, inténtalo -le retó el pequeño, mientras de la manga de su pijama asomaba la punta afilada de uno de sus nuevos cuchillos.
Pero Squalo estaba pendiente a otra cosa. La frente del mocoso ardía aunque éste no mostrase ningún signo de debilidad febril. Hasta para eso era raro; normalmente los niños pierden toda su energía cuando tienen fiebre.
Squalo cogió a Bel en brazos sin previo aviso y se lo cargó a un hombro. El niño pataleaba e intentaba librarse de su agarre pero no tenía la fuerza suficiente para hacerlo.
-¡Bájame idiota!
Squalo le ignoró y le depositó en su cama.
-Quítate la ropa -le ordenó mientras se dirigía al baño que tenía en su habitación sólo para él.
-Shishishi, Squalo es un viejo pervertido~-cantó el niño.
Una vena se hinchó en la frente de Squalo.
-¡Estúpido, tienes fiebre por haberte quedado con la ropa mojada! -fue al armario donde tenía su botiquín y tanteó en busca de una aspirina mientras murmuraba-: ¿que cojones les enseñan a los niño de hoy en día?
Cuando regresó al cuarto, Bel estaba sólo con su ropa interior, tiritando de frío aunque intentaba que no se le notase. Squalo le tendió la toalla que traía para que se secase y le dejó la pastilla al lado del vaso de agua que había en la mesilla de noche (Squalo siempre se colocaba un vaso de agua porque le jodía tener que levantarse en mitad de la noche para ir a la cocina a beber si le entraba sed).
-Sécate y tómate la pastilla mientras voy a por un pijama.
-Soy un niño, no puedo tomar pastillas de adultos, shishishi~.
Squalo rodó los ojos y contó hasta diez para no darle una patada en toda la cara febril. Cogió uno de los cuchillos que Bel había dejado en el suelo junto con su pijama mojado y la partió por la mitad.
-Ahí tienes, y ahora deja de tocarme los cojones, basura.
-¡Pero no puedo tragármela sin más! ¡Tienes que machacarla o sino no podré tomarla!
Squalo le dirigió una mirada de pocos amigos que hizo que Bel dejase de quejarse. Pero cuando abrió la puerta para ir a la habitación de Bel a por la muda limpia, el pequeño recordó algo.
-Será mejor que no vayas, hay trampas para intrusos, shishishi~
A Squalo no le sorprendió; debería tomar ejemplo del crío y poner trampas en su habitación también, o como mínimo poner un pestillo para que no se repitiese lo que estaba sucediendo esa noche.
Fue al dormitorio de Bel y sacó la espada antes de entrar porque, conociendo al crío, no le parecería raro que una tanda de cuchillos voladores le saliese de la nada.
Para cuando Squalo logró salir de la habitación, con el pijama en mano, traía varios cortes en la mejilla y los brazos, y su humor había empeorado notablemente. El maldito crío tenía trampas por todas partes. No entendía cómo él no se cortaba con sus propios cuchillos, suerte que había sacado la espada. Squalo ya se había dado cuenta de lo inteligente que era el niño, quizás era algo así como un genio, de otro modo no hubiera podido acabar con toda su familia.
Lussuria le había comentado que Belphegor tenía el potencial suficiente como para convertirse en uno de los futuros guardianes de Xanxus. En los tiempos que corrían, todos competían por conseguir uno de esos puestos, y Squalo no era menos. En su ojo de mira estaban tanto Levi como Bel, y apostaba también por Lussuria, aunque nunca lo diría en voz alta. Squalo creía también que Xanxus pensaba como él, de otro modo no le habría encargado vigilar y entrenar a Bel, que hacía apenas unas semanas que se había unido a ellos. El jefe supervisaba personalmente a Levi y Lussuria resaltaba por sí mismo; Varia iba formándose poco a poco.
Cuando volvió a su dormitorio, se encontró al crío en la misma posición, sólo que había dejado de tiritar y el color rosado de las mejillas se había acentuado un poco más. Le entregó el pijama y observó como la mitad de la pastilla había desaparecido y recogió las ropas mojadas y los cuchillos para dejarlos sobre el baúl. Bel se vistió y le dio la toalla; Squalo se la pasó por la cabeza sin demasiada delicadeza para secarle los cabellos mojados después de colocar la corona que siempre llevaba puesta sobre la mesita de noche. El niño no dijo nada, lo cual le pareció extraño. Finalmente, la toalla fue a parar al mismo lugar que las otras prendas mojadas y Squalo rodeó la cama para tumbarse en el otro lado.
-¿Vas a cuidar de mí esta noche? Shishishi~
-Voy a vigilarte para que no te de por volver a salir -contestó Squalo, mientras otro trueno rugía fuera.
-Shishishi, ¿acaso no es lo mismo?
Squalo se limitó a bufar y tiró a Bel sobre la cama para poder taparle y taparse él de camino. Bel se giró hacia él.
-Deberías curarte esos cortes, shishishi~ -seguía sonriendo ampliamente Bel.
-No es nada -contestó con malas pulgas el mayor.
Squalo no podía saber si le estaba mirando o no ya que los flequillos le ocultaban los ojos, así que apagó la luz de su mesita de noche y volvió a tumbarse bocarriba.
El tiempo pasó sin que la tormenta aminorase, pero al contrario de lo que Squalo esperaba, Bel no se movió apenas. Lo normal era que siendo un niño y siendo él precisamente, no pudiese estarse quieto ni durmiendo, pero quizás la fiebre le había amansado. Se atrevió a tocarle la frente por debajo de los flequillos y de paso le vio la cara entera, en la cual reinaba una expresión de paz completa, aunque su boca estuviese entreabierta porque respiraba con dificultad. Comprobó con desagrado que la fiebre no le había bajado nada, al contrario, parecía tener más, así que salió malhumorado de la cama y se dirigió al baño en busca de una compresa que pudiese mojar para colocarle en la frente. La luz del baño despertó a Bel, que logró distinguir a Squalo moviendo algunas cosas en el armario. Cuando el mayor regresó a la cama, Bel se hizo el dormido y sintió con sorpresa como algo frío y tremendamente reconfortante se colocaba en su frente. Casi sonríe. Squalo le había movido para que quedase bocarriba y no se le cayese la compresa.
Durante un largo rato, Squalo estuvo pendiente a que la compresa estuviese siempre fría y a que la fiebre le bajase. Se la pasaba también por las mejillas y el cuello, ya que todo le ardía. Una hora y media después, el sueño estaba venciendo a Squalo y la fiebre parecía haber bajado, así que decidió que era hora de cerrar los ojos y dejarse caer en los brazos de Morfeo.
No obstante, Bel abrió los suyos y le contempló gracias a la luz que la tormenta le proporcionaba. Se pegó a él y se agarró a su pijama mientras apoyaba su cabeza en su hombro. Posiblemente Squalo estaba más dormido que despierto, de otro modo no hubiese pasado su brazo por debajo de la cabeza del crío para atraerlo más a sí a la vez que su brazo se convertía en su almohada.
A la mañana siguiente, cuando Bel ya se había recuperado y Squalo estaba recogiendo la habitación, comprobó que la mitad de la pastilla que el crío debió haberse tomado estaba tirada en el suelo, entre la cama y la mesita de noche.
Puede que Bel fuese un genio sanguinario, pero seguía siendo un niño y como tal, quiere que le cuiden y le mimen de vez en cuando.