Sep 05, 2009 00:09
En la vida de cualquier persona se suceden casi siempre dos tragedias muy serias que ya he vivido: la falta de amor o el exceso de amor. (pp. 27)
En mi interior repito las palabras mágicas: Tú no eres responsable de mi vida. Yo no soy responsable de la tuya, e intento convencerme de la eficacia de su hechizo para no dejarme arrastrar otra vez por esa dolorosa mezcla de resentimiento y desesperada compasión que me ha tenido ahogada durante años. Creo en la magia, en el poder de las palabras, de los mantras salvadores. Si no, no leería. (pp. 37)
El ayuno constituía una prolongada resistencia al cambio, el único medio que yo imaginaba para mantener la dignidad que tenía de niña y que perdería como mujer. No quería ser mujer. Elegía no limitar mis decisiones futuras a las cosas pequeñas, y no dejar que otros decidieran por mí en las importantes. Elegía no pertenecer a un batallón de resignadas ciudadanas de segunda clase. Elegía no ser como mi madre. Este cuerpo enflaquecido que tengo frente a mí es el resultado de una decisión consciente, de una absurda prueba de fuerza. (pp.41-42)
Supongo que en el fondo todos sentimos lo mismo, puesto que al fin y al cabo venimos de lo mismo: hidrógeno, helio, oxígeno, metano, neón, argón, carbono, azufre, silicio y hierro, los compuestos básicos del universo, moléculas elementales que existen desde el principio de los tiempos y que, recombinadas entre sí, han dado lugar a otras más complejas. El desarrollo de la vida es un milagro inevitable, una milagrosa combinación de elementos según una trayectoria de mínima resistencia. Dadas las condiciones de la Tierra primitiva, la vida tenía necesariamente que surgir; del mismo modo que el hierro inevitablemente se oxidará en el oxígeno húmedo. Cualquier otro planeta que se pareciese física y químicamente a la Tierra desarrollaría vida. Todos somos inevitables, todos venimos de lo mismo, todos constituimos un milagro en nosotros mismos. Energía y moléculas es vida. Amor y frustración igual a celos. Milagros que provocan en mí reacciones elementales e inevitables. Mujeres que son mundos en sí mismas, mundos habitados por millones de seres vivos ―células y microbios y bacterias y parásitos microscópicos que significan a nuestro cuerpo lo mismo que nuestros cuerpos a la Tierra―, mundos similares aunque distantes. Mundos todas nosotras, planetas que orbitamos en torno a una fuente básica de energía: el afecto, o su carencia. Órbita cementerio. (pp. 223)
Cumplí quince años y dejé de ir a misa. Cumplí dieciocho y besé a Mónica. Luego me largué a Edimburgo. Y allí me rapé el pelo y me compré unas botas de comando. En la calle nadie sabía si yo era chica o chico. Fue la última transgresión. La última transgresión.
Cada delicado detalle de mi cuerpo puede ser interpretado o reinterpretado, según quiera ser mujer o persona. Mi vagina puede ser la puerta del placer o de la vida. Mis pechos, fuente de leche o puntos eróticos. Mi ombligo perforado puede ser un reclamo o la señal de una conexión futura entre mi vida y la de otro que dependerá de mí. Mi cuerpo, con un feto dentro, ¿estará pleno de vida o simplemente invadido, deformado y destruido? (pp. 275)
- Beatriz y los cuerpos celestes - Lucía Etxebarria
*author: female, gender issues, [quotes] citas, [quotes] book, -feminism, -queer literature, literatura española, novel,
@leído en castellano, [quotes], 2009: novela en castellano, -lesbian, book-2009, 2009, 2009: 3rd
*author: female,
[quotes] citas,
[quotes] book,
+lesbian,
literatura española,
+feminism,
@leído en castellano,
+gender,
#novel,
book-2009,
2009: novela en castellano,
[quotes],
2009,
#queer literature,
2009: 3rd