¡Huddy! #3 - Reglas
Todo el mundo conocía el mal genio del mejor doctor que ahora mismo tenía el Princeton en plantilla. Todos, quien más y quien menos, había sufrido en compañía de este irreverente médico. Ni siquiera Cuddy era la excepción que confirma la regla, es más, Cuddy era la personificación de esa regla en sí. En consecuencia, la decana tenía ciertas reglas propias para poder convivir día a día con el estúpido, antipático y brillante doctor House.
1 - Tener siempre a mano un bote de vicodinas (para él)
2 - Tener siempre a mano un bote de aspirinas (para ella)
3 - No hablar con él más de lo necesario en horario de trabajo
4 - No darle juego a ningún comentario jocoso (ni de cualquier tipo)
5 - Saber que las normas no son infalibles (la cuarta la que más), así que nunca perder el control
6 - Seguir a rajatabla las normas anteriores
Pero el doctor es único en su especie, nadie más con menos puede sacar de quicio a Lisa Cuddy y hacerle olvidar todas sus normas. Un simple roce, una caricia mal disimulada y la sexta norma desaparece. Unos labios violentos mordiendo los suaves labios femeninos hacen que la quinta norma se vaya a tomar viento fresco. La primera y la segunda se pierden cuando la bata cae olvidada en un rincón del despacho, y con ella ambos botes en el bolsillo. La cuarta simplemente la pasa por alto cuando oye al médico decir algo sobre el color de su ropa interior (¡Te falta el látigo a juego!) Y con la última pizca de conciencia que le queda, piensa con satisfacción que al menos no ha incumplido todas las normas. Desde que entró el médico a su despacho, no le ha dirigido la palabra.
1 - Tener siempre a mano un bote de vicodinas (para él)
2 - Tener siempre a mano un bote de aspirinas (para ella)
3 - No hablar con él más de lo necesario en horario de trabajo
4 - No darle juego a ningún comentario jocoso (ni de cualquier tipo)
5 - Saber que las normas no son infalibles (la cuarta la que más), así que nunca perder el control
6 - Seguir a rajatabla las normas anteriores
Pero el doctor es único en su especie, nadie más con menos puede sacar de quicio a Lisa Cuddy y hacerle olvidar todas sus normas. Un simple roce, una caricia mal disimulada y la sexta norma desaparece. Unos labios violentos mordiendo los suaves labios femeninos hacen que la quinta norma se vaya a tomar viento fresco. La primera y la segunda se pierden cuando la bata cae olvidada en un rincón del despacho, y con ella ambos botes en el bolsillo. La cuarta simplemente la pasa por alto cuando oye al médico decir algo sobre el color de su ropa interior (¡Te falta el látigo a juego!) Y con la última pizca de conciencia que le queda, piensa con satisfacción que al menos no ha incumplido todas las normas. Desde que entró el médico a su despacho, no le ha dirigido la palabra.