PENUMBRA # 5

Dec 02, 2006 19:12

¡Tengo unas ganas horribles de que llegue el 9 para que pongan la nueva tabla de 30vicios AHHHHHHHH

Cogeré a Kitiara, de Dragonlance, esta decidido. Y, por cierto, he empezado a escribir un Sturm-Kit que posiblemente no lea nadie. Hay muy poca gente de ese fandom en español T.T pero me está gustando cómo está quedando, y lo más importante, ¡va a ser relativamente largo! YAAAAYY

Y seguí Penumbra, que creo que aquí no he puesto ningun xapi. Subo todos los que llevo (sólo me queda uno por escribir jiji):

Fandom: Harry Potter
Pareja: Rodolphus/Bellatrix
Summary: Desorientados tras la caída de su Señor, Rodolphus intenta controlar a Bellatrix. Ésta se debate entre el ansia por combatir y el recuerdo de que las decisiones de su marido no han sido siempre desacertadas.
Rating: PG-13


PENUMBRA
CAPÍTULO I

Tras su vuelta, ninguno de ellos se hubiera imaginado que todo terminaría así.

Voldemort había caído, y ninguno de los mortífagos que quedaban vivos estaba muy seguro de cómo había ocurrido esa catástrofe.

Habían sido muchos meses de ataques, de planes, y todo parecía estar saliendo a la perfección. La comunidad mágica estaba aterrorizada, ellos eran más y estaban mejor organizados que nunca, y la muerte de Dumbledore había hecho pedazos la esperanza de muchos.

Nadie había contado con ese crío, nadie le había dado verdadera importancia. Rodolphus sospechaba que ni siquiera el mismo Señor Oscuro, por muchas veces que se le hubiera escapado de entre las manos. Apenas tenía diecisiete años... ¿Qué podría hacer alguien con tan poca experiencia contra años de conocimientos en tortura y muerte? Era utópico que pudiera ganarlos.

Y, no obstante, había conseguido matarlo. Porque esta vez no era como la anterior, era la definitiva. Voldemort no regresaría. No volvería a buscarlos y a sacarlos de Azkaban. Ahora deberían defenderse solos.

La lucha había sido cruenta y atroz. Los heridos se contaban a decenas, los muertos a cientos. Muchos de los suyos habían caído esa noche, y, los que no, estaban en Azkaban custodiados por Aurores o escondidos. Como ellos. En cuanto Voldemort cayó, en cuanto Rodolphus vio que empezaban a perder terreno, que las criaturas oscuras dirigidas por su Señor perdían todo control y que muchos de los suyos huían dominados por el pánico, supo que todo estaba perdido.

Bellatrix se había cegado. Desquiciada, desesperada, tuvo que llevársela de allí como pudo. Intentó soltarse de sus garras para ir a matar al crío, pero él la sujetó con fuerza, impidiéndoselo. Si se conseguía zafar, lo único que conseguiría sería que la matasen también.

Rodolphus escuchó el ruido de un adorno hacerse añicos contra el suelo en la habitación contigua. Su mujer apareció como un vendaval por la puerta, y se detuvo de golpe, respirando agitadamente en el sitio.

El ambiente se cargó en cuestión de segundos, sus miradas enfrentándose. Bellatrix había estado intratable esos días. Su aspecto no había mejorado nada. El pelo espeso ahora le caía enmarañado por la espalda, y su túnica negra tenía desgarrones, en los que posiblemente ni se habría fijado.

-¿Es que no piensas hacer nada? ¿Vas a quedarte aquí como un cobarde escondiéndote?

-Estamos esperando.

-¡Esperando a qué! -gritó, recorriendo en pocas zancadas la distancia que le separaba de su marido-. ¡Está todo ahí fuera! ¡Ahí fuera, y no aquí en esta ratonera!

-Lo único que encontrarás si sales es una muerte segura -replicó, su voz haciéndose más profunda y agresiva-. ¿Es que te has vuelto loca?

Los ojos grises de Bellatrix centellearon, amenazantes, y Rodolphus apretó la mandíbula. No pensaba retroceder ni un ápice. No la dejaría salir a luchar... aún no.

-Esa batalla estaba perdida, Bellatrix.

-¡No lo estaba! ¡No mientras siguiéramos siendo fieles!

-Ya no hay nadie a quien ser fiel, ¿es que no te das cuenta? -le espetó Rodolphus, siseando-. Ha caído, esta vez de verdad.

Bellatrix soltó un chillido, como si la estuviesen apuñalando, ensañándose con ella. Lanzó una mirada cruel a Rodolphus, como si él fuese quien empuñase el mortal cuchillo.

-¡NO! ¡Nosotros seguimos siendo fieles! ¡Él volverá! ¡El Señor Oscuro...!

La bofetada la dejó sin aliento. La fuerza del golpe le hizo volver la cara e inclinarse hacia delante. Se llevó la mano a la mejilla, como si no se lo creyese. Tan solo la había pegado una vez antes... otra vez semejante a esa, cuando Él había caído ese Halloween de 1981 y se habían encontrado solos.

-No va a volver, Bellatrix -gruñó Rodolphus-. ¿Te crees que eres a la única que le importaba? ¿La única que era fiel? Mi hermano ha muerto por Él, por no querer reconocer lo mismo en lo que tú insistes y empeñarse en luchar.

Con las mejillas rojas de indignación y la respiración pesada, la mujer por fin se había callado. Clavaba sus ojos ardientes en su marido, recordando al hermano de éste. Rabastan había muerto arrastrando a dos Aurores con él. Había muerto exactamente como quería haberlo hecho ella, en la batalla, y a ser posible llevándose por delante a ese maldito crío. Y, sin embargo, lo que haría sería morir de asco e inactividad en esa pocilga, mientras su sangre clamaba venganza y el odio se le acumulaba en la garganta ahogándola.

-No pienso quedarme aquí -escupió.

-No vas a moverte, al menos de momento -respondió intentando mantener la calma. Bellatrix era a veces tan incoherente. No razonaba-. No estamos precisamente en una situación favorable.

-No pienso quedarme aquí.

-Te he dicho que...

-¡Me da igual lo que me hayas dicho! -gritó Bellatrix-. ¡Me da igual! ¡No quiero escuchar excusas!

-Bellatrix...

-¡Cállate! -Completamente trastornada, barrió todos los objetos que había encima de la mesa que tenían al lado, que cayeron al suelo haciéndose pedazos. El tintero se rompió, derramando el líquido negro sobre el parqué. El charco fue haciéndose más grande, empapando la suela de sus zapatos-. ¡No quiero oírte decir nada más!

-Es inútil discutir contigo.

Su pecho subía y bajaba acelerado, y las lágrimas de desesperación se acumularon en sus ojos, pero no derramó ni una sola. Sus ojos fijos en su marido, que la miraba sin variar su expresión. Estaba harto de sus arrebatos, harto de que no entendiese que no era ella la única que se sentía desorientada sin su Señor.

-No pienso quedarme aquí... -repitió una vez más, pero su voz había perdido fuerza, y ya sólo sonaba agotada y asustada, como la de una niña pequeña perdida.

-Ni yo tampoco. Mientras tu te comportabas como una loca, he estado intentando averiguar el paradero de los demás que pudieron escapar -contestó Rodolphus a las palabras de su mujer-. Piensa si quieres que es una misión, pero por lo que más quieras no salgas y lo eches todo a perder. Dame unos días.

Bellatrix lo miró fijamente, y sus labios se convirtieron en una línea pálida cuando los apretó. Rodolphus tampoco dijo nada. Sólo esperaba que sus palabras sirvieran para apaciguarla durante un tiempo.

En el fondo, la entendía.

PENUMBRA
CAPÍTULO II

Ese cuartucho la estaba consumiendo como ni siquiera había logrado hacer Azkaban en aquellos espantosos años. Al menos ahí tenía una idea con la que obsesionarse: Él vendría a sacarla de allí. Pero ahora ya ni había “Él”. Sólo resignación, y eso era algo que no estaba dispuesta a soportar.

Se puso en pie de un salto, y se quedó mirando fijamente la puerta.

“Dame unos días”.

Las palabras de Rodolphus aparecieron en su mente, apaciguándola un poco. ¿Cómo podía permanecer tan impasible? Ella lo conocía... Sabía lo mucho que había idolatrado al Señor Oscuro y todo lo que significaba. Mantener esa máscara de indiferencia casi le parecía... inhumano.

Soltó una carcajada, algo asombrada por esa pensamiento tan inusual en ella. Tenía todo una mordaz ironía. Ella, conocida por su crueldad, por su sadismo y por su locura, ahora era la humana. ¿Eso la hacía más o menos peligrosa?

¿Qué importaba ya? Sólo sentía unos tremendos deseos de destrozarlo todo, de destrozar a todas aquellas personas que se alegraban de la... desaparición de su Señor -nunca admitiría su muerte, su Señor no podía morir- y hacerlas sufrir una mínima parte de lo que ella estaba sufriendo.

Recorrió con su fulminante mirada de metal la estantería llena de libros. Últimamente todo le recordaba a Rodolphus, a lo mucho que con su pasividad estaba llegando a odiarlo. Sacó un libro de tapas azules, y lo abrió.

Arrancó la primera hoja.

El sonido al rasgar el papel le produjo una secreta venganza, un placer momentáneo. Arrancó otra, y otra más. Verlas consumirse en el fuego le aceleró el pulso, y escuchó el retumbar de la sangre en sus oídos, como si lo que el fuego calentase fuese el líquido que la mantenía viva y no el pergamino amarillento.

Sólo que su sangre no se convertía en cenizas. El fuego la abrasaba por dentro, haciendo bullir su mente de ideas impacientes e irracionales.

Había esperado suficiente a Rodolphus. Los planes y esa utópica misión dejaron de importarle. Necesitaba destruir, aplacar su ira arrancando vidas. Hacer lo que mejor se le daba.

Irrumpió súbitamente en la sala donde se encontraba su marido, en la que le había dicho que se reuniría con esos mortífagos fugados de la batalla. Había insistido en dejarla fuera, argumentando que no conseguiría controlarse, que necesitaban pensar todo con calma. Ella había terminado por acceder.

Pero, ahora, se había decidido a hacer las cosas a su manera. Y pensar con calma no estaba entre sus planes, ni pensaba dejar que estuviera entre los de su marido.

Y se encontró cara a cara con Severus Snape.

El silencio fue devastador. Se quedaron mirándose los tres, Bellatrix tan impactada que sólo alcanzó a abrir la boca sin que un solo sonido saliese de ella. Rodolphus se puso en pie en un gesto brusco, y dio un paso hacia su mujer, dispuesto a detenerla si se le ocurría intentar alguna tontería.

Snape, por su parte, se quedó sentado, esbozando una sonrisa mordazmente burlona.

-¿Qué hace aquí? -exigió saber Bellatrix, clavando en el indeseable sujeto una violenta mirada-. ¿Cómo es que no ha muerto?

-No pareces muy afectada.

Su tono suave encolerizó a Bella, que apretó los puños, clavándose las uñas en la palma de las manos.

-¿Qué hace este traidor aquí? -preguntó a Rodolphus, que se había acercado más a ella-. Aunque no sé por qué me sorprende... Seguramente huiste con el rabo entre las piernas en cuanto viste que perdíamos terreno.

-No exactamente -repuso Snape con calma-. Para ser más precisos, te fuiste tú antes que yo. Y fui por una simple cuestión de sentido común: muerto no sirvo para nada.

-Y vivo lo único que puedes es traicionarnos.

-Creo que a tu mujer se le han olvidado ciertos detalles que demuestran claramente mi fidelidad al Señor Oscuro, Lestrange -siseó el hombre, ignorando tan descaradamente a Bellatrix que ésta avanzó hacia él furiosa.

-No estamos aquí para discutir quién es fiel a quién. Ya, de hecho, no hay a quién ser fiel, a menos que sea hacia unos principios, así que cálmate, Bellatrix.

-¡Nos traicionará!

-Estoy tan metido en esto como tú, Bellatrix -le recordó Snape-. Traicionaros sería meterme yo solo en una celda de Azkaban.

-A veces me consigues sorprender con ideas buenas.

Rodolphus se interpuso entre los dos. Comprendía que Bellatrix no se fiara de Snape, pero tampoco tenían muchas más opciones, y Severus era en esos momentos tan mortífago como ellos mismos. Tenía toda la razón: si intenta traicionarlos, estaría firmando su sentencia de muerte. Ni aunque metiese con sus propias manos entre rejas a todos los mortífagos que quedaban en la calle conseguiría que le perdonasen el haber terminado con Albus Dumbledore.

-Como vuelvas a abrir la boca te echo de aquí, Bellatrix -le advirtió, sabiendo que posiblemente eso enfurecería aún más a su mujer, pero no estaba dispuesto a aguantar más sus chiquilladas-. En cuanto a ti, Snape, espero que estés dispuesto a hacer lo que sea para ayudarnos a recuperar el control.

-Sin el Señor Oscuro no veo la necesidad de...

-O recuperamos el control o pasaremos escondidos en este sitio lo que nos queda de vida, y yo personalmente no estoy dispuesto. Lo intentaremos con o sin ti, pero no te voy a engañar: somos pocos y necesitamos más mortífagos.

-No tienes que asegurármelo -masculló, lanzando una mirada elocuente a Bellatrix.

-He hablado con Greyback, que se unirá con los licántropos que consiguieron escapar. Aparte están los hermanos Carrow, Crabbe...

-A ese mejor no le contamos.

Rodolphus enarcó las cejas, pero no dijo nada. No podía estar en desacuerdo con Snape en ese punto.

-Amycus se encargará de localizar a Dolohov -continuó, sin alterar el tono de voz.

-¿De qué me encargo yo entonces?

-Tú conoces a la Orden del Fénix.

-Hace mucho que no soy espía -le cortó secamente Severus.

-Pero sigues conociéndolos. Entérate de las bajas que han sufrido. Y todo el mundo sabe que los Aurores están buscando a los mortífagos que quedan libres. Tendrán alguna información; no nos vendría mal saber dónde se esconde alguno más de los nuestros.

-Haré lo que pueda.

-¿Y yo qué? -interrumpió Bellatrix, que sorprendentemente había estado callada sin interrumpir las órdenes de Rodolphus. Era algo que no le costaba admitir: ella estaba hecha para la acción, y no para mantener la sangre fría-. No pienso quedarme aquí sin hacer nada.

Rodolphus la miró fijamente, clavando en ella sus ojos de un verde amarronado penetrante. Bella le sonrió desafiante, sabiendo que estaba a punto de esbozar una de sus sonrisas invisibles.

-¿Crees que podrás convencer a tu hermana para que luche con nosotros?

PENUMBRA
CAPÍTULO 3

Había nacido entre Sangre Black, acunada y alimentada por sus ideas retrógradas y radicales. Elitistas. Desde niña había mostrado una vena rebelde, un hago lo que quiero que no había complacido demasiado a sus padres. Pero era caprichosa y la habían mimado. No podía esperarse otra cosa.

Tras ella vinieron sus hermanas, todas con sus particularidades, que afloraron con los años, pues en un inicio se parecían bastante: repetían hasta la saciedad lo que sus padres decían.

Fue la mayor, en la que más se fijaron. La primera, a la que más consintieron. Desde pequeña los volvía locos con sus contestaciones y sus escapadas rebeldes. Pero aprendió bien sus principios, que, al fin y al cabo, era en lo que consistía. Los aprendió, incluso, demasiado bien.

Se mantuvo durante años en el límite, en la fina línea que separaba las normas establecidas del hacer las cosas a su manera. En un equilibrio precario, hasta terminar cayendo por el peso de su fanatismo.

Bellatrix sabía en todo momento lo que debía hacer. Lo sabía, pero no lo hacía. Se dejaba llevar, incapaz incluso de controlarse a sí misma.

Todo en ella abrasaba.

No podía ocultar nada, ni morderse la lengua y callar su opinión. ¿Qué más daba que los demás supieran lo que pensaba? Era una Black. Nadie osaría alzar la voz contra ella por algo que hubiese dicho o hecho. Se sentía segura y confiada. Su paso firme, su orgullo y su arrogancia le abrían paso antes incluso de que fuera necesario que abriese la boca.

Hacía lo que quería, bailando sobre la línea negra que habían marcado sus padres, adelantando un pie pero sin llegar a dar el paso.

Bella abandonó la habitación para entrar en el comedor, donde Narcisa se servía el desayuno. Una sala no muy grande, pero bien iluminada. La luz arrancaba reflejos en el pelo dorado de su hermana, mucho más hermosa que ella. A pesar de ciertos rasgos, eran muy distintas. La belleza de Bellatrix era agresiva, repleta de una oscuridad que asustaba, con esos ojos metálicos y fulminantes, y su cabello espeso rodeando su rostro de rasgos fuertes.

-Madre está enfadada contigo -dijo Narcisa sin darle mayor importancia al asunto, bebiendo un sorbo de té.

-Para variar -respondió Bella, esbozando una sonrisa sesgada. Había un secreto placer en sacar de quicio a sus padres, y ella era una experta.

-Algo sobre que te tienen poco controlada y que empieza a haber rumores… -añadió-. Algo de razón sí tienen.

-¿Y qué? -soltó, haciendo una mueca-. No soy una cría, ni pienso quedarme encerrada en casa para mantener su buena reputación.

-Al menos deberías mantener la tuya.

-Que piensen lo que quieran -masculló, echándose hacia atrás en la silla. Apartó la mirada, sin querer continuar la conversación. Sentía la mirada azul de su hermana sobre ella, aunque poco después volvió a su té y a su lectura de El Profeta.

Narcisa engañaba. Tras su fragilidad, su palidez marfileña, su figura cimbreante… había una personalidad que con frialdad y frases cortantes defendía a su familia y a sus ideales. Bella creía que ese era su rasgo más parecido; no la frialdad, sino la protección desmesurada hacía lo que consideraban importante. Desgarrarían a cualquiera que las amenazase.

-Eh, Narcisa, ¿está aquí...? Oh. -Andrómeda apareció por la puerta, mechones de su pelo rizado rozando su mejilla por la inercia al detenerse de golpe-. Madre ha dicho que subas, Bella.

La joven puso los ojos en blanco, levantándose con desgana. No tenía ganas de aguantar otra de las charlas de su madre, otra más a la que no haría caso.

Vio a Andrómeda sentarse en la silla de al lado de Narcisa con soltura. Sus pasos parecían casi brincos. A Bella le asombraba esa personalidad despreocupada de su hermana, siempre con una sonrisa en los labios. Ella sí que era distinta.

-¿Queda té? -preguntó, cogiendo una de las tazas con su platito correspondiente de la bandeja de plata con el escudo de los Black grabado que había sobre la mesa.

Bellatrix salió de la habitación. Cuando antes terminara de aparentar que escuchaba a su madre, antes podría escaparse de aquella casa de locos. Sabía que a sus padres no les hacía gracia que pasara tanto tiempo fuera de casa, pero habían abierto una tienda nueva en el callejón Knockturn y los Lestrange irían ese día. Y ella, claro, no pensaba perdérselo.

-¿Madre? -llamó, abriendo la puerta de la habitación de la mujer.

-¿Cuántas veces te he dicho que llames primero? -le recriminó la mujer, mirándola a través del reflejo del espejo del tocador ante el que estaba sentada-. Pasa.

Bellatrix obedeció, sin abrir la boca. Si lo hacía sería para discutir, y no quería alargar más la compañía de su madre.

-Me ha dicho Andrómeda que…

-Sí -cortó, aplicándose colorete en las mejillas con un gesto seguro. Se quedó con la brocha en el aire, con sus ojos oscuros clavados en su hija-. En dos semanas cumples diecinueve años.

Alzó las cejas. ¿De verdad? No lo sabía.

-Ya.

-Tu padre y yo estamos un poco cansados de tu comportamiento. -Bella abrió la boca para protestar, pero su madre no le dio tiempo-. Hemos cuidado siempre la reputación de la familia, y os hemos educado bajo unas normas para que las cumpláis…

-Todo eso ya lo sé.

Su madre dejó la brocha con un golpe seco en el tocador, que resonó por toda la habitación.

-No lo parece -siseó entre dientes, sus ojos centelleantes-. No es adecuado para una joven ir acompañada siempre de hombres, y casi ni pasarse por casa…

-Madre…

-Escucháme por una vez, Bellatrix. Durante mucho tiempo te hemos dejado hacer lo que has querido, pero empieza a haber rumores sobre tus continuas escapadas con los herederos de las grandes familias, y ni tu padre ni yo estamos dispuestos a que alguien pueda imaginarse que…

-¡Madre!

Bellatrix apretó los puños. Pero qué se creía aquella vieja loca… Ella no estaba hecha para ir con niñatas estúpidas que sólo se preocuparan por su familia, su casa y sus recepciones multitudinarias. Si a su madre le importaban los rumores que pudiesen correr, ella se encargaría de arrancar las lenguas de quienes los esparcían.

-Debes casarte.

Un sudor frío le recorrió la espalda, parándole la sangre, que se convirtió en hielo. ¿Casarse? Por encima de su cadáver.

-No.

-No es una pregunta, Bellatrix. Han pedido tu mano y…

-No me importa.

-Hemos dicho que sí.

-Me da igual lo que le hayáis dicho. No pienso casarme.

La señora Black se quedó quieta, hasta que una breve sonrisa, mezcla de agresividad y condescendencia apareció en sus sugerentes labios.

-Me temo que no lo comprendes.

-¡Claro que lo entiendo! ¡Deja de tratarme como una cría! -El control perdido-. ¡A mí nadie me ha preguntado nada!

-Aquí no hay nada que consultar, Bellatrix. Han pedido tu mano, y hemos aceptado. Un matrimonio con un Sangre Limpia terminará con los rumores, y te dará la estabilidad que…

-¡No necesito ninguna estabilidad!

-Bellatrix, esto no es algo que…

-¡Cállate!

Sabía que, de haber estado más cerca, la hubiera abofeteado. En cambio, se impuso un silencio, un ambiente tan cargado que habría podido cortarse. Batalla de miradas, que ninguna de las dos estaba dispuesta a perder. Que Bellatrix desde luego no perdería.

-No te atrevas a volver a hablarme a sí -dijo con una calma mortal la mujer, y el viejo respeto que Bella había tenido a su madre antiguamente se clavó en ella como una daga-. Vas a casarte. No te estoy preguntando, ni espero ninguna opinión. Harás lo que nosotros digamos, y te comportarás tal y como nosotros te enseñamos.

El pecho de Bellatrix subía y bajaba, y su respiración acelerada le hacía entreabrir los labios, necesitada de aire. Miró un instante más a su madre, desafiante.

-No pienso casarme -musitó entre dientes, dándose la vuelta y saliendo de la habitación sin añadir nada más.

Porque sus padres no sabían que ella, por su cuenta, había aprendido mucho más de lo que ellos le habían enseñado.

PENUMBRA
CAPÍTULO 4

-¿Te pasa algo, Bellatrix?

-No.

La respuesta cortante indicó a Rodolphus que, efectivamente, a la joven le pasaba algo. Algo que la enfurecía. La estudió, su mirada clavándose en ella con fijeza… Se preguntó qué.

Rabastan llamó su atención. Iba caminando un poco delante con Malfoy, que se había unido en el último momento. O, bueno, mejor sería decir que cuando Bellatrix se plantó en la mansión de los Lestrange dos horas antes de su cita, exigiéndoles que se fueran ya al Callejón Diagon, Malfoy se encontraba en ese momento en la casa de visita y no hubo manera de dejar de invitarlo.

-No te alejes. -Bellatrix esbozó una mueca burlona ante la advertencia de Rodolphus. Sabía cuidarse perfectamente sola. ¿Acaso nadie lo comprendía? Parecía su madre, insistiendo en que necesitaba a alguien que…-. Pareces una principiante. ¿Dónde tienes la cabeza? Estamos en el Callejón Knockturn, no lo olvides.

Acelerando el paso, Bella dejó a Rodolphus atrás. Se recriminaba ahora a sí misma haber estado tan sumida en sus pensamientos en un sitio como ese, pero jamás la oirían decirlo en alto. Alcanzó en nada a Rabastan y a Malfoy, que hablaban en voz baja sobre el nuevo sitio que querían visitar.

-¿No sabéis dónde está?

-Más o menos -respondió el hermano menor de los Lestrange, encogiéndose de hombros en un gesto que daba a entender que no estaba muy seguro-. Sólo hemos oído hablar de él, nunca lo hemos visto.

-¿Qué vende?

Malfoy, cómo no, iba al grano. Era un joven que a Bella no le terminaba de agradar, sabiendo como sabía que lo único que le preocupaba era mantener una buena imagen de su nombre y del de su familia, a pesar de tener que hacer ciertos sacrificios. La escala de valores de la joven no era ni remotamente parecida. Ella no hacía sacrificios, nunca. Vivía lo que creía.

-Al parecer está especializada en ingredientes de pociones.

-La que hay es perfecta -replicó Bellatrix, algo enfadada aún. Lo cierto es que tenía curiosidad, pero las palabras para llevar la contraria le salieron solas de la boca.

-Pues ésta es aún mejor -intervino Rodolphus, que los había alcanzado sin problemas-. Espero encontrar unos ingredientes que no pudieron conseguirme en la otra.

-¿Cuál…?

-Creo que me dijeron que era por aquí, ¿no, Rodolphus?

Lestrange se paró, estudiando el callejón que su hermano pequeño le señalaba. Eran todos tan parecidos que apenas podían distinguirse excepto por unas leves diferencias, que eran las claves para evitar perderse en esa multitud de callejuelas estrechas, deprimentes y oscuras.

-Parece que sí.

No necesitaron nada más. Como si hubiera dado una orden, todos tomaron ese camino, notando que el silencio se hacía más opresivo. A Bellatrix no le incomodaba demasiado el ambiente del Callejón Knockturn, pues había llegado a acostumbrarse a él de tanto visitarlo, y tomó la delantera, a pesar de no saber adónde se dirigían.

Avanzaron como veinte metros antes de que Rodolphus hiciera una señal a Bella para que se detuviera. La chica se volvió, algunos mechones de su melena rozándole la barbilla graciosamente.

-¿Aquí es? -preguntó, mirando una puerta cerrada y decrépita, que parecía podrida y a punto de caerse en pedazos. Era normal que las instalaciones del Callejón Knockturn dejasen que desear, pero aquello era...-. No la empujes muy fuerte, a ver si se va a caer.

Rodolphus alzó las cejas, en un gesto sutil que tan solo ella advirtió. Bellatrix rió suavemente y se metió en la tienda, siguiendo a Rabastan y a Malfoy. Se detuvieron todos en la entrada, afectados por el penetrante olor a ingredientes que había allí dentro. Era como si no hubiesen ventilado el diminuto espacio en meses, y la joven sospechó que así había sido de hecho. Detrás del mostrador, de madera tan podrida casi como la puerta, se hallaba un hombre orondo y de aspecto desagradable, con una sonrisa que mostraba su falta de dientes.

-¿Buscabais algo? -preguntó, mirándolos con sus ojillos curiosos, estudiándolos atentamente. Rodolphus se acercó a él sin pérdida de tiempo, iniciando una conversación en voz baja que resultó inaudible para los demás, que se limitaron a curiosear la tienda.

Todas las paredes estaban llenas de estanterías, repletas de botes tan sucios que en ocasiones ni se veía el contenido, aunque no hacía falta. Había pequeñas pegatinas en los cristales, indicando qué había en cada tarro. Se podían ver otras cosas en bolsas por el suelo o colgadas, como podían ser pelos de unicornio o de grifo, en mechones tan abundantes que los jóvenes se quedaron impresionados. Ciertamente la reputación de aquel sitio no estaba desmerecida, aunque sólo fuese por eso.

-¿Tardará mucho? -preguntó Bellatrix, impaciente por salir de aquel sitio.

-A saber. -Rabastan parecía tan incómodo como ella, y Malfoy les echó una mirada que venía a decir lo mismo.

-Podríamos esperarle fuera. O en ese bar que hay…

-¿Te atreves a beber algo que sirven en este Callejón?

-No soy tan estúpido, Black -masculló, fulminándola con la mirada-. Pero la calle no es mucho más segura. Y allí al menos estaremos calientes. Ha empezado a llover, puedes quedar mojándote fuera tú si quieres.

-No hará falta -respondió la joven haciendo una mueca. Dándoles la espalda, se acercó a Rodolphus, interrumpiendo la aparente negociación que estaba llevando a cabo con el dueño de la tienda-. Te esperamos en el bar de la esquina.

No hizo falta ninguna indicación más. Los tres salieron dirigiéndose al sitio acordado, y al llegar tomaron asiento en una de las mesas que había vacías, pidiendo algo por mero compromiso para permanecer en el local, pues, como ya habían dicho, no pensaban beberlo.

-No creo que tarde mucho.

-Tampoco hay prisa por volver a casa. -Bellatrix apartó la mirada, fijándose en la puerta para ver si volvía Rodolphus, que daba una conversación infinitamente más interesante que la de aquellos dos. No se fijó en la mirada que intercambiaban ante sus palabras; obviamente notaron que algo la pasaba.

-Rockwood dará una fiesta pronto -les informó Lucius, cambiando de tema-. Estamos todos invitados, obviamente.

Mientras Malfoy se entretenía en dar más detalles, Bella dejaba vagar su mente. Verdaderamente no le apetecía volver a casa a enfrentarse de nuevo a las recriminaciones de su madre, ni a las de su padre, si es que lo veía esa noche; normalmente volvía muy tarde. Abordar el tema del matrimonio de nuevo la ponía negra, y empeoraba su humor de manera alarmante.

-Podrías avisar a tus hermanas también -sugirió Malfoy, y Bella notó cierto interés en el tono del Slytherin que no debería estar-. Antes de que vuelvan a Hogwarts digo.

-Si tanto interés tienes en verlas, invítalas tú mismo -replicó mordaz Bellatrix, atenta a Rodolphus, que acababa de entrar en el repugnante bar. Se levantó, dejando a un Malfoy avergonzado, en sus mejillas un leve tono rojizo que pocas veces salía a la luz.

-¿Qué ha pasado? -preguntó Rodolphus a Bellatrix cuando llegó, viendo la expresión de Lucius.

-Nada -dijo, con una sonrisa burlona-. Malfoy, que parece un crío intentando conquistar a mi hermana.

Fue apenas un momento, pero en sus labios apareció una mínima sonrisa.

-No es fácil acercarse a las Black -dijo en voz baja-. Y tú te encargas de ponérselo más difícil.

-Cualquiera lo diría -bufó Bellatrix, recordando de nuevo su próximo matrimonio que no pensaba dejar que ocurriese. Rodolphus la interrogó con la mirada-. Mis padres… Bah, es una tontería, no pienso aceptarlo.

-Eso era lo que te pasaba…

-Se creen que pueden decidir por mí.

-Normalmente podrían.

-No conmigo -respondió sin indulgencia, cruzándose de brazos al apoyarse en la barra-. No pienso permitírselo.

-¿Quién ha pedido tu mano? -preguntó Rodolphus, acercándose a ella de un modo que resultó a Bellatrix algo posesivo. Le gustó.

-No lo sé. No me interesa saberlo tampoco.

El Slytherin se quedó callado, dejando que el ambiente se calmase. De pronto, llevó una mano a la barbilla de Bellatrix y la obligó a mirarlo, clavando en ella sus ojos verdes amarronados.

-¿Y si te dijera que he sido yo?

PENUMBRA
CAPÍTULO 5

La mujer dio dos golpes secos en la puerta de madera, desvencijada y vieja. La noche era desapacible y oscura, perfecta para sus propósitos. Una ligera niebla lo cubría todo por esa zona, llena de callejones estrechos y basura, y se rió internamente ante la sola idea de que su hermana viviese ahí.

La puerta se abrió, y ella se dio la vuelta, oculta por la capa negra. Sus dedos rozaron la capucha que le cubría la cara, y sonrió burlona al reconocer la figura.

-Me ha costado encontraros, Lucius -dijo la mujer con voz profunda, siniestra-. Sabes esconderte.

-Por lo que veo, no lo suficiente.

Los ojos de Bellatrix recorrieron al hombre con descaro. Había envejecido en ese poco tiempo. Su pelo seguía cayendo sobre sus hombros, liso, las hebras rubias confundiéndose con otras algo más plateadas. Le gustó ver sus marcadas ojeras, y ver que, él, también, aunque de otra forma diferente a la suya, estaba en un infierno.

Bellatrix intentó entrar en la casa, pero Malfoy se interpuso en el umbral de la puerta. La mortífaga dejó caer la capucha, y su brillo febril y mordaz quedó al descubierto, centelleando con luz propia.

-¿No vas a dejarme entrar?

-Preferiría que no lo hicieras -siseó, desconfiado-. ¿Qué haces aquí?

-Eso debería preguntarte yo a ti -replicó Bellatrix, con súbita frialdad. Se ha dado cuenta de una cosa-. Pensé que estarías con mi marido. Está hablando con el resto…

-Aún no lo he decidido.

Bella entrecerró los ojos, fulminándole con la mirada.

-¿Qué tienes que decidir?

Se apartó sin contestar, dejándole el paso libre hasta el interior de la casa, si es que a eso se podía llamar casa.

-No se está tan mal en este…

Bellatrix no le creyó. Se giró a medias, clavando sus ojos grises con fijeza en él, y alzó las cejas, incrédula. La mujer decidió terminar por Malfoy.

-¿Escondite? -escupió-. Apuesto a que no puedes vivir aquí ni un par de días.

-De hecho llevo unos cuantos más, Bellatrix. -El nombre de ella es sus labios resonó incluso grotesco. La odiaba, y no se molestaba en disimularlo.

-¿Y piensas quedarte así el resto de tu vida?

-¿Y qué tenéis pensado hacer vosotros¿Morir?

-No precisamente -cortó, esbozando una mueca.

-¿Lucius?

La voz de Narcisa era fría, y Bella notó un timbre algo temeroso que la indignó. Dio un paso adelante, dejando que la bombilla encendida -la única de toda la habitación- la iluminara para que su hermana la reconociese. El jadeo, la respiración contenida, de la mujer rubia, le indicó que no le había costado hacerlo; y que también, posiblemente, le había asustado su aspecto.

-Hola, Cissy.

-¿Qué haces aquí, Bella? -preguntó con cautela, sin moverse del sitio. Lucius, detrás de la mujer morena, se quedó en un segundo plano.

-He venido a buscarte.

-No voy a ir contigo.

-Necesitamos…

-No lo digas, Bella -pidió Narcisa, aunque su voz no sonó para nada suplicante-. No voy a ayudarte. No pienso unirme a vosotros, no voy a…

-Atacaremos pronto.

-Estáis enfermos -soltó, riéndose, sus ojos azules chispeantes.

-Sacaremos a los que están encerrados en Azkaban, y una vez lo hayamos hecho…

-No lo conseguiréis. Moriréis en el intento.

Bellatrix retrocedió un paso, girándose un poco, quedando en medio de los dos, pudiendo mirar a ambos a la vez con tan solo un leve movimiento de cabeza.

-Con vosotros tres…

-¿Qué tres?

La pregunta casi fue un gemido de dolor.

-Vosotros, y Draco.

-¡No pienso dejar que metáis a Draco en esto!

Bellatrix soltó una carcajada, mientras Lucius se movía y sujetaba a su mujer por el brazo. Ella se aferró a su mano desesperada, como si fuese una garra, sus ojos desorbitados.

-¡Está más metido de lo que nunca lo has estado tú! No seas idiota, Narcisa, no puede salir, igual que no puede tu marido. -La mujer movió sus ojos rápidos a la silueta en penumbras del hombre, depredadora-. Únete a nosotros, Lucius.

Malfoy abrió la boca para responder, pero Narcisa se adelantó.

-¡No! No va a…

-No tardarán en encontraros. No podéis permanecer ocultos aquí para siempre.

-¡Estaremos vivos!

-¿Por cuánto tiempo? -se burló Bellatrix, entre risas histéricas-. Cuando ganemos en la próxima batalla, cuando recuperemos el poder…

-¿Qué¿Qué piensas hacer?

-Seréis unos traidores.

-¿Unos traidores hacia quién?

Bellatrix fulminó con la mirada a su hermana, su expresión desencajada.

-¿Cómo te atreves a…? -masculló, sacando la varita, su mano temblando descontroladamente.

-Basta -ordenó Lucius, y su voz profunda, grave, resonó por la habitación durante unos breves segundos-. Voy a ir, Narcisa.

La mujer tragó saliva, y de sus labios pálidos salió un quedo “no” que casi resultó inaudible.

Bella sonrió, sabiéndose ganadora.

-Sólo quedas tú, hermana.

OoOoOoO

-Entra.

Lucius hizo lo indicado, y Rodolphus se puso en pie al verlo entrar. Su expresión resultaba impenetrable, y Malfoy sonrió confiado al ver que, al menos, algo no había cambiado. Lo siguió su mujer, oscura y terrible, su pelo enredado y negro quedando libre en cuanto se bajó la capucha. Se volvió, y una sonrisa burlona asomó a sus finos labios.

-¿Vas a pasar, Narcisa, o prefieres quedarte fuera?

Digna, como tan solo ella sabía serlo, entró la mujer de Lucius. Parecía un ángel masacrado, rubio, tremendamente pálido. Sus labios se apretaban en una fina línea, y no abrió la boca ni para saludar a su cuñado. Estaba furiosa, y Lestrange supuso que estar allí, con ellos, no era de su agrado.

-Admito que me sorprende verte aquí, Malfoy.

-A mí también me sorprende, no te creas -suspiró el hombre, manteniendo la compostura. Sabía que el otro le estaba estudiando.

-La última vez que hablamos te negaste a participar en el ataque.

-He cambiado de opinión.

Rodolphus observó a todos los presentes, sus ojos posándose en cada uno de ellos unos largos segundos.

-También tu mujer por lo que veo.

Narcisa alzó la barbilla y le mantuvo la mirada, desafiante, sin pronuncia una palabra. Bellatrix, a su lado, miró a su marido sintiéndose engañada. ¿Ya había hablado con ella?

Iba a abrir la boca para pedir explicaciones, pero una mirada de Rodolphus la silenció. El hombre continuó hablando, después de comprobar la hora.

-Tiene que estar al llegar.

Un par de golpes se escucharon en la puerta del fondo de la habitación, otra distinta a la que habían entrado. Se abrió despacio, sin esperar respuesta, y apareció Snape. Los ojos de Bellatrix se incendiaron al verle, furiosos, y de nuevo abrió la boca, dispuesta a darle una calurosa bienvenida.

Narcisa pasó a su lado, cortándola, cuando vio que en la sala entraba también Draco. Fue a abrazarlo, a pesar de que el chico, que ya no era un crío, se resistió, sabiéndose observado por todos. Un color tenuemente rojizo se instaló en sus pálidas mejillas.

-Madre, para…

-Draco luchará también con nosotros -dijo Rodolphus secamente.

Todos se volvieron hacia él. Draco, sorprendido, porque no sabía nada; Narcisa, desesperada. Lucius permaneció impasible, y Snape…

-No creo que sea buena idea -respondió fríamente.

-No hay elección. Lucharemos todos. Si perdemos, será la definitiva. -Lestrange se quedó en silencio, y clavó sus ojos en Snape, disgustado-. Espero, por su bien, que lo hayas preparado.

Narcisa ahogó un sollozo, y sus dedos se enterraron en la túnica destrozada de su hijo, haciéndole daño en los hombros.

-Puedo luchar -murmuró Draco en apenas un hilo de voz.

-Debes luchar -interrumpió Bellatrix, orgullosa.

-Sacaremos a los nuestros de Azkaban -informó Rodolphus, sin hacer mucho caso a su mujer. La miró un momento, pero aparte del fanático brillo que ya no se iba de sus ojos, no vio nada peligroso-. Los dementores ya no cuidan sus puertas. Son todos Aurores, así que la situación es bastante delicada.

-Son demasiados -cortó Snape-. Están más seguros y confiados que nunca.

-Lo aprovecharemos -replicó-. Nuestro objetivo es sacarlos de allí y desaparecer lo antes posible. Hay que evitar las bajas innecesarias. No somos muchos, y no podemos permitirnos el lujo de perder a más.

-¿Adónde huiremos?

-Aquí. Nos Apareceremos todos en este escondite, y podremos empezar a organizarnos.

-¿Cuándo será? -preguntó Malfoy.

-En dos días -contestó-. Cuando no haya Luna.

OoOoOoO

Se habían quedado solos. El resto había ido a la sala de al lado, más grande, donde deberían empezar a llegar el resto de mortífagos que participarían en el ataque para esperar instrucciones. Tenían que tener muy claro cada uno su papel. Lestrange sabía perfectamente que si salía mal, no habría una segunda oportunidad.

-Esta vez no voy a huir -siseó Bellatrix, leyéndole la mente-. Si fallamos, no pienso huir.

-No espero que lo hagas. -Su mano agarró la cintura de su esposa, clavándose en ella. Bella arqueó la espalda, buscándole. Casi podía sentir el aliento de él sobre sus labios, pero no quiso besarlo-. Será a muerte.

-Estaba deseando que dijeras eso -susurró, su voz tenebrosa, esbozando una sonrisa excitada de anticipación.

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longitud: historia larga, fandom: harry potter

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