Esqueixada y cola de rape

Dec 21, 2007 19:06

Mientras esperaba que llegase mi metro he sentido una extraña melancolía que nada tenía que ver con la emoción sorda de esta mañana, cuando por dentro me acariciaban las patas de un millón de pequeñas hormigas que prometían novedades y sorpresas.
No he bebido suficiente vino con la comida ni me he sentado en el sitio que me hubiese gustado. Y como una niña decepcionada he puesto cara de fingida conformidad, de resignación mal disimulada.
Las cosas, aún así, ya no me afectan como antaño, cuando regresaba a casa dolida con el mundo y me abrazaba a la cerveza, buscando su húmedo consuelo. Ahora sencillamente hago un cambio de planes, un pequeño giro de tuerca hasta acomodarme.
Ya no espero, por tanto no desespero y esa melancolía que antes era negra ahora muta de color a mi antojo transformándose en muchas ocasiones en algo más dulce que lo que en un principio prometía ser el postre.
Me ha gustado mi regalo y me gusta la perspectiva de los próximos días, libres y blancos, sólo para mí.
Y ahora estoy en mi refugio, a salvo del mundo gris y aburrido que ruge más allá de mi ventana. Ese mundo que cada día me resulta menos interesante, menos nuevo y más usado. 
La esencia perdura por dentro, en el interior, en lo profundo, en la síntesis. 
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