Dec 10, 2007 20:11
A veces, al mirar hacia nosotros y analizar lo que somos, lo que hemos sido y en lo que probablemente nos acabaremos convirtiendo en algún momento (si no lo somos ya) siento vértigo y temo por mi gran familia química.
Hace tiempo que le hemos perdido el repeto a los fantasmas y ahora forman parte del día a día habitual, de alguna manera ya no es novedad vernos mutaciones en la cara y, tanto es así que a veces ni tan sólo estamos seguros de qué es exactamente lo adquirido y qué lo que ya estaba antes...
Sentimos la enfermedad con asiduidad, el vacío del tiempo escurridizo, no lo comentamos obviando las ojeras que nos hermanan como la gran tribu que somos. Cantamos himnos que nos reafirman, inventados o regalados y, aunque a veces secretamente queramos faltar a la próxima batalla y quedarnos en la cueva, guarecidos de fríos que nos constipen el cerebro, salimos a luchar de nuevo, como quien vence la pereza de quedarse en la cama el lunes por la mañana.
Debe haber un camino, un punto medio entre la vida del guerrero y la del tornillo. Debe haber un lugar para nosotros, mis drugos. La tierra prometida, fuera de ese país desequilibrado en el que vivimos. Un refugio donde sentirnos seguros, sin cambios bruscos de tiempo, sin ese hastío sordo que sigue a la culpa.
Yo os propongo nuestra particular diáspora, podemos ir por el camino de Swann, en busca del tiempo perdido.