Broken memories. Capítulo 3: Here I am. Broken wings, quiet thoughts, unspoken dreams
Título: Broken memories. Capítulo 3: Here I am. Broken wings, quiet thoughts, unspoken dreams.
Autor:
cleuchi.
Rating: PG-13.
Pareja: Boone/Shannon.
Resumen: La escuchó romper a llorar al otro lado de la línea y su desesperación le hizo pensar que daría cualquier cosa por poder ayudarla.
Y entonces tuvo una idea. Seguramente la mejor idea que Boone Carlyle había tenido en sus veinte años de existencia.
Advertencias: puede contener spoilers.
Boone recuerda la ocasión en la que le ofreció dinero para que pudiera trasladarse a Nueva York y perseguir sus ambiciones y el modo en que Shannon lo rechazó sin más.
Él sabía que ella llevaba siglos anhelando esa oportunidad. Aunque no hablaban mucho, en sus conversaciones siempre salía el tema de la Compañía de Danza Martha Graham. Primero fueron los ensayos, duros y rigurosos, durante los cuales Shannon tuvo la tentación de abandonarlo todo más de una vez -y más de dos-; luego las pruebas, de las que había salido descorazonada y segura de que no la elegirían, y más tarde la demora de la carta en la que se le informaría de la decisión del jurado.
Por todo ello, su automática negativa a aceptar el dinero fue más dolorosa.
- Mis cheques no tienen fondos. -recuerda que le dijo por teléfono, rabiosa, indignada.- Y tu madre no va a prestarme ni un centavo.
- Lo sé.
- ¿No puedes hacer nada? ¿Pedirle dinero diciendo que es para ti, o algo así?
- … Ella sabe para qué lo quiero.
La escuchó romper a llorar al otro lado de la línea y su desesperación le hizo pensar que daría cualquier cosa por poder ayudarla.
Y entonces tuvo una idea. Seguramente la mejor idea que Boone Carlyle había tenido en sus veinte años de existencia.
Así que volvió a Los Ángeles y, una tarde, apareció de improviso en el apartamento de su hermanastra, seguro de la efectividad de su plan. Claro que él no contaba con el desprecio de Shannon.
- Shannon -dijo tendiéndole algo-, esta es mi tarjeta de crédito. Y aquí tienes mi código. Vete a Nueva York y haz realidad tus sueños, Shan.
- ¿Q-qué haces? ¿No puedo vivir en tu casa y ya está? -su expresión atónita dolía más que cualquier otra cosa.- Te prometo que en cuanto me den la primera paga pondré mi parte para el alquiler.
- No voy a vivir más en Nueva York, Shan. Mi madre me ha ofrecido un trabajo como jefe de operaciones en la subsidiaria de su empresa y tengo que marcharme.
Boone observó las manos de ella, que temblaban, y sus ojos, clavados en el trozo de plástico que era la solución a todos sus problemas. Durante un instante de gloria pensó que iba a alzar la vista, esbozar una sonrisa y darle las gracias mientras se guardaba la tarjeta en el bolso, pero sus ilusiones se destrozaron en cuanto vio la mirada de su hermanastra.
- No quiero tu puto dinero, Boone. -y le lanzó la tarjeta de crédito a la cara, acompañada por el papel en el que le había apuntado su número secreto.- Llévatelo. ¡Lárgate!
Boone recuerda que la sorpresa lo había dejado paralizado, y por eso no pudo reaccionar cuando Shannon se puso de pie y lo apuntó acusadoramente con un dedo.
- ¡Tú tampoco crees que pueda valerme por mí misma, ¿verdad?! ¡Eres como tu madre, ni más ni menos! -escuchó cómo la voz se le quebraba en la última palabra y la vio parpadear frenéticamente para contener las lágrimas.- ¡No quiero tu puta compasión! ¡Lárgate, Boone! ¡He dicho que te largues!
Cuando Shannon se ponía así, la única salida posible era dejarla tranquila. Que respirara, se calmara y fuera recobrando lentamente la compostura y el juicio. De modo que Boone recogió la tarjeta con parsimonia y salió del apartamento, y se pasó tres días enteros esperando a que entrara en razón y lo llamara.
A partir del cuarto, se dio por enterado. Shannon, su Shan, acababa de tirar por la borda la posibilidad de llevar a cabo sus sueños por culpa de su maldito orgullo.
Autor:
cleuchi.
Rating: PG-13.
Pareja: Boone/Shannon.
Resumen: La escuchó romper a llorar al otro lado de la línea y su desesperación le hizo pensar que daría cualquier cosa por poder ayudarla.
Y entonces tuvo una idea. Seguramente la mejor idea que Boone Carlyle había tenido en sus veinte años de existencia.
Advertencias: puede contener spoilers.
Boone recuerda la ocasión en la que le ofreció dinero para que pudiera trasladarse a Nueva York y perseguir sus ambiciones y el modo en que Shannon lo rechazó sin más.
Él sabía que ella llevaba siglos anhelando esa oportunidad. Aunque no hablaban mucho, en sus conversaciones siempre salía el tema de la Compañía de Danza Martha Graham. Primero fueron los ensayos, duros y rigurosos, durante los cuales Shannon tuvo la tentación de abandonarlo todo más de una vez -y más de dos-; luego las pruebas, de las que había salido descorazonada y segura de que no la elegirían, y más tarde la demora de la carta en la que se le informaría de la decisión del jurado.
Por todo ello, su automática negativa a aceptar el dinero fue más dolorosa.
- Mis cheques no tienen fondos. -recuerda que le dijo por teléfono, rabiosa, indignada.- Y tu madre no va a prestarme ni un centavo.
- Lo sé.
- ¿No puedes hacer nada? ¿Pedirle dinero diciendo que es para ti, o algo así?
- … Ella sabe para qué lo quiero.
La escuchó romper a llorar al otro lado de la línea y su desesperación le hizo pensar que daría cualquier cosa por poder ayudarla.
Y entonces tuvo una idea. Seguramente la mejor idea que Boone Carlyle había tenido en sus veinte años de existencia.
Así que volvió a Los Ángeles y, una tarde, apareció de improviso en el apartamento de su hermanastra, seguro de la efectividad de su plan. Claro que él no contaba con el desprecio de Shannon.
- Shannon -dijo tendiéndole algo-, esta es mi tarjeta de crédito. Y aquí tienes mi código. Vete a Nueva York y haz realidad tus sueños, Shan.
- ¿Q-qué haces? ¿No puedo vivir en tu casa y ya está? -su expresión atónita dolía más que cualquier otra cosa.- Te prometo que en cuanto me den la primera paga pondré mi parte para el alquiler.
- No voy a vivir más en Nueva York, Shan. Mi madre me ha ofrecido un trabajo como jefe de operaciones en la subsidiaria de su empresa y tengo que marcharme.
Boone observó las manos de ella, que temblaban, y sus ojos, clavados en el trozo de plástico que era la solución a todos sus problemas. Durante un instante de gloria pensó que iba a alzar la vista, esbozar una sonrisa y darle las gracias mientras se guardaba la tarjeta en el bolso, pero sus ilusiones se destrozaron en cuanto vio la mirada de su hermanastra.
- No quiero tu puto dinero, Boone. -y le lanzó la tarjeta de crédito a la cara, acompañada por el papel en el que le había apuntado su número secreto.- Llévatelo. ¡Lárgate!
Boone recuerda que la sorpresa lo había dejado paralizado, y por eso no pudo reaccionar cuando Shannon se puso de pie y lo apuntó acusadoramente con un dedo.
- ¡Tú tampoco crees que pueda valerme por mí misma, ¿verdad?! ¡Eres como tu madre, ni más ni menos! -escuchó cómo la voz se le quebraba en la última palabra y la vio parpadear frenéticamente para contener las lágrimas.- ¡No quiero tu puta compasión! ¡Lárgate, Boone! ¡He dicho que te largues!
Cuando Shannon se ponía así, la única salida posible era dejarla tranquila. Que respirara, se calmara y fuera recobrando lentamente la compostura y el juicio. De modo que Boone recogió la tarjeta con parsimonia y salió del apartamento, y se pasó tres días enteros esperando a que entrara en razón y lo llamara.
A partir del cuarto, se dio por enterado. Shannon, su Shan, acababa de tirar por la borda la posibilidad de llevar a cabo sus sueños por culpa de su maldito orgullo.