Twilight Fic: 'Dieciocho años, tres meses, once días' (Claire/Quil) 2/4

Apr 25, 2009 12:40



Disclaimer: La serie ‘Crepúsculo’ pertenece a Stephenie Meyer.

Fandom: Twilight

Título: Dieciocho años, tres meses, once días

Rating: PG - 13

Spoilers: Eclipse
Personajes/Parejas: Claire/Quil, Sam/Emily, Claire/OMC (muy, muy secundario), otros.
Summary: Les ha llevado exactamente dieciocho años, tres meses y once días desde que ella lo eligió por primera vez para llegar a este momento, y Claire decide que no piensa esperar ni un nanosegundo más. Claire/Quil
PARTE 2 DE 4

 
Parte 1

Claire tiene siete años, cuatro meses y ocho días y una misión que cumplir. Toma su adorada mochila de Hello Kitty del armario y mete su saco verde adentro, porque su mamá siempre insiste en que tiene que salir con un abrigo aunque ella tenga calor y la lana le pinche. Pasea los ojos por la habitación, tratando de decidir qué llevarse para la travesía que va a emprender pero no puede decidirse. Se queda pensando y se pregunta qué cosas lleva su mamá siempre en su cartera. Lápiz de labios - su mamá la matará si le saca alguno de su cómoda. Agenda - Claire no tiene una. El celular - bueno, tiene uno con lucecitas de colores que no sirve para llamar por teléfono pero tiene musiquita. Tendrá que servir. Una hebilla para el pelo - agarra la de Pucca, su preferida. Pañuelos - Claire nunca los usa, prefiriendo las mangas de sus camisas, pero por las dudas guarda en la mochila un paquetito de pañuelos descartables. También necesita una billetera, pero supone que su monedero - que tiene más envoltorios de caramelos arrugados que monedas - es igual de válido.

Mira pensativa el interior de su mochila. El fondo de la cartera de mamá está lleno también de papelitos sueltos y necesita también un peine y una lapicera. Listo, su equipaje está casi completo. Sólo falta Pookie, su ratón de peluche sin un ojo que la acompaña a todas partes y un paquete de galletitas porque a lo mejor le da hambre. Por las dudas, a último momento también mete un yoyó. Todavía no ha aprendido a usarlo bien, no como Mandy que ya se conoce un montón de trucos, pero nunca se sabe.

Baja las escaleras en puntas de pie pero no tiene nada de qué preocuparse: la abuela Woods ronca profundamente en el sofá, la luz del televisor dibujando extrañas sombras y contrastes sobre su rostro arrugado. Agarra las llaves del bol junto al teléfono y también el plano dibujado por su madre, y con una última mirada hacia su abuela dormida, Claire, por primera vez en siete años, cuatro meses y ocho días, sale de su casa sin que la acompañe un adulto.

Lejos de amilanarse, Claire empieza a silbar alegremente una vez que pone un pie en la calle y se siente muy complacida consigo misma cuando tiene la brillante idea de arrancar algunas flores de los arbustos de la señora River para hacer un ramo algo maltrecho. Seguro que a la tía Emily le encantarán y Claire está fascinada de que se le haya ocurrido a ella sola. Ya soy grande, piensa maravillada, porque no necesita que ni mamá ni papá le digan nada para que pueda hacer las cosas por su cuenta.

Al llegar a la esquina, empero, la niña encuentra el primer escollo en su travesía: tiene terminantemente prohibido cruzar la calle sola. Duda, mirando a un lado y otro, sin saber qué hacer. No puede dar la vuelta, porque el plano dice que debe seguir hacia delante pero tampoco se atreve a desobedecer una orden repetida mil veces. La respuesta a su dilema llega en la forma de una mujer arrastrando un cochecito de bebé, quien se para junto a Claire y espera a que cambie el semáforo. Cuando la mujer empieza a cruzar la calle, la niña intenta acompasar su paso, para que puedan llegar juntas al otro lado. Suelta un suspiro de alivio cuando pone el pie en la vereda de enfrente al mismo tiempo que lo hace la mujer. Ha cruzado la calle y al menos en su mente, no ha roto ninguna regla porque no lo hizo sola.

A partir de ese momento, todo marcha sobre ruedas. Cada tanto Claire, quien con sus siete años, cuatro meses y ocho días ya puede leer perfectamente (y hasta escribir en cursiva), le echa un ojeada al plano que su mamá le hizo a la abuela, que es un terrible despiste. Mamá tiene una letra muy bonita y redonda, y marcó todo con flechitas por lo que la chica está convencida de que encontrará el hospital sin problemas. Además, está convencida que el hospital debe ser un edificio imponente, que se ve de lejos y que no podrá confundírselo con ningún otro.

Es súper fácil, piensa, y sonríe cuando se imagina las caras que pondrán todos cuando la vean llegar. Seguro que papá y mamá se sorprenden muchísimo, creyendo como creen que ella sigue en casa con la abuela, y tal vez se enojen un poquito pero el tío Sam seguro que los tranquiliza - el tío Sam siempre anda tranquilizando a todo el mundo - y la tía Emily se va a poner terriblemente contenta cuando vea las flores. Seguro que Mandy se muere de envidia cuando se entere. Como es dos años mayor que ella, sus padres dejaron que su hermana se quedase a dormir en lo de una amiga en vez de en casa con la abuela, pero se va a arrepentir cuando sepa que Claire fue a ver a tía Emily antes que ella.

La niña sonríe de oreja a oreja y silba bajito mientras se imagina su entrada triunfal en el hospital, donde por supuesto todos estarán muy asombrados de verla y seguro que se sienten muy admirados de que Claire pueda moverse sola por la calle como una niña mayor. Probablemente sus papás se enojarán un poco por haber salido sin avisarle a la abuela (aunque le dejó una nota, tampoco era cosa de preocuparla), pero se les pasará y de todos modos, Claire se siente demasiado satisfecha de sí misma para pensar que nada malo pueda llegar a pasar.

Sólo una hora más tarde la confianza y el optimismo de la niña se han evaporado por completo. Claire tiene siete años, cuatro meses y ocho días y está irremediablemente perdida. Evidentemente su mamá puso algo mal en el plano que le hizo a la abuela para llegar al hospital, o quizás Claire lo leyó al revés, porque ya es la tercera vez que pasa por el mismo quiosco y su meta sigue tan lejana y esquiva como al principio. Sus pies doloridos le aprietan dentro de los zapatos, el paquete de galletitas no ha alcanzado para suplir la merienda que se saltó y los ojos le arden por las lágrimas contenidas. Con un suspiro desolado, se deja caer en los escalones de entrada de una casa porque ya no puede dar ni un paso más. Está cansada, muy, muy cansada, tiene hambre y tal vez sea su imaginación, pero cree que ahora hace mucho más frío que antes. ¿Y si sigue haciendo más y más frío y su saquito verde ya no le sirve de abrigo? ¿Y si nieva? ¿Y si se larga una tormenta con vientos huracanados como los que arrancaron de cuajo la casita de Dorothy? ¿Y si se muere congelada allí?

Se abraza las rodillas, temblando sólo de imaginarse un destino tan atroz. La tarde ha empezado a difuminarse en el horizonte y las sombras a su alrededor se alargan cada vez más. Es un mal momento para recordar que la oscuridad no le gusta nada, aunque su hermana mayor se burle de ella porque necesita dormir con la luz prendida, y la sola idea de que caiga la noche mientras ella se encuentra sola y perdida le da escalofríos. Su papá le dice que no hay que tenerle miedo a la oscuridad, que los monstruos, los fantasmas y las brujas no existen. Claire asiente porque su papá siempre tiene razón, pero es muy fácil aceptarlo cuando el sol está alto en el cielo y mamá y papá están a sólo un  grito de distancia. Aquí fuera, sola y asustada, la realidad es muy distinta.

Los transeúntes pasan por su lado sin mirarla, como si no pudieran ver la imagen desoladora de la niña con ojos oscuros brillantes de lágrimas por derramar y labios temblorosos. Claire quisiera pedirle ayuda a alguno de ellos, pero sus padres le tienen ter-mi-nan-te-men-te prohibido hablar con extraños y Mandy le ha dicho que hay gente que se roba a los niños perdidos y los vende como criados para gente muy rica y muy mala. No sabe si puede creerle a su hermana mayor, quien se la pasa tomándole el pelo, pero por las dudas no quiere arriesgarse. Tal vez, si encontrase a un policía... Seguro que los policías no roban niños. Seguro que los llevan de vuelta a su casa. Pero, ¿y si creen que es una niña vagabunda y la quieren llevar a un orfanato? Podría explicarles lo que pasó pero, ¿y si se la llevan igual, aunque ella les diga que no es una huérfana, que tiene papá, mamá, una hermana, una abuela, tíos, tías y un primito al que nunca va a conocer porque es demasiado tonta para leer correctamente un estúpido plano (y eso que ya sabe escribir hasta en cursiva)?

Claire se arrepiente. Se arrepiente de no haberse quedado con su abuela, de haber salido sola de casa sin pedir permiso. Se arrepiente de haber hecho enojar a mamá cuando no paró de protestar porque no la querían llevar a ver a la tía Emily. Se arrepiente de haber escondido la Barbie preferida de Mandy bajo la cómoda. Se arrepiente de no haberle devuelto el beso a su papá cuando se fue al hospital, porque todavía estaba ofendida de que no la quisieran llevar con ellos. ¿Y si no los vuelve a ver, ni a mamá, ni a papá, ni a la abuela ni a Quil ni a Mandy...?

- ¿Claire? ¿Qué haces aquí?

Años más tarde, le contarán que fue pura casualidad que Quil hubiera ido justo a ese quiosco porque la máquina expendedora del hospital se había roto, pero Claire nunca le dará ninguna importancia. Desde el momento en que levanta la vista y se encuentra con los ojos preocupados del joven de hombros anchos y sonrisa sincera, con la luz del sol poniente formando una aureola alrededor de sus cabellos oscuros, la niña se convence de que ha sido cosa de magia y a partir de entonces siempre le dirá a todo el mundo que Quil Ateara es su ángel de la guarda.

Ella se pone de pie de un salto y se arroja a sus brazos, derramando todas las lágrimas que ha contenido a lo largo de su vía crucis personal. Él la alza del suelo y la aprieta contra su pecho, como si hubieran pasado siglos desde la última vez que se vieron y tuviera que recordar su perfume, mientras ella hunde la cara en su hombro y las palabras salen a borbotones de su boca.

Tres pañuelos descartables, un trozo de chocolate y unas cuantas caricias más tarde, la niña se encuentra mucho más tranquila. Ahora que se siente segura otra vez empieza a preocuparse por miedos más mundanos. ¿Y si la abuela ya se despertó y llamó a mamá cuando vio que no estaba? ¿Y si papá y mamá salieron a buscarla? ¿Y si se enojan tanto que no la dejan ir a la casa de sus amigas nunca más? ¿Y si, peor aún, no la dejan que vea a tía Emily y el bebé?

Quil no la reta ni le dice que lo que hizo estuvo mal. Se limita a secar sus lágrimas y acomodarle los cabellos con los dedos, y el corazón de Claire rebalsa de afecto cuando él se detiene a comprar un ramo de flores, entre las cuales intercala los pocos pimpollos sobrevivientes del maltrecho ramo de la niña.

- Tu tía Emily se va a poner muy contenta cuando te vea.

Y tiene toda la razón, porque la tía Emily, aunque pálida y ojerosa, la abraza bien fuerte y le dice que las flores son las más lindas que vio nunca, mientras que tío Sam la felicita por su buen gusto y va a buscar un florero. Sus papás se sorprenden al verla y también se enojan un poco, pero cuando ven los ojos llorosos de la pequeña y su expresión asustada ellos también la abrazan y tranquilizan con besos y mimos.

Quil es quien la alza para que conozca a su nuevo primo, y Jacob se ríe a carcajadas cuando ve la cara atónita de la niña al encontrarse con la figura arrugada y minúscula del recién nacido. No parece que vaya a poder jugar con ella en ningún momento pronto, ¿y todos los bebés tienen esa pinta, como si alguien se los hubiera dejado mucho rato en la bañera? Leah sonríe, enigmática, y le dice que ella dijo lo mismo de su hermano Seth, pero le asegura que después los bebés mejoran... un poco.

Mamá y tía Emily empiezan a hablar del precio de los pañales y las desventajas de la mamadera, mientras su papá habla con Jacob y tío Sam sobre “cosas de grandes” y Leah se pone a jugar con el bebé que cada tanto hace un ruidito que semeja una risa extraña. Claire los observa durante un momento, pero los ojos se le cierran y se acurruca entre los brazos de Quil, quedándose dormida casi al instante después de tantas aventuras. Su pequeño cuerpo se relaja cuando su respiración se vuelve acompasada y regular, sus labios curvados en la sonrisa confiada de quien sabe que siempre habrá alguien para velar su descanso, que hay un par de brazos fuertes y seguros que estarán siempre allí para protegerla de todo mal.

Parte 3

+fanfiction, pairing: claire/quil, fandom: twilight, genre: het, length: multi-chaptered, *castellano

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