Título: Champaña (2/5)
Personajes: Castiel, Dean Winchester, Balthazar, Sam Winchester, Benny Lafitte, John Winchester, Bobby Singer
Fandom: Supernatural
Resumen: AU. Castiel, un joven que trabaja como mesero para pagarse los estudios, se ve involucrado de mala manera con un importante miembro de una peligrosa familia criminal
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Castiel corrió con la suerte de que Balthazar lo encontrara primero, para que lo ayudara a peinarse y le acomodó rápidamente la ropa. Michael, por su parte, lo vio tan traumatizado que lo dejó sentarse un rato donde no estorbara. Aunque igual le llamó la atención por no traer puesta la corbata. Lo interrogó discretamente, sin conseguir nada. Era una situación difícil.
Al día siguiente, lo único que Castiel quería era olvidarse del asunto y dormir hasta tarde. Ambos planes fueron frustrados.
Tocaron la puerta de su departamento. Era domingo por la mañana. Castiel ni se preguntó quién podría ser, y dio la vuelta para seguir durmiendo. Minutos después, quien sea que estuviera afuera le hizo saber que no se daba por vencido.
Si Castiel no tenía ganas de abrir, seguro que Balthazar menos. Tuvo un rato más para pensarlo antes de que llamaran a la puerta por tercera vez. No le quedó más remedio que levantarse. Si resultaba ser alguien interesado en iluminarlo con la palabra de Dios, iba a costarle mucho trabajo encontrar una manera educada de mandarlo por donde había venido.
Pero era Dean.
- Hola, dormilón - lo saludó tan fresco como una lechuga -. Me gusta como se ve tu cabello por las mañanas.
Sin esperar más, se metió tranquilamente, y se dirigió a la diminuta cocina.
- Espera, ¿Qué? ¿Cómo…? - comenzó Castiel, sin acabar de creerse que el otro estuviera ahí.
- Te seguí anoche - Dean abrió la puerta del refrigerador, y arrugó la nariz al no encontrar nada comestible -. Oye, ¿ese con quien vives es tu novio?
- ¿Novio? No… Balthazar es mi amigo. Pagamos la renta entre los dos…
- No lo veo.
Dean cerró la puerta del refrigerador y se acercó al otro joven recorriendo su cuerpo con los ojos. Castiel deseó tener algo más encima que la camiseta y pantalones cortos que usaba para dormir.
- Despertará en cualquier momento - mentira, a esa hora Balthazar estaba en coma.
- Entonces debemos darnos prisa - Dean tomó a Castiel de la cintura -. Vístete, vamos a desayunar.
- No… no es necesario…
Dean apretó peligrosamente su agarre.
- Vístete o te llevo así.
Y Castiel se encontró en el mismo auto de la noche anterior, pero al menos en el asiento del copiloto. Dean le explicó que se trataba de un Chevrolet Impala modelo 67, y que era la mejor cosa jamás salida de una ensambladora. El joven de ojos verdes parecía de muy buen humor y hablaba sin cesar. De su auto pasó a la música, y resultó ser un compendio ambulante de bandas clásicas de Rock.
Pararon en un pequeño restaurante. Dean pidió por los dos: pay de manzana y café.
- Podría alimentarte de pay el resto de mi vida solo para verte comer. Jamás había visto labios así.
Castiel se ruborizó, y no se sintió capaz de seguir comiendo. Dean se echó a reír, invadió completamente su espacio personal, le quitó el tenedor de la mano, y lo usó para tomar una porción de pay.
- A ver, di “ah”.
La mano de Dean en su cintura le quemaba, y Castiel solo quería desaparecer. Pero a menos que desarrollara poderes repentinamente no tenía manera de salir de esta. Despacio, abrió la boca y permitió que el otro le metiera el bocado de pay.
- Delicioso, ¿verdad? - susurró Dean en su oído. Castiel asintió, masticando despacio y obligándose a tragar, porque la garganta se le había hecho nudo doble. Deseó que nadie lo estuviera mirando.
- Estas muy nervioso. Puedo ayudarte en eso.
- ¿Qué es lo que quieres? - dijo Castiel con brusquedad.
Los dedos de Dean le hicieron cosquillas.
- Por el momento tengo todo. El día libre, un auto grandioso, y a ti, por supuesto.
Castiel se tensó más, sin que eso le molestara a Dean.
- No te preocupes, cuido bien mis juguetes.
- Yo no soy un juguete.
- Lo digo solo porque eres bonito. No pensé que te ofendería.
La sinceridad del tono confundió a Castiel. De todas maneras no tenía muchas opciones ¿o si? No se le niega algo a un Cazador. Por lo menos no durante mucho tiempo si uno quiere seguir respirando. Ser el entretenimiento de una tarde de un niño mimado podría ser peor. Y a estas alturas ni siquiera el mismo podía decir que lo de anoche fue desagradable.
- Está bien - dijo Castiel, haciendo las paces con su destino para mantener la calma.
Dean volvió a mostrar su luminosa sonrisa, y Castiel confirmó entonces, que efectivamente, podría no ser tan malo.
Cuando terminaron de desayunar, Dean guió a Castiel hacía el Impala, y volvió a aprisionarlo entre su cuerpo y el auto. Tal como la noche anterior, comenzó a besarlo, pero esta vez saboreando detenidamente. Cuando se separaron, Castiel tardó un momento en recomponerse, consiguió armar la idea de que lo que pasara a partir de aquí, mejor que no fuera en público. Ya que no tenía mucha decisión y estaba en manos de un desconocido, le gustaría que su primera vez no fuera en el asiento trasero de un auto estacionado en la calle a plena luz del día.
En líneas generales, Dean estaba de acuerdo con él.
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- Adelante - dijo Dean, abriendo la puerta. Castiel entró con timidez, y miró a su alrededor.
No había posters de Al Pacino, ni cabezas de caballo colgadas de las paredes. Era mucho más grande y lujoso que el que pagaba a medias con Balthazar. La familia tenía dinero, claro que si.
- ¿Gustas tomar algo? - preguntó Dean.
- No, gracias - de todas maneras no estaba seguro de poder tragar nada, el nudo de nervios había regresado. Se enfocó en sus alrededores. Sillones mullidos, pantalla nueva, una torre de discos, equipo de sonido, una pequeña mesa llena de papeles. En una repisa había marcos de madera con fotografías. Una en especial llamó su atención. Eran Dean y otro joven aun más alto que él, de cabello castaño, largo hasta los hombros y ojos verdes. Ambos sonreían alegremente y brindaban hacía la cámara con botellas de cerveza.
- El alce es mi hermano menor, Sammy - le explicó Dean -. Se perdió la fiesta del tío Bobby, porque tenía exámenes.
- ¿Está muy lejos?
- Estudia leyes en Stanford - respondió Dean, resplandeciente de orgullo -. Obtuvo beca completa.
Castiel iba a comenzar una reflexión sobre el que un Cazador decidiera estudiar leyes precisamente, cuando Dean lo abrazó por detrás, y metió las manos bajo su camiseta con avidez.
- Créeme, lo último de lo que quiero hablar es de mi hermano menor - dijo, antes de tomar el lóbulo de la oreja de Castiel entre sus labios. Sin darse cuenta, el joven de cabello castaño fue guiado suavemente hacia la recamara.
- No podía dormir tan solo de imaginar tenerte aquí - Dean lo acomodó cuidadosamente sobre la cama, y se colocó encima de él. Comenzó a acariciarlo por encima de la ropa. Volvió a besarlo, esta vez con más hambre, y Castiel se asustó, por la fuerza aplicada. Un bulto caliente en los pantalones de Dean le indicó que esto iba realmente en serio. Los movimientos cada vez más frenéticos del otro, le hicieron saber que estaba por perder toda la consideración que había mostrado hasta ahora.
- Dean…
- ¿Si, bonito?
- Yo nunca… yo…
- Vas a tener que hablar claro - Dean lamió el rubor caliente en sus mejillas.
- Yo nunca… he hecho esto…
El joven de ojos verdes se echó a reír.
- ¿Nunca has estado con un hombre? No te preocupes, yo tampoco.
Castiel perdió un poco la idea al sentir los pulgares de Dean presionando suavemente sus pezones.
- Dean… - jadeó -. Nunca he hecho… esto… con nadie…
El joven de ojos verdes se detuvo.
- ¿Nunca? ¿Así cómo en jamás?
De repente Castiel tenía muchas ganas de buscar una caja de cartón lo bastante grande como para esconderse. Se cubrió la cara con las manos.
- No he tenido oportunidad, ¿está bien? - murmuró.
Dean lo tomó de las muñecas y lo hizo encararlo.
- Y yo que pensaba que esto no podía ponerse mejor.
Los ojos verdes del joven cazador tenían un brillo posesivo. Castiel tuvo miedo de haber empeorado las cosas.
- Seré bueno contigo.
Podría destrozarlo, pensó Dean. El Cazador si tenía experiencia y la suficiente seguridad como para pensar en dejarlo suplicando por más. Pero decidió no hacerlo. A pesar de que nunca en su vida había deseado tanto algo o a alguien. Si le hacía daño a Castiel aquí y ahora, lo lamentaría.
Además, él quedaría mal si hacía que la primera vez de otro fuera horrible.
Así que en lugar de morder, y embestir sin contemplaciones, procuró ayudar a Castiel a relajarse. Haría las cosas más fáciles para ambos. Comenzó a acariciarlo como a un gato, haciendo pequeños sonidos tranquilizadores. Funcionó. Dean siguió experimentando con toques leves, y salpicando besos aquí y allá.
Castiel se hubiera sorprendido mucho al enterarse de su decisión. Pensó y temió que Dean lo usaría para su propio placer sin importarle lo demás. Pero estaba mostrando… ternura.
El joven de ojos verdes fue desabotonando despacio la camisa del otro, estudiando sus reacciones. No había señales de inconformidad, solo un profundo rubor. Dean lo distrajo restregando su entrepierna contra la del otro, complacido por los gemiditos de placer, que trataba de contener como si le diera vergüenza.
No estaba bien, tenía que gritar si eso es lo que quería. Dean retiró la camisa, y de inmediato, besó y lamió esos duros y tersos pezones. Por fin se decidió a morder y eso consiguió por fin el anhelado grito.
- Lo siento… lo siento… - se disculpó Castiel, mas avergonzado que nunca.
- Jamás te disculpes por eso, bonito. Me halaga.
Toda esa ropa se tenía que ir, definitivamente. Era molesto que estuviera tan cubierto por la ropa, pero al mismo tiempo era como desenvolver un regalo de cumpleaños. Castiel alzó las manos dudando, casi pregunta en voz alta lo qué se suponía que tenía que hacer. Dean le guió las manos, enseñándole sin palabras.
Pronto estuvieron desnudos, y Castiel se fue sintiendo más confiado. No podía dejar de maravillarse con el cuerpo de Dean. Recorrió su pecho y abdomen, antes de bajar a su entrepierna se detuvo.
Dean se echó a reír.
- Adelante, bonito, toca todo lo que quieras.
Los dedos de Castiel rozaron la erección del otro, haciéndolo gemir. Dean decidió corresponderle, pero su agarre fue más firme. Acarició y estrujó sin dudar.
Nunca nadie lo había hecho sentir así. Dean continuó moviendo la mano, y Castiel intentó imitarlo sin conseguirlo del todo. Al cazador no podía importarle menos. La expresión de Castiel, maravillado por el desconocido placer lo excitaba como nada.
El joven de ojos azules aferró a su amante de los hombros. Buscó más placer moviendo las caderas, buscando la mano de Dean. Su orgasmo lo golpeó sin avisar, bajo las hábiles manos del Cazador. Gimió y se estremeció sin importarle nada más.
Cuando recuperó el sentido, abrió los ojos para encontrar a Dean sobre él, sonriéndole. No estaba seguro, pero creía que ambos participantes tenían que obtener el mismo placer, y el Cazador aún tenía su erección.
- ¿Qué… hay de ti…? - preguntó, lamiéndose los labios.
Dean tocó con los dedos el semen que le había manchado la piel.
- Disfrutando la vista… pero ya que te ofreces…
Llevó esos mismos dedos a la entrada de Castiel. Otra sorpresa para el joven de ojos azules en este día. La sensación de un dedo en su interior le resultó muy extraña, pero no desagradable. Cuando Dean introdujo el segundo, Castiel estuvo por preguntarle qué era lo que pretendía cuando tocó algo en su interior que lo hizo sentir placer de nuevo.
- ¿Te gustó? - susurró Dean, mordiéndole el lóbulo de la oreja.
- Si…
- Esto te va a gustar más… aunque te advierto que va a doler…
Acomodó a Castiel sobre su regazo, haciendo que rodeara su cintura con las piernas e introdujo la cabeza de su miembro, lo mas lento que pudo, porque las ganas lo quemaban.
¡Tenía razón! pensó Castiel. Pero decidió aguantar el dolor. Dean le aseguró que le gustaría, además, si esto es lo que el joven de ojos verdes quería, iba a complacerlo como pudiera.
Dean seguía entrando. Castiel gimoteó y aferró los hombros de su amante con la fuerza suficiente como para dejar la marca de sus manos.
- Si bonito… grita todo lo que quieras… muérdeme si con eso te sientes mejor…
Castiel apenas escuchó sus palabras. No quería gritar, porque podría hacerlo tan fuerte como para romper los cristales del departamento. Pero cuando Dean encontró otra vez ese centro de placer en su interior, enterró los dientes en su hombro.
- Ah… si… - jadeó el cazador, mientras embestía cada vez más fuerte, y más rápido -. Me gusta…
El mundo se detuvo un segundo, con un último empujón de Dean. Castiel sintió el semen caliente llenándolo por dentro. Esa sensación lo llevó hasta su segundo clímax.
- ¡Dean!
- ¡Castiel! ¡Cas!
Ambos aferraron con todas sus fuerzas uno al otro, y juntos, cayeron en la cama, estremeciéndose de satisfacción.