A Primera Vista (1/1)

Jan 23, 2013 00:00

Título: A primera vista
Personajes: Misha Collins, Sebastian Roché, mención de Jensen Ackles.
Fandom: RPS
Resumen: El reencuentro entre Misha y Sebastian, tras el final de las grabaciones de la sexta temporada de Supernatural. Es un complemento para el fic “Palabras”.


- ¿Te enamoraste de mi a primera vista, así como yo me enamoré de ti?
- Eehhh… bueno… en mi caso primero hubo atracción… y con el tiempo…
Ninguna persona en ese auditorio atestado se imaginaba lo en serio que estaban hablando.

*
Así fue exactamente. El primer día de grabación, cuando conoció a los gigantescos J2, y después se topó con los ojos azules de Misha.
Para tantear el terreno le invitó un café. La intención original era invitarlos a los tres, pero cuando Misha salió corriendo a buscar a Jensen, Sebastian cruzó los dedos. Funcionó y lo tuvo para él solito.

Esa cita le bastó para darse cuenta de que se acababa de enamorar, en el estilo de “para siempre” y “tengo que avisarle a mi madre”. Hablaron mucho y descubrieron que tenían cosas geniales en común. Ambos disfrutaban de deportes extremos (la escalada y el snowboard). Hablaban más de un idioma y les interesaba aprender otros. Habían viajado por medio mundo de diferentes maneras. Y venían de relaciones largas (Misha tuvo una novia desde la secundaria, de la que se había separado de manera amistosa poco después de comenzar a trabajar en Supernatural. Sebastian estuvo casado por 7 años hasta que no dio para más).

Sebastian reconocía que su sentido del humor no le agradaba a todo el mundo, pero Misha parecía disfrutarlo, y no tenía problemas en seguirle la corriente. Lo más gracioso fue descubrir la cantidad de trabajos que tenían en común, pero era la primera vez que coincidían.

- Estábamos destinados a encontrarnos - dijo Sebastian, y se arrepintió de inmediato por lo cursi que sonaba. Pero Misha asintió. Tardaron mucho pero valió la pena, porque así tenían mucho que contarse, amigos entrañables en común y varios idiomas para amarse.

*
Ver a Sebastian esperándolo en la terminal del LAX llenó a Misha de alivio. Lo había extrañado demasiado. Y tenían mucho de qué hablar.
Sebastian lo recibió con una gran sonrisa, lentes oscuros y un dinosaurio de peluche adornado con un enorme moño dorado. En la mejor tradición de las películas, se abrazaron con hambre a media sala de espera. Pero nadie estaba lo bastante cerca para ver como uno le enterraba las uñas al otro en la espalda.

Para cuando llegaron al departamento de Sebastian estaban desesperados. Misha se había puesto el moño en el cuello, lo que al principio los hizo reír muchísimo.

- Espero que aceptes este regalo, fue lo mejor que pude traer de Vancouver.

La puerta del departamento no se abrió, más bien como que explotó hacía adentro, y apenas uno de ellos consiguió acordarse de cerrarla. La maleta de Misha cayó por ahí, el dinosaurio por otro lado. Aunque el objetivo era llegar hasta la recamara, no lo consiguieron. Pero no era la primera vez que les ganaban las ganas.

Fue una fiesta de ropa desgarrada. A Misha se le olvidó el cansancio del viaje y la preocupación que arrastraba desde Canadá al recorrer las líneas del abdomen de Sebastian con las manos y el cuello con la lengua.

- Mi amor, mi amor - canturreaba Sebastian, aliviado de por fin poder besar cualquier porción de piel disponible. Frenéticos, rodaron hacia un lado y tiraron algo que podría ser la mesita del teléfono. Para lo que importaba. Misha estaba entre que no sabía si prefería escucharlo gemir o meterle la lengua hasta el fondo de la garganta, así que fue alternando.

- Sebastian - dijo entre jadeos -. No tienes idea… de cuanto te extrañe…

Sin poder soportarlo más, Misha separó las piernas de Sebastian, y lo preparó de emergencia ensalivando sus dedos lo más posible antes de meterlos. Su amado ángel rubio se echó a reír de la pura expectación.

- Vamos, Mish - lo urgió mordisqueándole los labios -. No te detengas… te necesito tanto…

Sebastian gruño de dolor cuando Misha empujó en su interior.

- Así me gusta… si… más… - siguió pidiendo con lo que puso frenético a Misha, quien utilizó su fuerza sin piedad -. Así… no me voy a romper…
Misha lo aferró con toda su alma, dio un último empujón y comenzó a gritar al sentir como lo golpeaba su orgasmo. Casi inmediatamente, Sebastian alzó la voz también.

Por fin, satisfecha su desesperada necesidad, se quedaron tirados en la alfombra.

Como siempre, Sebastian fue el primero en recuperarse. Misha aun no se lo explicaba. Ya lo había explorado por todos lados, y seguía sin encontrar el interruptor, ni el compartimento de las baterías.

- Espero que los vecinos no vengan a quejarse - comentó adormilado Misha, mientras Sebastian lo ayudaba a levantarse para guiarlo hasta la cama. El rubio se sentía magnánimo, así que le concedería tiempo para recuperarse.

- Que vengan - dijo Sebastian, riéndose -. Pero nada más si quieren participar.

- A propósito de quejas y vecinos… quería decirte…

- Shhh - Sebastian le dio un beso en los labios -. Duérmete un rato. Después te puedes dar un regaderazo. Preparare la cena.

Misha cerró los ojos y se perdió sin darse cuenta. Un rato más tarde lo despertó un cálido peso sobre su pecho. Encontró un par de ojos verdes que lo miraban con reproche. Se congeló de terror.

- ¡Sebastian! - exclamó -. ¡Tu gato me quiere matar otra vez!

- No digas tonterías, Mish. Ella te ama.

Misha sabía que no. No le perdonaba que la asustara de muerte cada que tiraba a su amo al suelo y lo hacía gritar. O que por su culpa la metieran a la canastita cada vez que le tocaba que se quedaran en su casa. Además, los celos también entraban en juego, y no podía culparla.

- Pero eso último no debería preocuparte - intentó hacerle entender -. Como si Sebastian no nos rascara la barriga a los dos.

Dejó al animalito en el suelo con cuidado y entró al baño para una ducha rápida. Al salir se encontró con una de las mejores visiones que ha tenido en esta vida. Sebastian lo esperaba con una sonrisa y la mesa puesta. Por su lado, Sebastian disfrutaba de verlo sin camiseta ni zapatos, con el cabello húmedo y la piel brillante.

Cenaron, y se pusieron al tanto. Misha se sentía tan cómodo y satisfecho que se cuestionaba como es qué había pasado tanto tiempo sin Sebastian.

Por ejemplo, Sebastian tenía puesta una de sus tantas camisetas de cuello en V que tan bien le quedaban. Era la segunda vez en su vida que un hombre le parecía tan atractivo. La primera fue-

- ¿Hay algo que puedas adelantarme del final de la temporada, o me vas a dejar en suspenso?

Misha tenía razones para quedarse callado. Al final del último día de grabaciones invitó a Jensen a su departamento en Vancouver para tomar una copa y despedirse, pero las cosas se le habían salido de las manos.

El amor que sintió por Jensen le había llegado hasta los huesos, pero tomo la decisión de no hacer nada al respecto porque el joven de ojos verdes no podría tener interés en alguien de su mismo sexo. Hace un año, la idea de volver a verlo cuando se reanudaron las grabaciones, le produjo tanto alegría como ansiedad. Para su sorpresa, fue el mismo día que conoció a Sebastian. Algún rollo cósmico debió intervenir, porque en cuanto se miraron a los ojos empezó a calmarse el dolor en su corazón. Siempre atesoraría lo que Jensen le provocó, pero el amor que sentía por Sebastian relegaba ese sentimiento a un rincón manejable.

Necesito que lo besara con pasión para volver a experimentar toda la fuerza de aquel sentimiento.

- Lo siento, Seb, secreto de Estado.

Sebastian fingió molestarse.

- Supongo que tendré que obligarte a contármelo todo.

En otras circunstancias no se hubiera asustado tanto.

Y si utilizó todas sus armas. Lo volvió a llevar al dormitorio, y le quitó la poca ropa que tenía puesta, para cubrir cada centímetro de su piel con su propia piel tostada. A Misha le fascinaba, tanto como le gustaba escuchar sus aventuras en altamar, que contaba con tanta elocuencia que sus besos le sabían a sal. En comparación se sentía como un pálido fantasma, o fue así hasta que Sebastian le susurró que admiraba su piel de espuma, y le suplicó que le contara su travesía en el Tíbet.

Misha se sentía capaz de recordar hasta lo que había soñado para contárselo cada que Sebastian le susurraba al oído. Su favorito era el francés, pero le derretía los huesos con su acento británico, podía pedirle que hasta se tirara de un puente si lo hacía en italiano, y fascinarlo al hablar en español.

Como ya habían saciado la desesperación de no verse, ahora podían dedicarse uno al otro con calma. Volvían a estudiar las líneas del otro como si la separación hubiera sido de siglos, pero confirmaron que jamás podrían olvidar los detalles. Se besaron largamente, mordiendo a ratos, a ratos simplemente saboreando.

En cuanto terminaron se quedaron abrazados, satisfechos. Al menos por el momento.

- ¿Y bien? - insistió Sebastian en voz baja.

- Yo me veo genial - respondió Misha, sonriendo con los ojos cerrados.

- ¿Crees que regresaré?

Misha suspiró.

- ¿La verdad? Ni yo estoy seguro de regresar. Bueno, si lo haré, pero quien sabe por cuanto tiempo.

- ¡Que lastima! Si yo extraño a los muchachos, no puedo imaginarme lo que será para ti.

- Quizá sea lo mejor.

Esa frase sorprendió al mismo Misha en cuanto la dijo.

- Digo… ha sido divertido, pero también lo será buscar cosas nuevas.

La risa de Sebastian interrumpió sus divagaciones.

- En estas circunstancias, eres malísimo para disimular, Mish.

El rubio aprovechó sus súper poderes de recuperación rápida para abrazar con fuerza el cuerpo aun agotado de Misha. Lo sostuvo contra su pecho y comenzó a acariciarle el cabello.

- Cuéntamelo todo - murmuró.

- No hay nada que contar.

- Repítelo, y esta vez no lo hagas con tanta tristeza.

Misha se separó, asustado, y se sentó al borde de la cama. Tendría que decirle lo sucedido antes de que lo adivinara. Sebastian lo tranquilizó abrazándolo por la espalda y dándole unos besitos en el cuello.

- Creo que ya debemos hablar al respecto.

Sebastian podía hacer que el acento inglés sonara tan dulce… Y estando piel con piel, Misha no se sentía con la fuerza para negarle nada. Se preparó para recibir las preguntas de Sebastian con toda la entereza posible. Pero sabía que si se enfurecía lo suficiente como para echarlo era capaz de dejarse morir en la calle, porque tendría el corazón roto, y sería una canallada ofrecerle los trozos inservibles a Jensen.

- Te ame desde el instante en que te vi - dijo Sebastian con su habitual soltura, mientras sus manos recorrían el abdomen liso de su amante -. Pero sé que tú a mi no, porque tu corazón estaba ocupado por otra persona.

Misha lo miró incrédulo. ¿Cómo podía declarar algo así con tanta calma? ¿Cómo lo supo?

- Era demasiado fácil - le aclaró Sebastian, y a cada momento Misha se preguntaba con más insistencia si no sería brujo -. La manera en que lo mirabas, y como saliste corriendo a buscarlo en cuanto te propuse salir. Lo peor fue como hablabas de él con cualquier pretexto.

- Y no decías nada… - Misha no sabía lo que hubiera hecho en su lugar.

Sebastian lo abrazó con fuerza.

- Me volvía loco de celos, sobre todo cuando me di cuenta de que él también te quería. No me explico como nunca se dieron cuenta. No hice nada porque soy un idiota romántico, una buena historia de amor es irresistible, aunque sea a mis costillas.

- Lo siento - Misha quería desaparecer.

- No tienes porque…

Misha encaró a Sebastian y lo tomó de las manos.

- Cuando me despedí de él en Vancouver… - Misha encaró a Sebastian y lo tomó de las manos, estaba arriesgándolo todo, pero no iba a insultarlo ocultándole cosas -. Yo… Jensen…

Sintió a Sebastian tensándose. Lo que menos quería en esta vida era hacerle daño.

- Jensen me besó… no me obligó a nada… le correspondí, por mi propia voluntad.

Tras un rato de pavoroso silencio, se escuchó la voz seria de Sebastian.

- ¿Y? ¿Al menos te confesó que te ama?

Misha, muerto de la vergüenza, asintió.

- Menos mal. Si te hubiera atormentado nada más porque si, iría a romperle su linda cara al cobarde.

- ¿Qué? - exclamó Misha, confundido.

- Mish, estás aquí - dijo Sebastian con sentimiento -. Dime que preferirías regresar con él. Dime que no me veías a mi cuando bajaste del avión, y que era su nombre el que querías gritar en la alfombra. Di que te arrepientes de todo.

Misha lo miró con los ojos muy abiertos, abrió y cerró la boca varias veces antes de que la voz le pudiera salir.

- Ni siquiera puedo visualizar mi vida sin ti.

Y en ese momento, se dio cuenta de que nunca se había sentido tan seguro de algo en toda su vida.

- Sebastian, estoy harto de los vecinos.

El otro parpadeó, confundido por el abrupto cambio de tema.

- Perdóname, creo que no te sigo.

- Vamos a mi casa.

Lo acordado era que Misha llegaría al departamento de Sebastian y que se quedaría hasta que hubiera descansado, o se le acabara la ropa limpia, lo que pasará primero. La próxima vez le tocaría recibir a su amante (con su gato), y así sucesivamente.

Misha tomó aire.

- La construí yo mismo, ¿sabes? Hasta los muebles. Aunque no es muy grande, porque nunca la hubiera terminado… Pero se le pueden hacer añadidos, aunque llevarán tiempo. Tal vez no pueda hacerlos yo… pero sólo tienes que decirme lo que te gustaría…

Sebastian lo calló con un beso.

- ¿Me estás ofreciendo un lugar en el nido que construiste con tus propias manos?

- Te estoy ofreciendo todo el nido.

- ¿Y tú a dónde irás?

- Supongo que podemos llegar a un acuerdo.

Sebastian se echó a reír.

- Un nido para dos ángeles, es muy apropiado. ¡Plumas por todas partes!

Ambos rieron a carcajadas, hasta que a Sebastian se le saltaron las lágrimas. No engañó a Misha, quien supo lo aliviado y conmovido que se sentía.

Volvieron a acostarse y se abrazaron, suspirando de satisfacción. Misha esperaba poder dormir un poco, porque les esperaban días con mucha actividad. Se acurrucó sobre el pecho de Sebastian, pensando en cajas, maletas y en que tenía que hacer una entrada para gatos.

- Mish -dijo Sebastian en voz baja, un rato después.

- ¿Si?

- ¿Y qué tal besa?

Misha se incorporó y le dio un almohadazo.

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