Título: the caged bird
Fandom: Kingdom Hearts
Pareja: Isa/Lea
Summary: Isa no sabe como dejarlo ir. AU Feudal.
Notas: Angie me recordó la existencia de LJ y decidí que mejor guardaba esto aquí luego de la tercera vez en que casi lo pierdo por no poner "guardar". Hikaru tiene la culpa en algún nivel obvs.
Winter desolation
What speaks is
the caged bird
El primer asalto al castillo llegó no como una tormenta, si no como la última brisa de otoño. Mortal, sin duda, pero también pasajera. Fue más bien un aviso, el anuncio obvio como la ceniza que precede al incendio, el asedio iba a ser largo y en las altas murallas la mano derecha del señor de aquellas tierras observaba la fina línea que separaba el cielo de la tierra extenderse con luz dorada.
La puesta de sol, entonces, se parecía un poco al infierno.
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Su nombre era Lea, y gozaba con la fama de quien ha decapitado a los más fuertes enemigos para llevar consigo las cabezas de dientes oscuros ante su señor. No poseía la solemnidad que caracterizaba a los de su clase, pero si la agilidad de los mejores samurais de las tierras del oeste.
Decían también que su padre había servido al padre del señor de aquellas tierras, que lo conocía desde toda la vida y que entre ellos existía un lazo tan fuerte como el acero de sus armas. Era él sus ojos en tierras lejanas y su espada en cada batalla por nuevas conquistas. Los rumores que se comentaban entre los campesinos durante los tiempos de cosecha decían además que era Lea la razón por la que Lord Isa jamás había contraído mano en matrimonio.
Su nombre era Isa, de semblante serio y porte arrogante. Su fama era la de un gobernante estricto, cuya mano firme había servido para traer fortuna y grandeza a las tierras que reinaba, pero su carácter inflexible también había servido para crear conflictos con los señores de tierras vecinas. No había centímetro de su reino que fuera negociable, no había campesino ni samurai cuyo cabello pudiese ser tocado por extranjeros, cualquier acto de violencia hacia su gente era una ofensa que se castigaba de inmediato.
Y la mano de Lea nunca tembló al aplicar un castigo.
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"Mi Lord"
"Borra esa sonrisa de tu rostro, Lea"
"Pero traje sake conmigo ¿no es esa ofrenda suficiente, Mi Lord?"
"Si te escucharan hablar así"
"Con respeto"
"Con sarcasmo"
"Ahora hiere mis sentimientos"
"Tan solo acércate"
Isa siempre había tenido el mismo aire solemne y serio, Lea recordaba jugar en los jardines del palacio con su espada de madera y sentir la mirada de alguien sobre él. Entonces voltearía y lo vería sentado contemplando la luna, con un desinterés que sabía fingido.
Isa recordaba observarle jugar con el mismo interés que observaba la luna de invierno, con una suerte de fascinación por las cosas prohibidas. No estaba en sus deberes el jugar con niños de su edad, aún así Lea encontraría la forma de hacer que se escapara junto a él, cada vez con más frecuencia.
Fue en ese mismo jardín y cuando la entrada de ambos al mundo de la adultez se veía cada vez más cerca, que Lea le juró lealtad hasta la muerte y su juramento fue sellado con la espada que lo reconocía como un samurai y un beso en los labios del futuro Lord de las tierras del oeste.
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La noche anterior al primer asalto, Lea liberó a cada una de las aves del castillo para que se perdieran en el cielo lleno de estrellas, luego de eso tomó sake junto a sus hombres sentado en las alturas de la muralla principal. Nadie mencionó nada sobre batallas ni guerras, pero bebieron con la dicha de quienes reconocen su último trago en esta vida. Lea guardó su mejor botella de sake y cuando la luna llegó a lo más alto del cielo, caminó como cada noche a la habitación más lejana del castillo.
"¿Es esto lo suficientemente cerca?"
"No, no por esta noche"
"Entonces no soy el único paranoico"
"Difícilmente, la obviedad del enemigo me resulta casi insultante"
"Prepararé las tropas a primera hora, no les regalaré una emboscada"
"Quieren reclamar mis tierras, intentarán quedarse con el castillo"
"Esta es la parte en la que te sugiero -con mucho respeto- que abandones el maldito lugar antes de que estalle en llamas"
"Pero vas a ahorrarte la amable sugerencia porque sabes no me moveré"
"Subestimas a tus enemigos"
"Sobreestimo tus capacidades"
"Mi Lord, este lugar será un infierno"
"Siempre creí que había algo de demonio en ti"
"También yo lo creía de ti, con esa fascinación que tienes con la luna, cualquiera lo pensaría"
"Esa ofensa merece un castigo"
Lea rió y su carcajada hizo temblar las llamas de las velas. Su carcajada resonó contra las paredes y dentro del pecho de Isa. Su risa se asemejaba a una tarde de verano quince años atrás, cuando la guerra y los deberes propios de sus posiciones eran aún expectativas de un futuro distante, un futuro que más tenía que ver con grandiosas batallas contra bestias imposibles y festividades en honor a ambos, que la certeza de la muerte.
Pero quince años antes no sabían que la pasión solo es posible porque existe la amenaza de la muerte, quince años antes se habrían creído dioses, pero una certeza anidaba en el enorme corazón de Lea; los dioses envidiaban cada beso desde su inmortalidad, porque eran ellos los que vivían creyendo que cada momento podía ser el último, era ahí y solo ahí donde se podía vivir por completo, en los lugares en los que nunca podrían estar de nuevo, en la belleza distintiva que brinda la maldición de la mortalidad, entonces todo era una explosión volátil de verdadera vida.
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Lea corrió, corrió, corrió por los eternos, infinitos pasillos del castillo.
Las tropas enemigas excedían cualquier número imaginable, las tropa enemigas buscaban a quien había jurado proteger.
Lea corrió hasta dar con la puerta que tantas veces había cruzado.
Lea corrió y oh Dios, hace cuanto tiempo que no rezaba.
Lea corrió.
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El primer asalto al castillo fue el inicio de un asedió que duraría catorce días y catorce noches. El número exacto de días en que Lea y el resto de los samurais resistieron cada golpe, el tiempo suficiente para que su señor Isa pudiese huir del lugar y armar un ejercito de enormes proporciones, lo que le otorgaría la victoria.
Al atardecer del día catorce Lea se paró en la entrada del castillo y mientras todo se prendía en llamas cometió sapukku.
Al anochecer de un día que nadie numeró, el señor de las tierras del oeste, Isa, lo buscó en vano.
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Lea le había dicho "déjame ir"
Lea había insistido "déjame ir"
Pero Isa no sabía como.
Lea que siempre le había parecido natural como el murmullo del viento y el danzar de las llamas, era efímero como todo lo que la naturaleza le daba, excepto la luna, excepto las estrellas.
Lea le dijo entonces que reuniera un ejercito y volviera por sus tierras, que él defendería su reino mientras tanto.
Isa que no sabía que hacer sin el murmullo del viento ni el danzar de las llamas le dijo;
"Búscame cuando todo termine"
Y Lea respondió.
"Te buscaré en la próxima vida, y en la que siga a ella. Te buscaré en mil vidas más aunque dejes de esperarme y rezaré por primera vez para que pueda encontrarte."
Isa dijo--
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El castillo seguía en pie con orgullo de dragón herido, imponente a pesar de las llamas, a pesar de con cada hora que pasaba, un nuevo crujido que estremecía la vieja estructura. Para entonces Isa debería ya estar lejos, para entonces era suficiente.
Lea caminó por entre los jardines destruidos hasta la entrada del castillo con la nostalgia tranquila de los muertos.
Hey Isa. La luna parece que está mirando, así que supongo puede darte un mensaje o dos
Hey Isa ¿Te acuerdas de este lugar?
La gente siempre se pierde con las cosas bellas, por eso la luna, por eso el sol, por eso nosotros. Hay algo bello en lo inevitablemente terrible.
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Cuando Lea cierra los ojos y el acero atraviesa su abdomen, lo ve sin su ropa ceremonial observando el atardecer, dándole la espalda el cabello largo que reflejando todas las estrellas del firmamento cae por su espalda ancha.
piensa entonces en que cuando el sol cubre la luna, esta se tiñe de rojo,
y se pregunta si es que las aves que liberó habrán llegado a buen destino.