"Los desaparecidos son eso, desaparecidos; No están ni vivos ni muertos, están desaparecidos.”
Frase utilizada por Jorge Videla para referirse a los Desaparecidos en Argentina. Que la frase no quede en el olvido, mucho menos la indignación que nos produce a cada argentino.
"Las palabras falsas no son malas por sí mismas, pero infectan el alma con maldad."
Sócrates.
Como un frío bloque de hielo imposible de doblegar, Walburga se había quebrado inevitablemente. Astillado por el golpe directo de un cincel en el pecho, un terriblemente cruel artista había comenzado a esculpir lo que sería el desgraciado destino de la familia Black, y ya no parecía haber nada por hacer. Algo en su interior sabía que era así.
La primera noche que Regulus no apareció, simplemente comenzó con discretas averiguaciones, aunque algo dentro suyo le decía que a su hijo le había pasado una desgracia. Cuando no supo nada de él al día siguiente, contactó con su hermano Cygnus, quién a su vez interrogó a su hija Bellatrix. Nadie sabía nada.
Para el tercer día, Walburga ya había intentado averiguar con todos los magos cercanos a Regulus: los Malfoy, los Nott, los Lestrange; magos con los cuales ella mantenía amistad, relación de simple contacto o que ella no conocía en absoluto, pero que habían cursado Hogwarts con Regulus. Los cuadros de la casa de los Black habían visitado varias veces todos los marcos en los cuales estaban en menos de setenta y dos horas, tratando de encontrar al heredero. Nadie sabía absolutamente nada. Regulus simplemente no estaba.
El fuego crepitó anunciando la llegada de alguien a la casa, y cuando Orión salió por la chimenea, vio pasar por un segundo la decepción en el rostro de su esposa, quien había dejado de hablar con un cuadro esperando ver en la chimenea a otra persona. Orión se encontraba sumamente cansado, su cuerpo apenas había soportado la sesión de cruciatus a la cual lo había sometido el Señor Tenebroso cuando su hijo no se presentó para la misión que le había sido asignada.
-Ni Él puede encontrarlo… -susurró y caminó los pocos pasos que lo distanciaban de un sillón para dejarse caer en él.
Walburga no dijo nada a su marido, el silencio reinó en la sala durante unos momentos. Ninguno de los dos miraba al otro; Walburga prestaba atención al marco del cuadro con su bisabuelo, a quien acababa de mandar a buscar información, y Orión seguía con la mirada perdida en la nada.
Orión siempre había sido un hombre de pocas palabras, pero acostumbrado a usarlas para dar malas noticias. Cerró los ojos y apoyó la cabeza contra el respaldo del sillón, sus huesos dolían y había estado por desfallecer, pero el Lord había sido benevolente por alguna razón que no terminaba de comprender.
-Wally… -Un escalofrío recorrió a Walburga al ser llamada por su marido como en la infancia, cuando, antes que ser marido y mujer, habían sido primos que compartían aspiraciones y juegos a la luz de las velas-. No creo que esté con vida…
Walburga siguió sin mirar a su esposo. Orión creyó que no le respondería.
-¿Quiénes?- preguntó la mujer, y su voz sonó con la firmeza de siempre. Pero Orión sabía que le había costado pronunciar aquella pregunta; de la misma forma en la que Walburga era plenamente conciente que su esposo no creía cosas en vano.
-Los nuestros…
-¿Nuestros…? -preguntó la mujer girándose para observar al hombre que había amado por no tener más opción que hacerlo-. Déjame preguntarlo en voz alta porque no termino de comprenderlo, querido, ¿los nuestros nos hacen desaparecer, torturan y, Merlín no quiera, espero que no, nos quitan la vida…? -Walburga no pudo terminar la pregunta porque no soportaba más quedarse así, observando al hombre con el que se había casado aceptar con resignación que su hijo menor podía estar muerto. Orión se parecía a Regulus: dejándose llevar por la corriente, aceptando las cosas cuando eran inevitables con una resignación profética o estúpida. Walburga dio tres pasos por la estancia, conteniéndose de comenzar a pasear como un león enjaulado. Se detuvo y se obligó a marcar prioridades-. ¡Kreacher! -El elfo acudió enseguida a su llamado, bajando la cabeza y temblando de miedo, sus ojos estaban rojizos de tanto llorar y sus mejillas estaban inundadas por lágrimas, pero nadie parecía prestarle atención -. Trae el vial de poción que preparé ayer, una copa de agua destilada para diluirlo y pon la mesa. Para uno.
Kreacher se apresuró a desaparecer para cumplir con el pedido.
-No tengo hamb… -La protesta de Orión fue rápidamente callada por Walburga, quien acudió a ayudarlo cuando intentó ponerse en pie.
-Orión, cállate. Ahora no hay tiempo -Orión suspiró resignado, apoyándose un poco en su esposa, pero tratando de recomponerse para caminar por sí mismo e ir al comedor-. Comerás y dormirás cuatro horas. En el estado en el que estás no sirves para nada. Te necesito lúcido.
-La-la me-mesa ya está lista -Kreacher, tartamudeando, se apareció y ayudó a su amo a llegar y sentarse en una de las sillas. Era horrible ver a sus amos preocupados por Regulus sabiendo la verdad. Apenas resistía el impulso de castigarse frente a ellos y contarles todo a gritos. Pero tenía la orden de Regulus de callar.
-Listo… -dijo Walburga acariciando la mejilla de su esposo, que tenía los ojos cerrados-. Mientras duermes, yo iré a hablar con Bellatrix -Suspiró cansadamente antes de agregar-… de nuevo. Alguien tiene que saber algo. Regulus tiene que estar en algún lado…
Orión apenas sí pudo asentir, girando el rostro para besar la palma de la mano de su mujer.
-Espero que tengas razón.
Walburga se tragó el «yo también espero tenerla» y se dirigió a Kreacher, dándole las últimas instrucciones antes de ir a la casa de su hermano.
-¡Y tú! -dijo al elfo que no paraba de temblar. Todos adjudicaban ese comportamiento a la preocupación que sentía por Regulus-. Si hay noticias de Regulus, cualquiera que ésta sea, me irás a buscar inmediatamente, ¿entendido?
El elfo estalló en llanto mientras asentía y balbuceaba.
-Kreacher irá, ama. Kreacher está preocupado por el amo Regulus. Kreacker está... -El elfo comenzó a retorcer la toalla que estaba usando de ropa con nerviosismo, retorciéndose también los dedos hasta hacerlos sonar ranciamente-. Kreacher prometió y Kreacher va a… -Con dificultad, logró tragar saliva-… obedecer las órdenes de los Black hasta el final de sus días…
Walburga fijó su mirada en el elfo domestico con suspicacia, haciendo que Kreacher se sintiera aún más nervioso y siguiera retorciéndose los dedos junto con la tela, trasmitiendo ese nerviosismo a sus rodillas que comenzaron a temblar.
-¿Qué escondes?
-¿Esconder? ¡Kreacher no esconde nada, ama...! Kreacher no tiene nada del amo Regulus.
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