Fandom: Original
Título: Se acabo la fiesta
Palabras:supuestamente, 1420
Reto: 17. Año nuevo, vida nueva
Resumen: La gran cena elegante, las campanadas, los abrazos de cortesía y los buenos deseos un tanto hipócritas; ninguna de esas cosas le indicaron el fin de nada
Notas: Vaya muestra de mi vagancia, desde enero inconcluso para venir a terminarlo en diez minutos y casi en marzo =D
La gran cena elegante, las campanadas, los abrazos de cortesía y los buenos deseos un tanto hipócritas; ninguna de esas cosas le indicaron el fin de nada, pertenecían todas a la misma existencia de siempre.
Evelyn, la misma de siempre, en su casa, que en realidad era de su abuela Adriana pero su mamá había vuelto a vivir con ella luego del divorcio. (Un divorcio si era un cambio significativo, pero Evelyn tenía dos años solamente cuando ocurrió). Con toda la familia disfrutando de la ultima cena del año, como todos los años. El mismo buen ambiente de tantos años, siempre un ambiente de familiaridad que no siempre está presenten donde quiera que haya una familia. Porque, como aprendió por sus padres, no por compartir sangre y un código genético se iba a tener un cariño supremo y automático por alguien.
No se malentienda. Evelyn no tiene ningún problema con ni con sus padres ni con el resto de sus familia, sobre todo porque desde su perspectiva las cosas siempre han sido iguales y sus papás nunca han estado juntos. Así lo aprendió.
Ellos se querían mucho y eran jóvenes, cuando se es joven se creé que se estará por siempre con la misma persona y se sentirá el mismo cariño por siempre. Se casaron porque de verdad creían eso, que el amor duraría por siempre. Dos años después y a punto de tener un hijo, las cosas funcionaban bien, sólo bien, nada de magnifico, nada de el amor lo puede todo. Nació la niña para la que no tenían nombre -porque habían supuesto que sería varón y nunca pidieron saber el género- y asumieron que ahora todo podía mejorar. Nada de empeorar. Un error más. Llegaron a un punto en el que ya sólo se soportaban por que la bebé estaba en medio de ellos, nada funcionaba cuando algún pariente se ofrecía a cuidarla para que ellos disfrutaran un tiempo a solas.
Pasado el corto tiempo en el que uno puede auto engañarse y pensar que todo está bien, llego el momento de sentarse a hablar civilizadamente sobre lo que sentían, si aún había amor y si valía luchar por él o si ya todo lo que tenían era una hija juntos, que no es poco, no pero tampoco es suficiente.
La separación fue todo un ejemplo para el mundo, es posible que nunca hubiese un divorcio tan fácil, sencillo, y, sobre todo, donde al final todos quedaran de amigos.
Su papá se volvió a casar, cuando Evelyn tenía doce años, después de casi ocho años de relación y, está vez sí, la certeza de que iba a durar. ¿Para siempre? eso Evelyn no lo sabe, pero ya van ocho años y tres hijos así que igual y sí.
Su mamá, en cambio, no se había vuelto a casar más por convicción que por falta de amor, Evelyn recuerda haberla visto con el mismo novio toda su vida. De esa manera, Evelyn aprendió que tampoco por vivir las mismas cosas son iguales las personas.
Evelyn no sólo quería a sus padres por ese motivo, no. Los quería porque nunca la descuidaron ni la trataron mal, le dieron siempre más importancia sobre las otras personas de su vida, la ayudaban en la escuela y en la escuela. Nunca hacían nada que pudiera lastimarla.
Por eso Evelyn los quería y no simplemente porque fueran familia.
A su abuela Adriana también la quería mucho. No sabe decir si por ser familia o por algo más; está segura que hay algo más, pasa que no sabe lo que es.
Adriana solía contarle historias cuando era pequeña, sobre todo cuando su mamá no estaba y Evelyn se aburría. Casi nunca eran leídas, todas las inventaba sobre la marcha dependiendo a como reaccionara la pequeña; no es que todas terminaran en "...y vivieron felices por siempre" que eso más bien la hubiese aburrido, era más que sabía contarle las cosas para mantenerla interesada así fuese una historia de espantos que de aventuras o de algo cotidiano.
Evelyn creció y la que se aburría era Adriana, ya conocía la mayor parte del país y de la ciudad ni se diga. Por eso, mientras Evelyn entraba en la edad de las amigas, las fiestesitas y los amores inocentes, Adriana recorría una pequeña porción de ese gran mundo, viviendo siempre nuevas aventuras a pesar de la edad y siempre trayendo recuerdos para su querida nieta, que ni fue la primera, ni la más bonita, ni la más lista, pero sí la más cercana.
En España le compró un anillo con un corazón rojo como adorno.
El anillo en sí no tenía gran valor. Era la historia detrás lo valioso. El gran abuelo de Evelyn, Michael, había nacido y vivido gran parte de su vida en España con sus papás. A la edad de 14 años, la mamá falleció y el padre, al verse sobrecogido por todos los recuerdos, decidió irse del país con su hijo y poco más, siempre en busca del olvido que nunca consiguió totalmente. Entre las pocas cosas que se llevo en su aventura estaba un anillo de oro puro con un rubí en forma de corazón, una reliquia familiar que ya nadie recordaba cómo y por qué había llegado a la familia.
Muchos años después, ya con la amenaza de una inminente muerte a cuestas, Michael le da el anillo a Adriana para que lo recuerde por siempre. (No que necesitara un regalo para hacerlo).
Evelyn siempre quiso un anillo igual.
-Ahora tienes uno, linda. Ahora estaremos juntas por siempre.
Lo usaba todos los días, se lo quitaba únicamente para comer. No le daba miedo que se lo robaran o se perdiera porque, de una manera difícil de comprender si no se comparten los sentimientos, se sentía más segura cuando lo traía puesto, indudablemente más cerca a su querida abuela.
Le gustaba cuando se tomaban de la mano y las bandas simplemente encajaban en el espacio como si siempre hubiesen estado ahí.
Ese año nuevo era el primero que Evelyn pasaba con su familia y su novio. Llevaban más de dos años saliendo pero ella siempre se había negado a la idea. A nadie le sorprendió saber que fue su abuela quién la había convencido al fin.
No había nada que temer, si el chico ya conocía a sus padre -y a sus respectivas parejas-, a la abuela, a algunos tíos, tías y primos. A casi todos los que estaban cada año nuevo. Era algo de Evelyn, el sentir que llevarlo a algo tan formal y familiar cambiaría las cosas para siempre.
No cambió nada. La cena fue la misma. El trato fue el mismo. La relación siguió. Todo iba funcionando de un manera que hacía creer a Evelyn que nada cambiaba nunca. Eso a ella le gustaba.
Pero claro, todo tiene que llegar a un final, tiene que haber algo que marque el final y el inicio de algo nuevo; incluso si no es en año nuevo, incluso si duele más que nada en el mundo. Porque hay un orden y costumbres y cosas que a uno le gustan y no quiere cambiar nunca, ni por dinero. Hay personas de las que uno no se quiere separar jamás, ni siquiera a sabiendas que nadie es eterno.
Por eso le dolió tanto a Evelyn. Es como si la vida o el destino hubiesen tenido siempre como objetivo el lastimarla profunda e irreversiblemente. Porque de todo lo que pudo pasar y modificarle drásticamente la vida, de todo lo que le pudiera haberle hecho daño, de entre todo eso paso lo peor.
Ocurrió cuando nadie se lo esperaba, ni siquiera el doctor de cabecera. A Evelyn le aseguraron que había sido una muerte tranquila y sin dolor, que había sido inmensamente feliz sus últimos años conociendo al mundo y sus últimos días en casa con su familia, que tenía la certeza de que estaba todo en buenas manos.
Efectivamente, todo estaba bien.
Todo menos el hecho que ahora su anillo no encajaba en ningún lugar, no chocaba contra otro igual, no le daba seguridad de nada.
Porque ella no quería a la gente simplemente porque sí y ya está. Los quería bien y porque se lo merecían. Nadie se lo merecía más que su abuela Adriana. Nadie la quería más y Evelyn a nadie le tenía tantísimo cariño como a ella.
No sólo fue el fin de una vida, fue el fin de toda una etapa para Evelyn. Fue todo lo que el año nuevo debería haber sido antes, fue el gran cambio que espero toda su vida sin imaginarse que dolería tanto.
++Fin++