Reto nº 16

Sep 08, 2008 00:10

Título: Fantasmas del pasado.
Reto: 16. Fantasía y realidad.
Número de palabras: 876.
Notas de la autora: la protagonista de este relato es una chara mía llamada Layla Cornwell, de la que estoy escribiendo una serie de viñetas que podéis encontrar aquí.
Dedicado única y exclusivamente a lialy, que hoy precisamente me dijo que le gustaría saber más sobre su pasado.
Y muchísimas gracias a kitty_partner  por beteármelo <3
Advertencias: un poco ¿angst? Tampoco mucho.

Estaba sonando su canción, un remix dance de la de Eric Clapton improvisado por el DJ, y Layla bailaba al compás de la música con un pitillo en una mano y un vodka con lima en la otra. El ritmo se introducía en su cuerpo y viajaba por cada fibra de su ser, agolpándose en sus venas, que ya contenían una concentración de alcohol lo suficientemente elevada como para hacerla tambalearse si se quedaba quieta más de medio segundo.

Hacía sólo cinco minutos había tenido que echar con cajas destempladas a su ex, Marc, que volvía a su lado suplicándole, como un perro abandonado bajo la lluvia, que volvieran. Era un tío orgulloso, alto y rubio con pinta de europeo, aunque en realidad la única vez que salió de su Philadelphia natal fue para ir a la universidad. No era más que un niñato prepotente más, y Layla se había cansado de él. No hacían falta más explicaciones.

Los últimos acordes de la canción se desvanecieron en el aire como mariposas alejándose en dirección al horizonte y pronto comenzó otra, totalmente desconocida para Layla. Terminados su copa y su cigarro y con la perspectiva de una nueva acometida por parte de Marc, decidió salir del local durante unos minutos, de manera que se despidió de su amiga Karen, una pelirroja de labios sensuales, y encaminó sus erráticos pasos hacia la puerta de la discoteca.

Fuera, la noche era fría y, en un primer momento, el aire helado le cortó la respiración. Sus ojos vagaron por el tramo de calle en el que se encontraba el Carpe Diem (nombre cliché por excelencia), iluminado por demasiadas luces de titilante neón.

Arrastrando los pies, que ya empezaban a dolerle por culpa de las sandalias de casi diez centímetros que había escogido para la ocasión, se dirigió hacia el callejón sin salida situado a la izquierda de la discoteca, donde se habían consumado más polvos y más transacciones de droga de los que pudieran ser contados.

Sacó otro Marlboro con languidez pero, por más que rebuscó en el bolso, no pudo encontrar el mechero. Por suerte, alguien a quien no reconoció, harto también de las pesadas en minifalda y el peligro constante a que te tiraran una copa por encima, salió del Carpe Diem y se internó en el oscuro callejón tras ella.

- Perdona, ¿tienes fuego?

Justo entonces, la persona entró en un charco de luz emitido por una de las lejanas farolas el tiempo suficiente para que Layla vislumbrara sus rasgos. Un escalofrío le recorrió la columna vertebral a toda velocidad.

Era Marc.

- Sabes de sobra que yo no fumo.
- Perdona, no te había reconocido.

Su ex siguió caminando hacia ella hasta romper la barrera de su espacio personal, una frontera que le había sido impuesta hacía ya un tiempo y que estaba condenado a no volver a atravesar. Cogió aire e intentó apartarse, pero sus pantorrillas chocaron con un duro cubo de basura mientras Marc se acercaba aún más, tanto que Layla podía oler su aliento, una mezcla de alcohol y maría y un regusto algo metálico que le costó identificar como sangre.

- Laaayla. -susurró él en una burda imitación de Clapton, acariciándole con torpeza una mejilla-. Estás hecha toda una zorra, ¿lo sabes?

Tragó saliva y trató de empujarlo para hacerse camino, pero Marc medía casi uno noventa y tenía la complexión de un jugador de rugby amateur, por lo que no logró moverlo ni un centímetro.

- Apártate de mí. -a pesar de su resolución y del veneno que destilaban sus palabras, la voz se le quebró a mitad de la frase y las sílabas le patinaban y se mezclaban unas con otras, como si fuera incapaz de articularlas con claridad.
- Pues claro que no, puta. -lo que había comenzado siendo una caricia pasó a ser unos dedos violentos que la aferraban por la barbilla. Layla, incapaz de desasirse, soportó en silencio la mano de su ex desabrochándole los cuatro primeros botones de la camisa y haciéndose con un sitio de honor en su sujetador.
- Marc, te lo digo en serio, suéltame.

Y le hizo caso. Sólo para embestir contra ella con la fuerza de un toro, estampándola contra la pared y, mientras con una mano le oprimía el pecho para evitar cualquier movimiento, con la otra empezó a hurgarle bajo la falda.

Iba a violarla, iba a violarla. Ese loco hijo de puta iba a violarla, pensó Layla al sentir cómo sus bragas de encaje negro se deslizaban piernas abajo, impulsadas por los dedos de su ex. Se le llenaron los ojos de lágrimas al volver su niñez como una bofetada, al golpearla el antiguo dolor con más fuerza aún, si es que eso era posible.

Con los párpados cerrados, se echó a llorar desconsoladamente mientras escuchaba el familiar y tintineante sonido del cinturón de Marc al desabrocharse. Las manos le colgaban fláccidas a ambos lados del cuerpo y su pecho subía y bajaba, su respiración agitada y su cerebro colapsado, incapaz de reaccionar.

- ¡Eh! ¡¿Qué coño te crees que haces, gilipollas?! ¡Déjala en paz ahora mismo!

Layla abrió los ojos sin poder creer su suerte. Nunca se había alegrado tanto de oír los característicos gritos de Karen.

croissant #16

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