La mirada más tierna y la voz más dulce me cautivaron aquella tarde. No hizo falta nada más, el resto de tus cualidades se precipitaron sobre mí inevitablemente. Pero dime, ¿acaso era posible no enamorarse de ti? si los idiotas te idolatran, e incluso los astutos te sonríen.
Algunos, me llaman caprichoso, por ser tan fiel a tu amor, otros me dicen iluso, por jugar con sueños imposibles. Aunque creo que los muy bobalicones, nunca han experimentado un sentimiento equiparable al que yo siento hacia ti.
Pero el tiempo, ¡ay el tiempo, tan poco amigable él!, indiscutiblemente transcurre sin cesar, y tú, no vienes a mí. Nada se me hace sencillo, tan solo el simple hecho de no verte, u oírte, provoca en mí una profunda pesadumbre y una intensa apatía. Por favor, anótame, si existiese, la receta para elaborar el brebaje que cure mi adicción a ti, pues de sobra sabes que no puedo permanecer así mucho más tiempo.
Y cuando mis sentimientos parece que arrecian, debido al olvido, vuelves a aparecer, sorprendiéndome, renovando mi amor con la misma ilusión de los primeros días. Pero vuelves a marcharte, sonriendo, una vez más.