Oct 23, 2017 20:36
*
A veces siento esta apertura tan dolorosa como un estado de gracia. Cierto es que siempre suplico que sea temporal. La gente que se quita la vida vive en este estado de gracia todos los días y visiona sus días futuros en el mismo estado. Y si el estado de gracia se agudiza y el mundo duplica su sobreestímulo en tus órganos, quieres que se acabe el mundo. Y como el mundo no se acaba, pues te acabas tú. Hamlet dice que "el resto es silencio" cuando finaliza la tragedia como si el dolor de los últimos cinco actos hubiera sido puro ruido. Esta apertura de gracia para la desgracia es apertura al ruido y angustia de ruido. Es trágico y su cese implica silencio. A veces pienso que si esto sube de volumen, no voy a poder llevarlo. Pero vaya que si puedo, y vaya si confío en la temporalidad del máximus sensibilitus. (Así lo llamó alguien que me escribió desde su isla.) Llegarán los rayos de sol a transformar el cuerpo y volverá la alegría, a ratos prisionera. Seré rayos de sol y esto que aquí escribo, quién sabe si en privado o si en público, parecerá no haber existido. Llegarán -decía- llegarán los rayos de sol y la luz dará un revés al estado de gracia. Hay una frontera común entre una cosa y otra, hay un roce entre la melancolía y la alegría. Esa frontera la habita la belleza. Brillan mucho los colores, las voces llegan a la parte profunda del estómago. El planeta es puro movimiento y su matemática puede percibirse en las lejanías del cerebro. Hay armonía hasta en el polvo, pero tanta información hace daño en el pecho.