El viento jugaba con su pelo, le gustaba ese lugar, ahí podía recordar tiempos mejores, quizás no hubiera pasado tanto, pero para ella parecía una eternidad, y realmente dudaba que alguna vez se sintiera tan feliz como lo había sido en esa época, donde su mayor preocupación había sido ver a Sam y continuar su relación. Pero ahora todo era diferente, ya casi no sonreía y si lo hacía, mostraba una sonrisa burlona o sarcástica, nunca de felicidad, su cabello ya no llevaba trenzas, y sus ojos no tenían ese brillo cálido que los había caracterizado, y cuando se miraba en el espejo no se reconocía, era el mismo cuerpo, el mismo rostro, las mismas manos y sin embargo no era ella, no era Leah Clearwater la que estaba ahí, y sabia que no solo ella lo notaba, toda la manada lo hacía, todos creían que ella era una arpía, que lo único que deseaba era hacerlos sufrir, nadie la tenia verdaderamente en cuenta, y todos evitaban sus pensamientos, aunque ellos mismos habían hecho lo que ella era ahora, sabía que tenía su parte de culpa, pero también sabía que quizás ella habría afrontada mejor todo si no hubiera estado sola, si la manada no la hubiera abandonado, y quizás si hubiera tenido alguien en quien apoyarse no se sentiría con tanta rabia e ira en su interior, pero no, estaba sola, con una manada que tenía solo hombres que se habían alineado con Sam y evitaban tratar con ella.
Pero uno nunca la evito, Jacob Black nunca lo hizo, por mucho que le dijera cosas que lo ofendieran y le lanzara bromas pesadas, siempre estaba cuando lo necesitaba, cuando no quería estar sola, como si tuvieran una extraña conexión, porque cada vez que quería descargar su rabia con alguien él estaba ahí para responderle con algún comentario acido, o un buen sarcasmo que ella respondía, porque él sabia y entendía lo que ella sentía, y ella también lo comprendía, porque a pesar de que su propio dolor aumentaba cuando vislumbraba sus pensamientos, extrañamente saber que alguien pasaba por una situación parecida a la de ella lo hacía más soportable, y en una pequeña parte de su mente empezaba a querer sus encuentros, que cada vez se estaban haciendo más cercano, una vez al día, era una cita tacita que solo ellos dos sabían, y a la cual acudían casi sagradamente, todos los días se juntaban antes de correr a las reuniones de la manada, nadie preguntaba y era mejor así, porque sus encuentros ya no eran con el fin de herirse, hablaban, se comprendían, porque su relación era extraña, no eran amigos, no eran novios, parientes ni amantes, pero había un lazo muy poderoso que los unía, y a pesar de no saber cual era, ni que podía llegar a significar, se unió a Jacob, se fue con su manada, y no fue solo por librarse de Sam, ni por apoyar a Seth, fue porque su corazón de loba le dijo que fuera con Jacob, que fuera leal a él, y por primera vez en años le hizo caso a ese órgano que creía irrecuperablemente muerto, pero con Jacob le había dado la oportunidad de recomponer, y la ilusión de volver a empezar.