Bueno, hace tiempo que escribí esta historia para un concurso y tal, pero como el concurso hace tiempo que terminó -y mi historia se perdió entre los borradores, y creo que no había ninguna prohibición expresa de publicarlo aquí- pues hoy, que estoy seca de musa y de todo drabble pues lo subo para no perder el reto de
reto_diario , y como me dedico a hacer falsos cut hacia acá, pues publico aquí primero.
Es una pequeña paranoia de las mías... ya me entenderéis cuando la leáis xD
Lo asesiné con mis propias manos. Pude sentir cómo se retorcía bajo la fuerza con la que le robaba el aire. Después vino su llanto, tétrico, diabólico, histérico. Se tropezó con la risa, que venía a darle la nota de surrealismo al momento. Sus ojos se clavaron en los míos, suplicando como no había visto a ningún ser humano, como sólo un ser humano puede hacerlo, como todos los seres humanos harán cuando teman por su vida. La muerte, desnuda y sin palabras que la embellezcan o la envuelvan en la esperanza de la eternidad sujeta a los designios de la ideología de las distintas épocas, acude. Fría, como un cadáver, arde cual hoguera donde se consume la vida y se queman los momentos que quisieron congerlarse para escapar del tic-tac de un reloj que nunca se detiene.
Murió. Fue más rápido de lo que aquí cuento. Ella vino y él se marcho, en un solo aliento. No sufrió mucho, únicamente cuando comprendió que iba a morir.
Yo, el asesino, sí que sufre. Cada día, cada vez que lo mato, cada vez que muere, cada vez que se repite la misma escena en mi cabeza, cada vez que lo revivo, que lo escribo y que lo leo.
¿Quién era el muerto? No lo sé. Pero aquel maldito escritor me hizo sentir como si lo conociera, como si tuviera un móvil, como si fuera yo quien lo hubiera hecho.