Regreso.
Me fui por cobardía, por cansancio, por orgullo, por coraje, por miedo, que se yo, tal vez por todo tal vez por nada. Tal vez solo eran esas ganas enormes de ya no sentir nada, de ya no tener que preocuparme por nadie. Tal vez era la esperanza de que las playas de México me dejaran limpio de todo recuerdo, de todo dolor, de nuevo que se yo.
Pero la realidad fue otra, la verdad es que por más que lo intentaba no podía olvidar aquello que llamaba mi regreso. Mi sentido de justicia, mi lealtad, mi convicción de que a veces el trabajo no era el mejor pero por lo menos era un paso para mejorar el mundo, mi melancolía por mi equipo. Y fue todo lo anterior lo que inclino la balanza. Y es que a veces para arreglar el alma no hay mejor medicina que estar al lado de todo lo que se quiere y respeta aunque a veces duela.
Serenidad.
Solía mirar sus ojos y perderme. Llenos de misterio y a la vez tan abiertos al mundo. En ellos encontraba la paz que me abandonaba en el día, la tranquilidad que necesitaba en mi vida, toda la serenidad que yo no tenía. Éramos tan diferentes y a la vez tan iguales. Ambos llenos de asombro, con hambre de conocimiento, con ganas de comernos el mundo.
Lo miro ahora y atrás quedo el tímido geek con el que salí hace tanto tiempo, el hombre frente a mi se para derecho y camina como si fuera dueño de todo. Atrás quedo aquel que adoraba mis pasos, ahora me quiere como solo amigos y nada más. Probablemente fue mi culpa, estaba asustada y lo deje ir. Todavía miro sus ojos y me pierdo. Ya no es tan fácil conocer sus misterios, pero aun encuentro en ellos toda la serenidad del mundo para dejarlo ir.
Tres.
Mis tres mosqueteros, si eso es lo que son, después de tantos años no puedo imaginar mi vida sin alguno de los tres. Sin la alegría de Tony, la objetividad de Tim o la serenidad de Ziva. Cuando Vance decidió separar al equipo, a mi equipo, pase muchas noches en vela llorando, ni siquiera sus fotos en mi laboratorio aminoraban la tristeza. No tienen idea de lo feliz que fui cuando vi a Tony entrar por la puerta de la oficina para decirnos que se quedaba de manera permanente después de tres meses al mar, por fin juntos de nuevo.
Así que ahora no puedo dejar de buscar mi pieza faltante. Tengo que encontrarla y traerla de vuelta, no me importa lo que diga Gibbs, lo que piense Tony o lo que crea McGee yo tengo que encontrarla y traerla de vuelta, porque si falta ella no son tres y si no son tres la ecuación no funciona. La ciencia no miente, el número mágico es tres en mi cabeza y no acepta restas.