Tarde o temprano encontramos nuestro camino - 3

Nov 11, 2012 20:10


Título: Tarde o temprano encontramos nuestro camino
Autor: Geisha Sakura
Fandom: The Social Network
Pareja: Mark/Eduardo
Clasificación: T
Resumen: Historia basada en la película "The Family Man" de Nicholas Cage.
Mark ayuda a detener un asalto a una tienda. Como recompensa, un ser sobrenatural le ofrece la posibilidad de ver lo que sería de su vida si se hubiera reconciliado con Eduardo.
Disclaimer:  Esta historia fue escrita sin fines de lucro. Está basada en los personajes de la película, no en las personas reales.Notas:  Gracias a Isharayar por ser mi beta. <3



Capítulo 3

Mark miró con impaciencia el tablero que anunciaba la llegada de los vuelos. El avión de su familia estaba a tiempo; no tardarían en llegar. Inquieto, cambió su peso de un pie a otro. No sabía por qué se sentía así. Tal vez porque estaría con los miembros de su familia después de muchos años. Es decir, sí los había visto, pero no a todos juntos al mismo tiempo y además, todos se quedarían en su casa. Su madre iba a visitarlo de vez en cuando, lo mismo habían hecho su padre y hermanas en diferentes ocasiones. Pero hacía varios años que no tenían una reunión familiar. Mark intentó recordar cuándo había sido la última ocasión. Tal vez poco después de que se había mudado a Palo Alto y había recibido la inversión por parte de Thiel. Todos habían ido a conocer las nuevas y relucientes oficinas de Facebook.  Desde entonces el contacto había sido esporádico, sobre todo de su parte. Se enteraba de todo lo que ocurría en sus vidas por medio de Facebook, pero fuera de Internet no tenían mucho contacto. Mark no tenía tiempo libre, siempre había algo de código qué actualizar, junta qué presidir o evento al cual asistir.

Por fin la gente comenzó a aparecer en la sala de llegada. Mark puso atención  y observó a los pasajeros. A la primera que vio fue a su mamá, se veía casi igual que como la recordaba, tal vez un poco más envejecida. Luego apareció su papá, seguido de sus hermanas; una de ellas, Randi, estaba acompañada de un hombre al que no reconoció. Mark recordaba vagamente haber leído algo en la mañana sobre que ella se había casado, pero no sabía cómo se llamaba su esposo. Rápidamente, sacó su teléfono móvil y entró a Facebook.  Revisó el perfil de Randi y encontró el nombre de su marido: Henry.  Vio las fotos de la boda, había sido apenas hacía un año. Él, Eduardo y hasta Ally habían asistido.  Le echó un vistazo a los perfiles de los demás para saber qué ocurría en sus vidas y que así no lo tomaran desprevenido y sospecharan que había algo raro con él. Mark se congratuló: su sitio era muy útil para obtener toda clase de información de la gente y lo mejor, todo mundo la proporcionaban voluntariamente.

-Mark, cariño, ¿cómo estás? -dijo la señora Karen Zuckerberg y le dio un fuerte abrazo a su hijo.

-Bien, mamá. ¿Qué tal el vuelo?

-Hubo algo de turbulencia al sobrevolar Nueva Jersey, pero todo bien.

-Papá, hola.

-Hijo, qué gusto verte -expresó el señor Ed Zuckerberg y también le dio un abrazo.

-¡¡Maaark!! -corearon sus hermanas y se le dejaron ir encima para darle un abrazo grupal.

-Mark, hola -saludó el marido de Randi.

-Henry, gusto en verte -contestó Mark estrechando su mano.

Después de los saludos, Mark los ayudó a cargar las maletas y los guio hasta la camioneta.

-Es agradable venir aquí para Hanukkah, hace menos frío que en casa -comentó la Sra. Zuckerberg -una vez que estuvieron en camino a casa de Mark.

-Estoy de acuerdo -dijo el Sr. Zuckerberg-. El clima de Palo Alto está agradable en esta época del año.

-Jaja, mamá, admite que lo que más te gusta es que no tienes que cocinar ni hacer nada -bromeó Arielle.

-Eduardo siempre lo hace todo -le siguió Donna.

-Me he ofrecido a ayudarlo, pero él siempre se niega. Cuando lleguemos todos debemos darle una mano en la cocina.

-Terminamos de cocinar desde hace rato. La cena estará servida cuando lleguemos -comentó Mark sin pensar demasiado en lo que decía.

-Ven lo que les digo -señaló la Sra. Zuckerberg-. Eduardo es el anfitrión perfecto.

-Aún no puedo creer que tú también cocines, Marky -bromeó Donna-. En casa solamente te preparabas ramen instantáneo.

-La vida de casado y responsable padre de familia le ha sentado bien -se rio Arielle.

-De haberlo sabido, le habríamos dado a Eduardo tu mano mucho antes-dijo Randi y todos se rieron.

Mark sintió que se le subían los colores a la cara. Había olvidado lo bromistas que podían ser sus hermanas.

Por fin, después de lo que le pareció a Mark que era el viaje más largo desde un aeropuerto, llegaron a la casa.

-¡¡Abuelitoos!! ¡Tíoos!-gritó Ally saliendo a su encuentro seguida de Beast, quien ladraba entusiasmado por la conmoción de ver gente nueva.

-¡Hola, preciosa! -la saludó la señora Zuckerberg al tiempo que le daba un beso en la mejilla y un fuerte abrazo.

-¿Cómo está mi nieta favorita? -dijo el señor Zuckerberg y la alzó en brazos y la balanceó, haciéndola gritar de emoción.

-¡Ally, muñeca! -la saludó Donna.

Eduardo también salió a recibirlos y a ayudarlos con el equipaje. Luego de más saludos, abrazos y bromas, los padres, hermanas y cuñado de Mark quedaron instalados en sus respectivas habitaciones.  Después bajaron a la sala para comenzar la celebración del último día de Hannukkah. El señor Zuckerberg prendió las velas del menorah y recitó la plegaria correspondiente. Una vez concluido el ritual, todos pasaron a la mesa a disfrutar el banquete.

-Todo está muy rico, Eduardo -lo felicitó Arielle.

-Mark también ayudó -comentó Eduardo.

-Eso nos dijo, pero no podíamos creerlo.

-Mark es un muy buen cocinero cuando se le propone -dijo Eduardo y le guiñó el ojo.

Las hermanas de Mark no pasaron por alto el gesto y de inmediato comenzaron a gastarle bromas. Mark sintió que se sonrojaba por milésima vez en ese día.

-¡Yo también ayudé! -exclamó Ally, quien no se quería quedar fuera de la plática.

-Ally siempre es de gran ayuda. Está en camino de ser una gran chef -la halagó Eduardo. La niña sonrió ampliamente y comenzó a enlistar todo lo que según ella había hecho.

Una vez que terminaron de cenar, pasaron a la sala a tomar café, tarta y conversar.

Edward estaba contando lo bien que le había funcionado la aplicación que Mark le había diseñado para que sus pacientes hicieran sus citas a través de Facebook, cuando un chillido lo interrumpió.

-Parece que David ya se despertó, en un momento vengo -dijo Eduardo y subió las escaleras rápidamente. Un poco después,  bajó cargando a un bebé que se movía inquieto- Díganle hola a David -dijo con voz suave y llena de orgullo. Se acercó a donde estaban los demás y se sentó en medio del sillón para que todos pudieran ver bien al pequeño.

Mark también se acercó y contempló a su otro hijo. Era un niño con grandes ojos color miel y cabello café claro lacio que estaba despeinado en todas direcciones.

-Hola, bebé -lo saludaron contentas sus tías y todos comentaron lo guapo que era y lo mucho que se parecía a Eduardo.

David comenzó a gimotear.

-Le acabo de cambiar el pañal, lo más probable es que tenga hambre. Voy a prepararle su biberón -dijo Eduardo y le dio el bebé a Mark, quien intentó sostenerlo lo mejor que pudo y por suerte recordó que debía tener cuidado con la cabeza. Afortunadamente, al niño pareció no importarle la forma extraña en que lo cargaba su otro papá y se acomodó bien en los brazos de Mark.

Un momento después, Eduardo regresó con un biberón y se lo entregó a Mark, quien nuevamente intentó disimular que no tenía idea de lo que estaba haciendo. Por suerte David sí lo sabía y en cuanto le acercó la mamila comenzó a succionar la leche con entusiasmo.

-Ha crecido mucho desde la última vez que lo vi -comentó la Sra. Zuckerberg.

Ella había viajado cuando David nació para conocerlo. Los demás lo hacían por primera vez.

-Sí, es verdad.  Va a ser un niño grande -aseveró Arielle muy segura de lo que decía.

-¿Cómo puedes saberlo? -preguntó Eduardo, curioso -. Es la primera vez que lo ves.

Arielle se rio.

-Mark no para de subir fotos de él a Facebook.  Ha documentado cada instante de su vida desde que nació.

-Oh, es verdad -dijo Eduardo mirando a su esposo con afecto-.  Mark, los estás spameando y van a terminar hartos de David antes de que el pobre cumpla siquiera un año.

Mark sólo atinó a encogerse de hombros sin saber qué responder.

-Para nada -aseguró Randi-, nunca se tienen demasiadas fotos de un niño tan lindo. ¿Verdad, David? ¿Verdad que eres un niño muy lindo? -dijo y le hizo muecas al pequeño que seguía muy ocupado tomando su leche.

-¿Y no hay fotos de mí? -preguntó Ally.

-Claro que sí, hermosa. Te veías muy linda como peregrina en la obra de Acción de Gracias de tu kinder -comentó el Sr. Zuckerberg y le dio un abrazo a la niña.

-Ally, ¿eres una buena hermana mayor? -preguntó Donna.

-Es la mejor -expresó Eduardo-. Siempre cuida muy bien de David y nos ayuda a bañarlo y a jugar con él.

Ally sonrió orgullosa.

-Qué buena chica eres.

-Las buenas hermanas mayores merecen los mejores regalos

-¿Regalos? -preguntó Ally entusiasmada.

El señor Zuckerberg subió a su habitación y regresó con una gran caja envuelta en un vistoso papel de colores con un moño enorme.

-Es nuestro regalo de Hanukkah para ti.

Ally no perdió tiempo y rompió la envoltura: debajo había un gran juego de Spider-Man con figuras de todos los personajes.

-Mark nos dijo lo mucho que te gustó la nueva película.

-¡¡Siii, es la mejor!! -Expresó contenta y sacó los muñecos y comenzó a jugar con ellos-. ¡Pai es Spider-Man!

-Oh, es verdad, tienen semejanza -comentó Randi.

-¿Sí? No se parece a Tobey -dijo su marido.

-No a Tobey, al nuevo Spider-Man.

-Ah, tienes razón.

Todos hablaron del tema y halagaron a Eduardo hasta hacerlo sonrojar. Él subió a su habitación con el pretexto de que se le había olvidado algo y cuando regresó le entregó otro presente a su hija.

-Este es el regalo de último día de Hanukkah de parte de Mark y de mí -dijo sonriendo y le dio un abrazo a la pequeña.

-¡Gracias, pai!  ¡Gracias, papi! -dijo Ally y les dio un beso en la mejilla a sus dos padres.

Ally desenvolvió la caja y sacó un juego de ponis de colores. Ni tarda ni perezosa, subió a Spider-Man sobre un poni y jugó feliz con él.

La conversación siguió por un par de horas más y después todos se retiraron a dormir, que estaban cansados del viaje y al día siguiente irían a pasear por San Francisco.

-Mark, por favor acuesta a David y a Ally, voy con tu familia a revisar que todo esté bien en sus habitaciones.

Mark asintió y llevó al niño a su cuarto. Él bostezaba un poco pero seguía despierto. Mark lo puso en su cuna y retrocedió, sin saber qué más hacer.

-Ponle su pijama -le dijo Ally con voz somnolienta.

-Oh, claro -respondió Mark y abrió los cajones de la cómoda.

-Está doblada en el armario -dijo la niña, la sacó del mueble y se la entregó a Mark.

-Mmm, gracias -dijo Mark y batalló un rato intentando ponerle la pijama al bebé que se movía intranquilo-.  Listo -dijo triunfal después de un rato y depositó con cuidado al niño en su cuna, pero él no tenía intención de dormirse y se puso a hacer ruiditos y a levantar y dejar caer las piernas.

-No se va a dormir si no lo meces primero -dijo Ally y señaló la silla mecedora.

-Uh, bien. Eso haré -dijo Mark y levantó al bebé. Se sentó en la mecedora, lo acunó en sus brazos y comenzó a mecerse despacio.

Ally le cantó una canción que Mark reconoció como la que escuchó que Eduardo le cantaba en la mañana. Los ojitos del bebé comenzaron a cerrarse y al poco rato cayó en un plácido sueño.

Después de que Mark acostó a David, acompañó a Ally a su habitación para que ella también se durmiera. Para fortuna de Mark, la niña era lo bastante grande como para saber todo lo que tenía que hacer antes de irse a la cama. Ella se puso la pijama y se cepilló los dientes sola. Mark simplemente se hizo a un lado, la vio ir y venir, sin saber qué hacer.

Una vez terminada su rutina nocturna. Ally se metió bajo las sábanas y le pidió a Mark que le leyera su libro favorito.

-Um… -dijo Mark mirando el librero con nerviosismo-. ¿Éste? -dijo sacando el primer libro que encontró.

-No, papi, mi favorito, el del gato.

-Oh, bien -contestó Mark y miró con cuidado los libros hasta que encontró el único que trataba de gatos: El Gato en el Sombrero.  Lo tomó, se sentó en una silla en frente de Ally y comenzó a leer.

-Haz las voces también -dijo la niña entre bostezos.

-Ally, ya es tarde para estar leyendo. Lo mejor es que te duermas -dijo Eduardo desde el marco de la puerta.

-Pero no tengo sueño -protestó con los ojos a medio cerrar.

-Mañana iremos a pasear y quiero que estés bien descansada. ¿Sí?

-Está bien -dijo Ally y se acomodó en la cama.

Eduardo se acercó y le dio un beso en la frente.

-Buenas noches -dijo y prendió la lamparita de noche.

Eduardo y Mark salieron de la habitación y apagaron la luz. Ally ya estaba profundamente dormida.

Las puertas de las otras habitaciones estaban cerradas y no se escuchaba ningún ruido. Todo indicaba que los parientes de Mark también se habían dormido o estaban ya en la cama preparándose para hacerlo.  Mark se sentía cansado después de tantos shocks y emociones que había vivido ese día y pensó que le vendría bien hacer lo mismo, hasta que sintió la mano de Eduardo sobre la espalda y vio la puerta de una habitación abierta. Era el cuarto principal de la casa, donde él y Eduardo dormían juntos en la misma cama como la pareja con varios años de casados que eran.  Mark no estaba preparado para algo así. No podía pasar de no hablarle a Eduardo a acostarse con él. Tal vez para ese Eduardo era lo más normal del mundo, pero Mark no acababa de asimilar el gran cambio entre su dimensión y esta otra.

-Tu padre está emocionado de visitar Alcatraz -dijo Eduardo al entrar a la habitación, cerró la puerta y comenzó a desvestirse como si fuera lo más normal del mundo. Mark se puso más nervioso e intentó no mirarlo, pero no pudo evitar echar un vistazo a su esbelto cuerpo, mirar de reojo la fluidez y elegancia con la que hacía actos tan mundanos como colgar su ropa en el armario y luego ponerse la pijama.

-Sí, um, a él le gustan esas cosas.

-Le parecía interesante el tour nocturno, pero con los niños no es buena idea. Tal vez la próxima vez que vengan podamos llevarlo. Podrías acompañar a él y a tu madre mientras yo me quedo en casa -dijo Eduardo y entro al baño.

Mark no respondió, estaba concentrado mirando fijamente a la cama. ¿Habría alguna manera de evitar dormir con Eduardo? ¿Podría inventar algún pretexto sin que se viera sospechoso? Mark se mordió el labio y pensó a toda velocidad. Era arriesgado decirle directamente que no quería estar con él, después de todo, era su esposo. Eso podría llevar a que creyera que algo andaba mal. Lo peor era que tenían visitas, no quería tener una discusión de pareja frente a sus padres. Mark escuchó el sonido del agua corriendo y a Eduardo cepillándose los dientes. Un rato después salió y caminó hacia la cama. Mark entró al baño y se recargó en la fría pared de azulejos hasta que se le ocurrió una idea. Se desvistió, quedando sólo en camiseta y boxers, y aventó sus prendas en el cesto de la ropa sucia. Se lavó la cara y cepilló los dientes. Luego abrió la puerta despacio para ver qué hacía Eduardo. La luz del techo estaba apagada y su esposo leía en su lector de libros electrónico a la luz de su lámpara de noche. Mark respiró hondo y caminó lo más normalmente posible hasta su lado de la cama, sintiéndose completamente expuesto. Se metió bajo las sábanas lo más rápido que pudo, lejos de Eduardo, y se tapó hasta la barbilla.

-El paseo por Alcatraz y la isla Ángel será bastante divertido. No hay que olvidar los bocadillos, la guía dice que no venden nada en las islas. Pero nada demasiado grande, que tampoco está permitido. Se me ocurre que tomemos un buen desayuno para que nadie tenga hambre hasta que regresemos a San Francisco. Así podremos empacar solamente una barras de granola, cajitas de jugo y tal vez unos sándwiches.

-Um, está bien. ¿Te molesta si prendo la tele?

-No, adelante -contestó Eduardo y le pasó el control remoto.

Mark encendió el aparato y cambió canales hasta que encontró uno donde pasaban Blade Runner. Mark miró de soslayo a Eduardo cuando lo escuchó bostezar. Su plan era esperar a que él se durmiera para después ir a buscar una computadora (seguramente había un estudio en la casa), revisar detenidamente el código de Facebook para ponerse el día de qué estaba pasando, y luego, en la madrugada, irse a dormir al sillón. Sí, eso haría, pensó con resolución y fijó la vista en la pantalla.

&&&

El despertador sonó insistente y molesto.  Mark alzó instintivamente una mano para apagarlo. A medio despertar, abrió lentamente un ojo, no había mucha luz, era temprano, podía dormir otro rato. Mark se acomodó junto al cálido cuerpo que estaba junto a él y suspiró satisfecho, era agradable estar así.

Oh.

Mark abrió los ojos alarmado y vio que estaba abrazando a Eduardo, con la cara contra su pecho. Mark no recordaba en qué momento se había quedado dormido, pero era obvio que su plan había fracasado y que él había compartido la cama con Eduardo toda la noche.

Mark intentó levantarse, pero Eduardo lo atrajo hacia sí y lo sujetó con fuerza.

-Un momento más -dijo sin abrir los ojos.

Mark se quedó petrificado, totalmente despierto y sin saber qué hacer. Respiró hondo para calmarse. Al inhalar percibió la esencia del suavizante de ropa de las sábanas y de Eduardo. Su olor le recordó las noches en Harvard cuando Eduardo se quedaba en su habitación a estudiar, con sus libros y apuntes de economía dispersos sobre su cama, mientras Mark tecleaba furiosamente en su escritorio. En la madrugada, cuando Mark ya no podía mantener los ojos abiertos porque llevaba cerca de tres días sin dormir bien, se arrastraba hasta su cama, tiraba al suelo las cosas de Eduardo y se acostaba a su lado. Ellos nunca comentaron nada de lo que hacían, como si fuera lo más normal del mundo quedarse dormido junto a su mejor amigo en una muy estrecha cama que los obligaba a estar prácticamente uno encima del otro.

Mark inhaló nuevamente el olor de Eduardo. Pegó su cara contra su pecho y pudo escuchar su corazón latiendo con un ritmo constante. Cerró los ojos y, muy a su pesar, sintió que se relajaba. Eduardo murmuró algo medio dormido y se frotó contra Mark, empujando sus caderas contra él y metiendo una pierna entre las suyas. Mark soltó un gemido involuntario ante el roce, abrió los ojos y se encontró con el pecho desnudo de Eduardo. Con el movimiento se le había desabotonado el botón superior del saco de la pijama. Mark se pasó la lengua por los labios. Deseaba lamer la piel expuesta de Eduardo, chupar sus pezones hasta que estuvieran duros y brillantes de saliva, dejarle besos marcados en el cuello, trazar formas con los dedos y recorrerlo entero hasta conocer cada planicie y cada recoveco de su cuerpo.

No.

Mark cerró los ojos y los apretó e intentó alejarse de Eduardo, pero éste nuevamente no se lo permitió y se frotó con más fuerza contra él. Mark sintió que el placer lo recorría y comenzaba a ponerse erecto. Se mordió el labio para reprimir un gemido.

-Veo que todo tu cuerpo ya está despierto -dijo Eduardo con los ojos entrecerrados y voz susurrante.

-Wardo, nngh, espera -protestó débilmente Mark.

-Sshh, tenemos tiempo antes de que todos despierten  -dijo y le dio un beso en la sien. Luego deslizó una mano entre sus cuerpos para tocarlo, primero por encima de la ropa, rozando sus pezones con la tela de la camiseta; después por debajo de ella, metiendo una mano dentro de su ropa interior.

Mark gimió y ya no pudo oponer resistencia. Eduardo lo besó con languidez y chupó besos en su cuello sin dejar de frotar sus penes con movimientos experimentados, haciendo que Mark perdiera toda coherencia y se dejara llevar por las sensuales caricias hasta que fue demasiado y se derramó sobre la mano de Eduardo, quien lo siguió poco después.

Permanecieron en silencio con la respiración entrecortada. Mark se acercó más y dejó besos húmedos por toda la cara de Eduardo. No tenía mucha coordinación ni tino en ese momento por el orgasmo que había reducido su cerebro a gelatina. A Eduardo no pareció importarle que Mark lo babeara y sonrió. Tomó la cara de Mark entre sus manos y lo besó en la boca, urgiendo a Mark que la abriera para rozar sus lenguas.

Disfrutaron de sus caricias hasta que el chillido que salía del monitor del bebé los hizo prácticamente saltar de la cama del susto.

-Me toca -dijo Eduardo y le dio un último beso a Mark. Después salió de la cama, entró al baño a lavarse y  fue a la habitación del bebé.

Mark se quedó solo en la cama, aún con el corazón latiendo acelerado. Miró al techo y tragó saliva. Estaba en graves problemas.

Los siguientes días, Mark y su familia hicieron turismo por San Francisco. Además de la visita a Alcatraz y la isla Ángel, fueron al Golden Gate y al parque del mismo nombre; al muelle de los pescadores donde Ally se emocionó viendo a los leones marinos y declaró que quería uno de mascota para el próximo Hanukkah, y montaron los famosos tranvías.

A pesar de vivir tan cerca de la ciudad, Mark nunca había visto ninguno de sus atractivos turísticos. Siempre había estado muy ocupado con Facebook como para sacar la nariz de su computadora. Ahora le tocaba hacer el tour completo, quisiera o no. Y además, cargando a David en el portabebés de tela. Al parecer en esa dimensión siempre que salían él se ocupaba de cargar a sus hijos como si fuera un canguro. Mark no podía explicarse por qué aceptaría hacer semejante cosa, nunca le habían gustado los niños, pero no le quedó más remedio que hacerlo. Menos mal que David no era demasiado inquieto. Le gustaba que lo pasearan y se acomodaba sin problemas sobre el pecho de Mark, después de un rato lo dejaba todo cubierto de babas.

Los días transcurrieron plácidamente entre paseos y comidas familiares hasta que las vacaciones de los Zuckerberg se terminaron y ellos regresaron a Nueva Jersey. Cuando Mark los llevó al aeropuerto, sintió una extraña emoción al recibir los últimos abrazos y besos de sus parientes antes de partir a la sala de embarque.

Mark pensó que ahora que su familia se había ido, podría pasar más tiempo dedicado a Facebook, pero estaba equivocado.  Se acercaba el Año Nuevo y Mark y Eduardo tuvieron que desfilar por un sinfín de eventos corporativos y personales. Mark se dejó llevar por la corriente, convencido de que era lo último que le quedaba por vivir en esa extraña dimensión.

-No olvides recoger nuestros trajes de la tintorería -le recordó Eduardo dos días antes de la fiesta de Año Nuevo de Facebook-. Yo iré con Ally a comprarle un vestido para la fiesta.

-¿Ally irá con nosotros? -preguntó Mark sorprendido mientras intentaba que David comiera más puré de manzana del que escupía y tiraba sobre su sillita y sobre él.

-¡Ya soy una niña grande! -exclamó Ally, ofendida.

-Ya es una niña grande -confirmó Eduardo con una sonrisa afectuosa. Le dio un beso a David en la mejilla embarrada de manzana y otro rápido a Mark en los labios. Luego se fue de compras con su hija.

Regresaron un par de horas después con un hermoso vestido de satín, rojo con volantes y una gran rosa dorada decorando la cintura.  Ally quería ponérselo de inmediato y no quitárselo hasta después de la fiesta.

-No, Ally, la ropa especial es para ocasiones especiales. Si nos la pusiéramos diario, ya no tendría chiste, ¿no crees?

-Está bien -concedió la niña con un puchero.

El día de la fiesta, Mark conoció a Becky, una afable señora, niñera de la familia, quien se quedó a cuidar a David. Eduardo, Ally y Mark se fueron en auto con chofer a un elegante hotel de San Francisco donde se llevaría a cabo el evento.

-¡Tío, Dustin! ¡Tío, Chris! -gritó Ally entusiasmada al entrar al salón reservado para Facebook y encontrarse con ellos dos.

-¡Ally, preciosa! -dijo Chris y le dio un abrazo.

-¡Allison Saverin-Zuckerberg! ¡Creciste mucho en este tiempo sin verte! Así ya no podré cargarte y hacerte caballito -le dijo Dustin.

-No, tío Dustin, sí puedes -imploró la niña y extendió los brazos.

-Está bien, aquí vamos -dijo Dustin y la levantó al vuelo, haciendo que se soltara a reír de la emoción.

Era la primera vez que Mark se encontraba con sus viejos amigos. Se sintió algo nervioso al pensar que pudieran notar que no era el mismo de siempre, pero no fue así. Tal como había sucedido con su familia, nadie notó nada y pronto se encontró platicando con ellos como en los viejos tiempos.

Mark y Eduardo caminaron por el salón, saludando a los asistentes, entre ellos el mentado Todd que se ocupaba de las emergencias cuando él y Dustin estaban de vacaciones. Mark no pudo evitar mirarlo con algo de recelo.

Al pasear por el salón, Mark reconoció a varios de los empleados que habían estado trabajando en Facebook desde el inicio. En su dimensión habían renunciado hacía mucho tiempo, pero aquí seguían formando parte de la compañía y se veían felices de saludarlo, no enojados con él como la última vez que los había visto en su mundo. Era una sensación extraña de estar rodeado de gente que se alegraba de verlo, en lugar de rehuirle.

Cuando dieron las doce, todos alzaron su copa y brindaron con champaña (Ally con jugo de manzana) por el futuro de Facebook. Eduardo tomó el rostro de Mark entre sus manos y le plantó un gran beso en los labios. Los asistentes aplaudieron y tomaron muchas fotos que seguramente subirían de inmediato a Facebook. Mark sintió que se sonrojaba hasta las orejas.

Muchos brindis después, regresaron a casa cerca de las dos de la mañana. Becky dormía en uno de los cuartos de huéspedes y David en su cuna. Arroparon a Ally en su cama y se retiraron a su habitación, ambos se sentían cansados y ligeramente mareados por tanta champaña.

-Feliz año nuevo, esposo mío -dijo Eduardo en un susurro y besó con lentitud a Mark. Luego se acomodó a su lado, con la cara recostada en su pecho y se quedó dormido.

Mark recargó su cabeza contra la de Eduardo y lo abrazó. En el silencio de la noche, un sentimiento de melancolía se apoderó de él. El año había terminado y estaba seguro de que con él se iría toda esa ilusión. Quería permanecer despierto hasta que amaneciera, pero el alcohol hizo su efecto y Mark comenzó a sentir los párpados cada vez más pesados hasta que se hundió en un sueño intranquilo.

the social network, tarde o temprano

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