Más allá de la vida
Titulo: Más allá de la vida
Fandom: Romeo x Juliet
Pairing: Romeo Montesco & Julieta Capuleto
Rated: K
Summary: Ella no estaba dispuesta a vivir en un mundo en el que la sonrisa de Romeo no iluminara el cielo.
Advertencias: Spoilers del 1x24
Fue en aquel momento, cuando Julieta vio el cuerpo ensangrentado de Romeo cruzado por una rama de la Escala, cuando supo que no podría vivir en un mundo sin él. Incluso cuando su destino no dictaminara aquello.
Lloró, suplicó y se arrastró. Pidiéndole a Romeo que no la abandonara, que permaneciera con ella tal y como había prometido.
Pero cuando los ojos de Romeo se cerraron para dar paso al sueño eterno, con la palabra Julieta escapándose de sus labios, comprendió que él había sido el único fiel a su promesa en aquella iglesia abandonada rodeada de lirios.
Romeo había dado la vida por ella, por alejarla del sufrimiento, por compartir su dolor. Romeo había luchado con todo lo necesario para mantenerla a su lado, para rescatarla de las manos del cruel destino que le había sido predeterminado por ser una Capuleto.
Por eso, Julieta se enjugó las lágrimas con violencia cuando el cuerpo inerte de Romeo cayó sobre sus brazos. El sonido de las voces escandalizadas de Curio, Tybalt y Francisco las escuchaba distorsionadas.
Contra todo pronóstico, sonrió.
-En la vida y en la muerte -murmuró acariciando la fría mejilla de Romeo.
Él había cumplido su parte del trato. La había seguido al final seguro, a la muerte inevitable. Ella tenía que recompensarlo de la misma forma.
-Marchaos -exigió dulcemente.
Había tomado una decisión.
No porque la semilla de Escala continuara latiendo en su pecho, ni porque hasta que el último resquicio de vida de aquel árbol muriera no podría descansar en paz.
No, lo hizo por Romeo.
Apenas fue consciente de que Curio se batía en duelo con Francisco para no dejarla allí, ni que Tybalt cerró los ojos apesadumbrado por las muertes de los únicos dos seres queridos que tenía.
Julieta sólo miró el cuerpo inerte de Romeo y lo abrazó.
Mientras extendía sus alas para dejarse morir y reunirse con su amado para siempre, recordó vagamente todos los momentos que habían pasado juntos.
El día que lo vio por primera vez, en el baile del castillo; el día que lo encontró en el prado de los lirios y preguntó entrecortadamente si la volvería a ver; el día que se la llevó lejos, a un lugar donde su amor no estuviera prohibido, donde la sangre y el odio no los envolviera como una fina capa oscura; el día que encontraron la iglesia rodeada de lirios y decidieron que no había mejor lugar para declararse su amor eterno; el día que se entregaron juntos para proteger a la gente de aquella aldea desconocida; el día que, incluso separados, se prometieron volver a verse; el día que lo visitó a lomos de su pegasso.
Y aquel día. Aquel fatídico y trágico día.
Cuando Julieta había estado presa de la Escala y había visto, en su inconsciente, cómo Romeo gritaba su nombre y trataba por todos los medios llegar hasta ella. Él jamás sabría que ella había sentido cada pequeño rasguño que le habían hecho, que lo había visto luchar por su libertad incluso cuando tenía todas las de perder.
Jamás podría agradecérselo, jamás podría decirle que había visto con sus propios ojos cómo había luchado por su amor.
Abrazó el cuerpo de Romeo mientras sus alas comenzaban a desintegrarse y un leve resplandor cubría Neo Verona y todo lo que pillaba a su paso.
-Te amo, Romeo.
Besó sus pálidos labios y se dejó morir junto a él en silencio. Recordando cada pequeño momento que habían vivido juntos.
Tal vez no volviera a ver el rubor de sus mejillas, ni su sonrisa, ni su cabello azul ondeado por el viento. Tal vez no volvería a oír su dulce voz, ni su risa, ni su nombre en aquellos maravillosos labios.
Pero al menos, cumpliría su parte de la promesa.
Al menos, estarían juntos para siempre. Tanto en la vida como en la muerte. Y por ello, merecía la pena no volver a ver a Romeo, no volver a sentirlo, no volver a escucharlo. Porque aunque Julieta permaneciera con vida, tampoco podría hacerlo.
Y ella no estaba dispuesta a vivir en un mundo en el que la sonrisa de Romeo no iluminara el cielo.
Fandom: Romeo x Juliet
Pairing: Romeo Montesco & Julieta Capuleto
Rated: K
Summary: Ella no estaba dispuesta a vivir en un mundo en el que la sonrisa de Romeo no iluminara el cielo.
Advertencias: Spoilers del 1x24
Fue en aquel momento, cuando Julieta vio el cuerpo ensangrentado de Romeo cruzado por una rama de la Escala, cuando supo que no podría vivir en un mundo sin él. Incluso cuando su destino no dictaminara aquello.
Lloró, suplicó y se arrastró. Pidiéndole a Romeo que no la abandonara, que permaneciera con ella tal y como había prometido.
Pero cuando los ojos de Romeo se cerraron para dar paso al sueño eterno, con la palabra Julieta escapándose de sus labios, comprendió que él había sido el único fiel a su promesa en aquella iglesia abandonada rodeada de lirios.
Romeo había dado la vida por ella, por alejarla del sufrimiento, por compartir su dolor. Romeo había luchado con todo lo necesario para mantenerla a su lado, para rescatarla de las manos del cruel destino que le había sido predeterminado por ser una Capuleto.
Por eso, Julieta se enjugó las lágrimas con violencia cuando el cuerpo inerte de Romeo cayó sobre sus brazos. El sonido de las voces escandalizadas de Curio, Tybalt y Francisco las escuchaba distorsionadas.
Contra todo pronóstico, sonrió.
-En la vida y en la muerte -murmuró acariciando la fría mejilla de Romeo.
Él había cumplido su parte del trato. La había seguido al final seguro, a la muerte inevitable. Ella tenía que recompensarlo de la misma forma.
-Marchaos -exigió dulcemente.
Había tomado una decisión.
No porque la semilla de Escala continuara latiendo en su pecho, ni porque hasta que el último resquicio de vida de aquel árbol muriera no podría descansar en paz.
No, lo hizo por Romeo.
Apenas fue consciente de que Curio se batía en duelo con Francisco para no dejarla allí, ni que Tybalt cerró los ojos apesadumbrado por las muertes de los únicos dos seres queridos que tenía.
Julieta sólo miró el cuerpo inerte de Romeo y lo abrazó.
Mientras extendía sus alas para dejarse morir y reunirse con su amado para siempre, recordó vagamente todos los momentos que habían pasado juntos.
El día que lo vio por primera vez, en el baile del castillo; el día que lo encontró en el prado de los lirios y preguntó entrecortadamente si la volvería a ver; el día que se la llevó lejos, a un lugar donde su amor no estuviera prohibido, donde la sangre y el odio no los envolviera como una fina capa oscura; el día que encontraron la iglesia rodeada de lirios y decidieron que no había mejor lugar para declararse su amor eterno; el día que se entregaron juntos para proteger a la gente de aquella aldea desconocida; el día que, incluso separados, se prometieron volver a verse; el día que lo visitó a lomos de su pegasso.
Y aquel día. Aquel fatídico y trágico día.
Cuando Julieta había estado presa de la Escala y había visto, en su inconsciente, cómo Romeo gritaba su nombre y trataba por todos los medios llegar hasta ella. Él jamás sabría que ella había sentido cada pequeño rasguño que le habían hecho, que lo había visto luchar por su libertad incluso cuando tenía todas las de perder.
Jamás podría agradecérselo, jamás podría decirle que había visto con sus propios ojos cómo había luchado por su amor.
Abrazó el cuerpo de Romeo mientras sus alas comenzaban a desintegrarse y un leve resplandor cubría Neo Verona y todo lo que pillaba a su paso.
-Te amo, Romeo.
Besó sus pálidos labios y se dejó morir junto a él en silencio. Recordando cada pequeño momento que habían vivido juntos.
Tal vez no volviera a ver el rubor de sus mejillas, ni su sonrisa, ni su cabello azul ondeado por el viento. Tal vez no volvería a oír su dulce voz, ni su risa, ni su nombre en aquellos maravillosos labios.
Pero al menos, cumpliría su parte de la promesa.
Al menos, estarían juntos para siempre. Tanto en la vida como en la muerte. Y por ello, merecía la pena no volver a ver a Romeo, no volver a sentirlo, no volver a escucharlo. Porque aunque Julieta permaneciera con vida, tampoco podría hacerlo.
Y ella no estaba dispuesta a vivir en un mundo en el que la sonrisa de Romeo no iluminara el cielo.