Titulo: El corazón de Brian Kinney
Fandom: Queer as Folk
Pairing: Justin Taylor & Brian Kinney
Capítulo: # 1
Rated: M
Summary: Se vistió con su mejor armadura de celos, indiferencia y negación para lograr llegar al más preciado y custodiado tesoro de todos: el corazón de Brian Kinney. "Sólo es un poco de su propia medicina"
Advertencias: Slash, lenguaje adulto (muy adulto) y limes.
Fue digno de fotografiar el rostro que se le quedó a Brian la primera vez que Justin se negó a una de sus peticiones.
Aquella vez, le pidió que limpiara su casa después de una juerga que habían tenido el día anterior. Morritos de cachorrito a punto de ser degollado e insistentes susurros en el oído que se clavaban en el corazón de Justin como estacas.
El rubio mordió las mejillas interiormente en evidente signo de nerviosismo. Era difícil resistirse a las súplicas de Brian, sobre todo cuando éste ponía todo de su parte para hacerle caer en su juego. Pero tenía que recordarse que su plan estaba en marcha y ya no había vuelta atrás, si conseguir entrar en el corazón de Brian suponía tener que darle un poco de su propia medicina, Justin lo haría. Aunque se muriera de ganas por asentir y complacer sus necesidades (y más ocultos y morbosos deseos), lo haría.
Porque, ¿acaso tenía otra opción?
Justin clavó sus ojos azules en los claros de Brian y, con una sonrisa de suficiencia, su negación salió directa y dura de sus labios:
- No.
Brian abrió mucho los ojos al tiempo que arqueaba las cejas. Sin duda, creyó haber entendido mal.
- ¿Cómo has dicho?
- ¿Los treinta te han dejado sordo? - bromeó Justin sin apartar su mirada, hecho que complicaba ciertamente las cosas pero que resultaba indispensable para ofrecer mayor rotundidad a su negación - He dicho que no.
Fue entonces cuando ocurrió, el cuerpo de Brian se tensó hasta límites insospechados y sus ojos se abrieron de la forma más desmesurada que Justin había visto jamás. No obstante, un brillo especial cruzó su mirada y una sonrisa pícara atravesó su rostro.
Brian Kinney no estaba acostumbrado a que le dijeran que no… Pero no le disgustaba en absoluto.
Al menos no de momento.
- Vale - dijo simplemente y Justin creyó, por un momento, que su plan estaba destinado al fracaso.
Mas, cuando observó cómo Brian se marchaba para jugar una partida de billar con unos tíos buenos (que Justin estaba convencido que seduciría y se los tiraría en cualquier esquina) y el moreno no hacía otra cosa que mirar en su dirección, supo que su plan de conquista no era del todo descabellado.
¿Por qué habrá dicho que no? ¿Qué tendrá que hacer? ¿Con quién? Se preguntaba Brian.
La partida de billar continuaba a su alrededor pero él sólo podía estar pendiente de la mesa en la que Justin y Daphne charlaban animadamente. Con el ceño fruncido se preguntaba qué cojones estaría ocurriendo, porque era la primera vez en meses que Justin se negaba a algo que él le propusiera.
¿Y si ya no se siente atraído por mí? Se cuestionó ignorando completamente a sus compañeros de juego, atento a alguna reacción por parte de Justin, una de esas miradas que reflejaban cariño por todos lados y él siempre había despreciado. Una de esas miradas que en aquel momento tanto necesitaba.
O que, simplemente, Justin se levantara, caminara hasta él y, con aquella voz infantil y juguetona que a Brian tanto le irritaba, susurrara algo como: era una broma, estaré en tu casa a las tres.
Esperaba, vaya si lo hacía.
Abandonó su partida de billar y un par de polvos seguros aquella noche sólo por estar esperando, por estar observando atentamente el rostro de Justin, intentando descifrar sus pensamientos.
¿Por qué no me mira? Se volvió a preguntar casi paranoicamente ¿por qué sonríe? Él sólo debería sonreír cuando está conmigo…
Justin, a varios metros de él, se sintió observado, lo que provocaba que sonriera con mayor fuerza de la que jamás se había creído capaz. En su animada charla (aquella que incluía chistes a petición de Justin como táctica para que aparentar una conversación divertida) se acercó al oído de Daphne y susurró:
- Ríe en cuanto me separe de ti. ¿Me está mirando?
Daphne obedeció y río divertida coreada por la risa estridente de Justin. Disimuladamente observó la zona del billar mientras simulaba pedir otra ronda al camarero y vio a Brian apoyado contra la barandilla de madera oscura que separaba ambos terrenos de la estancia, contemplándolos.
- Está mirando.
Justin sonrió, orgulloso de sí mismo porque su plan se estaba llevando a cabo y, al parecer, maravillosamente. No obstante, Brian decidió ignorar el tema. Total, por una vez que Justin se niegue a algo no significa nada, ¿no?
Pero no podía estar más equivocado.
Porque a aquella simple y única negación le siguieron muchas más y los minutos que Brian ocupaba observando con curiosidad y confusión a Justin habían pasado de ser eso, cortos y escasos minutos, a convertirse en adictivas y paranoicas horas estudiándolo, tratando de encontrar el motivo por el cual Justin se negaba a satisfacer sus necesidades.
La primera vez había estado veinte minutos observándolo. La segunda treinta. La tercera cuarenta y cinco. La cuarta cincuenta. Y la quinta… la quinta había superado la hora.
Cuando Brian se acercó a Justin mientras éste bailaba con Daphne en medio de la pista del Babylon para ofrecerle la maravillosa y exquisita oportunidad de recogerle no-sé-qué cosa de la tintorería y Justin se negó con una indiferencia y sinceridad que había destruido todas las defensas de Brian, entonces se dio cuenta de que algo no marchaba bien.
Brian se alejó hasta uno de los pisos superiores desde los que tenía una completa visión de la pista de baile y se apoyó en la barandilla mientras sostenía entre sus manos una cerveza.
Contempló a Justin bailar con la camisa abierta, con los brazos apuntando al cielo y el cuerpo moviéndose al compás de la música. Sus rubios mechones de pelo caían rebeldes entre su frente y su insistente sonrisa se clavó en Brian como una jodida daga.
Entonces, sin preverlo, recordó el primer día que vio a Justin en la calle Liberty, sólo, perdido, indefenso.
Recordó cómo se lo había llevado a su casa y cómo habían mantenido relaciones sexuales durante horas, sin pausa, sin agotamiento. Disfrutando del contacto de sus cuerpos, del exquisito sabor del placer alcanzando límites casi inmorales.
Sí, Brian había disfrutado enseñándole a follar, se había sentido un maestro mientras mostraba a Justin cómo abrir las piernas para una mayor profundización, cómo mover la lengua para ejercer mayor placer en sus relaciones.
Brian cerró los ojos en aquel momento, aprisionando el vaso alrededor de su mano con mayor fuerza.
Sintió su erección, dura y espléndida, apretando duramente sus pantalones cuando recordaba la magnífica sensación que le había producido abrir las puertas de Justin para darle paso a su polla.
Recordar que había sido el primero en entrar en su intimidad y provocarle un orgasmo lo llenaba de un orgullo mal disimulado.
Recordó también las palabras que había murmurado en su oído acompañadas de una estocada: Quiero que recuerdes esto, no importa con quién estés… Yo siempre estaré ahí. Y recordó la intensa sensación de posesión que siguió a aquella frase.
Porque él había sido el primero y quería ser el único, porque Justin había pasado a ser suyo desde aquel mismo momento en el que le abrió las piernas para follárselo. Y aunque la idea le hubiera molestado durante los primeros meses (en los que tuvo que dejar que Justin se quedara en su casa y toda aquella mierda), en aquel momento le hacía feliz.
Tal vez por eso se molestó cuando vio a Justin sonreír en el piso inferior, en el Babylon. Porque aquella sonrisa sólo podía ser suya, porque sólo él podía ser objeto de su felicidad, de su placer.
Porque Justin era suyo.
Cualquier otra persona, lejos de andar recolectando paranoias enfermizas, hubiera ido a preguntar al chico en cuestión el por qué de su negación. Un simple ¿por qué no puedes venir a ayudarme? hubiera bastado, o tal vez un poco más de insistencia en su petición.
Pero no para Brian. Porque Brian Kinney jamás pedía explicaciones (él mismo no las aceptaba, ¿cómo iba a pedírselas a los demás?) ni suplicaba.
Si Justin no quiere complacerme, anda y que le jodan. Un escalofrío recorrió la espalda de Brian con aquel pensamiento. No, que le jodan no. Eso sólo puedo hacerlo yo. Sí, eso estaba mucho mejor.