Bueno... acá estoy sentada en mi casa con un café latte blanco de Havana (gracias a
super_cegadoresque me tentó jiji), con mis queridos cigarrillos frente a la computadora esperando conseguir el resto de las fotos del finde pasado para poder subirlas. Igual mañana me encuentro con mi querida mami que me las pasará y las subiré =)
Mientras tanto, subo otro fic para la comunidad 30vicios... así la espera se hace más amena(?)
Fandom: D.Gray-man
Claim: Yu Kanda/ Allen Walker
Tabla: Vicios
Tema: #25 - Labios
Advertencias: Shounen-ai leve
No muchas personas estarían de acuerdo con él, incluso podrían llegar a preocuparse por su salud mental, por eso había decidido sabiamente quedarse callado con respecto a su opinión. Ya se encontraba en una posición bastante delicada en la orden como para terminar de hundirse por sí solo. Pero no por ello iba a cambiar su manera de pensar.
Podía entenderlos, realmente lo hacía y, si debía sincerarse, hasta hace poco él pensaba igual. Es que no había otra opción. Kanda era un bastardo y no se molestaba en proporcionarles una mejor imagen de la que ya se había ganado entre todos. Al fin y al cabo los consideraba menos que a la tierra que él pisaba y un completo estorbo a la hora de cumplir con su objetivo. Y por esa razón había aborrecido con toda su alma los labios de Kanda.
¿Cómo no hacerlo? De ellos sólo salían palabras hirientes cargadas de un frío desdén capaz de congelar al alma más cálida. Siempre se encontraban en una fina línea recta y solamente se movían para formar una mueca de desprecio y descontento que nunca fallaba en generar un sentimiento de inferioridad en el receptor. Y las escasas veces que sus comisuras se elevaban eran para dibujar una sonrisa socarrona que se encontraba muy lejos de la calidez de una simple sonrisa. Sus labios eran algo detestable y entendía a la perfección el disgusto general que causaban, ya que él mismo se había encontrado en el lugar del receptor de su desprecio.
Sin embargo había algo en ellos que le fascinaba y los hacía prácticamente irresistibles.
No fue una tarea fácil ni tampoco una que haya emprendido con gusto, pero finalmente a los golpes pudo descubrir algo que era invisible para los demás. Algo que podía afirmar, con una pizca de orgullo, solo él podía ver. Por supuesto, los insultos seguían brotando de esos fríos labios pero aquello era una simple máscara para ocultar el fuego que eran capaces de despertar en su cuerpo.
Y pensar que todo empezó por una de sus peleas típicas.
Un solo insulto bastó para que se encontraran cuerpo a cuerpo, tratando de propinar un buen golpe en el otro para lograr desequilibrarlo y así ganar ventaja. En su momento lo atribuyó al calor de la pelea, pero casi inconscientemente sus cuerpos se fueron acercando cada vez más hasta que prácticamente podían respirar el aliento del otro. Quién fue el que dio el paso final quedará por siempre en la incógnita, pero lo cierto es que repentinamente se encontró con aquellos horribles labios sobre los suyos besándole con un fuego que jamás hubiera atribuido como característica para describirlos.
Una pequeña parte de su ser gritaba que se detuviera y aprovechara la distracción para finalmente ponerle los puntos al exorcista antisocial, pero esa idea fue fácilmente bloqueada por la forma en que esos labios parecían devorar los suyos.
Cuando la necesidad de aire se volvió algo necesario se separó de aquella boca para tomar una gran bocanada de aire que se tornó en un gemido cuando los labios de Kanda se posaron en su cuello. ¿Cómo pudo pensar que esos labios eran fríos cuando se sentían tan calientes sobre su piel? ¿Cómo pudo pensar que sólo servían para herir cuando estaban brindándole tanto placer?
Luego todo se volvió confuso y lo único que podía recordar luego, parado solo en el área de entrenamiento y con el único sonido de sus jadeos haciéndole compañía, era un cosquilleo placentero en dónde aquellos labios lo habían tocado.
Y es por esa simple razón que nadie entendería su posición respecto a los labios del samurai. Porque solamente él los había probado y podía afirmar con seguridad que estaban lejos de ser fríos, y que los insultos y muecas de desagrado eran sólo una máscara que ocultaba la verdad tras ellos.
-¿Qué demonios miras, moyashi?
Alzó la vista, que sin darse cuenta la había clavado en aquella boca, y se encontró con los oscuros ojos del japonés que lo miraban con una mezcla entre enfado y fastidio. Por el rabillo del ojo pudo ver a Lavi roncando plácidamente a su lado, sin siquiera haberse mosqueado por el tono de Kanda ni por el brusco movimiento del tren.
-No es de tu incumbencia bakanda.
-Che, serás idiota.
La mueca de desprecio estaba presente como siempre e incluso los insultos continuaban saliendo de su boca como de costumbre. Pero no podía evitarlo. Echó un vistazo rápido a eso labios antes de voltear su cabeza para ver el paisaje desolado que se podía ver por la ventanilla de su compartimento. Una fina capa de rubor cubrió sus mejillas mientras mordía su labio inferior para refrenar cualquier sonido que pudiera llegar a escapársele.
Kanda tenía unos labios horribles, pero cómo le gustaban.