In Memoriam

Mar 31, 2008 22:44


Ya no es que parezca que vivo en mi trabajo, es que encima me tocó hacer guardia en Semana Santa.
Normalmente en la guardia tenemos que hacer un informe de muchas cosas y dar mil vueltas por el hotel, pero esta vez no, esta vez no me apetecía ni salir de la habitación, últimamente tuve tanto trabajo y tan poco tiempo para mi que decidí encerrarme en la habitación, relajarme y pensar en mis cosas, meditar y descansar. Pero algo sucedió. 
El teléfono sonó a media mañana del Lunes. La llamada era de Electrogón, empresa a la que le compro las luminarias.
En realidad, más que comprar a esa empresa, le compro a su comercial, Javier Díaz. Desde hace años esta persona fue cambiando de empresa y yo siempre le seguí, pues además de hacerme los mejores precios, hay algo que nos une, el rock, la fiesta, el sentido del humor, la presión del trabajo y una tímida tristeza congénita que de alguna manera hace que nos entendamos mejor.

La llamada era de Electrogón, me preguntaron si yo era Oscar y si tenía a Javier de Comercial, les dije que si. Me respondieron: "Javier falleció este domingo, se metió en cama para tomar la siesta y no se volvió a levantar..."
No soy tonto y sé de sobra que se suicidó. Estuvo 6 meses de baja por depresión, tomando litio y más fármacos, últimamente parecía que se había recuperado, ya no balbuceaba al hablar por culpa de tanta pastilla. Ya era normal, sonreía y decía ¡Ya estoy bien! pero seguro que tuvo un buen bajón. Dicen que el momento más depresivo de la semana es el domingo por la tarde. 
¿Como es posible? no puede ser!! me encerré en la habitación y no salí en toda la semana santa. 
Recuerdo que le había contado que me iba a comprar una guitarra eléctrica Grestch y sonriendo se sacó de la cartera una foto de adolescente, vestido de rockabilly y con una Grestch en las manos. Había vivido los 80 al máximo, la mayoría de sus amigos de su pandilla habían muerto por las drogas y él había sobrevivido y se había reformado en un padre de familia, en un snob, siempre me pregunté donde compraría sus trajes y sus gafas a juego, nunca vi a nadie con tanto estilo. Era capaz de venderle bombillas a un ciego, por no hablar de como desarmaba a las mujeres con un par de palabras. Aparentaba todo un triunfador, aunque yo sabía que en realidad no lo era, sólo interpretaba un papel que le funcionaba muy bien. Ambos sabíamos todo sobre el otro.
Bueno Javier, mi pequeño homenaje acaba aquí. No sé por que no me acabo de creer que hayas cruzado la línea. Tengo el presentimiento de que mañana me llamarás al teléfono y dirás como siempre "Que pasa orejass!". 
Aprovecho para recordarte que al final si que vamos a comprar esos focos de los que te hablé para el restaurante Verdil y que no te olvides de cambiarme el balastro que vino defectuoso. Hasta la próxima, amigo.

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