¡Espero que te guste! ;A;UuosakaxsunAugust 30 2010, 06:11:33 UTC
España/Francia.
El calor es a veces insoportable, porque no importa cuántas ventanas estén abiertas; o cuán bajo esté el aire acondicionado. Es imposible dejar de transpirar y sentir sed, demasiada sed.
Francia se cansó de jugar a las cartas y ahora leía una revista, el pelo recogido a igual que sus pantalones. (España era de los pocos que podían verlo sin el “glamour”, por ser amigos o enemigos, o un compañero ocasional en la noche).
De pronto, España se levantó. Varias gotitas de la transpiración se deslizaron de su pecho, atrayendo la clara atención de la otra nación. (Quizás muchos podrían intuir cómo terminarían. Quizás pocos sabrían realmente qué era lo que pasaba por sus cabezas. Y nadie podría ver lo que había debajo de todo eso).
-Voy a preparar una ensalada de tomates, se me antojaron unos cuantos. ¿Quieres, Francia? -preguntó España, volteándolo a ver. Francia dejó su revista y se acercó a su amigo.
(O aliado. O enemigo. O amante. O España, solamente).
Las manos en su piel no se hicieron esperar. Éstas quemaban más que la temperatura del ambiente, más que las ventanas abiertas, o el aire acondicionado, pudieran calmar.
-Oye… -Francia levantó los ojos-. ¿Dejarías eso?
Ninguno volvió a decir nada. ¿Que qué era esto? ¿Por qué se detenía? ¿Por qué le pedía? España y Francia se miraron a los ojos. Las manos en la piel cayeron y los pasos, rápidos, huyeron a la cocina.
(Quizás hoy, España no podría sonreír como siempre. Quizás hoy, Francia se olvidaría de emparejar su barba. Y quizás hoy, no importara cuanto calor hiciera…
El calor es a veces insoportable, porque no importa cuántas ventanas estén abiertas; o cuán bajo esté el aire acondicionado. Es imposible dejar de transpirar y sentir sed, demasiada sed.
Francia se cansó de jugar a las cartas y ahora leía una revista, el pelo recogido a igual que sus pantalones. (España era de los pocos que podían verlo sin el “glamour”, por ser amigos o enemigos, o un compañero ocasional en la noche).
De pronto, España se levantó. Varias gotitas de la transpiración se deslizaron de su pecho, atrayendo la clara atención de la otra nación. (Quizás muchos podrían intuir cómo terminarían. Quizás pocos sabrían realmente qué era lo que pasaba por sus cabezas. Y nadie podría ver lo que había debajo de todo eso).
-Voy a preparar una ensalada de tomates, se me antojaron unos cuantos. ¿Quieres, Francia? -preguntó España, volteándolo a ver. Francia dejó su revista y se acercó a su amigo.
(O aliado. O enemigo. O amante. O España, solamente).
Las manos en su piel no se hicieron esperar. Éstas quemaban más que la temperatura del ambiente, más que las ventanas abiertas, o el aire acondicionado, pudieran calmar.
-Oye… -Francia levantó los ojos-. ¿Dejarías eso?
Ninguno volvió a decir nada. ¿Que qué era esto? ¿Por qué se detenía? ¿Por qué le pedía? España y Francia se miraron a los ojos. Las manos en la piel cayeron y los pasos, rápidos, huyeron a la cocina.
(Quizás hoy, España no podría sonreír como siempre. Quizás hoy, Francia se olvidaría de emparejar su barba. Y quizás hoy, no importara cuanto calor hiciera…
Éste, ya no estaba).
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