De un pequeño texto
Esperanza
¿Alguna vez te arrepentiste?
Hoy me acorde de ti. Sumido en mis pensamientos, en el dolor de mi cadera mientras caminaba y en la rigidez de las rodillas, me sorprendió enormemente la pelota que, surgida de detrás de unos setos, término entre mis pies, deslumbrantemente roja a pesar de la niebla que ya se interpone entre el mundo y yo. Una simple pelota, gastada y un poco descosida, pero roja. Roja como tus labios, de un rojo imposible que era capaz de hacerme olvidar a mi madre, muerta hace tiempo, a mi padre, aquel borracho perdido que nunca se preocupo de mi. Roja como todos los momentos que pase contigo, cuando en aquel viejo closet podíamos ser quienes quisiéramos, ir a cualquier lugar que se nos antojara.
Jamás te dije cuanto significabas para mi, ¿verdad? Tal vez siempre asumí que lo sabías, que nuestros dedos entrelazados eran todo lo que necesitaba para darte a entender que si algún día te ibas, no podría soportarlo. Eras mi oportunidad de ser rebelde, eras lo que jamás me atreví a decirle a mi padre. Tanto era el miedo que le tenía.
Hasta que abrí el closet y no estabas. Y en todo lo que pude pensar mientras me volteaba para ver a mi padre fue en la pelota roja, en la jodida pelota que ayer había perdido del otro lado del seto. El jodido rojo de la sangre por toda mi ropa, por todos mis recuerdos.
Jamás te volví a ver. No pude, no por miedo, sino por vergüenza. Hoy tuve una pelota roja entre mis manos, y, a diferencia de hace tantos años, esa pelota volvió a su dueño: un pequeño niño llamado Hope, tan parecido a ti. Vi nuestro futuro, o lo que pudo ser, dos hombres contra el mundo, unidos por dos dedos entrelazados y por su esperanza.
Hoy, con un poco de esperanza, me atrevo a enviarte esto, en un sobre rojo. Porque, tal vez, aun podamos construir un pequeño futuro.
Juntos.