Fandom.- Axis Powers - Hetalia
Título.- Imposible
Claim.- Dinamarca/Noruega
Tabla.- Arco Iris
Prompt.- #5 - Verde
Género.- Mmm… general, creo. Un poquitín de romance.
Advertencias.- Nope.
Resumen.- "Era casi físicamente imposible que Noruega estuviera celoso, pero… ¡Bah! Al diablo con la lógica, no era su estilo."
Notas: ¡Yay! Para celebrar mi regreso, un fic que escribí ayer por la noche *-* Notas históricas al final ;D
− Oh, mon ami, eso fue encantador.− Francia respiró en su oído y el danés sólo se rió estruendosamente, sin importarle la cercanía.
− Ya lo sé, ¡todo en mí es encantador!− Contestó, dando un paso hacia el porche de su casa y separándose fácilmente del abrazo en el que el francés le tenía sujeto. Francis le miró con picardía y le lazó un beso mientras se alejaba de nuevo. Dinamarca sólo sonrió, negó con la cabeza, divertido, y observó mientras la helada noche se tragaba a su aliado.
Miró el reloj en su muñeca y constató que, evidentemente, era muy tarde. Las tres de la mañana no eran exactamente una buena hora para llegar a casa. Se encogió de hombros y deslizó la llave por la cerradura, tratando de no hacer el más mínimo ruido.
Pero, como todos sabemos, nada sale nunca como se desea, así que la puerta emitió un horrible rechinido al abrirse. Seguro era cosa de Islandia, con su presencia en la casa las cosas siempre estaban húmedas… Miró a ambos lados antes de entrar sigilosa y dramáticamente por la puerta, dejando su hacha recargada en la pared del vestíbulo y quitándose la gabardina antes incluso de cerrar la puerta.
Cuando por fin lo hizo, pudo ver -y vaya que le sorprendió, sin duda alguna− una tenue luz que llegaba desde la sala, tímida y titilante. Claro, cuando se acercó a ver lo que sucedía, pudo constatar que aquel que estaba en la habitación no era, en definitiva, ni tímido ni titilante.
− ¡Noru, qué sorpresa que estés aquí…!− Comenzó el danés con alegría, acercándose al sillón donde Noruega estaba sentado, leyendo un libro.
− Son las tres de la mañana.− Fue lo único que dijo, sin siquiera despegar la vista de su lectura. Bueno, lo hubiera hecho si hubiera estado leyendo; a decir verdad, no había podido pasar de las primeras dos líneas desde hacía varias horas.
Dinamarca rió nerviosamente y se rascó la parte posterior de su cabeza. Su Noru estaba enfadado, y eso era en definitiva malo.
− Pues verás, tuve una discusión con Iván, las de siempre en estos tiempos, ya sabes, y después… ehm… fuimos a un… bar…− Titubeó en la última parte, sabiendo que a Noruega le molestaba su sano hábito con la bebida. Se preparó para la mirada amenazadora y la frase que últimamente había estado escuchando mucho: “Nunca dejaré que Islandia se vuelva a acercar a ti.”
− ¿Fuimos?− Los nudillos de Noruega se crisparon un poco más, y Dinamarca quedó completamente descolocado con la pregunta.
− Eh… sí, Francia y yo, ya sabes, soy su aliado y eso…− Dijo con tono jocoso, dejándose caer junto a él en el sillón, alegre de no haber sido “golpeado” por los amigos imaginarios de su compañero (aunque se preguntaba cómo era que Noruega podía hacer que los golpes se sintieran tan reales…).
El ceño de Noruega se frunció otro milímetro, molesto en grado sumo. ¿Cómo es que el danés no entendía que si se había quedado despierto hasta las tres de la mañana no había sido porque adorara madrugar? ¿Cómo hacerle entender, sin tener que decirlo, que la escena que había visto desde la ventana -a Francia abrazándolo con toda la confianza del mundo y a Dinamarca riéndose como idiota− no le había gustado en lo más mínimo, y que había hecho que se le formara un nudo en la garganta?
Nada, su orgullo era demasiado grande, pero la idiotez del otro seguro lo superaba con creces.
− Ya veo.− Dijo con voz seca, cerrando el libro de golpe y levantándose de la misma manera.− En ese caso, me iré a dormir, no sea que estorbe en tu alianza.
− Noru, ¿me dijiste…− Dinamarca lo miraba con la boca abierta, contando con los dedos. El aludido le lanzó una mirada furibunda, pero se detuvo a medio camino hacia las escaleras.− dieciséis palabras seguidas? ¿A mi?
Escuchó un bufido enojado y los pasos del noruego subiendo las escaleras, desapareciendo en cuanto se escuchó la puerta cerrarse casi de un golpe. Dinamarca se quedó sentado en la sala, en la misma posición en la que le había dejado, pensando en la extraña reacción del noruego.
Y entonces se hizo la luz en su cabeza.
No… no era posible. No, de verdad, ¡no era posible! Noruega no podía estar… celoso, ¿verdad? ¡Es decir, siempre lo golpeaba e intentaba estrangularlo cada que se metía sigilosamente en su cama a mitad de la noche! Se levantó y se volvió a sentar al instante siguiente. Era casi físicamente imposible que Noruega estuviera celoso, pero… ¡Bah! Al diablo con la lógica, no era su estilo.
Subió corriendo las escaleras y entró de golpe en el cuarto del menor, causando que éste le lanzara un peligroso proyectil -que en realidad era una almohada- a la cara, que él esquivó, por supuesto.
− Eres tan molesto.− Le reprochó Noruega, para después girarse y darle la espalda. Dinamarca, con una sonrisa tan feliz que era casi aterradora, se acercó a la cama y se sentó en ella, desplazando a su legítimo dueño a un pequeño espacio.
− Noru~…− Canturreó bajito, sin quitar su sonrisa.
− …
− ¿Estás celoso?− Preguntó sin rodeos, y hubiera dado cualquier cosa por ver la cara de Noruega en ese momento. Bueno… quizá no, conociéndolo, no habría siquiera pestañeado.
− No.− Escuchó, y eso disminuyó un poco su sonrisa, pero sólo por un instante.
− Vamos, yo sé que estás verde de celos.− Le picó con un dedo la espalda mientras decía eso, causando que el noruego se incorporara, apresara su mano con determinación y le mirara con ojos serios.
− He dicho no.
El danés hizo un puchero y se cruzó de brazos. Su pequeño Noru estaba muy tenso, lo podía notar en la forma en que cuadraba sus hombros y en cómo apretaba casi imperceptiblemente su mandíbula.
− Bueno, aunque no lo estés, te contaré el motivo de mi discusión con Rusia~− Canturreó alegremente.
− No quiero escucharla.− Dijo Noruega, pero no se acostó de nuevo.
− Pues que querían que me uniera a ellos en contra de Francis, ¡pero yo me enteré de una artimaña muy sucia!− Comenzó a contar él, ignorándolo.− ¿Puedes creer que ese idiota de Suecia quiere que te mudes con él para que ocupes el lugar de Tino? Sólo por eso aceptó aliarse con Iván, ese rastrero… ¡Imposible! ¡Si tengo que pelear para evitar que te vayas con él, ten por seguro que eso haré!
Dinamarca sonrió cuando vio a Noruega relajando sus hombros y agachando la vista. Sin pensarlo dos veces, lo rodeó con sus brazos y lo atrajo hacia él, envolviéndolo en un apretado abrazo, de esos que reservaba solamente para él.
− Eres un idiota.− Escuchó que le decía Noruega.− El más idiota.
El danés soltó una risilla y se encogió de hombros, para después apretarlo con más fuerza hacia si. Sí, era el más idiota, pensó Noruega, pero tal vez ese era su encanto.
Notas históricas:
Cuando Francia, durante las guerras Napoleónicas, atacó Rusia en 1812, los rusos se aliaron a la Gran Bretaña. Suecia también se incorporó a esa alianza, con la promesa de obtener Noruega en compensación por la pérdida de Finlandia, anexada a Rusia en 1809. Rusia intentó convencer a Dinamarca de aliarse, pero Dinamarca se negó por la posición rusa sobre Noruega. Así, Federico VI (rey de Dinamarca) permaneció como uno de los últimos aliados de Napoleón.