No había pasado ni dos semanas desde aquel encuentro
en la biblioteca donde varios de los gryffindors de sexto curso fueron acusados por haber molestado a uno de los visitantes búlgaros durante la hora de clase. Lo peor fue que todos recibieron el mismo castigo injustamente y por obvias razones, estaban 'supuestamente' castigados pero no porque les
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Por eso adoraba a su casa, y también a Gareth. Era bellísimo saber que en las malas y ante la situación de una persona estúpida agrediéndolos, todos podían unirse y sacar su mejor y más cruel humor para salir al contra-ataque. Sarelle se encontraba en medio de la bolita, sentada delante de la mesa, pluma en mano y un pergamino en el cual rayoneaba un dibujo que habría terminado hace bastante de no ser porque cada 3 segundos la hacían reír con sugerencias de más cosas obscenas por agregar. Y es que... ¡encima escuchar lo que decía Gareth!; tras esto último, Sarelle hizo un esfuerzo sobre-humano para centrar la tensión, en vez de en la pluma (para no soltarla y dar el rayonazo en su obra de arte), en sus hombros que ya lucían tembleques de tanta risa que traía encima. "¡Me duele la cabeza de tanto asentir!" se quejó risueña. Es que todas las propuestas (con las que la bombardeaban) eran buenas.
En ese momento estaba terminando de trazar el par de redondas ubres del búlgaro... ¡OH! qué bello hacer eso, en verdad ( ... )
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JAJAJAJA, pues sí algo obvios, pero ¿a quién le importaba? no era como si estuvieran haciendo algo malo para esconderse, ¡al contrario!: lo estaban haciendo en nombre de Gryffindor y todo el colegio, porque el búlgaro era una amenaza. Y debía ser, sino eliminado, al menos humillado (...al menos saber que no era querido, ni por ella ni por nadie).
Costaba dibujar con tantas personas hechas bola y apretándote los hombros, gracias a Merlín que Gareth hizo la diferencia (bueno, semi-diferencia, porque igual siguieron después apoyándose en su hombro & espalda y encimándosele para ver cuánto avanzaba del dibujo, pffff). "¡¿El hechizo del...?!" su simple presencia la hacía reír, así que para no desconcentrarse se limitó a evadirle la mirada y sonreír de oreja a oreja, encogiéndose un poco. No, momento: no podía; volteó nuevamente hacia él riendo.
"¡¿Eso existe?!".
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