Ha vuelto a casa encontrando el grifo de la ducha abierto y no ha reparado en mí, que estaba vomitando por la ventana.
Meo a cada hora. No como más, lo he jurado. Llevo cinco días. No tendré hijos nunca, porque quiero ser yo la única niña pequeña, necesitada de afecto, aquella que quiere que la cojan, que le den amor y le concedan todos los caprichos.
Porque la regla indica que hay una mujer sana, entera y fértil. No entienden por qué me siento rota. Dicen que tiene que haber una experiencia traumática en la menarquía. Yo sé. Y es que mi regla no fue bien acogida por nadie. Para ellos yo estaba más mayor y si yo estaba más mayor, ellos estaban más viejos. Así que decidieron comenzar a odiarme, a no regalarme más nada. A despreciarme por tener pechos. Diciéndome que los chicos abusarían de mí, lo decía mientras colocaba sus manos arrugadas debajo de mis bragas.