Masterpost 1. Help me get my feet back on the ground/wont you please, please help me? [jueves por la mañana]
-Me estoy volviendo loca, en serio.
-No lo entiendo.
-¿No lo entiendes? ¡Harry-quiere-casarse-conmigo!
-¿Y eso te vuelve loca?
-¡SÍ! ¡Maldita sea, Hermione, entiéndelo!
-Lo siento, Gin, no puedo -la joven se cruzó de brazos y se echó hacia atrás en la silla -No veo el terrible motivo que te está trastornando el cerebro cuando tu novio desde el colegio quiere proponerte pasar el resto de su vida contigo.
-¡Argh! -Ginny enterró el rostro en las manos en un ademán de frustración. El hombre que en la mesa de al lado se bebía su café doble con espuma de leche se volvió a mirarlas: una de ellas delgada y fibrosa, con el pelo anaranjado recogido en una coleta alta; la otra más alta pero de físico menos espectacular, con una melena salvaje cayendo desordenada sobre los hombros. Dos chicas normales.
La pelirroja dejó caer los hombros, derrotada. La otra la observó un instante y se le suavizó la expresión mientras estiraba el brazo para consolarla.
-Háblame, dime lo que te está comiendo por dentro, Gin.
Ginny movió con desgana la cucharilla de su capuccino, ya frío, y se acarició distraídamente la cicatriz que tenía debajo de la oreja izquierda a causa de una bludger loca que la dejó inconsciente en su tercer partido profesional.
-Tengo veintidós años. No quiero casarme y tener siete hijos con Harry, dejar las Holyheads y pasarme el día cocinando y lavando ropa usada. No quiero ser como mi madre.
Hermione suspiró empáticamente. Entendía el miedo al fracaso mejor que nadie, y podía comprender lo que estaba bullendo en aquella cabecita pelirroja que se hundía en la desesperación ante ella.
-Quiero ser yo, yo y nadie más, Hermione. Quiero jugar con las Harpies hasta que mis brazos tengan agujetas crónicas y luego retirarme y hacer alguna otra cosa que me guste y me haga levantarme por las mañanas con ganas de comerme el mundo. Quiero viajar y hacer el amor con Harry en todos los países posibles y comprarme una casa pequeña con jardín a las afueras de Londres con un armario gigante para todos mis zapatos. No quiero casarme. Y tengo miedo de que Harry no lo entienda.
-Díselo igual que me lo acabas de decir a mí.
-No lo entenderá -el sol del verano se colaba por una de las ventanas de la cafetería de Oxford Street, y resaltaba aún más la piel bronceada de ambas chicas. -Quiere cuidar de mí para siempre y cree que esta es la mejor forma de demostrarme su amor. Y es precioso, de verdad, es precioso; incluso el anillo es una monada y si sólo fuera vestirme de princesa por un día y proclamar al mundo lo mucho que lo quiero, lo haría con los ojos cerrados. Pero no lo es.
-Sí lo es; es sólo un anillo.
-No, es una forma de atarnos, de cortarnos las alas, de empezar a planear una vida nueva, en común. ¡Y no quiero, maldita sea! ¡No es el momento, ahora no, así no!
-Estás siendo cabezota.
-¡No! Es que no quiero, simplemente no quiero. No puedo.
Ginny se enjugó las lágrimas de frustración antes incluso de que le pendieran de las pestañas, y Hermione, que sabía perfectamente lo poco que le gustaba a su amiga llorar en público, cayó en la cuenta de que Ginny estaba desesperada.
-Escucha: estás en un callejón sin salida, Gin. No puedes decirle a Harry que no y no quieres decirle que sí. Hagas lo que hagas meterás la pata: si le rompes el corazón perderás al hombre del que estás enamorada; si le dices que sí te amargarás la vida, serás infeliz y él acabará siendo infeliz también. Tienes que ir con tanto cuidado como si manejaras una bomba de uranio.
-¡Lo sé! Lo sé, lo sé, lo sé, joder -Ginny bebió un poco del café frío y se colocó un mechón detrás de la oreja. -Merlín, no sé qué hacer. Harry me está preparando un fin de semana especial con cena y habitación romántica en Edimburgo y sé que va ser entonces cuando me lo pida, me di cuenta ayer por la noche cuando buscaba una camiseta en su cajón y encontré el anillo. No puedes imaginarte la noche que he pasado, no he pegado ojo.
Hermione escuchó las campanadas de la catedral que anunciaban las 11 de la mañana y pensó en la montaña de papeles que la estaba esperando en su recién estrenado despacho del Departamento de Leyes Mágicas. A pesar de que sólo llevaba una semana de vuelta en Inglaterra después de su cursillo intensivo de un año de Relaciones Internacionales Mágicas y Muggles en Francia, sus apuntes acerca de las reformas necesarias en la Ley vigente alcanzaban ya una altura considerablemente peligrosa para su integridad física.
-Pues, sinceramente, no se me ocurre qué decir. No… no encuentro ninguna forma de solucionar esto o de ayudarte. Ni siquiera debería haberme metido en esto, porque los dos sois mis amigos.
-Bueno -Ginny estiró la palabra, sin mirarla a los ojos -la verdad es que como no he dormido, a mí se me ha ocurrido algo…
Algo en el cerebro de Hermione se encendió con una luz roja al tiempo que gritaba “¡Alerta, alerta, peligro Weasley inminente!” cuando Ginny la miró, esta vez sí, directamente a los ojos. Así que eso era, por eso la había llamado con tanta urgencia a las siete y media de la mañana, cuando el café del desayuno ni siquiera había salido aún chirriando de la cafetera.
-Se te ha ocurrido algo.
-Ajá.
-Y por eso estoy aquí.
-Estás aquí porque eres mi mejor amiga, también de Harry, y te preocupas por nosotros y quieres nuestra felicidad.
-Y porque me necesitas.
-Y porque te necesito.
La joven dejó escapar un largo suspiro. Ginny se había echado hacia delante en la silla, con los codos apoyados sobre la minúscula mesa de la cafetería y los ojos brillantes, expectante. Viéndola así, Hermione no pudo dejar de sentir cierta empatía con todos esos jugadores novatos de quidditch que la tomaban por una “chica poca cosa” y se reían de ella al principio de los partidos. Normalmente acababan hechos papilla por esta otra Ginny.
-Primero cuéntamelo, y luego ya tendremos tiempo para decirte que no y proclamar a los cuatro vientos lo majara que estás -Por primera vez en toda la mañana, la cara de la menor de los Weasley se iluminó con una sonrisa.
-En realidad es extremadamente sencillo: no puedo decirle que no ¿verdad?
-Le romperías el corazón y después a mí me tocaría recoger los trocitos. Por no mencionar que tú serías desgraciada sin él y también tendría que recoger tus trocitos.
-Cierto. Pero tampoco quiero decirle que sí, así que la solución es realmente simple.
-Tan simple que se me escapa por completo.
-Eso es porque eres una chica complicada -ambas sonrieron. -Es tan fácil como… no tener que decirle nada.
Hermione observó a su amiga fijamente, y su expresión de triunfo le confirmó que se había vuelto majara.
-¿No decir nada? ¿Ése es tu gran plan? ¿Te quedarás callada cuando te pida que te cases con él y crees que con eso solucionarás tu problema? ¿Es que te ha golpeado otra bludger demasiado fuerte en la cabeza?
-¡No, tonta! Mi gran plan es no darle oportunidad de pedírmelo para no tener que rechazarlo -la pecosa sonrió abiertamente como si hubiera conquistado la copa de las casas -¡Si no me lo pide, no habrá ningún problema!
-Muy maduro. ¿Y qué piensas hacer, Gin? -Hermione sentía como su enfado crecía por momentos -¿Salir corriendo cada vez que se te acerque? ¿No quedarte a solas con él nunca más en la vida? ¿Utilizar un Imperius? ¿Es que todos los Weasleys os volvéis locos cuando se trata de compromiso?
Hermione se arrepintió de haber dicho ésa última frase antes incluso de acabar de decirla. La otra la afrontó con seriedad, sin esquivar la mirada, con el reproche pintado en cada uno de los centímetros de su rostro afilado.
-No quería decir eso último, lo siento.
-Bien, porque no deberías haberlo dicho.
-Perdona.
El momento de tensión pasó enseguida, y los hombros de Ginny volvieron a relajarse.
-Piénsalo, Hermione: nadie resulta herido, todos seguimos felices con nuestras vidas y aquí paz y después gloria.
-Ginny, esto es… ¿realmente no lo ves? Es absurdo. Suponiendo que lo que quiera que hayas planeado te salga bien y Harry no te lo pide este fin de semana ¿qué crees que pasará la semana que viene, cuando salgáis a cenar o durmáis en su casa?
-No me lo pedirá, Hermione, porque pienso hacerle cambiar de idea, con sutileza -Hermione reprimió un bufido. Sutileza. Ginny Weasley. -Este fin de semana le diré cosas del tipo: “me encanta cómo estamos ahora y no cambiaría por nada del mundo” o “te quiero mucho Harry, no quiero cambiar nunca” y entonces él mismo se dará cuenta de que no es el momento apropiado, y ya está. Perfecto.
Ginny se retrepó en la silla con un gesto de victoria reflejado en la cara.
-¿Y si te lo pide antes de que tengas oportunidad de hacerle ver las maravillas de la vida sin compromisos, qué harás? ¿Salir corriendo? Porque te recuerdo que un fin de semana es muy largo, Gin.
-Y ahí, amiga mía, es donde entras tú.
-¿Yo? -Merlín, esto le gustaba menos por momentos -¿Qué pinto yo en un fin de semana romántico de pareja?
-Bueno, imagínate que tu mejor amiga se ha ido del país durante seis meses y no has tenido muchas oportunidades de verla; imagínate también que tienes un fin de semana de relax preparado y que tu novia, que te quiere muchísimo, ha decidido reservar otra habitación para esa mejor amiga a la que hace tanto que no ves para que podáis pasar más tiempo juntos y salir a cenar, a pasear por la ciudad y hacer esas cosas que hacíais de pequeños tan divertidas. No podrías decir que no, sobre todo si a tu amiga le hace muchísima ilusión.
Hermione observó a Ginny con la boca abierta. Merlín bendito, ahora podía ver perfectamente el parecido con su madre.
-¡Eso es… es…!
-¿Brillante? ¿Inteligente?
-¡Manipulación hasta el extremo, diría yo!
La otra se carcajeó.
-Lo llevo en los genes.
-¡Pues no pienso colaborar, no señora! ¡No vas a convertirme en una marioneta en tu pequeño teatro del engaño, Gin! ¿Qué clase de amiga crees que soy?
-La clase de amiga que me apoyaría en un momento como éste -Ginny la observó fijamente -Además, ya se lo he dicho a Harry; no puedes decir que no, está muy ilusionado.
-Merlín y los cuatro fundadores -susurró la otra mientras dejaba caer los brazos, derrotada. No sólo había perdido la batalla: el ejército de Ginny había pasado por encima del suyo pisoteándolo con crueldad.
Esta vez fue el turno de la pelirroja de estirar el brazo y posarlo sobre el suyo, confortándola. El ceño de Ginny delataba preocupación y no victoria, y eso hizo a Hermione sentirse un poco mejor.
-Oye… -la menor de los Weasley la miró y hubo una pausa muy larga -No quiero que te enfades conmigo. Por favor.
-No estoy enfadada contigo -se rindió al fin la otra -Aunque Merlín sabe que estoy intentándolo con todas mis fuerzas.
Ambas se sonrieron por encima de las tazas de café frío.
-Ya sabes lo que dicen -Ginny volvió a colocarse el mechón rebelde detrás de la oreja -En el amor y en la guerra todo vale.
Hermione resopló.
-Entonces ¿me ayudarás? -Ginny la miró expectante.
-¿Qué otra cosa puedo hacer? -Hermione encogió los hombros y asintió despacio, muy a su pesar. Un fin de semana haciendo de celestina entrometida no era un planazo.
-Perfecto -el rostro de la pecosa estaba radiante -entonces todo arreglado: nos vamos el viernes a las 4, ya tengo el traslador preparado, y nuestro hotel es La Bruja Plateada, justo debajo del castillo -se levantaron de la mesa del café y el sol de verano les arrancó destellos dorados del cabello. De pronto, Ginny abrazó a su amiga -Muchas gracias, Hermione, en serio. Muchas gracias. No sabes lo mucho que significa que hagas esto por mí.
-Lo hago por los dos. En realidad lo hago por mí también; no quiero veros sufrir y ser desgraciados por un maldito malentendido -Ginny la apretó un poco más fuerte antes de acercarse a pagar.
-Ya verás -dijo cuando regresó y antes de que ambas se separaran para ir a sus respectivos trabajos -Nos lo vamos a pasar estupendamente los cuatro juntos, como en los viejos tiempos.
Aquel “los cuatro juntos” cayó sobre la otra como un jarro de agua fría.
-¿Los “cuatro”? -preguntó con expresión de pánico mal disimulado.
-Claro, ¿no te lo había dicho? Ron tiene descanso este fin de semana en los Aurores -Ginny sonrió un poco demasiado para el gusto de Hermione -¡Nos vemos el viernes en La Madriguera entonces! ¡Hasta luego!
Y ondeando la coleta anaranjada, Ginny se desvaneció con un ¡crack!
‘Por los calzones de Merlín, Hermione, ¿cómo demonios te metes siempre en estos líos?’ se preguntó.
2. Hold on/Don't be scared/You'll never change what's been and gone/May your smile (may your smile)/Shine on (shine on) [viernes por la mañana]
Ginny observó con ojo crítico la maleta de mano de su hermano.
-¿Eso es todo?
-Es más que suficiente para dos días, Gin.
-Sólo estás metiendo pantalones vaqueros y camisetas -apuntó ella.
-No te olvides de los calzones. Aunque, si quieres, puedo ir con los mismos todos los días -sonrió su hermano. La chica le tiró una camiseta a la cabeza.
-¿Y qué pasa con el pijama?
-Ves, para eso sí que necesito calzones -la boca de Ron se torció en una mueca pícara. Ginny frunció el ceño.
-¿Piensas dormir medio desnudo? ¡Estamos en un hotel, Ron!
-¿Y qué? Nadie va a verme dormir.
-Bueno -dijo ella pasando revista al resto de la ropa escogida por su hermano -¿no piensas coger algo un poco más arreglado? Yo quería salir a cenar con vosotros, pero si vas a venir en vaqueros…
-Merlín, eres peor que mamá -bufó Ron -Vale, vale ¿te gustan esta camisa y este traje?
-Perfectos -sonrió su hermana. -Piénsalo bien, así vestido vas a ser la sensación, todas las chicas van a querer salir contigo.
-Sí, seguro. Harán cola.
-Claro que la harán; eres guapo, joven, famoso, con un trabajo lleno de peligros y un héroe internacional.
-Si sigues diciéndome cosas bonitas me voy a echar a llorar -el sarcasmo impregnaba la voz del chico que, ocupado en rebuscar en el armario, se perdió la excelente mueca en respuesta de su hermana.
‘¿Porqué estoy haciendo esto?’ se preguntó mientras revisaba sus viejas camisetas de los Chudley Cannons, sin atreverse a formular la pregunta a la hermana que lo observaba desde la vieja cama con colcha de retales. ‘¿Porque quiero ayudar a Harry con lo de Ginny? ¿Porque eso es lo que hacen los mejores amigos que además son los hermanos mayores de la novia del mejor amigo?’ se respondió, no muy convencido. Se negaba a aceptar como respuesta válida los flashes de piel morena y cabello salvaje que le venían a la mente cada vez que cerraba los ojos.
Se comió el suspiro que tenía en la punta de la lengua. Le habían sentado bien dos años sin él. Hermione había pasado página, se había ido a otro país para que ninguno de los dos tuviera que pasarlo mal cuando se miraban por encima de la mesa de la cocina. Cuando les anunció que se iba, una sensación extrañamente parecida al alivio se instaló cómodamente en su estómago; y sin embargo no llevaba ni dos horas en Francia y Ron ya se sentía más solo que nunca.
--¿Cómo van las cosas en la Academia? -Ginny terminó el repaso general a su ropa y cruzó las piernas estilo indio sobre la colcha. Ron la observó, con el pelo suelto y las manos grandes apoyadas sobre el regazo; su hermana era sin duda una chica atractiva y Harry un capullo afortunado.
-Bueno, creo que este año es el definitivo. Harry y yo estamos cerca de conseguir nuestra licencia con notas bastante altas y el año que viene podremos incorporarnos al cuerpo oficial de aurores, aunque el período de prácticas está siendo un infierno.
-Sí, lo sé -Ginny se echó hacia atrás la melena en un gesto característico -Harry me ha contado que os llaman a cualquier hora para cualquier cosa.
-¡ALERTA PERMANENTE! -tronó Ron y ambos se echaron a reír como críos.
-¿Y George, la tienda y el doble turno? ¿No es demasiado para una sola persona todo lo que estás haciendo? -preguntó ella cuando ambos se hubieron calmado un poco.
-George me necesita. No es sólo por el trabajo en la tienda, la verdad es que se las apaña bien con Verity. Es más por… no sé cómo explicarlo.
-La familia.
Ambos se miraron en medio de un largo silencio.
-Todavía duele, a él más que a nadie. Y cuando yo estoy allí no está tan solo ¿sabes? No se sienta en la trastienda a mirar los viejos paquetes de surtidos saltaclases en los que trabajaba con Fred antes de… -a Ron se le quebró la voz. Ginny se levantó de la cama y abrazó a su hermano, como cuando eran niños y Ron se raspaba las rodillas y ella le daba un beso de cura sana.
-Bueno -dijo ella con falsa voz alegre antes de quitarse de un manotazo las lágrimas -bonita forma de empezar un súper fin de semana de diversión: llorando como tontos.
-Es la historia de mi vida -se sonrieron sin poder apartar el velo de tristeza que los cubría.
-Entonces… ¿estás seguro de que no tienes unos vaqueros más arreglados?
-¡Gin, otra vez no, por favor!
3. Angie, I still love you, remember all those nights we cried?/all the dreams we held so close seemed to all go up in smoke [viernes por la tarde]
Harry se subió las gafas hasta el puente de la nariz y sonrió a su hermana y a su mejor amigo.
-Este fin de semana va a ser estupendo -Ginny lo abrazó mientras observaba su maleta -Tranquila, Gin, llevo trajes hasta aburrir y un montón de ropa elegida por ti.
Ella reprimió una sonrisa de triunfo.
-Tienes que admitir que tú tienes un gusto horrible -él la besó despacio mientras sonreía. La pelirroja le echó los brazos al cuello y le respondió efusivamente.
-Merlín, si esto va a ser el fin de semana entero, creo que me voy a quedar en casa -Ron dejó caer su mochila sobre la mesa de la cocina.
-Sí, yo también me lo estoy planteando -la maleta de Hermione era rectangular, de tamaño mediano, mucho más pequeña que la que reposaba apoyada en el marco de la puerta con las letras G.WEASLEY estampadas en ella. La chica se acercó a su amiga primero y la abrazó e hizo lo mismo con Harry, al que saludó afectuosamente.
A Ron lo miró detenidamente, con una mueca.
-Honestamente, Ronald -lo reprendió con falso disgusto -cada vez que te veo estás más alto.
-O tú encoges -respondió él con una sonrisa. Todos se echaron a reír y ella abrazó al chico flaco y espigado igual que había hecho con los otros. Tal vez (sólo tal vez) lo abrazó unos cuantos segundos menos, como si su contacto la quemara un poco por dentro, pensó Ron, cómo si tocarlo le doliera.
Pero se lo debió haber imaginado porque ella le sonrió con un cariño imposible de fingir cuando se soltó de entre sus brazos.
-Bueno, vámonos antes de que alguien de la oficina me localice y envíe todos esos malditos informes que tengo pendientes con un halcón peregrino -exclamó Hermione mientras se arreglaba un poco los pliegues de la falda.
-No lo puedo creer -Harry la cogió de la barbilla y la obligó a mirarlo, muy serio -¿Hermione Granger escaqueándose del trabajo?
Ella se soltó de un manotazo, riendo.
-¡Claro que no! ¡Se partiría el cielo en dos! -exclamó Ron llevándose las manos a la cabeza.
-¡Lloverían ranas! -prosiguió Harry, escandalizado.
-¡Crecerían escregutos de cola explosiva en los árboles!
-¡Se acabaría el mundo!
Hermione rodó los ojos mientras Ginny reía con ganas.
-Ya basta niños -la señora Weasley apuntó con el dedo índice a los tres que se reían histéricamente mientras entraba en la cocina -Dejad de meteros con la pobre chiquilla.
Molly Weasley apretujó entre sus brazos a la joven que ya casi le sacaba una cabeza como si todavía tuviera once años mientras ésta murmuraba un gracias.
-¿Lleváis todo lo necesario, niños?
-Sí mamá -respondieron sus hijos casi a coro. Esta vez fue el turno de Hermione de reprimir una sonrisa: Molly Weasley no cambiaría nunca.
-¿Pijamas? ¿Ropa de abrigo? ¿Pasta de dientes? ¿Varitas?
- Sí mamá.
-¿Ropa interior de recambio?
-¡Mamá! -se escandalizó Ginny mientras las orejas de su hermano se convertían en dos tomates -¡Bueno, ya basta, nos vamos!
-¡Pero, hijos…! -trató de protestar Molly mientras su hija arrastraba a Harry hacia la chimenea. Con un sonido como de desatascador, los polvos flú hicieron desaparecer a la menor de los Weasley en un segundo. Harry sonrió a la mujer que había sido como su madre en los últimos años antes de despedirse con un gesto y desparecer justo detrás de su novia.
Ron y Hermione se miraron y él dejó que ella fuera la siguiente con un gesto caballeroso.
-Hasta pronto, señora Weasley -se despidió ella justo antes de que los polvos la evaporaran por completo. Ron ocupó su lugar en la chimenea familiar.
-Tened cuidado, hijo. Y no hagáis tonterías.
-Tranquila mamá -sonrió él -Sólo es un fin de semana tranquilo. Nos vemos el domingo por la tarde.
-Adiós, cariño -Molly Weasley vio desaparecer a su hijo exactamente igual que a los tres anteriores y reprimió un suspiro preocupado. No es que no se hubieran enfrentado ya antes a demasiados peligros mortales, pero a ella le preocupaban más bien otros peligros a los que parecía que aquellos cuatro chicos eran especialmente vulnerables: los del corazón.
parte dos