Un placer escribir para ti, no te preocupes, tú siempre pide que es gratis. hugs <3
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-¿Recuerdas cuando esto era la Torre Eiffel?- dijo Grantaire, poniendo nuevas balas en su pistola. Enjolras levantó los ojos brevemente, como si todavía pudiera ver el símbolo de París sobre sus cabezas, incluso si se estaban escondiendo entre los restos de éste. La oscuridad y los trozos metálicos de lo que alguna vez fue la Torre Eiffel los mantenían a salvo, por esa noche.
-Lo recuerdo. La Torre existía antes de que la gente se hartara de que el uno por ciento de la población manejara el sesenta por cierto de los ingresos mundiales. Me llenó de orgullo verla caer- dijo Enjorlas, tenía sangre en los nudillos, tierra en toda la ropa y la cara llena de pólvora, tenía el aspecto de un ángel arrastrado. Porque los ángeles son soldados, soldados como Enjolras, que como cada vez no se quejaba del hambre e insistía en que Grantaire comiera lo que habían conseguido. Se ponía furioso si se desperdiciaba la comida y él muy, muy pocas veces probaba bocado.
-Bueno, a mí me gustaba-Grantaire pensó en la época lejana en que él y Enjorlas eran estudiantes y se sentaban a leer bajo la Torre Eiffel, el sol y el espíritu en la piel. Cuando tenían menos cicatrices y más amigos con vida.
¡Qué bien los has retratado! En especial a Enjolras con tanta furia en la sangre, sus palabras sobre las Torre Eiffel y la distribución de la riqueza mundial son perfectas. Y a su lado Grantaire, quien siempre supo disfrutar hasta del más mínimo placer de la vida... pero sigue ahí, con Enjolras, aunque todos los demás hayan caído.
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-¿Recuerdas cuando esto era la Torre Eiffel?- dijo Grantaire, poniendo nuevas balas en su pistola. Enjolras levantó los ojos brevemente, como si todavía pudiera ver el símbolo de París sobre sus cabezas, incluso si se estaban escondiendo entre los restos de éste. La oscuridad y los trozos metálicos de lo que alguna vez fue la Torre Eiffel los mantenían a salvo, por esa noche.
-Lo recuerdo. La Torre existía antes de que la gente se hartara de que el uno por ciento de la población manejara el sesenta por cierto de los ingresos mundiales. Me llenó de orgullo verla caer- dijo Enjorlas, tenía sangre en los nudillos, tierra en toda la ropa y la cara llena de pólvora, tenía el aspecto de un ángel arrastrado. Porque los ángeles son soldados, soldados como Enjolras, que como cada vez no se quejaba del hambre e insistía en que Grantaire comiera lo que habían conseguido. Se ponía furioso si se desperdiciaba la comida y él muy, muy pocas veces probaba bocado.
-Bueno, a mí me gustaba-Grantaire pensó en la época lejana en que él y Enjorlas eran estudiantes y se sentaban a leer bajo la Torre Eiffel, el sol y el espíritu en la piel. Cuando tenían menos cicatrices y más amigos con vida.
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¡Qué bien los has retratado! En especial a Enjolras con tanta furia en la sangre, sus palabras sobre las Torre Eiffel y la distribución de la riqueza mundial son perfectas. Y a su lado Grantaire, quien siempre supo disfrutar hasta del más mínimo placer de la vida... pero sigue ahí, con Enjolras, aunque todos los demás hayan caído.
ME ENCANTA. ¡Gracias!
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