Título: El tigre blanco de la luna.
Fandom: Glee.
Paring/Personajes: Sam/Blaine. Aparición estelar de Steve y Stacy. Y la señora Evans.
Notas:
Tercer promt completado de
esta tabla para la comunidad
cienciasftw. Continuación de los drabbles
"Polvo de Estrella" y
"Culpa a la gravedad".
Resumen de la table: Sam y Blaine, antes de llegar a Dalton y Mckinley High iban en la misma escuela, Sam es el amigo con que Blaine va al baile Sadie Hawkins. Eran mejores amigos, porque sólo se tenían entre ellos contra el bullying y otros miedos. Este, como el resto de la tabla, es uno de los momentos de esa amistad (que quiza, se va transformando en algo más).
Resumen de este drabble: ¿Es el universo lo suficientemente grande para ellos y el tigre blanco de la luna?
El tigre blanco de la luna.
Sam adora a sus hermanitos. Cuando nació Steve sus padres le dejaron muy claro que como hermano mayor su obligación era protegerlo, al igual que cuando nació Stacy. De pequeño, Sam siempre soñó con ser un superhéroe y en eso se convirtió para sus hermanos.
Los adora, no le molesta quedarse en casa los sábados a cuidarlos, no le molesta que Steve agarre su guitarra, no le molesta tomar el té con Stacy ni tener que hacer de juez imparcial si los chiquillos pelean.
Le molesta una cosa: cuando no entienden que no es no, debido a que Sam muy pocas veces les dice que no, específicamente en tres tipos de situaciones: si pone en riesgo su vida (como manejar un tractor de la granja de su tío), si no puede pagarlo y si compromete a otra persona.
Esta situación es de la última clase y la persona en cuestión es Blaine.
-Por favor.
-No, Stacy, Blaine tiene que irse a casa.
-Por favor.
-No, Steve, ¿Qué va a decir su mamá si Blaine no llega a casa?
-POR FAVOR POR FAVOR POR FAVOR.
Tiene que empezar a prohibirles ver los Simpson.
-Por favor- Steve se acerca muy serio hasta Blaine- Si te quedas al campamento con nosotros, te dejaremos aprender el idioma Evans.
Blaine parece repentinamente interesado, inmensamente divertido con la situación desde hace un buen rato.
-¿El idioma Evans?- pregunta, mirando de reojo a Sam.
-Sí, es nuestro idioma secretísimo- murmura Stacy, a pesar de que no hay nadie más en la sala que la pueda escuchar- Nadie que no sea Evans lo conoce, pero si te quedas y nos dejan hacer campamento, tú serás el primero.
En cuanto Blaine mira a Sam con la pregunta y la curiosidad marcadas en el rostro, el mayor de los Evans sabe que ya es una batalla perdida. Está cansado y sólo quiere dormir para poder dejar de pensar en la física, pero son tres contra uno, así que con un suspiro acepta y con ayuda de su amigo sacan la tienda de campaña, las colchonetas y demás cosas.
-¿Así que el idioma Evans?- dice Blaine medio burlón mientras montan la tienda de campaña en el jardín, Stacy y Steve en la cocina sacando las provisiones (que consisten en todo lo que tenga azúcar).
-Siéntete honrado, Anderson, eres el primero fuera de nosotros tres que lo conoce.
Blaine hace un gesto dramático de indignación, mano en el pecho y todo.
-No puedo creer que no me incluyeron en su lenguaje secreto- sentencia.
-Es para Evans- se explica Sam, encogiéndose de hombros.
-¿Y no soy uno honorifico?
Sam no contesta porque entonces Stacy sale corriendo de la cocina.
-¡Sammy, no hay malvaviscos!- grita, Sam va hasta a ella y la carga, tratando de tranquilizarla.
-Pues come chocolate.
-¡No hay campamento sin malvaviscos!
Desde adentro se escucha a Steve gritándole a su mamá lo mismo.
-Oigan, no molesten a mamá con lo de los malvaviscos- los regaña Sam, gritando también para dejarse oír hasta la cocina.
La señora Evans se asoma y sonríe al ver todo listo para un campamento en el jardín, Blaine la saluda cortésmente.
-Veo que los niños te atraparon- dice la mujer.
-En realidad me ofrecieron un trato por esto, ¿verdad, Stacy?
La pequeña asiente enérgicamente, todavía en brazos de su hermano.
-Mamá, no hay malvaviscos- anuncia la niña.
-Stacy, estoy cansada y hay muchas cosas en la cocina, ¿de veras necesitas malvaviscos?
Stacy dice que sí simultáneamente con Sam, quien dice que no.
-No te molestes, mamá, comeremos algo más.
-¡Pero Sammy!
La niña hace pucheros, como si fuera a llorar, entonces Blaine interrumpe.
-No se preocupe, señora Evans, yo iré por lo malvaviscos, puedo ir a pie- anuncia, levantándose.
-¡Síii!- grita Stacy, feliz.
Si se tratara de otro persona, por pura cortesía la Señora Evans no dejaría a un invitado ir hasta la tienda para comprarle malvaviscos a sus hijos, pero Blaine literalmente vive ahí cuando Sam no está en casa de Blaine, así que ella acepta la oferta, volviendo a su cuarto a dormir y dejándole una advertencia a Stacy de que no fastidie mucho a los mayores..
-Gracias, Blaine- suelta Stacy, poniendo su mejor carita adorable.
-Pero esto no es gratis- explica él- A cambio de una larga travesía para conseguir malvaviscos, ¿me nombraran Evans honorario?
Stacy abre la boca en una perfecta O y mira a Sam, buscando su consejo.
-Lo pensaremos, Anderson- concluye él.
La noche es cálida y avanza sin prisa, un montón de estrellas y una luna creciente manchando el cielo. Algunos autos pasan de vez en vez por la acera y el sonido del televisor dentro de la casa se percibe, sin embargo Steve y Stacy parecen los mejores actores del mundo, metidos en su papel de exploradores, al punto de que un gato (que a parte es gris) pasa por ahí Steve grita “!Corre, Stacy! ¡Es el tigre blanco!” y la niña está a punto de estrellarse contra un árbol por salir disparada. Su jardín es una selva y en su mente infantil el mundo al que pertenecen es mucho, muchísimo más grande.
Su hermano mayor está lo suficientemente cansado para no jugar con ellos, sólo por esa vez, por lo que extiende su bolsa de dormir junto a la tienda de campaña y se echa cara al cielo, observando las estrellas a falta de algo mejor que hacer, vacía su mente, junta las manos sobre el estomago y empieza a contarlas, ni siquiera se fija en Blaine llegando como un héroe de la tienda con una bolsa de malvaviscos y otra de las gomitas enchiladas que le gustan.
-¡El cazador Blaine trajo las piedras que van a regresar al tigre blanco de vuelta a la luna!- chilla Stacy emocionada. Blaine le entrega la bolsa y los niños se ponen a buscar al tigre que andaba por ahí con la intención de darle malvaviscos, a su vez comiendo un poco.
Blaine se sienta junto a Sam, que le dedica solo una mirada antes de volver la vista al cielo.
-¿Escuchaste eso, Sam?- pregunta el recién llegado- Traje las piedras que van a regresar al tigre blanco de vuelta a la luna.
Sam no contesta y sigue contando, Blaine dirige sus ojos al cielo, tratando de localizar lo que es tan interesante para su amigo.
-¿Escuchaste, Sam? Creo que regresar al tigre blanco al espacio merece que me nombren Evans honorario.
Sam se ríe.
-Eso no es nada, trata de salvar a las muñecas de Stacy del malvado mono de la selva vestido con un tutu.
-¿Te pusiste un tutu?- dice Blaine, divertido.
-Los Evans usamos tutu si así salvamos a las muñecas del malvado mono.
Blaine se mete un puñado de gomitas a la boca y como no se le ocurre que contestar, se recuesta en el paso perfectamente cortado por el señor Evans junto a Sam, apenas rozándolo.
No se podría decir que están en silencio con Stacy y Steve llamando a gritos al gato desde el otro lado del jardín, pero no hablan por un buen rato.
-¿Cuántas veces al día crees que una persona mire hacia arriba?
La voz de Sam suena demasiado seria para su pregunta y Blaine voltea un poco el rostro para ver su perfil, se toma su tiempo para pensar en lo que acaba de oír.
-¿Al cielo o cómo… al techo?
-Hacia arriba en general.
-No sé, ¿Cuántas veces lo haces tú?
La respuesta de Sam es rotunda.
-Muy pocas veces.
Sam recarga la cabeza sobre su mano izquierda, girándose para ver bien al otro chico.
-¿Te has dado cuenta de lo poco que la gente mira hacia arriba?
-¿Por qué lo harían?- cuestiona Blaine, confundido.
-Pues porque arriba está el cielo.
Blaine se pregunta por un segundo si es una broma.
-¿Y también el tigre blanco?
Sam sonríe en respuesta y por un momento todo está bien. El pasto bajo ellos, el cielo sobre ellos, la brisa cálida y el flequillo de Sam cayendo sobre sus ojos.
-Sí, también el tigre blanco.
-Pensé que el tigre blanco estaba en tu jardín.
-Pero tú trajiste las piedras que lo regresaron a la luna, ¿recuerdas?
No es accidental, no es como en las películas en las que los protagonistas se dan cuenta y ya tienen los labios pegados. Al contrario, es tímido y cauteloso, se miran mientras se hablan y se miden, acercándose ligeramente, con la lentitud de quien no quiere asustar al otro. Son amigos y son personas con todas las dudas del mundo y los segundos se extienden eternos entre ellos hasta que se están besando y es como WOW, porque nunca habían besado a nadie en el mundo y por eso decidieron hacerlo con su mejor amigo y más WOW porque es mejor y diferente a lo que se imaginaban. Y es torpe, y sus narices chocan un poco hasta que Blaine acomoda su cabeza y quedan un poco mejor. No lo suficiente, porque la verdad es un ángulo extraño y Sam siente las pestañas de Blaine en sus mejillas en uno de sus intentos por hacerlo mejor y eso lo hace entrar en un ataque histérico de risa, porque es la situación más ridícula y embarazosa en la que pudo averiguar lo largas que son las pestañas de su amigo.
-¿Tan mal estuvo?- pregunta Blaine, riendo también.
-Un poco.
Blaine le ahueca el rostro y lo besa de nuevo, apenas rozándole los labios, sonrisa contra sonrisa. Entonces se escuchan dos gritos.
Claro, Stave y Stacy no encontraron la forma de irse a la luna con el tigre y los miran a unos metros con la boca manchada de todo el chocolate que han comido emitiendo un profundo gritito de AHHHH.
Su hermano se incorpora un poco sin mucha agilidad y les hace signos para callarse.
-Niños, shhh.
-AHHHH- Stacy golpea en el hombro a Steve- ¡Sammy estaba besando a Blaine!
-IUUU SAMMY ESTABA BESANDO A BLAINE.
-AHHHHH- su grito se prologan y Blaine está seguro de que los escuchan en toda la colonia.
-QUE ASCO.
-QUE ASCO.
-¿Sammy, cuando sea grande tengo que besar a mis amigos también?
-No, Steve, escúchame…
-¡No, Steve, que asco! ¡No quiero verte besando gente por ahí!- Stacy parece seriamente molesta por la idea de sus dos hermanos besando gente, luego señala a Blaine y a Sam- ¡Y no quiero que ustedes dos se besen!
-¿Por qué…?- Blaine pregunta a pesar de todo.
-¡PERO QUE ASCO!
Los pequeños siguen exclamando el asco que les dan los besos y toda esa saliva, preguntando cual es el punto de eso.
-¿Y los virus? ¿Pensaste en los virus, Sammy?
Debe ser el azúcar o no tendrían tanta energía para quejarse, o al menos no la suficiente para hacer salir a su madre, envuelta en su pijama y con cara de asustada.
-¿Qué pasó? ¿Qué les pasa, niños? Bajen la voz, van a despertar a los vecinos.
Y por supuesto, lo dicen antes de que la mujer pueda abrir los ojos del todo.
-¡Sammy estaba besando a Blaine!
-¡Y fue asqueroso!
-¿No se supone que besas a alguien cuando te casas?
-Igual fue asqueroso…
-¿Mamá cuando sea grande tengo que besar a alguien?
-¡Ni lo digas!
La señora Evans abre mucho los ojos mirando alternamente a sus dos hijos más pequeños y todo lo que dicen en avalancha. Blaine enrojece hasta las orejas y Sam se convierte en hielo, casi sin respirar, esperando la reacción de su madre. Sus hermanos no dejan de hablar, por supuesto que han ingerido demasiada azúcar.
-¡Niños!- la señora Evans aplaude y sube el tono de voz para hacerlos callar.
-Pero mamá, ¿no escuchaste? Sammy estaba…
-Y era asqueroso…
-Steve, ya te escuché. Stacy, sí, es asqueroso, para alguien de tu edad. Los dos no tienen que besar a nadie si no quieren. ¿Qué estaban haciendo antes de todo esto?
Stacy y Steve se miran entre ellos para contestar al unísono.
-Tratábamos de regresar al tigre blanco a la luna.
-Con las piedras de Marte que Blaine nos trajo- agrega Stacy.
Blaine se tensa un poco al sonido de su nombre, como si no fuera una niña de 6 años la que lo está pronunciando. La señora Evans les sonríe a los niños.
-¿Y dónde está ese tigre blanco del que me hablan?
-Estaba aquí.
-Pero lo perdimos.
-¿Y por qué no van a buscarlo para que me lo enseñen antes de que tengan que enviarlo a la luna?
Y así como les sorprendió, así de fácil olvidan el asunto del beso, corriendo al otro lado del jardín en busca del tigre.
La señora Evans mira a los dos adolescentes, considerando que están demasiado cerca uno del otro, por suerte Blaine se sienta, moviéndose un poquito. Eso parece un poco mejor.
-Así que, chicos- empieza ella, divertida con la vergüenza de los dos- ¿Cazando otras cosas?
-¡Mamá!- se queja Sam.
-Cálmate, Sam, estoy jugando.
-No es gracioso.
-Bueno, ¿qué les parece nada de besos en frente de los niños para que no despierten a toda la colonia?
Blaine asiente en automático, arrancando un pedazo de hierba nerviosamente.
-Y claro Blaine, eres como parte de la familia y puedes quedarte hasta que los niños se vayan a dormir y luego tienes que regresar a casa, ¿de acuerdo?
El mensaje viene implícito: no te puedes quedar a dormir.
-Por supuesto, señora Evans, gracias.
Su hijo va a quejarse pero se contiene y su mamá les sonríe antes de volver a entrar.
Sorprendentemente la expresión de Blaine no es de vergüenza, más bien de autosuficiencia y orgullo.
-¿Y a ti que te pasa?- le dice Sam, extrañado, aunque sin tensión alguna como lo esperaba.
-¿Ves? Hasta tu mamá me considera un Evans honorario, me considera de la familia.
Sam le golpea el hombro y se ríen un rato, hasta que Blaine saca otro tema.
-¿Qué hay de ese idioma que tenían que enseñarme ahora que soy un Evans?
-¿Eres un Evans?
-Por supuesto… ¿o no?
Hay un matiz de inseguridad en su voz y Sam acerca su mano para rozarle los dos.
-Supongo.
-¿Entonces su idioma…?
-Sinceramente, Blaine, no lo entiendo.
-¿Qué? ¡No juegues conmigo, Sammy!
-En serio, Blaine, te lo juro. Sólo Stacy y Steve lo entienden, yo me limito a dejarme llevar- Sam toma la mano derecha de Blaine, escribiendo figuras en su palma que éste reconoce enseguida: notas musicales- ¿Ves? Es escrito y las notas sustituyen las letras del abecedario.
El toque es hipnótico mientras Sam trata de explicar como las corcheas son la base de todo y como forman oraciones según las barras que les pongas.
-Interesante- afirma Blaine, al final, Stacy sale de un brinco de quien sabe donde, cayendo sobre Blaine.
-¿Entendiste?- le pregunta, como si llevara todo la explicación ahí.
-Un poco- responde él, dejando que la niña se siente en sus piernas.
Steve aparece y se sienta junto a su hermano mayor.
-Se acabaron las piedras que trajiste, Blaine, pero regresamos al tigre a la luna.
Obviamente eso quiere decir que el gato se escapó, sin embargo los dos mayores dan señales de asombro y regocijo por la hazaña de los niños, que se dan por satisfechos.
Stacy señala a la luna, a gusto en los brazos de Blaine.
-¿Crees que el universo es lo suficientemente grande para el tigre?- pregunta.
-Claro que sí, Stacy- asegura Steve, frunciendo el ceño como si la pregunta lo ofendiera.
-La maestra nos enseñó unas fotos del espacio en clase y es de muchos colores, por eso el tigre de la luna es blanco.
Blaine le acaricia el pelo a la niña, que al fin parece cansada y Steve decide meterse a la tienda de campaña.
Mientras los acuestan, Blaine le pregunta a Sam que tan grande cree que es el universo.
-Muy grande para nosotros.
-¿Y para el tigre de la luna?
-También.
Los niños dormidos, no los ven despedirse con otro beso. Por suerte.
Cuarta parte:
Blaine es un robot.