Título: ¿Cuántas veces puedes…?
Fandom: Glee.
Paring/Personajes: Sam/Blaine. La familia Evans, menciones de los integrantes de New Directions y The Warblers.
Notas: Spoiler de toda la segunda temporada. Violencia (no explicita), homofobia. K+.
Resumen: La idea está basada en este gif:
Blaine: At my old school, there was a Sadie Hawkins dance. And I had just come out, so I ask a friend of mine, the only other gay guy in the school. While we were waiting for his dad to pick us up, these three guys beat the living crap out of us.
Sam y Blaine solían estudiar en la misma escuela, fuera de Ohio. Cuando Blaine despierta en la cama de un hospital después de la paliza, Sam se ha ido. Como se vuelven a encontrar cuando Sam no tiene casi nada. Como lidia con Steve y Stacy, sus hermanitos, con el dolor y la felicidad de tener a quien fue su mejor amigo de vuelta.
¿Cuántas veces puedes…?
Coincidir
Lo primero que Sam Evans hace cuando vuelve a ver la cara de Blaine Anderson no es llorar, aunque ganas no le faltan, pero se supone que sólo es el repartidor de pizza y alrededor hay unos veinte chicos que rápidamente notan como se vicia el aire cuando se encuentran, obviamente no es el momento para sentarse en el sillón del colegio privado y llorar debido a que lo que luchas por dejar atrás al final siempre, siempre te alcanza, así que Sam opta por un ataque de risa. Se ríe, histérica y escandalosamente, en medio de un montón de chicos en uniforme que lo miran como si estuviera loco y la única persona que ha extrañado desde que vive en Ohio. Se ríe porque es una tontería, que los dos hayan salido huyendo de lo mismo y ahora estén en el mismo lugar.
Se ríe porque es ridículo, incluso para él que cree que en alguna parte del universo debe de existir Pandora, porque el universo es muy grande, pero nunca pensó que lo suficiente como para volver a encontrarse con Blaine, después de que la peor experiencia de su vida puso el punto final.
O eso creía.
-¿Te encuentras bien?- pregunta uno de ellos, un chico de piel de color que está junto a Blaine.
Sam siente la cara completamente roja, nunca había estado más incómodo en su vida, sin saber a dónde mirar. Y sigue riendo, sin contestar.
-¿Estas drogado o algo, amigo?- escucha a alguien a sus espaldas, en broma pero medio serio y Sam tiene los ojos clavados en la pizza que se le empieza a resbalar de las manos. Hasta que otras manos conocidas la sostienen.
-Cuidado- la misma voz conocida, la última que escuchó gritando en pánico su nombre antes de caer inconsciente bajo el golpe de una botella contra su frente. Tiene un flashback de aquel momento luego de la graduación y tiene que pestañear varias veces para recordarse que eso ya pasó, en su mente puede escuchar perfectamente el sonido de los cristales rompiéndose contra su cabeza, los insultos, la risa; sentir lo brazos que lo retuvieron por la espalda, el dolor agudo en las costillas. Sí le preguntaran Sam diría que no sé acuerda, que todo es borroso en su memoria, pero sería mentira, una enorme y gigantesca mentira como la herida misma.
-Gracias- murmura, metiendo las manos en sus vaqueros, sin saber exactamente donde ponerlas, conteniéndose de abrazar al que una vez fue su mejor amigo y vivió exactamente la misma pesadilla que no le deja en paz.
-Por nada, Sam.
-¿Se conocen?- cuestiona otro de ellos, pero Sam no lo ve, sólo ve a Blaine en uniforme, con gel en el cabello y sosteniendo la pizza que iba a entregar a ese colegio, lo ve irreal, como una aparición.
-Es amigo de Kurt.
Y eso último es el tiro de gracia. Es real.
Pretender
-¿Y… cómo has estado?
Es incómodo, más que incómodo. Salen al patio del colegio porque adentro hay demasiada gente. Están a medio metro de distancia al hablar.
Sam no había notado que el uniforme de la pizzería era tan ridículo hasta que se ve usándolo frente a Blaine.
-Genial, ¿qué tal tú?
Es casi verdad. Sam está bien, independientemente de que a veces tiene pesadillas que lo despiertan en mitad de la noche jadeando y con sudor frío en todo el cuerpo; y una parte de su vida es una mentira, ha encontrado cierta estabilidad en Ohio. Ha encontrado algo que le gusta: el club Glee, con gente que lo acepta y no le busca secretos oscuros, ha encontrado su equilibrio entre escuela, amigos y protección, ahora sabe que tiene que ganarse la aprobación de los demás si no quiere salir herido, pero al mismo tiempo puede tener al club Glee. En su otra escuela no tenía protección, había salido del armario por tonto, porque esperó demasiado de la gente y recibió un acoso integral y una paliza. Por un tiempo perdió esa fe en las personas. En McKinley High ha recuperado gran parte de esa fe y a pesar de que el bullying está presente, hay una pequeña sala de coro donde pertenece, donde es bienvenido. Gente que le hace creer de nuevo, esa gente es su protección. Ahora que se padre ha perdido el empleo, vuelve a encontrarse con Blaine en el peor momento de su existencia al menos económicamente, está emocionalmente más frágil que cuando todavía tenía casa y los recuerdos lo acosan como cobrándose todo el tiempo que lo dejaron en paz, pues no, ya no está tan bien. Pero dice que sí porque no puede decir que no, no a Blaine que también pasó por todo eso y al parecer se encuentra a gusto.
-Excelente, gracias. Esta es mi nuevo hogar- responde Blaine, señalando la Academia Dalton a sus espaladas con cierto orgullo.
Suena sincero y a Sam le duele el pecho porque comprueba que estaban destinados a no ser felices juntos pero sonríe, porque Blaine se merece que esté feliz por él.
-Cuando Kurt mencionó tu nombre no pude creer que estuvieras aquí, ¿sabes? si hubiera estado seguro te habría buscado- Blaine se acerca un poco, únicamente a la distancia normal en la que conversan las personas y habla con el tono conciliador y sincero en el Sam siempre pudo apoyarse cuando los dos vivían en el infierno- Sé que todo lo que pasó nos distanció pero… pero yo nunca he dejado de preocuparme por ti.
Definitivamente: Blaine merece todo lo bueno del mundo.
Tiene que abrazarlo, ha sido demasiado tiempo.
-Entonces somos amigos, ¿verdad?
-Claro que sí.
Otra mentira, porque Sam no puede ser amigo de un pasado que hiere tanto. Pero quiere volver a confiar en la gente y le encantaría tener de vuelta a Blaine en su vida porque todavía lo extraña, lo extraña porque cuando ninguno de los dos tenia a nadie, se tenían y fueron amigos mucho tiempo, extraña las canciones y los maratones de películas de súper héroes y de Disney, los comics y las charlas hasta la madrugada sobre temas que a nadie más le interesan. Lo extraña, así que lo va a intentar.
Callar
Blaine quiere invitarle un café, pero Sam odia el café, le quema la lengua y es demasiado amargo a menos que le ponga 10 sobres de azúcar y Quinn una vez le dijo que le iba a dar diabetes, así que ante la proposición hace una mueca.
-O podemos rentar una película- a Blaine le brillan los ojos porque en el fondo él también prefiere hacer eso.
Por primera vez su vida Sam Evans no presta atención a Avatar desde que esta existe porque le importa más saber que ha sido de Blaine.
Desde del Sadie Hawkins en el que ambos terminaron en urgencias en un hospital cercano a su escuela no lo ha visto, no se despidieron porque Blaine despertó después de Sam y para entonces los padres de éste ya se lo habían llevado lejos. Sam se marchó, no tuvo fuerza para llamarle a Blaine, estaba decidió a no pasar nunca más por lo que pasó, estaba decidido a no exponerse, a cambiar para lograrlo, porque Sam tenía que ser normal para pertenecer, y no podía ser normal a los ojos de los demás si seguía queriendo a Blaine.
Mientras Avatar corre en la TV de la sala de los Anderson Blaine no le reclama nada, ni le pide explicaciones, ni disculpas. Sam supone que es debido a que él también quiere superar todo eso, pero lo descarta cuando se entera de la nueva y abierta vida que lleva ahora. Sam se siente pequeño e inmaduro, ve a Blaine mucho más adulto.
-¿Estas bien?- pregunta Blaine, notándolo extraño.
-Sí, me distraje con la película, lo siento.
-Me lo imaginé- dice Blaine, no parece molesto, al contrario, luce feliz y relajado. Toma el control del DVD y sube el volumen- Estoy seguro de que sólo querías que me callara.
Sam no dice nada y finge ver la película, a su lado Blaine se mete un puñado de palomitas en la boca y se acomoda para ver Avatar. A Sam Le gustaría que siguieran hablando, le gustaría preguntarle si alguna vez besó a alguien antes que a él, porque Sam nunca había besado a nadie hasta que Blaine lo hizo antes de bajar a que sus padres les tomaran una foto, aferrándose a él por el cuello del traje y sonriendo en medio del beso; le gustaría preguntarle si todavía lo recuerda y si en el momento también sintió que era lo mejor en ese y todos los universos.
Considera decírselo en na'vi. Pero sabe que Blaine también lo habla así que procura mantenerse en silencio, con la vista en la pantalla y encogerse en el sofá para que sus rodillas no rocen con su primer mejor amigo, beso y por lo que está sintiendo en ese momento, amor.
Convencerte
Sam puede superarlo. Sam puede olvidarse de la primera persona a la que le dedicó una canción y empezar a querer a Quinn o Santana o a Mercedes. Sam puede.
Sam está feliz de tener de vuelta la amistad. Más que feliz.
Las cosas no salen tan mal cuando tienen que hablar de su situación económica. La reacción de Blaine es exactamente la que Sam predijo: sorprendida e histérica, terriblemente preocupada. Le recuerda que cuenta con él, su casa, su dinero, le ofrece una beca en Dalton y la guardería de los padres de su amigo David para sus hermanitos. Habla sin parar por mucho rato y Sam lo mira riendo.
-Son mis problemas, Blaine, no puedes resolverlos.
Sin embargo es adorable que lo intente.
-Pero me gustaría- son esa clase de comentarios con los que Blaine hace las cosas más difíciles. Porque a Sam le encanta querer y a cambio sólo pide que lo quieran un poquito, ni siquiera de la manera en que él quiere, simplemente que le quieran un poco. Pero Blaine quiere de una manera alocada e inmadura y Sam no puede evitar pensar en ese beso en su habitación.
Los dos quieren más o menos de la misma manera, siempre dando, dando y dando a manos llenas sin pedir nada a cambio pero esperando lo mejor y es por eso por lo que jamás funcionaria.
-Yo lo sé.
Lo sabe y se dice que no es nada, que sólo son amigos y que eso está perfecto.
Sabe que tener la amistad de Blaine es al menos mejor que sencillamente no tenerlo.
Sam no necesita demasiado para ser feliz, sólo sus cosas frikis y que lo quieran. Tiene los dos con Blaine y no le duele nadita verlo con Kurt.
Para nada.
Ser feliz
Sam está dando de cenar el poco cereal que queda en la caja a sus hermanos cuando Blaine toca la puerta de su intento de casa.
-Hola, Sammy.
-¡BLAINEE!- Stacy corre en seguida a los brazos del chico Dalton, quien los visita con uniforme. Sam preferiría que Stacy no se acordara de él, sin entender muy bien por qué.
-¡Hola, bonita!- Blaine la carga en brazos y le da vueltas con tanto cariño en la voz que Sam ya no se siente cansado.
-¡Hola! ¡Viniste hasta Ohio a visitarnos! - dice ella, sorprendida y extremadamente complacida con la idea.
-Por supuesto - la apoya Blaine, alarga un brazo (aun sosteniendo con el otro a Stacy) para chocar los cinco con Stevie- ¿Qué tal, campeón? ¿Cómo te va con el fútbol americano?
La respuesta de su hermano le parte el corazón a Sam.
-Ya no juego, papá y mamá me dijeron que por ahora no pueden pagar el entrenamiento.
Podría ser incomodo, pero Blaine, carismático como pocos y talentoso para las personas lo resuelve.
-Pero podemos ir al parque a jugar ahora.
-Blaine, son las ocho de la noche, Stevie y Stacy estaba a punto de irse a la cama- en cuanto las palabras salen de su boca Sam quiere tragárselas, por lo inmensamente viejo que lo hacen sonar.
Sus hermanitos se quejan en seguida.
-¡Pero, Sam! ¡Por favor déjanos ir! ¡Hace mucho que no vemos a Blaine!
-¡Vino hasta Ohio!
Y ponen exactamente la misma cara de cachorro abandonado que Blaine, tres caritas de cachorro abandonado de las tres personas por las que más debilidad tiene es simplemente demasiado, y también quiere ir, así que abriga a sus hermanitos y todos van al parque cercano al motel.
No hay pelota de futbol americano pero Blaine compra una de camino, a Sam se le escapa la risa.
-¿Qué?
-No entiendo cómo puedo olvidar por un segundo lo mucho que te gusta regalar cosas.
-Es sólo un balón.
Para él es mucho más que un balón, es Blaine jugando con sus hermanitos durante dos horas enteras, es Blaine subiéndose a la resbaladilla, enseñándole a Stevie a lanzar y empujando el columpio de Stacy; es el mismo jugando un rato y olvidándose de que es pobre y ya no hay cereal mientras le gana en los columpios a Blaine.
-No es justo- se queja- Me ganas sólo porque soy un poco más bajo que tú.
-¿Un poco? Blaine, soy metro más alto que tú.
En reírse hasta que le duele el estómago y dejar que Blaine le ponga la mano en la espalda, es dejar que Blaine gaste en helados para todos porque no lo puede convencer de que no lo haga, es quedarse dormido durante tres horas enteras sin que nadie lo despierte porque necesita ayuda mientras Blaine acuesta sus hermanitos cuando vuelven al motel, pero sobre todo es despertarse y todavía encontrarse a Blaine ahí, mirándolo.
-Lo siento, me quedé dormido.
-Está bien, Sam, estas exhausto, deberías intentar dormir más.
-Gracias por todo lo que hiciste hoy.
-Fue divertido.
Por unos segundos Sam se olvida de todo, cierra los ojos y se reconforma con la presencia del que fue y es su mejor amigo.
Romperte sin romperte.
Es el mismo Blaine quien se lo dice. Sam está borracho de alegría, demasiado feliz de haber ganado con “Loser like me” y de todas maneras lo peor fue haber presenciado “Candles”, así que cuando Blaine se lo dice Sam no reacciona demasiado, lo sabía y se ve a sí mismo aceptándolo, conformándose con lo que tiene de Blaine porque es su culpa, así lo decidió cuando no le dijo adiós digno en aquel hospital.
-Es oficial: Kurt y yo.
-Lo sé. Felicidades.
Sam le sonríe y es hasta sincero, por un segundo cree visualizar decepción en los ojos del chico Dalton, pero es fugaz y está desesperado, así que lo deja pasar.
-En serio, Blaine, tú y Kurt merecen ser felices.
-Tú también mereces ser feliz, Sam.
Se miran tristemente hasta que Rachel interrumpe, tan feliz que Sam no puede estar decepcionado, por el momento.
-Sam, fiesta en mi casa. ¿Vienes, Blaine? Supongo que no hay rencores.
Blaine busca la mirada de Sam, como buscando su aprobación y Sam le pone una mano en el hombro.
-Vamos, va a ser divertido, así celebramos que les pateamos el trasero y que por fin tú y Kurt ya están juntos.
La reacción de Rachel es instantánea, primero felicidad y luego indignación.
-¡Lo voy a matar, no me contó nada!
-Por favor no lo mates, Rachel, no me gustaría que lo nuestro durara tan poco.
Rachel se ríe y abraza a Blaine.
-Ya era hora- suelta.
-Sí, ya se estaban tardando- la apoya Sam y aunque Blaine está abrazando a Rachel sus ojos están fijos en él.
Sam no sabe si está siendo fuerte o masoquista.
Cantar
El mejor de los trabajos que Sam tiene es el de las siete a las once de la noche, ni siquiera lo considera trabajo porque consiste en sentarse en un banco en el diminuto escenario de un bar que siempre está lleno de estudiantes que beben, fuman y hablan en voz baja, todos se comportan excelente cuando Sam interpreta sus canciones y le ofrecen un educado aplauso al final. Un grupo de chicas ha ido dos semanas sin falta de lunes a viernes a escucharlo tocar sus covers de Justin Biber, le invitan tragos, le dan propina y Sam piensa en lo fácil que sería querer a cualquiera de ellas, con su cabello largo, su astucia coqueta y su perfume.
Una de ellas, de piel oscura, mini falda y cabello hasta la cintura, que le ha comprado dos vasos y se ha tomado los respectivos, le pide que por piedad, toque otra cosa menos a Justin.
-La verdad he estado fingiendo que me gusta porque tú eres muy guapo.
Sam le da las gracias, se siente realmente halagado pero no es como si eso le sirva de algo. Pero siente el estómago burbujeándole por la atmosfera y el alcohol, así que le guiña un ojo y canta, pero ni en un millón de años para ella.
-You’re on the phone with your boyfriend he’s upset, he’s going off about something that you said. He doesn’t get your humor like I do.
Sam piensa en las bromas sobre comics y cosas que nadie más entiende, en Katy Perry y Justin Biber y la falta de drama cuando están juntos.
-I´m at a bar it’s a typical Tuesday night, I’m playing the kind of music nobady likes- en esta parte, su amiga del bar se ríe demasiado fuerte y a Sam le da remordimiento hacerla pensar que le está cantando a ella- and he´ll never know your story like I do.
Claro que no, ¿sabe Kurt lo realmente malo que ha sido todo para Blaine antes de Dalton? ¿Conoce Kurt al padre de Blaine? ¿Sabe lo que era Blaine antes de ser el Blaine que es ahora? ¿Sabe que fue tan humillado que ahora busca atención excesivamente para nunca ser menos que nadie? No, no lo sabe.
-Oh, I remember driving to your house in the middle of the night. I'm the one who makes you laugh when you know you're about to cry and I know your favorite songs and you tell me about your dreams. I think I know where you belong. I think I know it's with me.
Está casi borracho y canta como si estuviera feliz y sin embargo su corazón se parte con cada acorde, porque a diferencia de la canción, Sam nunca va a conducir a casa de Blaine y para ellos no va a haber final feliz porque esa decisión se tomó en un hospital cuando Sam decidió que no iba a ponerse más en riesgo de que lo mataran otra vez. Porque Sam todavía tiene miedo y Blaine ya no. Y ahora Blaine tiene a Kurt y Sam un corazón roto pero va a cantar y sabe que algún día va a curarse.
Traicionar
A diferencia de lo que le dicen Blaine, Quinn y Kurt (los únicos que saben por lo que está pasando y guardan su secreto con sigilo), la situación económica y familiar de Sam no hace más que empeorar.
Tiene que vender su guitarra y gran parte de sus cosas porque no está dispuesto a que sus hermanos dejen de ir a la escuela. Simplemente no. Se pelea con sus padres como nunca lo ha hecho.
-¡No puedes dejar a mis hermanos sin escuela, por Dios, papá, piensa!
-¡Pues no puedo seguir costeándola, al menos por un tiempo! Y tú no tienes ningún derecho a reclamar nada, para empezar nos mudamos aquí por ti.
Sam siente como si le aventaran hielo en la cara y se queda helado unos segundos, atrapado en el pequeño espacio de la habitación del motel. Su madre está a punto de romper a llorar.
-Primero, papá, estuvieron a punto de matarme a palos y de todas maneras yo nunca te pedí que nos mudáramos…
-¡Claro, y nos íbamos a quedar ahí a ver cuándo te mataban de verdad! Cállate, Sam, tú aquí no eres el padre de nadie, eres un chico.
-He trabajado para ayudarlos, ¿no?, ¿acaso no he hecho lo posible para sacarnos a delante?
-¡Ahora tú eres el héroe! ¿No? ¡Por favor, aplausos para Sam!
Él entiende que su padre este presionado, pero le enferma lo que está diciendo, lo envenenan sus palabras. Porque sí, es un chico, y no debería de estar soportando esa clase de presión y sin embargo lo está haciendo, por su familia, por sus hermanitos. No es estúpido como todos creen, saben que no merece esto.
Así que Sam trata de usar la culpa, como cualquier ser humano y adolescente que se siente atacado.
-¿Quieres que deje la escuela? Está bien, la dejo- suelta aunque realmente no tiene intención de tal cosa. Su padre lo mira furioso.
-Nunca te pedí eso, pero probablemente tus hermanos lo van a aprovechar más que tú.
Su madre gime un poquito, es delicada respecto a la dislexia de Sam. Él, explota, por fin, después de tanto tiempo, gruñe y está a punto de ponerse a destrozar todo lo que está al rededor. Puede ser tonto, pero al menos es fuerte.
-Hijo, cálmate- le ruega su madre, con los ojos vidriosos.
-¡No, no me toques! ¡No me digas que me calme! ¡Mira donde nos tienen viviendo! ¡Y ahora nos quieren sacar de la escuela!
Lo único que llega a aventar es una lámpara barata que tendrá que pagar y como no está en condiciones de endeudarse (más) con nadie, mejor sale corriendo, porque odia, odia pelearse con sus padres y no quiere que nadie salga más herido de lo que ya está.
Corre a todo lo que da sus piernas, tiene una excelente condición física pero aun así termina jadeando al detenerse en el parque al que lleva a sus hermanitos a jugar comúnmente. Se siente enfermo, aprisionado.
Se sienta en uno de los columpios, cansado de todo. Piensa en su pasado, en el rechazo y el golpe en su cabeza durante el baile, se toca la parte superior de la cabeza y siente la cicatriz, esa que el peinado de Justin Biber oculta, piensa en su dislexia y en su repentina pobreza y en sus padres.
El sol va descendiendo y está solo en un parque sin nada más que un par de resbaladillas, unos columpios más bien oxidados y un sube y baja, no hay nadie porque generalmente no hay nadie. Está vez Sam no piensa que es triste, más bien se alegra, también se alegra de que Stacy y Steve estén en una fiesta infantil, porque así pueden salir de ese lugar por un rato.
Ese pensamiento lo haca gritar. Literalmente. No está triste, está enojado, furioso, porque la vida no ha hecho más que darle patadas por el trasero. Grita, no se contiene, se para del columpio y saca todo el aire de sus pulmones, blandiendo los brazos como si estuviera golpeando algo invisible.
Cuando se cansa, siente que la rabia se le ha salido por la boca, únicamente le queda un cansancio imposible.
-¿Mejor?
La voz de Blaine a sus espaldas no suena burlona, como debería debido al espectáculo que acaba de dar, no suena espantada, quizás un poco preocupada, pero del buen modo. Sam no sabe si debería estar avergonzado porque lo vio haciendo semejante berrinche, pero no lo está, no con Blaine, que lo ha visto siempre tal y como es.
-Te marque unas treinta veces y no me contestaste, estaba preocupado- se explica Blaine, y el hecho de que le haya llamado treinta veces y ahora este ahí, buscándolo, recordando el lugar donde estuvieron con sus hermanos es como un bálsamo para Sam, siempre tuvo debilidad por Blaine, por la forma perfecta en que Blaine se preocupa por él y lo procura, fugazmente pasa por su mente la imagen de este mismo chico, esperándolo afuera de cada salón de su antigua escuela para caminar juntos a las clases, porque no tenían a nadie más, pero entre ellos no se fallaban. Y ahí estaban de nuevo.
-Lo siento, digamos que ya no tengo celular- dice, sin pena.
-¿Qué? ¿Cómo? ¿Te lo robaron?
-Larga historia.
Sam regresa a su columpio y sin decir nada, Blaine se sienta en el otro. Escucha el sonido de las hojas partiéndose bajo las pisadas de su viejo amigo cuando avanza a sentarse junto a él y le viene a la memoria el otoño que pasaron en el patio de los Anderson descubriendo que les gustaba la misma música y tocando la misma guitarra, con Blaine intentando que él se interesara en el cine de arte sin éxito.
-Espero que ahora te sientas mejor- susurra Blaine, no lleva el cabello con gel ni el uniforme, como si hubiera salido de improviso, y a esa distancia sus pestañas parecen larguísimas. Y Sam sabe que todavía está enamorado y ya no está tan seguro si alguna vez se le va a quitar.
-Un poco.
-¿Qué pasó?
Sólo le pasa eso con él, eso de que se siente cómodo hablando de sus problemas.
-Las cosas no mejoran, no aparecen mejorar ni un poquito, al contrario, cada día están peor, están a punto de sacarnos de la escuela, del motel, no sé qué vamos a hacer.
Blaine se mueve con mucha rapidez y Sam no tiene tiempo de asimilarlo, el caso es que en segundos tiene a Blaine frente a él, arrodillado para poder estar a su altura, con las manos sobre sus rodillas y sobre todo, demasiado cerca. Demasiado para estar relajado, demasiado para la ya de por si lastimada cordura de Sam Evans. Blaine todavía tiene esa expresión, como de perrito abandonado, irresistible para la gente con un corazón abierto como el de Sam.
-Lo que sea, Sammy, tú lo sabes, quiero ayudarte en lo que sea, estoy para lo que necesites. Ha pasado mucho tiempo y las cosas han cambiado, pero todavía somos amigos, ¿no? Yo haría lo que fuera por ti y tu familia, quiero ayudarlos.
-No me llames Sammy, Blaine- pide Sam, aferrándose a las cadenas del columpio y mirando su regazo para no mirar a Blaine, y sus cejas, sus ojos y sus pestañas, y la simetría perfecta y conocida de su cara, su boca; para no pensar en ese beso en su habitación, de la que peor noche de su vida, pero la que no cambiaría debido a que eso significaría que el beso y Blaine nunca pasaron.
-¿Por qué no? Así te he llamado desde que te conozco.
-Porque no, Blaine, porque no y ya.
Porque quiero empezar de nuevo, porque quiero hacer como si esa parte de mi vida nunca hubiera pasado.
-No tiene sentido, ¿qué tiene que te llame así?- pelea Blaine, Sam siente que le arden las rodillas por el contacto de sus manos.
-No dije que tuviera algo malo, simplemente no me llames así.
Está consciente de que suena como un niño emberrinchado. Sinceramente no le importa mientras Blaine no se aleje.
-¿Por qué no me miras, Sammy?- lo peor de todo, es sentir su aliento en la cara. Sam se pregunta si Blaine de veras no sabe lo que siente en ese momento, lo odia un poquito por eso.
-¿Cuál es el punto?
-Yo sólo quiero ayudarte, quiero estar ahí para ti.
Entonces Sam lo mira, descubre que Blaine está incluso más cerca de lo que pensaba, y sin proponérselo se inclina un poco hacia él, nadie se separa, a Sam le duelen los nudillos por no soltar las cadenas del columpio.
-Es todo lo que siempre he querido: estar cerca de ti, ayudarte- susurra Blaine, se acerca, sólo un poco más y el aire ya no pasa entre ellos. No cierran los ojos, se miran. No se besan, pero sus labios se rozan y una de las manos de Blaine vuela a su cuello, sutil, y un parte de mente la mente de Sam (y de su piel, de sus labios, de su corazón) le grita que lo acepte, porque ha estado esperando, soñando por un segundo beso desde que despertó en una cama de hospital, pero la parte de su mente que brinca alarmada y asustada, porque están en un lugar público y alguien los puede ver y las cosas pueden salir muy mal, esa misma parte de su mente le recuerda que Kurt, su amigo, el que le regala ropa y lo ayuda a estudiar, es ese el que puede salir herido.
Así que retrocede.
-Quítate, Blaine.
Él abre los ojos, confundido, genuinamente sorprendido, como un niño.
-No podemos hacer esto y tú lo sabes mejor que nadie. Por favor quítate antes de que me arrepienta y hagamos algo que pueda lastimar a todos.
Blaine se hace a un lado, en silencio, con la boca abierta de sorpresa, como si todavía no asimilara lo que pasó y lo que estuvo a punto de pasar. Se queda sentado en el pasto, sobre las hojas que se han caído de los arboles mientras Sam se levanta y se va.
-¿Sam?- lo llama, en voz bajita, casi como si no quisiera que este lo escuchara.
-Es muy tarde para nosotros, Blaine. Pero gracias por todo.
Irte
Está casi todo listo: la ropa, en la maleta; los juguetes de Steve y Stacy en cajas; su guitarra en el estuche. Sam la guarda con inmenso cuidado, pues en ella reside su música y de una forma simbólica, la amistad que formó con todos los chicos del club Glee.
Se tira en el sofá y cierra los ojos, rememorando la imagen de Quinn haciéndole trenzas a su Stacy, de Kurt tratando de enseñarle a cantar a Steve en vano, de Tina enseñándole a tocar el piano a Stacy con una paciencia infinita, de Finn y Rachel parados en su puerta. Se aferra mentalmente al abrazo que le dio Mercedes en Nueva York, a la pieza que bailó con la Rachel más sonriente del mundo, a las canciones y videojuegos que compartió con Puck, Artie y Mike, a Santana y Brittany cargando y riendo con Steve y Stacy durante “Don’t stop”, al profesor Schuester dándole su número para que lo pueda llamar en cualquier momento, a Mike y él bailando “Somebody to love” de Justin. No se puede arrepentir de nada si todo le llevo a ellos, llenos de defectos y adictos al drama, perdedores, rechazados, justamente como él.
-¿Otra vez?
Al parecer eso de salir de la nada es una costumbre para Blaine, quien irrumpe en la habitación del motel) y le hace la pregunta como si estuviera diciendo un insulto, casi gritándole.
-¿Otra vez qué?- contesta Sam, tratando de mantener la calma ya que Blaine no parece tranquilo y verlo descontrolado o molesto es algo realmente raro.
-¿Lo ibas a hacer otra vez?- su voz suena herida y camina de un lado para otro como león enjaulado, Sam lo sigue con la mirada sin moverse de donde está.
-¿Hacer qué?
-¡Irte sin ni siquiera tener la decencia de decirme algo! ¿Te tengo que recordar que ya lo hiciste una vez? ¿En serio pensabas largarte y desaparecer de nuevo de mi vida como si nada? ¿Sin avisarme ni siquiera por respeto? Se supone que tú y yo somos amigos. Y lo ibas a hacer, otra vez.
Sam clava la vista en un sitio en la puerta, sin atreverse a mirar a Blaine. Entiende su punto, pero Blaine no entiende el suyo.
Blaine le pasa la yema de los dedos a una de las cajas de cartón donde están guardadas sus pocas pertenencias y bufa, como un animal molesto.
-¿Cuándo te vas? ¿Hoy? ¿Mañana? Porque es obvio que es pronto.
-¿Cómo te enteraste?- la pregunta es estúpida, pero lo más fácil de decir.
-¡Ese no es el punto, Sam!...- Blaine se cruza de brazos, a la defensiva, y al ver que Sam no responde decide contestarle- Me lo dijo Mike, te están organizando una fiesta de despedida en la casa de Noah, siento arruinar la sorpresa, aunque bueno, creo que tú has arruinado más cosas.
Sam frunce el ceño, empezando a sentir la ira burbujeándole el cuerpo.
-¿Yo? ¿Qué he arruinado yo? Nada de lo que pasó fue mi culpa, por si no lo recuerdas- le espeta, Blaine no deja de moverse en la pequeña habitación y tiene esa expresión de indignación que a Sam le provocan ganas de golpearlo.
-¡Por supuesto que lo que nos pasó no fue tu culpa, no digas tonterías!- grita Blaine- ¡Pero tú arruinaste lo que teníamos! Lo echaste a perder cuando te fuiste sin decirme adiós y ahora te haces la víctima y piensas escapar de mi otra vez sin darme una maldita explicación…
-¿De veras crees que esto es por ti, Blaine? Sabía que eras arrogante, pero no a ese punto.
Sam prefiere defenderse por medio de la hostilidad porque eso va a lastimarlo menos que simplemente ser sincero. Porque para enseñarle el corazón Blaine, mejor le da un arma y que lo mate de una vez.
-¿Arrogante?- el tono de su voz es herido e hiriente en partes iguales y Sam lo ve en su cara antes de si quiera escucharlo hablar, sabe que va a decir algo que le va a doler- No insultes mi inteligencia, Sammy, ¿crees que no sé lo que todavía sientes por mí? Te vi, la otra noche, en el bar, cantando, y sé que cantabas sobre mí. Así que no me niegues que te estas yendo por eso.
Sam no dice nada. Nada, ni una palabra, pero se pone de pie, frente a Blaine y lo empuja, una y dos veces hasta que Blaine reacciona, empujándolo de vuelta.
-¿Estas enloqueciendo?- brama Blaine, confundido, le pone las manos en los hombros y lo empuja hasta que Sam cae en el sillón de un golpe seco, con toda la dignidad que puede, pero se levanta, los dos son fuertes y están enojados.
-No puedo creer que lo uses en mi contra- suelta Sam, cierra los puños a los costados de su cuerpo intentando contener el impulso de romperle la cara a Blaine- No entiendo que quieres de mí, qué quieres que haga… Sólo, largo, ¿sí? Lárgate.
-¿Cómo tú ibas a hacer?… ¿Sabes qué quiero de ti? Quiero que dejes de actuar como un cobarde y enfrentes lo que pasa, no como la última vez.
Se puede decir que la palabra “cobarde” es la suelta el resorte dentro de Sam que empuja su puño contra Blaine, pero la verdad es que no. La verdad es que ni siquiera está enojado con Blaine, a pesar de sus palabras hirientes; está furioso con el mundo y con lo que les hizo. Y Blaine se lo buscó, también.
-¿Qué…?- vocifera Blaine, tocándose el pómulo izquierdo marcado por los nudillos de Sam.
-Que te jodan, en serio. Sólo para que dejes de imaginarte cosas te digo que si me estoy mudando es porque mi papá consiguió un empleo fuera de aquí, tú no tienes nada que ver en esto, ¿de veras tan difícil de creer?, entérate, Anderson: el mundo no gira alrededor de ti. ¿Y la primera vez? Entiendo que eso no justifica que sólo te haya dejado una grabación para explicarte que me iba, ¡Pero estuvieron a punto de matarme, de ma-tar-nos! ¿No entiendes que…?
-¿Tú qué?
-¡Me mudo porque mi papá…!
-No, ¿me dejaste qué?- cuestiona Blaine, con una mueca extraña, como pánico y duda. Sam quiere matarlo.
-¡La puta grabación! Te la dejé porque no quería que pensaras que huía de ti, no estaba huyendo de ti, huía de ellos, Blaine, y tal vez no fue lo más valiente, tal vez no lo he superado, al menos no como tú, pero eso no te da el derecho para…
-¿De qué hablas?
-¡¿Por qué continuas interrumpiéndome?!
-Sam, yo nunca recibí ninguna grabación.
Los dos se quedan en blanco, la ira borrada por el plumazo de la confusión. Blaine no sabe a lo que se refiere Sam y Sam se niega a pensar que esa grabación no llegó a manos de Blaine. La que hizo porque tenía una mano herida y no podía escribirle una carta, así que le pidió a una enfermera una grabadora casera y hablo como por tres minutos, disculpándose por irse sin una adiós adecuado, diciendo “No me puedo quedar, Blaine, me da paranoia salir a la calle, no lo aguanto más” y por último “Pero gracias, Blaine, por todo, sino fuera por ti no sé si estaría aquí ahora, si hubiera aguantado tanto tiempo, eres lo único bueno que me ha pasado en mucho tiempo. Gracias por el baile y por todo, lo lamento”. Pero si Blaine nunca la recibió, entonces lo entiende. Sam sabe que incluso una grabadora era una cobardía, no haber ni siquiera esperado a verlo despertar en la camilla del hospital, no era un adiós digno para nadie, menos para alguien que siempre estuvo ahí. Pero si ni siquiera la grabación recibió. Entonces entiende su molestia. Él también se sentiría así.
Los dos se sientan en el sofá largo y viejo del que se levantan motitas de polvo, en silencio por unos segundos que parecen una eternidad.
-¿Qué grabación, Sam?
-Ahí te decía porque me iba… Se la di a tu papá, Blaine, no me explico cómo se puedo perder.
Blaine gime bajito a su lado, herido, apoya los codos en las rodillas y entierra la cara entre sus manos.
-Yo sí.
Sam lo entiende todo de golpe. ¿Cómo pudo ser tan confiado aun conociendo al señor Anderson?
Muy lento, esperando algún tipo de rechazo le pone una mano en la espalda a su más viejo amigo, a modo de consuelo.
-Sólo estaban tratando de protegerte, Blaine. Por eso mis padres me trajeron a Ohio, sacaron a mis hermanos de la escuela, porque querían protegerme. Tu padre no intenta hacerte daño, sólo no quiere que el mundo te lo haga y está asustado. Trata de entender.
-¿Lo estás defendiendo?
-Pues sí, si fueras mi hijo también querría que tu vida fuera fácil.
Blaine lo mira un momento, y algo parecido a una sonrisa le sale.
-Esta es la clase de razones por las que te quiero, ¿sabes, Sammy?
Es difícil sonreír también, cuando su corazón se está rompiendo por resistir la esperanza, sabiendo que no existe.
Se abrazan, pidiéndose perdón, consolándose por las heridas mutuas, agradeciendo todo lo que fue y por fin, dejando ir todo lo que no va a ser, por la amistad que tuvieron y el amor que no creció porque el mundo no lo dejó, porque el amor no es aceptable si no es como la sociedad lo pide, el amor no crece en un mundo como este.
Cuando se separan, a Blaine le cuelgan lágrimas de las pestañas.
-Lo siento mucho, todo lo que dije, lo siento demasiado.
-No importa, Blaine, no estabas mintiendo.
Blaine aprieta los labios en una delgada línea, avergonzado.
-Lo siento…
-No importa, estaré bien, nadie se muere de amor.
Sanar
La carretera se dibuja tras la ventana bajo el cielo tristemente nublado y pronto la imagen de las casas, los establecimientos y la gente pasando es remplazada por el interminable verde y café de los árboles que bordean la autopista.
Sam recarga la cabeza en el cristal ignorando a sus hermanos pelear por un PSP, acostumbrado a sus infantiles disputas, sabe que dentro de cinco minutos alguno de los dos se va a distraer con algo y va a dejarlo estar. Cierra los ojos y piensa que todo estará mejor, tiene que estarlo, no se siente como si estuviera huyendo porque no se siente aliviado de dejar Ohio, al contrario, se siente como si estuviera dejando su hogar. Y lo dijo, en la fiesta no sorpresa en casa de Puck, cuando estuvo lo suficientemente borracho para borrar todo rastro de vergüenza, llorando un poco y no por estar ebrio, dejando que Puck lo abrazara hasta que le dolió. Se ríe recordando eso porque la verdad es que Puck no es el tipo malo que todos creen, sólo tiene la reputación.
Sam está seguro de que siempre que quiera puede volver a ellos, a su hogar.
No está huyendo, no esta vez, puesto que antes de abordar en el auto para partir, le dio su dirección a Blaine. No puede evitar recordar su última conversación como si le quemara la memoria.
-Toma- le dijo, entregándole el pedazo de papel que contenía la dirección de la que sería su casa provisional.
-¿Esto significa que todavía te puedo buscar?- cuestionó Blaine después de leerla, con algo parecido a la inseguridad en la voz.
-Claro, independientemente de que viniste unos minutos antes de que me fuera, somos amigos. Puedes buscarme cuando quieras.
Blaine hizo un gesto triste y se quedó mirando el asfalto, pero guardó la dirección de Sam en el bolsillo de su chaqueta.
-No quiero lastimarte, ahora Kurt y yo…
-Ya lo sé, Blaine- interrumpió Sam- Pero ha sido demasiado para que ahora no podamos ser amigos, ¿no?
-Sam, hijo, vamos, se está haciendo tarde- le avisó su madre, dirigiéndole una cordial sonrisa al chico Dalton- Adiós, Blaine, suerte en todo- se despidió, abrazándolo con genuino cariño, Steve y Stacy lloraban en el carro abrazándose porque no se querían ir, también después de haber dicho adiós a Blaine.
-Que tengan un buen viaje, señora Evans. Estoy a su disposición y la de su familia.
Ella se fue y Sam estiró la mano para decir adiós a Blaine, pero él lo jaló y se abrazó a él.
-Siento mucho que las cosas entre nosotros no se dieron, Sam, no creo que nunca me vaya a sentir sobre alguien como me sentí sobre ti- murmuró, Sam estuvo a punto de partirse.
-Yo también lo siento, Blaine, pero igual puedes contar conmigo siempre que me necesites.
-Tú igual.
Sam abre los ojos, teniendo que dejar de pensar, espantado por un grito de llanto repentino de Stacy, quien por cuatro horas de viaje había estado calmada.
-¿Qué te pasa, Stacy?- le pregunta.
-¡Steve no me presta el PSP!- chilla ella, cruzándose de brazos y con los ojos llorosos.
-¡Tú ya jugaste un montón! ¡Me toca!- se defiende Steve.
-¡No es verdad, no he jugado nada! ¡Sammy, dile que me lo preste!
-¡Egoísta!- salta Steve.
-¡Mentiroso!
-¡No estoy mintiendo!
-¡Stacy, deja de pelear, es el turno de Steve, tú ya jugaste una hora!- interrumpe su madre, exasperada con las peleas de sus dos hijos más pequeños.
Steve le saca la lengua a su hermana y Sam se ríe ante su gesto, hasta que Stacy se voltea a verlo con ojos acusadores.
-¡Estas de su lado!- sentencia, indignada.
Sam alza las dos manos en señal de inocencia.
-No estoy de ningún lado, Stacy. No te pongas así, vamos, no llores.
-¡Estas de su lado!- insiste, emberrinchada- ¡Mamá, Sam está de lado de Steve!
-Sam, no estés de lado de Steve.
-¡No estoy de lado de nadie!- se defiende Sam.
-¡Claro que sí!
-Claro que no, si te ríes, significa que sabes que no es verdad.
-¡Pues no me estoy riendo!- afirma Stacy poniendo la cara más seria que puede con la boca toda morada de la paleta que acaba de comer y las coletas desacomodadas por pasar tanto tiempo en el auto.
-¿Ah no?
Antes de lo que la niña puede decir “¡Sammy no!”, su hermano le está haciendo cosquillas mientras Steve deja por unos segundos el PSP y los mira, divertido, riendo. Stacy se ríe como loca, y Sam se detiene hasta que ve que le falta un poco el aire.
-Ves, sabes que no estoy de lado de nadie.
-¡Eso fue trampa!- proclama ella, aunque sonriendo ampliamente y con el mal humor evaporado. A Sam le sorprende como las penas de los niños pasan tan rápido y añora un poco esa época de su vida.
-Claro que no.
-Fue trampa, Sam, las cosquillas no valen- se mete Steve, quien ya no parece molesto con su hermana.
-¿Y quién dijo que no valen?- cuestiona Sam.
-¡Pues no valen!- dicen los dos al mismo tiempo.
Se aburren de discutir en un rato y Steve vuelve al PSP mientras Stacy recarga su cabeza en las piernas de su hermano mayor, cansada por el viaje y el ataque de cosquillas.
-¿Ya vamos a llegar, Sammy?- le pregunta, bostezando.
-Ya casi.
-¿De verdad?
-Ya nos falta menos que cuando salimos.
Stacy lo piensa un segundo, frunciendo el ceño.
-No quiero llegar- susurra, y Sam se tiene que inclinar para escucharla bien.
-¿Por qué? Todo va a estar bien, Stacy. Ahí donde vamos ya vamos a volver a tener una casa y tú vas a regresar a tus clases de danza, y vas a hacer amigos nuevos. Todo va estar bien- explica, acariciándole la cabeza a su hermanita.
-No quiero nuevas amigas. Quiero a las mías.
-Pero que estén lejos no significa que no son amigas.
-Pero las voy a extrañar: a Cyntia, a Andrea, a Katy…Y a Quinn. Quinn y yo somos amigas, ella me lo dijo. Voy a extrañar que me peine y juegue conmigo a las muñecas, ni tú ni Steve quieren jugar nunca conmigo.
Sam la sienta en sus piernas, abrazándola, la niña se apoya en él, el carro se mueve a un el mismo ritmo monótono por la carretera.
-Yo también la voy a extrañar, Stacy, pero vamos a llamarla siempre que quieras.
-La voy a extrañar.
-Extrañar está bien, no hace daño a nadie, no te preocupes- de repente Sam no sabe si está tratando de convencer a su hermana o a sí mismo, pero no importa porque las palabras son verdad y calman la ansiedad de ambos.
-Se siente feo.
-Lo sé. Pero todo va a salir bien. Te prometo que voy a jugar contigo a las muñecas- jura y le da un beso en la frente, ella no contesta.
-¡Y conmigo al futbol americano!- aclara Steve en seguida- Tengo la pelota que Blaine me regaló la otra vez.
-Dijo que también era para mí- murmura Stacy, ya medio dormida.
A Steve parece no importarle y, aburrido de su juego de PSP se acuesta en el sillón, pensativo.
-¿Blaine va a visitarnos allá también?- cuestiona.
-No lo sé.
El corazón de Sam no se va romper, ni siquiera por Blaine Anderson, su mejor amigo y primer beso, porque todavía lo necesita para cuidar a esos dos mocosos.
-Blaine es genial- afirma Steve.
-Sí, lo es- concuerda Sam, sonriendo ligeramente.