esta si es una entrada en mi blog
Figures by Jesús Leguizamo
Siempre he deseado no tener tantos sentimientos.
He pasado una buena parte de los últimos 25 años trabajando en encontrar maneras de extraerlos de mi cuerpo.
- Brincaba la cuerda hasta estar exhausta.
- Me acostaba días enteros, boca arriba en el piso con almohadas sobre la cara.
- Me dormía en la regadera con el agua corriendo.
- Me quedaba despierta durante días para reemplazar la vergüenza de ser yo misma con a leve locura de la falta de sueño.
- Me inclinada sobre en el borde de la ventana de un piso 28 a ver si el miedo físico al dolor me sacaba la ansiedad filosófica.
- Fumaba crack para que durante unas horas al día mi única preocupación fuera mantenerme viva hasta el siguiente fix.
No tendría ni que decir que nada ha servido, unos sentimientos engendran otros, y la conclusión final de mis experimentos es que resulta que el cuerpo sí duele más que el alma, por que el alma no existe y son la misma cosa.
Mi búsqueda ha sido inútil, todavía una televisión abandonada, juguetes que están en los anaqueles desde 1990, que mi taza favorita de rompa, la muerte de mi abuela, la crisis en Darfur, todo se me mete al cuerpo, todo me pesa igual, nada es tan chico o tan grande que no pueda pasarme através.
Uno siempre termina sintiendo lo mismo, no importa a dónde vayas, con quién estés, si estas enamorada, si ganaste un concurso de cocina, nada hace la diferencia, tienes la gama entera de sentimientos adentro, como un estuche de lápices prismacolor, cada color esperando su turno para hacerte sentir nauseas, miedo, ennui, emoción, rabia, tonta, en paz... todos están ahí, no se puede rechazar ninguno, o bueno, sí se puede rechazarlos, pero justo de ahí deriva el sufrimiento.
Y eso es todo lo que tengo que decir el día de hoy.