Aug 30, 2005 17:37
Ayer me sentaba en la parada del autobús. Y analizaba a todas las personas que deambulaban frente a mí. Buscaba a la persona adecuada y cualquier nimiedad valía para creer firmemente, como la convicción de un loco suicida de que no vale para este mundo, que era la persona de mi vida. Un gesto, una mirada inadecuada, la forma de andar o de frotarse las manos heladas.
Cuando desaparecía por la esquina, deseaba con todas mis fuerzas, con un sentimiento de impotencia, salir corriendo como una posesa gritando ¡Ey, espere, chico de mi vida, espere, te me olvidas! Intentaba pensar en cualquier cosa antes que hacer algo tan anómalo y desprovisto de cualquier sentido común.
Hoy lo haría.
No piensen, mis señores lectores, que es culpa de alguna clase de desesperación, si lo piensa, borrelo de su mente o empezaré a creer que es estúpido.
Lo haría porque yo también quise ser la protagonista de una película poco convencional y vivir esa clase de escenas dignas de una novela.
En la vida, utilizamos ese sentido común peculiar que a la mayoría nos caracteriza, ¿por qué? Las cosas al final y al cabo que hacemos una y otra vez resultan poco divertidas. En realidad, algunas locuras no hacen daño a nadie.
Supongo que algunos "chicos de mi vida" saldrían corriendo pensando que me acabo de escapar de algun centro psiquiatrico, pero ay, quien me dé ese beso de película, desprovista hoy de cualquier sentido común, le regalaría el corazón, las costillas, las cuerdas vocales, intestinos y tendría que vomitarle te quiero hasta el fin de sus dias.