(no subject)

Jun 09, 2008 13:17



Yo te miraba, y tú mirabas hacia las luces de las máquinas tragaperras. “Es el tercer billete de diez que cambia”. Mirabas a un abuelo que fue padre de familia, y al trayecto que realizaban las monedas de su bolsillo a una ranura. Avances: un, dos, tres. Los discos giraban entre el parpadeo de los botones. “Ahora tres ciruelas”

La luz de los fluorescentes del techo me deslumbraba, el humo me hacía llorar los ojos. Estaba absorto en el tablero que dibujaba sobre una servilleta, el caótico ajedrezado de un juego en el que no ibas a entrar, ni yo permitiría que cometieses la insensatez de hacerlo. El rey negro permanecía indefenso en el medio del tablero: de las torres no quedaba sino ceniza. Las blancas ganaban aún sin entrar en batalla.

“Me voy”. Mirada interrogante, ahora a ver que excusa pongo. “Estoy cansado”. El resto de la mesa se gira para observarme. “De verdad, sólo estoy cansado”. Definitivamente suena a excusa: “he tenido un mal día, necesito dormir”. Miradas de aprobación: ahora sí puedo huír.  A partir de ahora sencillamente pondré más cuidado: no habrá coincidencias, ni grupos de amigos, ni casualidad. Es un riesgo demasiado grande.

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