Más besos por aquí ;)
Titulo: Ser humano
Fandom: Supernatural
Pairing: Castiel/Anna
Summary: ¿Cómo es ser humano, Anna?
Advertencia: spoilers del 4x16
Nota: regalo para
mileya y también para
angellemcdowell ,
x_cursive y
lauranio Ser humano
Después de ese día volvió a llamarla varias veces. Anna nunca le decía qué era lo que debía hacer, pero su simple presencia bastaba para que Castiel se sintiera menos perdido. Quizás fuera tan sólo una reminiscencia de su pasado, de los años en los que Anna daba las órdenes y él obedecía, cuando todo era seguro, sin matices, sin dudas ni preguntas. O tal vez se tratara de algo diferente, algo que no entendía como prácticamente le sucedía con todo cuánto le rodeaba. Sólo sabía que al verla aparecer con un parpadeo de las farolas o una vibración en el aire, le inundaba una sensación de paz, una paz que hacía tiempo que no tenía. Tanto tiempo como el que Anna llevaba en la Tierra, lejos.
-¿Cómo es?
Anna se volvió hacia él, la leve brisa primaveral agitando su cabello rojo, envuelto en pecado.
-¿Cómo es qué? -preguntó, despacio, y le atravesó con una mirada. Una mirada que veía a través de él y entendía, entendía como nadie más podría hacerlo. Y Castiel se sorprendía sintiendo alivio por esa conexión, pero también cierto pudor hasta entonces desconocido. Como si por una vez hubiera algo dentro de él que se quisiera guardar.
-Ser humano -pronunció, suave, y bajó la mirada. Las botas de Anna entraron en su ángulo de visión cuando se acercó a él y se sentó a su lado en el banco. Frente a ellos se extendía una pequeña plaza, casi vacía en el crepúsculo. Una anciana arrojaba migas de pan a unas palomas más allá y un vagabundo trataba de conciliar el sueño, protegiéndose del viento gracias a la fuente central. Los dos ángeles contemplaron a los humanos, sin mirarse entre ellos por el momento.
-Es intenso -afirmó Anna y sus miradas se cruzaron -le da un sentido nuevo a la existencia, a la creación. Hay miedo, confusión, dudas e inseguridad pero… -volvió sus ojos hacia la anciana y el vagabundo -hay libertad, hay posibilidades, decisiones que tomar. Los sentimientos cambian y fluyen, son incontrolables y sin embargo, son maravillosos. Nada permanece y eso hace que todo sea valioso.
Castiel guardó silencio, meditando sobre las palabras del ángel. Anna hablaba con pasión del sentimiento humano, como si una vida de hombre ofreciera mucho más que la existencia eterna de un ángel. Como si tener preguntas fuera mucho mejor que no tener ninguna. Él tenía muchas, él sentía todo ese miedo, esa confusión de la que Anna hablaba pero también la libertad, la libertad aterradora de poder dar un paso en cualquier dirección cuando hasta entonces sólo había seguido los senderos marcados.
Miró a Anna furtivamente por el rabillo del ojo. Tenía una expresión serena y las manos enlazadas sobre el regazo. Castiel recordó que no había vuelto a tocarle desde el día en que mató a Uriel. Las manos le cosquillearon, igual que el hombro en que ella le dio un apretón una vez, víctimas de un anhelo extraño. Era otra de las cosas que había cambiado en su existencia: sentía necesidad de contacto físico, necesidad de su contacto físico.
Era algo desconocido y turbador, pero no por ello menos fuerte. Quería hacer cosas en las que nunca hasta entonces había pensado. Tocarle el pelo, el rostro, cogerle las manos, sentirla contra el pecho. Pero no se atrevía, pensaba que sería algo incorrecto, que ella le rechazaría. Y sin embargo, esa necesidad crecía y crecía dentro de él. Crecía cuando no la veía, crecía cuando algo en el aire cambiaba revelando su presencia, crecía cuando la tenía cerca. Crecía y crecía hasta que Castiel no podía pensar con claridad y tomaba total consciencia de cada parte de su cuerpo y del esfuerzo que le suponía permanecer inmóvil.
-Castiel.
Él no la escuchó, ocupado en mantener la vista en el frente y las manos cerradas sobre el banco.
-Castiel -repitió ella y esta vez le rozó levemente los nudillos con las yemas de los dedos para llamar su atención. Castiel giró rápidamente el rostro hacia ella, con los ojos muy abiertos, y Anna, malinterpretando su reacción, se apartó, de prisa, y apretó los labios, sintiéndose rechazada.
Ella creía que la consideraba inferior por haber caído, por nacer como humana, por desobedecer y elegir su propio camino. Pero no imaginaba que Castiel ya no la juzgaba ni la condenaba, sino que la admiraba. Quiso que ella entendiera y volviera a tocarle y sin ser apenas consciente de ello, le tomó una mano.
Anna le miró sorprendida pero Castiel no la soltó. La piel de ella estaba suave y caliente, pero los dedos eran firmes. Un eje en el que sostenerse, la fuerza inspiradora de quien trazó su propio destino. Abrió la boca y quiso decirle todo y a la vez nada, así que no fue capaz de pronunciar palabra y permaneció estático. Las pupilas de Anna titilaron, leyéndole el rostro, y entonces, como si hubiera encontrado en él algo que llevaba tiempo buscando, le acarició una mejilla con los dedos.
De pronto Castiel cobró conciencia de lo cerca que estaban, del modo pausado y renqueante en que acortaban distancias, y la inexplicable intuición de lo que iban a hacer le separó los labios. Se besaron, la boca de Anna en la suya, el cálido aliento colándosele dentro, la nota de humedad cubriéndole los labios. Suave y lánguido, un encuentro lento durante el cual Castiel experimentó muchas nuevas sensaciones para las que no conocía nombre. Y cuando se separaron, él contemplándola con los ojos muy abiertos, ella mirándole bajo las pestañas, Castiel tenía una nueva pregunta.
-¿Esto es ser humano? -inquirió, sin soltarle la mano.
Anna asintió y sus labios se rizaron en una sonrisa misteriosa.
-Ahora entiendo -murmuró él. Miró a la anciana solitaria que alimentaba a las palomas y al vagabundo que tiritaba de frío junto a la fuente y Castiel el ángel, sintió envidia.